Dos 9 de abril: una misma visión revolucionaria
Fecha:
09/04/2014
Fuente:
Periódico Granma
El suceso ya se había trazado con antelación, pero la fecha y hora permanecían en secreto. Fue el 9 de abril de 1958 cuando resonó la convocatoria en algunas radioemisoras: “¡Atención, cubanos! Es el 26 de julio llamando a la Huelga General Revolucionaria. Ha comenzado la lucha final que solo terminará con el derrocamiento de la tiranía”. Así iniciaba, a las once de la mañana, una de las más relevantes acciones contra el régimen batistiano.
El plan de gestar una huelga general había sido ideado por el Movimiento 26 de Julio en el llano [1] que estimó (con los triunfos obtenidos) que contaban con un entorno propicio para —mediante esta vía— acelerar la caída del tirano. Por su parte, la jefatura del Ejército Rebelde tenía reparos respecto a la viabilidad de la acción y la falta de apoyo armado necesario; pero en vistas de unificar fuerzas, el 12 de marzo Fidel lanzó un manifiesto con las líneas a seguir: convocó al pueblo a unirse a la lucha y confirmó el apoyo de las fuerzas guerrilleras.
A partir de la fecha señalada, el país se manifestó abiertamente contra la tiranía. Las defensas en Sagua la Grande incidieron enormemente al apoderarse de la ciudad durante 24 horas y ser el último sitio en rendirse. Sobresalieron también Quemado de Güines, Santa Clara, Ranchuelo, Corralillo y Rancho Veloz.
En Oriente —en acción conjunta luchadores clandestinos y el Ejército Rebelde— mantuvieron el paro en Manzanillo, Palma Soriano, Guantánamo, Santiago de Cuba, y destacó el ataque al Cuartel de Boniato. Ocurrieron además levantamientos en Camagüey, Ciego de Ávila, el poblado de Minas y Matanzas.
Mientras que en la Habana —donde radicó la jefatura de la Huelga— se distinguieron los asaltos a emisoras nacionales de radio para la transmisión del llamado a la Huelga, a la Armería de la Habana Vieja, los sabotajes a gasolineras, terminales del transporte, registros eléctricos, paralización del tráfico en lugares céntricos y paros en localidades como Guanabacoa, el Cotorro, Madruga, entre otros espacios.
Aun así, a pesar de las movilizaciones y las acciones conjuntas, factores de diversa índole imposibilitaron el triunfo; y el 3 de mayo de 1958, Fidel se reuniría —en Altos de Mompié— con los líderes de la Huelga para poner de manifiesto y corregir en acciones futuras los errores cometidos.
Figuraban así la sobrevaloración de las fuerzas del Movimiento y la subestimación de las del enemigo; la consideración de que acciones de milicias (inclusive mal armadas) y no un movimiento político de masas podían desatar un paro nacional; las manifestaciones adversas en el ámbito de la movilización obrera con vistas a la huelga (derivadas de actitudes sectarias implantadas); así como errores de apreciación en los preparativos y desencadenamiento de la Huelga, entre otros factores [2].
Llegado ese punto, las fuerzas rebeldes afrontarían un difícil periodo, pues la tiranía, aprovechándose del golpe y la situación adversa de los cubanos, comenzó a maniobrar un plan al que denominó Ofensiva de Verano o FF (Fin de Fidel) con el propósito de la rápida aniquilación de las fuerzas revolucionarias.
Muy certeras resultarían las palabras del comandante del Ejército Rebelde Faustino Pérez, en ese entonces miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y su coordinador en la Habana [3]: “Los grandes reveses expresan quizás, mejor que las victorias, la magnitud de la lucha. Así de grandes los reveses, mayores aún las voluntades de convertirlos en victorias. En el camino ascendente del pueblo cubano nunca un revés fue ni será definitivo; nunca trajo parálisis, nunca significó el abandono de la lucha”.
Las convicciones de Fidel, y los retos del pueblo y el Ejército Rebelde no estaban diseñados al fracaso, entonces se agilizó —con la fe inquebrantable en la victoria— una contraofensiva rebelde que, firmemente concebida, propició el 1ro. de enero de 1959, el derrocamiento del régimen y el triunfo revolucionario.
LA CAPITANA DE LAS MARIANAS
Treinta años después, justo en la misma fecha pero en 1989, la Cuba revolucionaria se vistió de luto con la desaparición física de la coronela Isabel Rielo Rodríguez, una de las grandes mujeres destacadas de la historia de nuestra patria.
