Diplomacia emancipadora
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Homenaje a la ascendencia mundial de la Revolución. BOHEMIA contacta a diplomáticos para indagar qué significa representar a Cuba y a Fidel
La proyección internacional de Cuba socialista ha tenido cotas muy altas durante 65 años de existencia. Desde la misma lucha insurreccional, Fidel se encargó de transmitir al mundo por varios canales los valores y principios que animaban a los rebeldes. La epopeya concitó enormes simpatías, redimensionadas tras el triunfo libertario, pues un pequeño país se realiza compartiendo lo que tiene.
La dignidad del pueblo cubano ha estado por encima de mezquinos intereses y una muestra de ello se dio durante la VIII Reunión de Consultas de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962. Allí nuestros diplomáticos, con Raúl Roa a la cabeza, defendieron lo que es ser cubano libre. En consonancia, Cuba socialista fue expulsada de la entidad. Inmediatamente salieron en protesta a las calles los pueblos latinoamericanos. Al frente, sus mejores hijos: el presidente mexicano Lázaro Cárdenas; el senador chileno Salvador Allende; Jacobo Arbenz; Roque Dalton…
Entretanto, en Cuba, Fidel, el 4 de febrero de 1962, convocó a las masas y presentó la Segunda Declaración de La Habana. Millón y medio de compatriotas alzaron su mano y dieron un sí enorme por la defensa de la patria y sus ideales, que nos sustentan hasta hoy en día, edificando el monumento de otra forma de hacer política exterior.
Enseñanzas de Fidel
El líder histórico explicó con ese magisterio característico sus convicciones individuales, asumidas colectivamente: “En Punta del Este se libró una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo yanqui. ¿Qué representaban allí, por quién habló cada uno de ellos? Cuba representó a los pueblos; los Estados Unidos representaron a los monopolios. Cuba habló por las masas explotadas de América; Estados Unidos, por los intereses oligárquicos explotadores e imperialistas. Cuba, por la soberanía; Estados Unidos, por la intervención. Cuba, por la nacionalización de las empresas extranjeras; Estados Unidos, por nuevas inversiones de capital foráneo. Cuba, por la cultura; Estados Unidos, por la ignorancia. Cuba, por la reforma agraria; Estados Unidos, por el latifundio. Cuba, por la industrialización de América; Estados Unidos, por el subdesarrollo. Cuba, por el trabajo creador; Estados Unidos, por el sabotaje y el terror contrarrevolucionario que practican sus agentes, la destrucción de cañaverales y fábricas, los bombardeos de sus aviones piratas contra el trabajo de un pueblo pacífico. Cuba, por los alfabetizadores asesinados; Estados Unidos, por los asesinos. Cuba, por el pan; Estados Unidos, por el hambre. Cuba, por la igualdad; Estados Unidos, por el privilegio y la discriminación. Cuba, por la verdad; Estados Unidos, por la mentira. Cuba, por el socialismo, Estados Unidos por el capitalismo”.
Argelia, parto del internacionalismo cubano
Todo empezó con la inauguración de la Escuela de Medicina Playa Girón, de La Habana. Con ese acto, el Comandante en Jefe daba cuerpo al tan ansiado anhelo de cultivar la flor de la solidaridad con otros pueblos del mundo. Poco tiempo después, en mayo de 1963, una brigada médica llegó a Argelia, en lo que se conoce como un acto de amor supremo, perpetuado desinteresadamente durante todos estos años en África, América Latina y Asia.
El recién concluido 2023 celebró los 60 años de una gesta inaugural que ha multiplicado el prestigio de la mayor nación de las Antillas. En el sitio de cubaminrex.cu se encuentra información actualizada: ese año, más de 23 000 colaboradores del sector de la Salud prestaron servicios en 56 naciones. La alta dirigencia del país y sus instituciones, empezando por el Ministerio de Relaciones Exteriores, favorecen la célebre diplomacia de batas blancas.
