Enero-Junio de 1958. Un semestre de vicisitudes para el MR-26-7
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Los impactantes golpes propinados por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) a la tiranía en el ámbito urbano durante los últimos cuatro meses de 1957, despertaron en no pocos combatientes la esperanza de un posible colapso del régimen en el próximo trimestre. Sin embargo, recién iniciado 1958 el Movimiento comenzó a sufrir serios reveses.
El 10 de enero de 1958, el coordinador nacional Armando Hart Dávalos, Jacinto, era capturado por efectivos del ejército; junto a él, Javier Pazos Vea y el secretario nacional de Propaganda del Movimiento de Resistencia Cívica (MRC), el médico Antonio Buch Santos, Vila, cuando bajaban de la Sierra Maestra después de una reunión con el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde Fidel Castro Ruz.
La dirección nacional del Movimiento quedaba forzada así a una urgente reorganización. Marcelo Fernández Font, Zoilo, fue elegido nuevo coordinador nacional; Enzo Infante Uribazu, Bruno, pasó a cubrir Propaganda, en tanto que Celia Sánchez Manduley, Norma, Aly, era incorporada al ejecutivo nacional como delegada de la Sierra en calidad de enlace con el llano, aunque se mantenía al lado del Comandante en Jefe. David Salvador Manso, Mario, pasaba a dirigir el frente Obrero en lugar de Antonio Torres Chedebau, Ángel, quien estaba enfermo y debía someterse a una operación quirúrgica. La restante dirigencia nacional quedaba sin alteración: Faustino Pérez Hernández,
Fausto, Ariel, coordinador de La Habana; Vilma Espín Guillois, Deborah, coordinadora de Oriente; René Ramos Latour, Daniel, responsable de Acción y Haidee1 Santamaría Cuadrado, Carín, María, de Finanzas. A finales de marzo, Haidee sería designada responsable de la sección de Suministros al Ejército Rebelde y Manuel Suzarte Paz, Martín, pasaría a ser el financiero nacional.
El MRC debió ser igualmente reestructurado. José Antonio Aguilera Maceiras, su secretario de organización, quien al mismo tiempo fungía de secretario general interino desde que Ángel María Santos Buch partió hacia Estados Unidos en noviembre de 1957, cubría ahora en propiedad la máxima responsabilidad. Enrique Ortega Arza pasaba a la secretaría de Organización, Antonio Ravelo Nariño se encargaba de Propaganda y Emilio Catasús Rodríguez, René, continuaba como tesorero, responsabilidad que desempeñaba desde el inicio del MRC. Los cuatro eran de Santiago de Cuba.2 El ingeniero civil Manuel Ray Rivero, Pedro, responsable del Movimiento en La Habana, fue incorporado al ejecutivo nacional como quinto miembro y secretario adjunto.3
El 25 de enero, día en que un comando clandestino hacía trasmitir por el potente Circuito Nacional de Radio un sorpresivo mensaje del 26 de Julio denunciando los crímenes del régimen, se producía la voladura de uno de los grandes tanques con 400 000 galones de gasolina de alto octanaje de la refinería Esso Belot, de la Standard Oil Company, en el lado este de la bahía habanera. Las enormes llamas y la tromba de humo que se elevaba hacia las nubes, fueron perceptibles a gran distancia durante tres días.
Numerosos hechos de variable magnitud e importancia se sucederían en febrero y marzo de 1958:
• El 7 de febrero ocurría la primera gran pérdida irreparable de ese año: el apresamiento, tortura y asesinato de Fontán, fundador con Ñico López de las Brigadas Juveniles y Estudiantiles, y su máximo organizador en La Habana.
• Al siguiente día, procedentes de la Florida, arribaban a Nuevitas los expedicionarios del Scapade, encabezados por el secretario general del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, Faure Chomón Mediavilla. Llegaron con un importante alijo de armamento, una parte del cual fue llevado para el Escambray y el resto hacia La Habana, con vistas a promover acciones armadas coincidentes con una huelga general que también integraba la estrategia del Directorio.
