Haití el infierno de este mundo (III)
Fecha:
20/01/2010
Fuente:
Periódico Granma
El infierno de este mundo está hoy en la calle Dessalines. Lo que hace siete días era el centro comercial de la capital haitiana, es hoy la sede del sálvese quien pueda¼ Allí una mujer llora porque alguien le arrebató de las manos lo que había hallado en una de las tiendas destruidas.
Fue pura casualidad lo que nos llevó hasta el arrasado boulevard. Esquivando escombros, calles obstruidas, tranques del tráfico¼ entramos a Dessalines, donde cientos de haitianos desesperados irrumpen en los comercios, mientras a la policía haitiana y a la MINUSTAH les resulta casi imposible mantener el orden, aun a punta de pistola. Todos corren de un lado a otro buscando qué llevarse. Lo que se oculta bajo los escombros puede ser el sustento para estos días que pintan infernales.
El hambre y la falta de dinero los empujan a arriesgar sus vidas cuando con palos, tubos y herramientas horadan las paredes resentidas por el terremoto. Parece no importarles tal peligro, quizás el llanto de sus hijos en el quimbo sea ya irresistible. Cualquier cosa puede ayudarlos a sobrevivir. Hay quien encuentra zapatos, ropas, comida, medicinas¼ hay también quien espera en la calle para sustraer lo ya robado. En algunas de las tiendas, o en las ruinas de ellas, están apostados sus dueños, quien se acerque puede recibir una respuesta violenta. Pero los ánimos ya están caldeados y el desespero ciega.
Se cumplió una semana del temblor de esta tierra, aunque su gente continúa estremeciéndose.
Fue pura casualidad lo que nos llevó hasta el arrasado boulevard. Esquivando escombros, calles obstruidas, tranques del tráfico¼ entramos a Dessalines, donde cientos de haitianos desesperados irrumpen en los comercios, mientras a la policía haitiana y a la MINUSTAH les resulta casi imposible mantener el orden, aun a punta de pistola. Todos corren de un lado a otro buscando qué llevarse. Lo que se oculta bajo los escombros puede ser el sustento para estos días que pintan infernales.
El hambre y la falta de dinero los empujan a arriesgar sus vidas cuando con palos, tubos y herramientas horadan las paredes resentidas por el terremoto. Parece no importarles tal peligro, quizás el llanto de sus hijos en el quimbo sea ya irresistible. Cualquier cosa puede ayudarlos a sobrevivir. Hay quien encuentra zapatos, ropas, comida, medicinas¼ hay también quien espera en la calle para sustraer lo ya robado. En algunas de las tiendas, o en las ruinas de ellas, están apostados sus dueños, quien se acerque puede recibir una respuesta violenta. Pero los ánimos ya están caldeados y el desespero ciega.
Se cumplió una semana del temblor de esta tierra, aunque su gente continúa estremeciéndose.