Donde sea, como sea y para lo que sea…
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Era domingo 28 de octubre de 1962 y el país se encontraba bajo la amenaza de un conflicto nuclear de proporciones incalculables. El capitán Joel Ángel Chaveco Hernández, jefe de la 56 División de Infantería del Ejército de Oriente, había sido citado a una importante reunión en Holguín. La víspera, día en que cumplía 24 años de edad, fue una jornada lluviosa y llena de tensiones y peligros que mantenían en vilo al planeta. Aviones enemigos pasaban en vuelo rasante sobre las unidades cubanas y Fidel había ordenado abrirles fuego. Fue en ese contexto que un cohete soviético antiaéreo derribó un avión espía estadounidense, que cayó dentro del área defensiva de la División, lo cual constituyó un momento de máxima tensión, porque, como diría el propio Comandante Raúl al periodista italiano Gianni Miná: «de hecho se estaba combatiendo».
Sin embargo, esa situación no fue óbice para que los hombres de la División dejaran de felicitar a su jefe en el día de su onomástico. El elevado estado político-moral era el de todo el pueblo de Cuba.
¿POR QUÉ SE INSTALARON COHETES NUCLEARES EN CUBA?
Después de la derrota de la invasión mercenaria del imperialismo yanqui por Playa Girón, el Gobierno estadounidense preparaba una agresión directa. Fue así que el Gobierno soviético propuso al cubano, a finales de mayo de 1962, instalar armamento nuclear en nuestro país como factor disuasivo ante la amenaza. Aceptada la iniciativa del primer ministro de la URSS, Nikita Jruschov, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz propuso hacer una declaración advirtiendo a Estados Unidos de que un ataque a Cuba sería considerado como un ataque a la URSS, cuyo Gobierno respondió que tal anuncio se haría oportunamente. Sobre este particular, Cuba insistió reiteradamente.
El 14 y el 15 de octubre aviones espías estadounidenses Utility Two (U-2) confirmaron, mediante fotografías, el emplazamiento de rampas coheteriles en distintas áreas del país. Aunque el presidente John F. Kennedy fue informado el 16, la noticia ya era conocida a través de Oleg Penkovsky, quien comunicó acerca de la construcción de plataformas para cohetes SS-4 en la Isla. Esos proyectiles nucleares, desde Cuba, cubrían objetivos en todo el territorio norteamericano, fortalecían notablemente el potencial del campo socialista y, de hecho, se convertían en una fuerte advertencia para EE. UU. en sus preparativos de invasión directa.
Las medidas anunciadas por Kennedy el 22 de octubre, y las reuniones de la Organización de Estados Americanos (OEA) y del Consejo de Seguridad de la onu, tenían como fin sancionar la «amenaza de la paz» y exigir la retirada de todas las «armas ofensivas» de Cuba bajo supervisión de observadores.
Cuando se produjo el anuncio de Kennedy, ya Fidel había dado la orden de alarma de combate. La nación amaneció en pie de guerra. A lo largo y ancho del archipiélago resonaba, como un trueno, el grito de ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos! «El pueblo todo de Cuba se levantó como un Maceo», dijo el Comandante Che Guevara.
En octubre de 1962 había en Cuba 42 000 soldados soviéticos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias disponían de casi 300 000 hombres sobre las armas. El país no estaba dispuesto a permitir una nueva agresión, y las tropas soviéticas estaban para contribuir a repelerla. La nación estaba en todo su derecho.
La región norte de la antigua provincia de Oriente (actual provincia de Holguín) era una dirección operativa estratégica de la defensa contra desembarcos navales y aéreos, y allí cumplían misiones, además de la 56 División, la 53, la 59 y otras grandes unidades denominadas entonces de tiempo de guerra, el batallón de tanques pesados contra desembarcos, un batallón de obstáculos, grupos de artillería y otras estructuras de aseguramiento combativo.
Esa dirección comprendía líneas de despliegues para contrataques de fuerzas superiores del Ejército. Contaba, además, con el apoyo soviético de tropas coheteriles y un poderoso regimiento motomecanizado, concentrado en las inmediaciones de la ciudad de Holguín, al mando del entonces coronel Dimitri Timofeevich Yázov (1924-2020), gran amigo de Cuba, quien con el tiempo llegaría a Mariscal de la Unión Soviética y Ministro de Defensa.