Isabel fue como pocas: formó parte del Movimiento 26 de julio (en 1957), se integró a las filas del Ejército Rebelde bajo la jefatura primaria del comandante Che Guevara y luego bajo el liderazgo de Fidel en la Columna 1, fundó —junto a otras guerrilleras— el Pelotón Mariana Grajales del que sería jefa.
“Llegó el momento de decidir la jefatura del pelotón (…) la meta era partir una moneda a 50 metros de distancia. Tenía buena puntería, pero ese día Isabel Rielo la tuvo mejor. Quedé como segunda al mando”— diría Teté (Delsa Ester Puebla) al respecto. Esa sería otra de las notables virtudes de esta incansable guerrillera.
Rielo no cesó en sus labores, participó en la apertura del IV Frente Simón Bolívar donde recibió el grado de Capitán por su extensa página de servicios y al triunfar la Revolución trabajó incansablemente: en 1961 fundó la Escuela de Milicias Lidia Doce, asumiendo el cargo de directora. En los años 80 ejerció como jefa de Servicios Farmacéuticos del Hospital Hermanos Ameijeiras y cumplió misión internacionalista en la República Socialista de Vietnam.
Además integró las filas del Partido desde 1966, donde participó como delegada en el Primer Congreso de esa organización, se unió al Comité Provincial de la FMC desde 1974 (donde presenció el Primer, Segundo y Cuarto Congresos) y fue jefa de la comisión de Salud del Comité Ejecutivo del Poder Popular del municipio de Playa.
Tan trascendental hoja de servicios descolló en las medallas Combatiente de la Lucha Clandestina, Combatiente de la Guerra de Liberación, Combatiente Internacionalista de Segunda Clase, y las órdenes Ana Betancourt, Camilo Cienfuegos, Segundo Grado de Liberación, entre otras distinciones.
Hoy, justo al cumplirse un aniversario más de la histórica Huelga General del 9 de abril de 1958 y del doloroso fallecimiento de la coronela Isabel Rielo Rodríguez en 1989, dos historias se unen para mostrar el camino que, con una misma visión revolucionaria, se erigió triunfante el 1ro. de enero de 1959.
[1] Recuérdense las palabras del Che Guevara, en la revista Verde Olivo, “Una reunión decisiva”, 22 de noviembre de 1964: “La división entre la Sierra y el Llano era real (…) la dirección del llano hasta ese momento había conducido los asuntos del 26 de julio (…) pero después de este hecho surgiría una sola capacidad dirigente, la de la Sierra, y un dirigente único, un Comandante en Jefe: Fidel Castro”.
[2] Véase Guevara, Che, revista Verde Olivo, “Una reunión decisiva”, 22 de noviembre de 1964.
[3] Cita tomada del libro Semillas de Fuego, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.
El plan de gestar una huelga general había sido ideado por el Movimiento 26 de Julio en el llano [1] que estimó (con los triunfos obtenidos) que contaban con un entorno propicio para —mediante esta vía— acelerar la caída del tirano. Por su parte, la jefatura del Ejército Rebelde tenía reparos respecto a la viabilidad de la acción y la falta de apoyo armado necesario; pero en vistas de unificar fuerzas, el 12 de marzo Fidel lanzó un manifiesto con las líneas a seguir: convocó al pueblo a unirse a la lucha y confirmó el apoyo de las fuerzas guerrilleras.
A partir de la fecha señalada, el país se manifestó abiertamente contra la tiranía. Las defensas en Sagua la Grande incidieron enormemente al apoderarse de la ciudad durante 24 horas y ser el último sitio en rendirse. Sobresalieron también Quemado de Güines, Santa Clara, Ranchuelo, Corralillo y Rancho Veloz.
En Oriente —en acción conjunta luchadores clandestinos y el Ejército Rebelde— mantuvieron el paro en Manzanillo, Palma Soriano, Guantánamo, Santiago de Cuba, y destacó el ataque al Cuartel de Boniato. Ocurrieron además levantamientos en Camagüey, Ciego de Ávila, el poblado de Minas y Matanzas.
Mientras que en la Habana —donde radicó la jefatura de la Huelga— se distinguieron los asaltos a emisoras nacionales de radio para la transmisión del llamado a la Huelga, a la Armería de la Habana Vieja, los sabotajes a gasolineras, terminales del transporte, registros eléctricos, paralización del tráfico en lugares céntricos y paros en localidades como Guanabacoa, el Cotorro, Madruga, entre otros espacios.
Aun así, a pesar de las movilizaciones y las acciones conjuntas, factores de diversa índole imposibilitaron el triunfo; y el 3 de mayo de 1958, Fidel se reuniría —en Altos de Mompié— con los líderes de la Huelga para poner de manifiesto y corregir en acciones futuras los errores cometidos.