En defensa del Sur
El momento así lo demandaba. La historia para moverse se vale de mecanismos auxiliadores. Si durante siglos fueron las potencias coloniales las dominantes, llegada la vigésima centuria se impuso el paso de las naciones pobres, que le dieron el pecho a la independencia. En ese contexto, en 1961, nace el Movimiento de los No Alineados (Mnoal), en el que Cuba fue el único país de América Latina en acudir, siendo otro de nuestros hitos. Desde la fecha, hemos apoyado las contiendas de liberación antimperialista y anticolonial del llamado Tercer Mundo. Para la constancia ahí están Vietnam, Angola; o las causas independentistas de los pueblos boricua y palestino; las revoluciones sandinista y bolivariana; y cada ser humano que se muestre firme en el propósito de una sociedad de bien.
A pesar de que los think thanks occidentales, nos han querido endilgar el cartelito de “satélite rojo del comunismo soviético”; nuestra guía, si bien marxista-leninista, también lo es autóctonamente martiana y de todo aquel pensamiento cubano emancipador, llegando hasta Fidel, originalidad sumamente apreciada por los pueblos. Ejemplo de lo anterior se dio en septiembre del pasado año, cuando fuimos anfitriones de la cumbre del Grupo de los 77 y China.
Asistieron numerosas delegaciones, para quienes la cita habanera fue sumamente vital, al promoverse la cooperación Sur-Sur y el multilateralismo. El mandatario Miguel Díaz-Canel, presidente pro tempore del ente, ratificó el permanente compromiso de Cuba con la paz y la lucha justa de los pueblos, y llamó a una unidad diversa, pero firme. De ese modo vamos consolidando alianzas a través del activismo revolucionario, respetuoso de todas las voces. Baste nombrar nuestra laboriosidad en la Celac, Caricom, Asociación de Estados del Caribe (AEC), ALBA-TCP y demás órganos mundiales, destacándose la ONU, en donde la comunidad internacional nos respalda en contra del bloqueo yanqui.
Voces de la diplomacia cubana
Nuestra influencia universal ha tenido tanto eco en la gente sencilla porque se basa en postulados esenciales, refrendando los principios básicos del Derecho Internacional; el respeto a la soberanía, la independencia y la integridad territorial de los Estados; la autodeterminación de los pueblos; la igualdad de los Estados y los pueblos; el rechazo a la injerencia en los asuntos internos de otros Estados; el derecho a la cooperación internacional en beneficio e interés mutuos y equitativos; las relaciones pacíficas entre los Estados, y demás preceptos consagrados en la Carta de la ONU, sin que falten las enseñanzas de Fidel, que nos legó una política exterior internacionalista, antimperialista, solidaria y de unidad.
En aras de difundir experiencias, BOHEMIA se acercó a tres actores de nuestra diplomacia. Son ellos Fredesmán Turró González, Jimmy Santana y Orestes H. Hernández; todos, destacados en diversas plazas.
Turró fungió como máximo representante de Cuba en Cambodia, Vietnam y Singapur. Para él, ser embajador revolucionario significa “un verdadero honor, pero al mismo tiempo una gran responsabilidad. Ser diplomático cubano no es un medio de vida, sino un modo de servir a la Patria… Es ser vocero y ejecutor de la política de un país bloqueado que se solidariza con las causas más justas que cree que un mundo mejor es posible”. Entre sus recuerdos más vívidos están aquellos relacionados con el pueblo vietnamita. Se declaró impresionado por “el cariño y la admiración hacia Fidel y hacia Cuba”.
Por su parte, Santana, quien estuvo en lugares tan diversos como Dinamarca, Canadá o Siria, reafirmó su voluntad “de lealtad hasta al final, porque eso es lo que siempre nos enseñó Fidel y su diplomacia revolucionaria”.
