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El gobierno “invisible” de Estados Unidos y la Crisis de Octubre (Tercera parte y final)

Fuente: 

Periódico Granma
Los días de la Crisis demostraron la unidad del pueblo y su fuerza militar en el propósito de defender la Patria de una agresión ya fuera por aire, mar o tierra.En la mañana del 24 de octubre, el Co­mandante en Jefe reunió, en el Puesto de Man­do Principal, a un grupo de altos jefes y oficiales; después de escuchar los informes sobre el cumplimiento de las medidas puestas en práctica para la defensa del país, pasó a analizar los aspectos fundamentales referidos a la protección contra los ataques aéreos. Al respecto, el jefe de la Dirección de Información, al exponer la apreciación de las posibles acciones del enemigo, planteó que el ataque aéreo sería la acción más probable, sin descartar la invasión. Comentó además, que el día anterior varios aviones enemigos habían irrumpido en el territorio nacional en vuelo a baja altura y en algunos lugares la artillería antiaérea cubana había disparado contra ellos.
 
Sobre ese aspecto Fidel planteó que no se podía permitir que esos aviones volaran impunemente, orientó estudiar los lugares donde era necesario fortalecer la defensa antiaérea y dispararle cuando efectúen esos vuelos rasantes. “No tenemos —dijo— ninguna razón de política, de ningún tipo, de ninguna clase, que nos impida tumbarles un avión que vuele sobre nosotros a 300 pies. Todavía en el mar, a unas tres millas..., pero el que nos vuele aquí, lo tumbamos, pero que caiga en territorio nuestro”1. Al concluir la reunión, el Jefe de la Revolución llamó la atención de los jefes para que aprovecharan las ventajas de tener movilizadas las tropas y trabajaran en la solución de los puntos débiles de la defensa sin perder un instante, pues todas las precauciones que se tomaban era tiempo ganado. Impartió instrucciones sobre las medidas de defensa antiaérea. No obstante, la dirección soviética solicitó a la cubana que no se disparara contra los aviones en vuelo rasante para no empeorar la situación y dar margen a las negociaciones diplomáticas, con lo cual se estuvo de acuerdo.
 
En horas de la tarde, Fidel visitó un grupo coheteril tierra aire soviético al este de la capital. Allí observó la vulnerabilidad de esas unidades ante un ataque de aviones a baja altura. Al efecto, ordenó inmediatamente que 50 baterías an­tiaéreas de su reserva se dislocaran para darle protección a esos grupos y a las instalaciones de cohetes de alcance medio.
 
En sus puestos de combate los soldados y milicianos siguieron las noticias y orientaciones enviadas por el Gobierno revolucionario.La dirección cubana, desde los primeros momentos, comprendió el peligro que significaban estos vuelos rasantes. El incremento de esas acciones fueron tales2 que hicieron im­prescindible tomar medidas rápidas y efectivas que pusieran fin a esos actos provocativos, pues la posibilidad del golpe aéreo sorpresivo se elevaba”.3
 
En la mañana del viernes 26, el Co­man­dante en Jefe tomó la decisión de impedir esos vuelos y ordenó, a partir del amanecer del 27, abrir fuego contra todo avión enemigo que volara a baja altura. “Tan legítimo derecho de defensa es irrenunciable, y por tanto, todo avión de combate que invada el espacio aéreo cubano, solo lo podrá hacer a riesgo de afrontar nuestro fuego defensivo”, sostiene el co­municado redactado al respecto.4
 
Durante el atardecer y la noche de ese viernes, Fidel se reunió con el Jefe de la Agru­pación de las Tropas Soviéticas en Cuba, para comunicarle su decisión de disparar contra los vuelos rasantes a partir del amanecer del siguiente día, le planteó que tomara medidas urgentes para aumentar la preparación de sus unidades y que preservara los cohetes de alcance medio contra un ataque aéreo sorpresivo, pues no tendría éxito si quedara aunque fuera un tercio de los cohetes en buen estado.
 
En la noche de aquel 26 de octubre, después de adoptar todas las medidas y puntualizar los más mínimos detalles del plan de defensa del país, Fidel se preguntaba qué faltaba por hacer y decidió escribirle un mensaje a Jruschov con el objetivo de exhortarlo a que mantuviera una firme posición y no cometiera irreparables errores en caso de que la guerra estallara.5
 
Pero lo que no se conocía en Cuba, era del intercambio de correspondencia secreta entre Jruschov y Kennedy para la búsqueda de un arreglo entre ambas superpotencias que impidieran la guerra nuclear. De estas cartas, las escritas por Jruschov los días 27 y 28 fueron emitidas apresuradamente y de manera abierta por radio Moscú —ante las alarmantes in­formaciones llegadas desde la embajada so­viética en Washington—, por lo cual su contenido también se conoció en Cuba.
 