Figuraban así la sobrevaloración de las fuerzas del Movimiento y la subestimación de las del enemigo; la consideración de que acciones de milicias (inclusive mal armadas) y no un movimiento político de masas podían desatar un paro nacional; las manifestaciones adversas en el ámbito de la movilización obrera con vistas a la huelga (derivadas de actitudes sectarias implantadas); así como errores de apreciación en los preparativos y desencadenamiento de la Huelga, entre otros factores [2].
Llegado ese punto, las fuerzas rebeldes afrontarían un difícil periodo, pues la tiranía, aprovechándose del golpe y la situación adversa de los cubanos, comenzó a maniobrar un plan al que denominó Ofensiva de Verano o FF (Fin de Fidel) con el propósito de la rápida aniquilación de las fuerzas revolucionarias.
Muy certeras resultarían las palabras del comandante del Ejército Rebelde Faustino Pérez, en ese entonces miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y su coordinador en la Habana [3]: “Los grandes reveses expresan quizás, mejor que las victorias, la magnitud de la lucha. Así de grandes los reveses, mayores aún las voluntades de convertirlos en victorias. En el camino ascendente del pueblo cubano nunca un revés fue ni será definitivo; nunca trajo parálisis, nunca significó el abandono de la lucha”.
Las convicciones de Fidel, y los retos del pueblo y el Ejército Rebelde no estaban diseñados al fracaso, entonces se agilizó —con la fe inquebrantable en la victoria— una contraofensiva rebelde que, firmemente concebida, propició el 1ro. de enero de 1959, el derrocamiento del régimen y el triunfo revolucionario.
LA CAPITANA DE LAS MARIANAS
Treinta años después, justo en la misma fecha pero en 1989, la Cuba revolucionaria se vistió de luto con la desaparición física de la coronela Isabel Rielo Rodríguez, una de las grandes mujeres destacadas de la historia de nuestra patria.
Isabel fue como pocas: formó parte del Movimiento 26 de julio (en 1957), se integró a las filas del Ejército Rebelde bajo la jefatura primaria del comandante Che Guevara y luego bajo el liderazgo de Fidel en la Columna 1, fundó —junto a otras guerrilleras— el Pelotón Mariana Grajales del que sería jefa.
“Llegó el momento de decidir la jefatura del pelotón (…) la meta era partir una moneda a 50 metros de distancia. Tenía buena puntería, pero ese día Isabel Rielo la tuvo mejor. Quedé como segunda al mando”— diría Teté (Delsa Ester Puebla) al respecto. Esa sería otra de las notables virtudes de esta incansable guerrillera.
Rielo no cesó en sus labores, participó en la apertura del IV Frente Simón Bolívar donde recibió el grado de Capitán por su extensa página de servicios y al triunfar la Revolución trabajó incansablemente: en 1961 fundó la Escuela de Milicias Lidia Doce, asumiendo el cargo de directora. En los años 80 ejerció como jefa de Servicios Farmacéuticos del Hospital Hermanos Ameijeiras y cumplió misión internacionalista en la República Socialista de Vietnam.
Además integró las filas del Partido desde 1966, donde participó como delegada en el Primer Congreso de esa organización, se unió al Comité Provincial de la FMC desde 1974 (donde presenció el Primer, Segundo y Cuarto Congresos) y fue jefa de la comisión de Salud del Comité Ejecutivo del Poder Popular del municipio de Playa.
Tan trascendental hoja de servicios descolló en las medallas Combatiente de la Lucha Clandestina, Combatiente de la Guerra de Liberación, Combatiente Internacionalista de Segunda Clase, y las órdenes Ana Betancourt, Camilo Cienfuegos, Segundo Grado de Liberación, entre otras distinciones.
Hoy, justo al cumplirse un aniversario más de la histórica Huelga General del 9 de abril de 1958 y del doloroso fallecimiento de la coronela Isabel Rielo Rodríguez en 1989, dos historias se unen para mostrar el camino que, con una misma visión revolucionaria, se erigió triunfante el 1ro. de enero de 1959.
[1] Recuérdense las palabras del Che Guevara, en la revista Verde Olivo, “Una reunión decisiva”, 22 de noviembre de 1964: “La división entre la Sierra y el Llano era real (…) la dirección del llano hasta ese momento había conducido los asuntos del 26 de julio (…) pero después de este hecho surgiría una sola capacidad dirigente, la de la Sierra, y un dirigente único, un Comandante en Jefe: Fidel Castro”.
[2] Véase Guevara, Che, revista Verde Olivo, “Una reunión decisiva”, 22 de noviembre de 1964.
[3] Cita tomada del libro Semillas de Fuego, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.