Fidel... y la muerte que nunca será
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(...) al que se puso de raíz de su tierra, y dio a su pueblo el derecho de codearse con los hombres, se le quiere, como a cosa de las entrañas (...) se le abre, para que por él se entre, nuestro corazón...
José Martí
A la misma universidad donde se hizo revolucionario volvió Fidel este sábado, y allí estuvo con los jóvenes en quienes siempre creyó. En ellos, dos años después, que de pronto serán décadas, siglos..., continúa naciendo...multiplicándose.
La velada político-cultural en homenaje al segundo aniversario de la desaparición física del Comandante, que encabezó el Presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, fue apenas un pretexto para llenar de generaciones, en nombre de un país, la escalinata de la Universidad de La Habana. De generaciones que le conocieron, que le sintieron y que han de continuar su empeño.
Allí se evocó, en un resumen de vida que desmiente cualquier asomo de muerte, la historia del joven universitario, del moncadista que se autodefendió, del expedicionario, del guerrillero que bajó victorioso de la Sierra y del estadista, siempre visionario, que alertó sobre lo difícil de llevar adelante la Revolución, la misma que habrá de seguirse construyendo… defendiendo.
Allí se escuchó decir a Ronal Hidalgo Rivera, segundo secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas, que «Fidel es hoy necesario y vital. Su palabra certera, sus denuncias contra los horrores del imperialismo, su preocupación por el planeta y su solidaridad con los humildes de la tierra, son banderas que no caerán jamás de nuestras manos».
Y también resonó Fidel, como si estuviera hablándole otra vez a la multitud. En uno de los discursos escogidos para la noche, Fidel preguntaba si los jóvenes entregarían la Revolución, si la traicionarían... Y al igual que en el momento real de sus palabras, los jóvenes de hoy lanzaron un no vigoroso, rotundo, un no de continuidad. Ese no, les respondía Fidel, es lo único que podemos esperar de ustedes. La historia, tan caprichosa y sublime, por obra de la «causalidad», se repite.
La velada, por sobre todas las cosas, fue un homenaje en clave de verso y canción; un homenaje, sin estridencias innecesarias, al «ardiente profeta de la aurora», que hizo suya «la necedad de vivir sin tener precio», consciente de «cuánto costó este cielo, cuánto la tierra amada, cuánto alzar la bandera que inmolarse los vio». Por eso, «tu historia crecerá», porque «el Fidel vivo es eterno y el Fidel muerto no existe».
Fidel es semilla que ha de seguir germinando.