• Uno de los comandos del fuerte grupo de acción de Ifraín Alfonso Liriano, Cheché, quema cinco ómnibus interprovinciales Santiago-Habana, en la capital.
• A la cabeza de uno de sus grupos de acción, Sergio González López, el Curita, asaltaba
• A la cabeza de uno de sus grupos de acción, Sergio González López, el Curita, asaltaba las oficinas de la Cámara Nacional de las Compensaciones Bancarias en La Habana, donde se quemaron cheques y otros documentos que reflejaban conciliaciones por unos ochenta y siete millones de pesos.
• El domingo 23 de febrero es secuestrado el as argentino Juan Manuel Fangio, campeón mundial de automovilismo. Fue una impecable operación de propaganda armada planeada por Faustino Pérez y ejecutada por Oscar Lucero Moya, Noel González,4 y un pequeño grupo armado. La noticia recorrió el mundo a través de las agencias internacionales de prensa, las que reflejaron la situación de guerra revolucionaria existente en Cuba.
• El 24 de febrero se escuchaba por primera vez el impresionante «Aquí Radio Rebelde, desde la Sierra Maestra, territorio libre de Cuba», que noche tras noche, hasta el primero de enero de 1959, el pueblo revolucionario esperaría con avidez. A la adquisición, traslado y montaje de los equipos y la planta eléctrica para su funcionamiento se habían dedicado muchos recursos económicos y el trabajo de numerosos compañeros de la clandestinidad, igual que al equipamiento y materiales para la edición e impresión en las montañas de El Cubano Libre, y los talleres artesanales que también estarían a cargo del
Che para la fabricación de zapatos y varios enseres y artefactos.
• El 28 de febrero los Institutos de Segunda Enseñanza número 1 de La Habana y el de Camagüey iniciaron un paro de actividades docentes.
• El asesinato de dos estudiantes en Santiago de Cuba el 3 de marzo llevó al Frente Estudiantil Nacional del Movimiento 26 de Julio (FEN) a llamar a una huelga general estudiantil, que comenzó de inmediato por las Escuelas Profesionales de Comercio de La Habana, Marianao y Morón y el Instituto de esta última ciudad.
• El 4 de marzo el cese de clases abarcaba ya todos los centros secundarios del país, en seguimiento al llamado del FEN.5 La huelga general así iniciada en este sector duraría hasta avanzado el mes de mayo e incluiría a los planteles y universidades de enseñanza privada.6
• El lunes 3 de marzo, uno de los comandos de Cheché Alfonso, capitaneado por Bernardo Juan Borrell, ajusticiaba en la Habana Vieja a uno de los más connotados jefes de los delatores a sueldo de la policía.
Esta apretada síntesis de sucesos conformaba la atmósfera política y revolucionaria predominante en el ámbito urbano el 10 de marzo de 1958, cuando se reunieron con Fidel Castro en El Naranjo, Sierra Maestra, los miembros de la dirección nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio que radicaban en el llano, y decidieron convocar al pueblo para la huelga general revolucionaria.
A la reunión, presidida por Fidel, asistieron Faustino Pérez, René Ramos, Marcelo Fernández, Haidee Santamaría, Vilma Espín, Celia Sánchez, David Salvador y José Antonio Aguilera Maceira, Cervantes; no estuvieron Enzo Infante ni Manuel Suzarte. Se aprobó la elaboración de un llamamiento que sería firmado por el Comandante en Jefe. Este, a su vez, dispuso que Faustino suscribiera también el documento. La redacción quedó a cargo del máximo dirigente de la organización revolucionaria, con la colaboración de Marcelo
Fernández. Se acordó igualmente respaldar al magistrado Manuel Urrutia Lleó como presidente provisional de la República y comunicarlo al comité del exilio. La fecha para iniciar la huelga así como otros aspectos de su ejecución serían decididos con posterioridad.7
Al mencionar la Huelga Revolucionaria del 9 de Abril nos referimos a uno de los más importantes planes concebidos para realizar al unísono en todo el país, que formaba parte del proyecto estratégico insurreccional del MR-26-7 desde su integración. Entre las principales razones que se adujeron entonces como causas de su fracaso, Faustino Pérez definiría cuatro días después, el 13 de abril, las siguientes:
1. Falta de clima previo producido por una serie de hechos que hiciera que el paro no fuera más que la culminación lógica del mismo.
