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La CIA frente a Cuba desde 1959 (II y final): “Accidente” para eliminar a Raúl

Fecha: 

03/05/2016

Fuente: 

Revista Bohemia

Autor: 

Varios analistas norteamericanos y cubanos coinciden en señalar que Eisenhower había indicado al director de la CIA, Allen Dulles, que las medidas más comprometedoras que se adoptasen sobre Cuba no quería que se ventilasen en el Consejo de Seguridad Nacional. No debían quedar rastros de la utilización de procedimientos que luego pudieran comprometerlo.
 
Se señala que estudios realizados en Estados Unidos acerca de la utilización por el presidente Eisenhower de las herramientas que le ofrecían las operaciones encubiertas para la conducción de la política exterior, posibilitan entender las posibles causas de algunas omisiones. Por ejemplo, según el académico e investigador Fred I. Greenstein, en un análisis acerca de la inteligencia norteamericana: “[…] La parte más solapada de las acciones encubiertas de Eisenhower era su propia responsabilidad en ellas. Aunque las discutía en privado con los hermanos Dulles, por lo general era muy cauteloso en asegurarse de que, si algo salía mal, ningún documento comprometedor apareciera en la Oficina Oval”.
 

Raul llegó a Praga en junio de 1960 y fue recibido por
el Ministro de Defensa de Checoslovaquia
en ese entones. (Autor no identificado)

El Programa aprobado por Ike Eisenhower contra Cuba tenía cláusulas muy secretas, aunque en el contexto no dejaba de expresar su intencionalidad: “Dado que inevitablemente puede producirse una crisis a causa de acciones drásticas dentro de Cuba o provenientes del exterior por circunstancias que están fuera del control de Estados Unidos, antes de que el Programa de Acción Encubierta haya cumplido su objetivo, se hará todo lo posible por ejecutarlo de tal forma que la capacidad de actuación de Estados Unidos aumente progresivamente en caso de una crisis”.
 
Más claro ni hablar. La propuesta era descabezar, crear la crisis e intervenir y el Presidente norteamericano no pudo ocultar su profunda satisfacción por el plan que le aprobaba a la CIA, cuando expresó aquel 17 de marzo que “no conocía un plan mejor que este” para acabar con la Revolución cubana.
 
Inmediatamente, la CIA comenzó a proyectar con prioridad uno los planes de agresión a Cuba que había ordenado Eisenhower.
 
Richard Bissell, el subdirector de Planes de esa organización y segundo en jerarquía, tuvo bajo su dirección personal la elaboración del proyecto y, rápidamente, comenzó a seleccionar entre sus agentes más expertos el grupo de hombres que trabajarían con él. Con el fin de tener mayor autonomía y compartimentación, Bissell propuso, y Dulles aceptó, situar su grupo fuera del cuartel general de la CIA. El lugar seleccionado para el puesto de mando, denominado Quarter Eyes, era una instalación de la Marina de Guerra.
 
Pero el Consejo de Seguridad Nacional de Eisenhower y la CIA, como después ha sucedido a lo largo de todas las administraciones norteamericanas, incurrieron en un error: subestimar la capacidad e inteligencia visionaria de Fidel que, combinando el sentido estratégico con el táctico, con su capacidad para desentrañar conspiraciones, siempre se preparó para la peor de las variantes. Diría que es como un trabalenguas “prepararnos para lo peor, convencidos de que lo peor, no será nunca tan peor como lo peor que previmos”.
 

Raul llegó a Praga en junio de 1960 y fue recibido por el Ministro
de Defensa de Checoslovaquia en ese entones.
(Autor no identificado)

El 1ro de mayo de 1960, en la concentración popular por el Día Internacional de los Trabajadores en la Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, Fidel informaba al pueblo sobre el recrudecimiento de esa agresión y en particular por los atentados contra los principales dirigentes revolucionarios: “¡Siempre alertas y dispuestos a luchar, pase lo que pase, caiga quien caiga!; ¡siempre alertas y dispuestos a luchar falte quien falte, muera quien muera! De manera que nuestra Revolución no vaya a ser débil porque el enemigo pueda arrancar una vida, o dos vidas, o tres vidas. Si un jefe cae, el deber es poner otro jefe, inmediatamente y sin discusión de ninguna clase … sea quien sea ese jefe.
 