En el mensaje de Jruschov del 28, de manera unilateral e inconsulta, el dirigente soviético se comprometía a retirar, con garantía de verificación, el armamento que los norteamericanos consideraban ofensivo, a cambio del compromiso hecho por el presidente de Estados Unidos de no invadir a Cuba e impedir que sus aliados dieran ese paso. La aceptación ese mismo día por parte de Kennedy de esa propuesta soviética puso fin a la amenaza de la guerra nuclear.
 
No obstante, los términos de ese arreglo no resolvían el problema de las relaciones de confrontación entre Estados Unidos y Cuba. Ese mismo día 28, en una declaración pública, Fidel comunicó la posición de la Revolución, basada en cinco puntos que posibilitarían el logro de una verdadera paz, en esta declaración se sostiene que:
 
[...] no existirían las garantías de que hablaba Kennedy, si, además de la eliminación del bloqueo naval que prometía, no se adoptaban las medidas siguientes:
 
Primero.- Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas las partes del mundo contra Cuba.
 
Segundo.- Cese de todas las actividades su­b­­versivas, lanzamientos y desembarcos de ar­mas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, filtración de espías y saboteadores, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de Estados Unidos y de algunos países cómplices.
 
Tercero. - Cese de los ataques piratas que se lle­van a cabo desde bases existentes en Es­tados Unidos y en Puerto Rico.
 
Cuarto.- Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.
 
Quinto.-Retirada de la Base Naval de Guan­tánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.6
 
Fueron cinco puntos concretos y sobre bases decorosas. Los gobernantes norteamericanos no quisieron considerarlos y, al mismo tiempo, exigieron la inspección del territorio cubano como forma de verificación del compromiso soviético. Fidel comprendió que es­ta exigencia tenía el marcado objetivo de hu­millar al país, debilitar moralmente al pueblo cubano y su confianza a la Revolución; así co­mo crear un precedente internacional que po­dría aplicarse por las superpotencias contra cualquier nación débil y pequeña, por eso se opuso intransigentemente.
 
Si bien es cierto que el llamado entendimiento Kennedy-Jruschov había encontrado una solución negociada a la grave crisis que amenazaba a la humanidad con la guerra nu­clear, esto no resolvía las causas profundas que la habían engendrado. Para Cuba el peligro de la agresión militar no había pasado. Vinieron nuevos días de tensión. En aquella coyuntura difícil, resaltaron las dotes de conductor y estratega revolucionario de Fidel que supo defender con dignidad y valor la autodeterminación y soberanía del país frente a la actuación de las dos superpotencias de la época sin obstaculizar el proceso negociador de la crisis. Enfrentó con entereza la política prepotente y de fuerza de Estados Unidos y discutió, basado en su razón y derecho, la discrepancia surgida con la Unión Soviética por la forma unilateral que empleó en la solución del conflicto. “Pocas veces brilló más alto un estadista que en estos días...”.
 
Aquellos acontecimientos, calificados por el Che de “luminosos y tristes”, reafirmaron la concepción de Fidel de que la seguridad del país depende, en primera instancia, del valor, la decisión y la voluntad de todo el pueblo unido, de participar en su defensa y que la solidaridad mundial desempeñaría un significativo papel en la misma medida en que la nación fuera capaz de resistir la agresión im­perialista.
 
Notas y referencias
1 Expediente relativo a la alarma de combate del 22 de octubre de 1962. Documentos de la reunión del 24 de octubre. Archivo de CID. Fondo de la UM 1081, Legajo No.1, Inventario No.1, Expediente No. I.
 
2 Por ejemplo, entre los días 22 y 24 de octubre se produjeron 11 vuelos, pero ya el día 25 realizaron 15.
 
3 Theodoro C. Sorensen, asesor especial del presidente Kennedy, escribió: “Estos vuelos proporcionarían, no solamente un mejor reconocimiento aéreo sino, a la vez, un sistema de acosar a los rusos y humillar a Castro (...). La rutina de la vigilancia aérea de la Isla, además, podría facilitarnos en un momento dado el lanzamiento de un ataque por sorpresa...”. Theodore C Sorensen: Kennedy, el hombre, el presidente. Ediciones Grijalbo S.A., Bar­ce­lona, 1966, volumen II, p. 1 054.
 
4 Noticias de Hoy, domingo 28 de octubre de 1962. p. l.
 
5 Véase Correspondencia intercambiadas entre Fidel Castro Ruz y Nikita S. Jruschov, periódico Granma, 23 de noviembre de 1990.
 
6 Noticias de Hoy, miércoles 31 de octubre de 1962, p. 10.