2. Método inadecuado de la convocatoria. Por mantener en secreto la fecha para evitar que la dictadura tomara medidas específicas, no se pusieron los cuadros a funcionar en todos los sectores.
3. Escasa intensidad que presentó el sabotaje eléctrico y de las plantas de radio, cuando se esperaba la supresión total de ambos servicios.
4. La actitud un poco cerrada frente a la posibilidad de coordinación o colaboración por parte de otros factores.
A esas causas, Marcelo Fernández agregaría el 20 de abril:
1. Falta de organización interior de los cuadros del Movimiento, especialmente los de Obreros, Acción y Resistencia.
2. Existencia de una mentalidad errónea de que el papel de los obreros se circunscribía a recogerse en sus casas, sin participar activamente en el movimiento de huelga.
3. Dificultad en la comunicación radial, que se suponía mantuviera en contacto a las provincias con el comité nacional de huelga.
Algunas de las razones que entonces se enumeraron, como la falta de concertación previa de la unidad de las fuerzas opositoras en el sector obrero, carecen realmente de peso determinante en el fracaso.
Llama la atención, sin embargo, que algunas consideraciones lógicas no se reconocieran entonces ni con posterioridad, entre los factores causantes del fracaso. Me refiero a las dos posiciones que existían respecto a la concepción del escenario principal —el urbano o el rural— para desarrollar la lucha y, en consecuencia, a los problemas que se suscitaron entre algunos de las representantes de ambos escenarios, que se identificaban como el llano y la Sierra.
Sería únicamente Ernesto Che Guevara quien se referiría retrospectivamente, en el año 1962, a esas cuestiones; pero, en el primer caso, absolutizó incorrectamente el carácter solo urbanístico de la concepción de lucha existente en el llano. En el segundo, no reconoció la carga de subjetividad que lo llevó también a él a cometer errores de apreciación y a mantener una conducta injustamente hostil respecto a la dirección del Movimiento 26 de Julio.
Tampoco aparecen reflejadas en el análisis de las causas del fracaso los diferentes criterios entre relevantes dirigentes del Movimiento en el llano, especialmente entre algunos de La Habana y los de Oriente, respecto a importantes aspectos de la huelga, lo que incluye la fecha para su inicio.
Un punto cardinal se ha omitido: cuando se determinó convocar la huelga se consideró que esta sería suficiente por ella misma para provocar la caída del régimen, pero, ¿se pensó entonces en la cantidad necesaria de días de huelga para quebrar al régimen? ¿Cómo hubieran accedido al poder las fuerzas revolucionarias con el aparato militar-policíaco-represivo de la tiranía todavía intacto? ¿Solo con la paralización de los centros de trabajo y de estudio el Ejército se hubiera rendido y entregado sus armas y medios de guerra a civiles desarmados, cuando el Ejército Rebelde contaba con unos pocos centenares de combatientes confinados a las montañas de Oriente?
Estas consideraciones omisas llevan a inducir que a la huelga general se le asignó un desmesurado carácter protagónico activo que no podía asumir en aquel momento, como no lo había tenido antes ni lo tendría después para el derrocamiento de la tiranía.
Si la huelga se desarrollaría en las zonas urbanas y su éxito en este escenario se hacía depender de las acciones armadas, ¿qué explica que Daniel saliera de Santiago de Cuba en la víspera del 9 de abril para internarse en las montañas del Segundo Frente Oriental Frank País con medio centenar de hombres y la mayor cantidad de las mejores armas con las que contaba el Movimiento 26 de
Julio en todo el país?