En la bahía de Banes se encontraban escuadrillas de lanchas coheteras y torpederas soviéticas y, emplazados convenientemente, los cohetes Sopkas tierra-mar. En la base aérea de Holguín, escuadrillas de aviones y helicópteros de combate estaban listos para entrar en acción.
EL AVIÓN CHOCÓ CON UNA PALMA
Alrededor de las 11:00 horas del 28 de octubre, en la jefatura de la región militar de Holguín se dio la voz de atención: había llegado el Ministro de las FAR, acompañado por su sustituto para el Ejército Oriental, el comandante Calixto García Martínez, y otros altos oficiales. El Ministro se acercó solícito y sonriente al grupo de oficiales reunidos y, con sus dos manos, fue saludándolos uno a uno, y a cada cual iba diciéndole algo personal, con palabras afectuosas. Hizo preguntas y jaraneó.
Luego hizo un aparte con algunos oficiales y se retiró en compañía de los jefes principales, entre ellos Chaveco. Antes de abandonar el edificio, respondió una llamada urgente de La Habana.
El comandante Belarmino Castilla Más, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, recordaba que él había asistido ese día 28, con Raúl, a la constitución del Cuerpo de Ejército. En vez de ir por la Carretera Central desde Santiago de Cuba, se desplazaron por vías interiores hacia el norte. En Marcané, varios campesinos rodearon al Ministro y le preguntaron por la explosión de la mañana anterior. «Parece que un avión chocó con una palma», respondió con fino humor; pero uno de los vecinos precisó que habían sido dos explosiones. «¡Entonces chocó con dos palmas!», le contestó Raúl.
Belarmino recordaba también la llamada telefónica de La Habana. Raúl se había enterado de la retirada de los cohetes allí –afirmó el jefe de Estado Mayor del Ejército–, en la lomita donde estaba el centro de comunicaciones. Se puso al habla por teléfono con Fidel. Se le oía repetir lo que le comunicaba el Comandante en Jefe: «¿Pero te enteraste por los cables?», recordaba haberle oído decir a Raúl. (Fidel había conocido por los cables el acuerdo soviético-estadounidense de retirar los cohetes, dejando a Cuba al margen de las conversaciones). Ese día se hizo pública una carta de Jrushchov a Kennedy, en la que se comprometía a retirar los cohetes, dando lugar a una situación inaceptable para nuestro país, que solo la posición valiente e intransigente de los dirigentes cubanos, al negarse a cualquier tipo de inspección en su territorio y plantear los históricos Cinco puntos, salvó el prestigio moral y político de la Revolución en aquellos trascendentales momentos:
01. Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica de Estados Unidos contra nuestro país.
02. Cese de todas las actividades subversivas.
03. Cese de las violaciones de nuestro espacio aéreo.
04. Cese de los ataques piratas (mercenarios).
05. Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio ocupado por Estados Unidos.
Cuando en la tarde regresó el capitán Chaveco a la sede del sector militar donde se había efectuado, en la mañana, el encuentro con Raúl, se informó acerca de la creación del 3er. Cuerpo de Ejército para todas las unidades cubanas de la costa norte de la antigua provincia de Oriente, del cual había sido designado jefe.
«La decisión de constituir el Cuerpo –explicó Belarmino Castilla–, y poner a Chaveco al frente, la tomó el Ministro en medio de la crisis para fortalecer la dirección del norte oriental». No solo se fortalecía el mando de las unidades cubanas, sino también la cooperación con las unidades soviéticas. Se establecía así un grupo pequeño, operativo y compacto, capaz de dirigir y coordinar las operaciones.
Entre el 22 y el 31 de octubre de 1962, el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear. La dignidad y el coraje de nuestro pueblo se evidenciaron una vez más. Frente a las amenazas y peligros, «en Cuba solo hubo una clase de alarma, la alarma de combate», escribió Fidel a Jrushchov, el premier soviético, el 31 de octubre.
EN MEMORIA DE CAMILO CIENFUEGOS
Esa noche del 28 de octubre, en Santiago, en un acto multitudinario de conmemoración por la desaparición física del Comandante Camilo Cienfuegos, ante un enardecido y heroico pueblo vestido de miliciano y de verde olivo, el Comandante Raúl Castro dijo por primera vez una frase que nos acompaña desde entonces: «Donde sea, como sea y para lo que sea, ¡Comandante en Jefe, ordene!».