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Fidel y la Campana de La Demajagua

Fecha: 

01/11/2012

Fuente: 

Periódico Granma
Una acción reivindicadora

El 27 de septiembre de 1945, avalado por su condición de bachiller en letras, obtenida en el Colegio de los padres jesuitas de Belén, llegó Fidel a la Universidad de La Habana.

Pronto el joven estudiante de derecho se va a destacar entre los recién llegados. Sus compañeros y compañeras de estudio lo eligen desde el primer curso como delegado estudiantil. Entonces el joven Fidel se sumerge en la aguda lucha política que existía en la única Universidad del país. Y está entre los que comienzan a desarrollar un movimiento de rescate del ideario revolucionario cubano, frente a los grupos que intentaban utilizar a la Federación de Estudiantes para entronizar los métodos gansteriles, los vicios y corruptelas que caracterizaban el ejercicio de la política en el país.

Una de aquellas protestas contra la corrupción política existente se escenifica el 1 de noviembre de 1947 cuando trae desde Manzanillo a la Universidad de La Habana, la Campana del ingenio La Demajagua, sitio histórico donde el Padre de la Patria inició en 1868 la guerra de independencia.

El entonces presidente de la República, Ramón Grau San Martín, quien pretendía la reelección, trató de utilizar la reliquia histórica como un hecho publicitario y comisionó a uno de sus ministros para que la buscara en Manzanillo y utilizarla el 10 de Octubre en un acto.

Los relatos históricos dan cuenta de la repulsa con que los manzanilleros recibieron al enviado del mandatario.

Fue entonces cuando Fidel le propuso a la dirección de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) buscar la histórica Campana y llevarla a la Universidad de La Habana para protestar en un gran mitin contra el gobierno.

Al propio Fidel se le encomendó la tarea de pedirla prestada. Los manzanilleros aceptaron entregar temporalmente la pieza y así el 1 de noviembre de 1947 el dirigente estudiantil viajó en tren a La Habana con la Campana, acompañado de veteranos manzanilleros de la guerra de independencia.

Llegada a la terminal habanera, la Campana fue transportada en hombros por estudiantes universitarios, quienes la colocaron en un vehículo que la trasladó hacia la Universidad, donde una multitud delirante vitoreó su llegada.

La valiosa reliquia fue situada en el salón de los Mártires de la FEU, cubierta por una bandera de Carlos Manuel de Céspedes y quedó bajo custodia de los estudiantes, quienes, por disposición de Fidel, montaron turnos de guardia.

Sin embargo, en la madrugada del 6 de noviembre la Campana fue robada del recinto universitario por un grupo gansteril que penetró armado en la Universidad.

Se pretendía así boicotear el mitin convocado para la noche de ese día. De todos modos la congregación estudiantil se realizó y tuvo como incentivo la indignación masiva por el robo. Allí Fidel calificó el hurto de "inaudito y de ultraje a la reliquia de la República". También remarcó: "Para los apóstatas autores del hecho nuestra repulsa y desprecio".

Hubo grandes protestas en la capital y en Manzanillo, ciudad que prácticamente se paralizó. La situación se tornó tan compleja que los ladrones, tras haberla escondido en un apartamento del Vedado, se deshicieron de ella y la lanzaron al portal de la vivienda del General del Ejército Libertador, Enrique Loynaz del Castillo, quien la llevó al mismísimo Grau, y este, en conferencia de prensa, anunció el "hallazgo".

No obstante, las manifestaciones se mantuvieron, pues algunos en el gobierno pretendían dejar la Campana en La Habana; unos propusieron el Capitolio como paradero final y otros empezaron a hablar de legislaciones del Congreso para buscarle otro puesto distinto al del Ayuntamiento de Manzanillo.

Esa ciudad volvió a enardecerse con el lema colectivo de: "Que nos devuelvan la Campana", los estudiantes también se acaloraron. Finalmente, el 12 de noviembre de 1947 fue devuelta al Ayuntamiento de Manzanillo. En ese lugar permaneció hasta que en 1968, en la inauguración del Parque Nacional La Demajagua, se trasladó a ese sitio, en el que tañe oronda todavía.