La huelga no tendría éxito si fracasaba en La Habana, centro del poder militar de la tiranía. Sin embargo, la estructura del aparato de acción y la capacidad operativa del movimiento en la capital se había deteriorado inusitadamente con la caída de algunos de sus más importantes y aglutinadores jefes y el encarcelamiento de otros muchos, alguna desafortunada designación de un jefe sustitutivo emergente y la exclusión de varios grupos de combatientes efectivos al momento de la ejecución de las acciones, a lo que se sumaron fallas de capacidad ejecutiva a nivel intermedio a última hora.
Estos problemas materiales y subjetivos en la capital del país eran conocidos en los días previos a la huelga. Pero ni se modificó la táctica para dar paso a los métodos obreros para las huelgas ni se dio contraorden a la convocatoria. O sea, sobre la base de un ilimitado optimismo, se hizo depender del factor espontaneidad el resultado de tan trascendental acontecimiento.
Ese resultado es conocido aunque no se ha dimensionado en toda su magnitud. De hecho, el 9 de abril se hicieron coincidir un sinnúmero de aislados paros obreros, patronales y profesionales, pequeñas acciones armadas y una miríada de sabotajes de diverso carácter y magnitud. Pero su balance en más de centenares de hombres caídos en acción, apresados, torturados, asesinados, dispersos y exiliados desarticuló la estructura organizacional del Movimiento 26 de Julio, en especial a nivel de su dirección nacional, y constituyó el más costoso resultado a escala nacional de las fuerzas revolucionarias durante el proceso insurreccional contra la segunda dictadura batistiana.
No obstante, por encima de los posibles errores cometidos por acción u omisión en su planificación y desarrollo, es preferible resaltar la esencia, lo medular de aquel acontecimiento, su concordancia con la vocación patriótica y con la tradición de rebeldía ante el despotismo y la disposición al sacrificio y al heroísmo del pueblo cubano.
A pesar de la falta de recursos se produjeron acciones de toda índole, en las que fueron enfrentadas fuerzas mucho más poderosas. Combatientes hubo que fueron capturados en los lugares de acuartelamiento donde esperaban las armas para salir a cumplir misiones, sufrieron tortura y resultaron asesinados. No pocos deambularon por las calles, desesperados, desarmados, buscando a otros compañeros para averiguar a dónde ir, a quién acudir, qué hacer.
Solo en Madruga, Sagua la Grande, Santiago de Cuba y Guantánamo las milicias mantuvieron el dominio parcial de las calles durante el primer día, y únicamente en los dos últimos lugares la huelga pudo sostenerse —aunque pasivamente— hasta los días 11 y 13 de abril.
Esto es lo digno de destacar. Más que los tropiezos, la frustrada huelga del 9 de abril de 1958 constituye uno de los momentos liminares en los que avanzadas de la vanguardia demostraron un increíble espíritu de lucha, decisión, coraje y valentía.
Por sobre cualquier otra consideración, el 9 de Abril pasa a nuestra historia como factor acelerante de la derrota militar del régimen. La tiranía creyó que había aniquilado a las fuerzas revolucionarias en las zonas urbanas y puso en práctica el Plan FF (Fase Final o Fin de Fidel) que ya tenía proyectado para devastar al Ejército Rebelde en las montañas orientales; craso error que precipitaría su final.
En consecuencia, el 9 de abril de 1958 se inscribe —como el 26 de julio de 1953, como el 30 de noviembre y el 2 de diciembre de 1956, como el 13 de marzo y el 5 de septiembre de 1957— entre los muchos acontecimientos que jalonan de gloria el camino de nuestra liberación nacional.
Ahora bien, en otro orden factorial, ¿qué ocurrió con el Movimiento Revolucionario 26 de Julio como organización estructural?