Desempeñándose, por ejemplo, en los Estados Unidos, H. Hernández, entre las muchas cosas que nos dijo, sustenta la base argumental de este texto: “Según mi experiencia, la solidaridad con Cuba está en cada individuo o grupo que la exprese desde sus posibilidades. En general, nuestra resistencia ante una política con fines genocidas como es el bloqueo es quizás el móvil común”. Algo que ilustró de la siguiente manera: “En el año 2000, Fidel visitó la ciudad de Nueva York, en ocasión de la llamada Cumbre del Milenio. Aquella fue una visita de combate, como él mismo la calificó. Existían indicios sobre posibles planes de atentado contra el Comandante en Jefe. Cada actividad fuera del recinto de Naciones Unidas fue un reto de seguridad… Debo decir que el apoyo del movimiento de solidaridad en los Estados Unidos, y especialmente en Nueva York, fue decisivo para alcanzar lo que se logró. Y en ese punto los amigos de las organizaciones del movimiento afronorteamericano tuvieron un rol especial. Recuerdo con particular emoción que uno de los líderes de aquel grupo, unos días después me comentó casi llorando: ‘La seguridad de Fidel es para nosotros la defensa del símbolo de libertad a la que aspiramos. Los que allí estuvimos estábamos dispuestos a dar la vida por él’”.
En la escuela de Fidel
La participación cubana en la lucha independentista del pueblo angolano se dio por terminada cuando, el 22 de diciembre de 1988, Angola, Sudáfrica y Cuba –con la mediación de Estados Unidos y de la Unión Soviética– firmaron los acuerdos de Nueva York, los cuales le pondrían fin en África al régimen del apartheid, mientras que Namibia alcanzaría su autodeterminación. Fue un logro conseguido por el empuje de las armas, aunque también por las motivaciones de los principios revolucionarios de justicia, enarbolados por Fidel y sus barbudos en 1959, y –además– debido al gran prestigio ganado por la sagacidad de nuestro país. Este acontecimiento ha pasado a la historia como otra página gloriosa de los pueblos.
Pero si de hacer resaltar la ascendencia de la Revolución Cubana en la arena internacional se trata, no puede desconocerse lo ocurrido en la mitad del 2000, con el acercamiento paulatino entre Cuba y los Estados Unidos, que desembocó en aquel positivo paso dado el 17 de diciembre de 2014, en el que el entonces presidente cubano, Raúl Castro, y su homólogo estadounidense, Barack Obama, anunciaron el comienzo de conversaciones para restablecer unas relaciones diplomáticas, interrumpidas durante más de medio siglo. Pasado ese primer momento, con el cambio de administración en la Casa Blanca, se cortaron de nuevo los contactos y aquí estamos ahora enfrascados en una nueva etapa de resistencia.
Para hacer frente a la hostilidad yanqui se han encontrado miles de maneras y una de ellas sigue siendo la prédica fidelista de la solidaridad y el acercamiento a todas las naciones que manifiesten voluntad de respeto hacia el socialismo que los cubanos nos hemos dado. En esa alta escuela de diplomacia pueden inscribirse las giras que por el mundo realizan nuestras máximas autoridades. Por supuesto, son de destacar las que ha llevado a cabo el actual mandatario, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
El 2023 fue particularmente prolífico para Cuba en materia de su proyección mundial: el presidente caribeño se desplegó hacia Italia, la Santa Sede, Serbia, Francia, Angola, Mozambique y Namibia, y participó en la Cumbre de los Brics en Sudáfrica. Asimismo, visitó los Emiratos Árabes Unidos (en el marco del segmento de la Conferencia de ONU sobre Cambio Climático COP28), el Estado de Qatar y la República Islámica de Irán. Cómo obviar la inclusión de Cuba en la Unión Económica Euroasiática (UEE), de la que somos un miembro observador, que sobradamente puede servir de puente entre la descollante entidad y América Latina. Es este un tiempo en que van quedando atrás las imposiciones unilaterales y, aunque todavía el camino hacia una plena integración multilateral atraviesa numerosos obstáculos, la presencia cubana en la UEE es un excelente paradigma.
La entrega constituye ingrediente básico de una obra que nos trasciende, proyectada en quienes reciben nuestro respaldo. Y, al recibirlo, se multiplica el empuje de una Revolución siempre humanista e internacionalista, que recoge lo que cultiva, en vigencia perpetua del hermoso adagio martiano de que “Amor con amor se paga”.