Artículos

El Festival de los pueblos de Nuestra América

Fecha: 

02/12/2024

Fuente: 

Granma

Autor: 

La irrupción del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, inaugurado en su primera edición, el 3 de diciembre de 1979, constituyó uno de los puntos esenciales de la cartografía cultural de la Revolución Cubana, y tuvo en el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a un pilar fundador y defensor de la idea a través del tiempo.
 
Más que de un evento, cabría hablarse mejor de un proyecto, de la comunión de voluntades aglutinadas en procura de la creación de la estructura que refrendaría los valores culturales, las ansias audiovisuales, los intereses expresivos propios de esta región preterida o desvirtuada desde las directrices del discurso hegemónico.
 
El Festival sería el soporte de amplificación de las voces del Bravo a la Patagonia, portadoras de una verdad de siglos y del presente.
 
Esa verdad fue asentada al calor de las guerras por la liberación nacional contra el dominio colonial e imperial, la forja de identidades, la aparición de movimientos fílmicos de alto impacto en nuestro espacio geográfico, la consolidación del Icaic y de su obra magna, y el deseo de los artífices regionales de rodar un cine telúrico, autóctono, vital, libre e independiente de los ejes del canon hollywoodense.
 
Parecía un sueño, pero se convirtió en una realidad, como sostuvo Alfredo Guevara en la primera línea de su discurso inaugural del encuentro latinoamericano, hace 45 años. En aquel documento histórico, el cual muchos olvidadizos e ingenuos deberían leer, el intelectual cubano argumentó conceptos de honda resonancia.
 
Vertió reflexiones así de lúcidas: «No somos pueblos desposeídos o miserables. Nuestra riqueza material es tan grande que las formas más brutales del robo, saqueo y estafa no han logrado agotarla. Somos herederos de culturas que crearon tanta belleza y poesía, tanta ciencia y tanta conciencia, que sus frutos no podrán ser destruidos. Pero el imperialismo trata de confundirnos y, como buen bribón diabólicamente eficaz, no pierde jamás un minuto, un recurso o una brecha (…) recurre a nuevas formas de ignorancia y sapiencia, combinándolas hasta convertirlas en veneno».
 
Obra de sentido cultural, ideológico y político –como toda obra es, incluso la que menos lo aparente–, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano representó la reafirmación de un signo, territorio de dignidad emancipadora. Devino bocanada de frescor en el aliento y promoción de la realidad audiovisual de Nuestra América. Fue el Festival anhelado, durante décadas, por nuestros cineastas.
 
Ninguno de los ideales de la cita se ha abandonado. La actual dirección del Icaic y los que intervienen en su concepción no solo lo tienen claro en el desarrollo de su línea conductora, sino que, además, realizan ingente esfuerzo por vivificar e insuflar bríos a esa festividad inigualable que no perderemos, a pesar de las complejidades del actual escenario e intensificación del bloqueo contra Cuba.
 
En pocas horas, las pantallas de nuestros cines se bañarán de América, en un programa inclusivo de varios de los títulos fundamentales de la región a lo largo del año, como también de muestras que recogerán parte de la creación más inspirada del resto del mundo en 2024. A sus 45 años, el Festival respira, vive, mantiene su vocación, sigue siendo regocijo y luz.