Tenemos que remitirnos a las decisiones adoptadas en una reunión presidida por Fidel en el Alto de Mompié, Sierra Maestra, durante los días 3 y 4 de mayo de 1958. En ella participaron los miembros de la dirección nacional Faustino
Pérez, René Ramos Latourt, Marcelo Fernández, Haydee Santamaría, Vilma Espín, David Salvador y Antonio Torres Chedebau. Ernesto Che Guevara de la Serna fue como invitado; también asistió Luis María Buch Rodríguez, Mejía.
Los análisis realizados dieron paso a una nueva realidad que, al tiempo que liquidaba la relativa autonomía del Movimiento en el llano, repercutiría favorablemente en el decurso de la guerra.
En la persona de Fidel Castro quedaban unificadas la dirección suprema del Movimiento 26 de Julio, como secretario general, y la de los dos aparatos militares de esta organización, de modo que a partir de ese momento ostentaría el grado de Comandante en Jefe del Ejército Rebelde y Comandante en Jefe de las Milicias de Acción del Movimiento 26 de Julio en el llano.
En cuanto al Movimiento Revolucionario 26 de Julio se instituían dos niveles organizacionales y funcionales para su dirección nacional: el ejecutivo de la dirección nacional y la delegación del ejecutivo nacional.
El ejecutivo de la dirección nacional, presidido por Fidel, estaría integrado por Faustino Pérez, René Ramos, David Salvador y Carlos Franqui, y radicaría en la comandancia de la Columna 1. A este ejecutivo no se le asignaron después funciones ni se le convocó para conocer y decidir asunto alguno; quedó inoperante. Sus funciones fueron asumidas por el secretario general, quien lo determinaba todo. Esto significaría en la práctica que los delegados del ejecutivo nacional lo fueran únicamente de Fidel ya que solo se contactaban con él y únicamente recibirían órdenes y orientaciones directamente de él.
La delegación nacional, con carácter de delegados para el trabajo en las áreas urbanas, estaría integrada por Marcelo Fernández, delegado de Coordinación; el comandante Delio Gómez Ochoa, delegado de Acción; Antonio Torres, delegado de Obreros; Arnold Rodríguez, delegado de Propaganda; Manuel Suzarte, delegado de Finanzas. Aunque se determinó que los delegados radicarían en Santiago de Cuba, allí solo permaneció Marcelo Fernández. Ñico Torres fue a radicar al Segundo Frente Oriental, con el resultado que desatendió la dirección del frente Obrero en el resto del país. Arnold Rodríguez y Manolo Suzarte funcionaron únicamente en La Habana, al igual que Gómez Ochoa, quien simultaneó su responsabilidad de delegado nacional de Fidel para las Milicias de Acción del llano con la de responsable de Acción de las provincias de Matanzas, La Habana y Pinar del Río, tarea esta última a la que prestó atención permanente. En consecuencia, el Comandante en Jefe asumió directamente las relaciones con las dirigencias provinciales de Acción de Oriente, Camagüey y Las Villas.
Las direcciones provinciales conservaban la misma estructura anterior: un coordinador, un responsable de Acción, un responsable de Obrero, un responsable de Propaganda y un responsable de Finanzas.
En el Alto de Mompié se acordó que el secretario general nacional del Movimiento de Resistencia Cívica estaría en estrecho contacto con el delegado nacional de Coordinación, e igualmente los secretarios generales del Movimiento de Resistencia Cívica de las provincias con los coordinadores provinciales del 26 de Julio. Sin embargo, en la práctica, el Comandante en Jefe mantuvo contacto directo con el secretario de Resistencia de La Habana, Manuel Ray Rivero, y lo autorizó a trasladarse a la Sierra Maestra.
También se determinó en Mompié la restructuración del frente externo. A tal efecto se designó a Haydee Santamaría como delegada del Comandante en Jefe para el comité del exilio, con radicación en Estados Unidos de Norteamérica. A partir de ese momento todo lo relacionado con las finanzas en el extranjero, la adquisición de armamento y la organización de su envío a Cuba quedaba en manos de Haydee y, por tanto, bajo la dirección única y el control directo del Comandante en Jefe.