“Y ya nosotros, cuando las circunstancias no eran las de hoy, dimos nuestra opinión y el pueblo tomó una decisión. Si el Primer Ministro falta (EXCLAMACIONES DE: “¡No, no!”) –en cualquier momento, el problema no es desearlo o no desearlo, el problema es que todo el mundo sepa lo que debe hacer en cada circunstancia, y a nosotros lo que nos preocupa es que el pueblo lo sepa hacer en cada circunstancia, y ese es nuestro deber con el pueblo–, si el Primer Ministro falta (EXCLAMACIONES DE: “¡No, no!”) –quiero decir, si los enemigos de la Revolución llevan a cabo una agresión–, lo único realista y lo único objetivo es saber lo que hay que hacer, y saber que tienen ustedes inmediatamente un sustituto del Primer Ministro, y ustedes lo van a decir. Ya en aquella concentración dijimos que yo proponía a Raúl para Primer Ministro, si faltaba el Primer Ministro (OVACIÓN PROLONGADA).
 
“Y si faltan los dos, el Presidente de la República se reúne con el Consejo de Ministros y designa otro Primer Ministro, que aquí hay que estar preparados para todas las contingencias (APLAUSOS).
 
“Cuando un pueblo se encara a una tarea como a la que se ha encarado el pueblo de Cuba; cuando un pueblo, pequeño como el de Cuba, tiene adversarios poderosos como tiene Cuba hoy, todas las contingencias deben ser previstas, y ese pueblo debe saber qué es lo que tiene que hacer, ¡y lo que tiene que hacer, antes que todo, es saber que nunca puede ese pueblo dividirse ante una acción del enemigo y que la reacción del pueblo es estrechar filas siempre! (EXCLAMACIONES DE: “¡Unidad, unidad!”)
“Cuando un pueblo, pequeño como el nuestro, se echa sobre sus hombros una tarea como la que se ha echado nuestro pueblo, debe saber siempre qué hacer. Y no importa que seamos pequeños; si actuamos bien, si sabemos qué hacer, saldremos vencedores, ¡porque vencen los que tienen la razón y saben llevar adelante su razón, saben luchar por su razón! Y nosotros podemos estar seguros de que si hacemos lo que tengamos que hacer, saldremos victoriosos, saldremos vencedores (APLAUSOS)”.
 
Toda esta situación indicaba que era imprescindible preparar al país para la defensa, disponer de armas y preparar con urgencia a una fuerza en medios aéreos, tanques y artillería.
 
A partir de una invitación para asistir a las Espartaquiadas en la República de Checoslovaquia, en junio de 1960, el comandante Raúl Castro, joven ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, viaja al frente de una delegación a ese país, y allí sostiene entrevistas que permiten gestionar las compras de medios y el necesario asesoramiento técnico. Estando aún en Praga, lo contacta su viejo amigo Nicolai Leonov para extenderle una invitación de viajar a Moscú, lo cual cumple por orientación de Fidel y allí también mantiene conversaciones con importantes jefes militares soviéticos y con Nikita Kruchov, donde igualmente se intensifican las gestiones para adquirir armamento y urgente entrenamiento de fuerzas. El recorrido de Raúl concluyó en Egipto adonde había acudido en los últimos días de julio y participó junto al presidente Gamal Abdel Nasser en los festejos en Alejandría por el aniversario de la entonces República Árabe Unida y el asalto al Cuartel Moncada.
 
Complot para asesinar a Raúl
 
El informe del Comité Selecto del Senado, elaborado a partir de las audiencias de 1975, revela que el 20 de julio de 1960 ocurre un hecho entre el cuartel general de la CIA y su estación en La Habana que después se trata de disfrazar de una manera contradictoria.
 
Los investigadores Manuel Hevia Frasquieri y Andrés Zaldívar Diéguez, del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, refieren en su libro Girón, preludio de la invasión: El rostro oculto de la CIA, algunas particularidades de este hecho y que trata sobre el complot de un “accidente” para asesinar al compañero Raúl.
 
Dicen los investigadores: “El Comité Selecto del Senado consideró en su informe que “[…] la primera acción auspiciada por la CIA contra la vida de un dirigente cubano de que tenga noticias el Comité, ocurrió en 1960 […]. Un cubano que se había ofrecido voluntariamente a ayudar a la CIA en la obtención de información de inteligencia le informó a su oficial de caso en La Habana que él probablemente estaría en contacto con Raúl Castro […]”.
 
“Según el Comité, el centro principal de la CIA recibió un cable de la estación local de su embajada en La Habana en horas de la noche del 20 de julio, en la que proponían que el cubano podría cubrir cualquier necesidad de información que resultara necesaria. La jefatura de la CIA envió un cable “a primera hora” del 21 de julio de 1960 a su estación en La Habana donde indicaba: “Posible eliminación tres jefes principales siendo considerada seriamente por oficina central […]” indagando si el cubano se sentía lo suficientemente motivado para arriesgarse a preparar un “accidente” que involucrara a Raúl Castro y aconsejaba a la estación en La Habana a contactar a discreción con la fuente para determinar su disposición de cooperar y sus sugerencias sobre los detalles de la operación.
 
“Según el informe del Senado se autorizó el pago de 10 mil dólares después de ‘la conclusión exitosa’, pero no se permitió el pago por adelantado debido a que existía la posibilidad de que el cubano fuese un agente doble…
 
“Al siguiente día 22 de julio la CIA indicó abandonar el caso, en momentos en que la fuente ya había sido orientada. Esta última, según el Comité Selecto, le dijo después al oficial del caso en La Habana que no había tenido oportunidad de preparar el “accidente”. Este oficial declaró ante el Comité que él y el cubano habían contemplado solo la obtención de información de inteligencia y que ellos no habían propuesto aquel asesinato. Según este oficial, el cable recibido representaba “[…] un alejamiento considerable de las actividades convencionales que se nos había pedido que realizásemos […]”.
 
“Pura hipocresía. La promoción de alzamientos, atentados y sabotajes en la que participaban activamente los oficiales de esa estación de la CIA con grupos terroristas internos a mediados de 1960 no eran precisamente actividades convencionales.
 
“Por razones aún no explicadas, la CIA se vio obligada a reconocer ante el inspector general Jack Earman la existencia del cable cifrado del 21 de julio en que él reconoce estar evaluando la posible eliminación de tres dirigentes cubanos y orienta claramente a su estación en La Habana a proceder al asesinato del ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Raúl Castro Ruz.
 
“Sin embargo, la historia tejida alrededor de este hecho resulta incomprensible. Para cualquier lector podría resultar poco creíble que la jefatura de la CIA, tan solo en unas pocas horas (madrugada del día 21 de julio), estuviera en condiciones de autorizar o dejar a discreción de su estación una acción como aquella en manos de una supuesta fuente voluntaria que, de acuerdo con unos pocos datos recibidos horas antes, no mantenía una relación permanente con Raúl y sobre la que existía la posibilidad de ser un doble agente. Utilizando el propio argot de la Agencia, aquello resultaba una leyenda imperfecta.

“Quizás le resultaba más comprometedor explicar que aquello no se trataba de un simple contacto operativo con una fuente ‘eventual y voluntaria’, sino una relación estable con un agente entrenado y pagado por su embajada, realizando una posible labor de penetración en un ambiente cercano al jefe militar de un país extranjero, al que entonces orientan asesinar, simulando un accidente. ¿Había sido esta la verdad? ¿Formaba aquel suceso parte de otra operación siniestra en curso, ya premeditada, de las muchas que ejecutaba diariamente su desmedida estación local en Cuba? ¿Qué trató de ocultar la CIA?”.
 
Es curioso que Richard Bissell al testificar ante el Comité Senatorial el 10 de septiembre de 1975 y ser preguntado sobre el por qué aquel cable había sido anulado, respondió de una manera supuestamente especulativa pero que expresa la verdadera razón de la suspensión del acto macabro.
 
Dijo Bissell: “Podía deberse a un juicio por parte de Dulles de que este esfuerzo concerniente a Raúl Castro era muy arriesgado y desde el punto de vista técnico no lo suficientemente prometedor de éxito”.
Según los especialistas contrainteligentes el término accidente en operaciones encubiertas se utiliza por lo regular para provocar asesinatos mediante accidentes de aviación donde, como regla, es muy difícil encontrar evidencias, y mucho más para aquella época.
 
Deja mucho margen a la especulación, pero desde un punto de vista de análisis de los acontecimientos, la apresurada suspensión parece obedecer al hecho de que Raúl y su comitiva están en ese momento en la Unión Soviética y, como dice Bissell “desde el punto de vista técnico no consideraron a aquel “accidente” lo suficientemente prometedor de éxito”.
 
Richard Bisell no era ni tonto ni improvisado. Se dice que “tenía fascinación extraordinaria por el poder oculto que otorga el espionaje” y más aún era el director delegado de planes encubiertos para las operaciones extranjeras secretas. En el lenguaje de la inteligencia black (negro) quiere decir secreto, y Bissell estaba tan metido en la dirección conspirativa que dirigía a los más negros de los agentes negros, como aseguran David Wise y Thomas B. Ross en su libro El gobierno invisible.
 
De todos modos, liquidar a los jefes principales de la Revolución era su plan. Casi exactamente un año después lo intentarían en otra fracasada operación, mediante un supuesto ataque a la base naval de Guantánamo, pretexto para producir una intervención militar directa: esa operación fue Patty para la CIA y Candela para nuestros Órganos de la Seguridad del Estado.