Igualmente, en Mompié se establecieron con claridad las pautas para el fortalecimiento del trabajo entre los obreros, que debía tener un amplio carácter unitario y resultaría la base para el desarrollo práctico del Frente Obrero Nacional Unido (FONU).
De la misma manera, se definió una tesis para la unión de todas las fuerzas, grupos y sectores que combatían al régimen, sin que esto significara la constitución de un organismo único y formal de representación seudoigualitaria, lo que equivaldría a reducir al Movimiento Revolucionario 26 de Julio y su Ejército Rebelde al mismo rango y nivel de decisión de otras organizaciones, algunas de ellas prácticamente inexistentes.
El llamado a la unidad hecho por Fidel Castro a nombre del 26 de Julio y el Ejército Rebelde, daría como resultado la firma del Pacto de Caracas el 20 de julio de ese año 1958 por once delegados, en representación de igual número de organizaciones opositoras al régimen batistiano: el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, la
Federación Estudiantil Universitaria (FEU), el Partido Revolucionario Cubano (Auténticos), el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), el Partido Demócrata, el Movimiento de Resistencia Cívica, la Organización Auténtica, la Organización
Montecristi, el Movimiento Militar 4 de Abril y la Unidad Obrera.
Aparte de voluntad expresa para integrarse en un frente cívico revolucionario, el principal resultado de la firma del pacto lo constituía la adopción de una estrategia común de lucha para derrocar a la tiranía mediante la insurrección armada, reforzando en un plazo mínimo todos los frentes de combate, armando a los miles de cubanos que estaban dispuestos a combatir por la libertad.
Los manejos politiqueros de la mayor parte de los signatarios del Pacto de Caracas, a excepción de la FEU y el Directorio Revolucionario que se mantuvieron fi eles a sus postulados, condujeron a la inoperancia práctica de sus propósitos en los meses siguientes, pero significaron un reconocimiento explícito a la autoridad moral y militar revolucionaria del Movimiento 26 de Julio, su Ejército Rebelde y su Comandante en Jefe Fidel Castro que acrecentaron su papel como eje rector del proceso insurreccional.
Los resultados específicos que —parcial o integralmente— podrían concretarse a tenor de los acuerdos de Mompié para el futuro inmediato del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, en conjunción con la debacle del poderío militar del régimen tiránico de Batista, que habría de desatarse poco después con la aplastante derrota de sus principales fuerzas operacionales en el verano de 1958, pertenecen a la siguiente fase que pondría fin a la guerra de liberación.
1 El autor asume la escritura del nombre como aparece en la inscripción de nacimiento.
2 Santos Buch, médico y propietario de un laboratorio farmacéutico; Ortega, médico cardiólogo; Catasús, dentista y profesor de Inglés del Instituto de Segunda Enseñanza; Ravelo, contador público y profesor de la Universidad de Oriente; Aguilera Maceiras, pedagogo y superintendente provincial de escuelas.
3 Ver: José María Cuesta Braniella: La Resistencia Cívica en la guerra de liberación de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1997.
4 Antes había utilizado los seudónimos Omar Sánchez,
Narciso Montejo y Héctor García. Ver: Renán Ricardo Rodríguez: El héroe del silencio, Editora Política, La Habana,
1986.
5 Ver: Manuel Graña Eiriz: «Clandestinos en prisión», obra inédita.
6 Ricardo Alarcón de Quesada: Intervención en el panel testimonial del primer seminario «La lucha revolucionaria en La Habana», patrocinado por la filial provincial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, la Asociación Nacional de Combatientes de la Revolución Cubana de La Habana y el Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba de ciudad de La Habana, efectuado en el teatro Manuel Sanguily de la Universidad de La Habana, en noviembre de 1988. Trascripción de Mario Mencía.
7 Fondo Fidel Castro Ruz, Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.