Cuba late en el Caribe
![Vista de la ciudad desde el fuerte George. Fotos de la autora](http://www.fidelcastro.cu/sites/default/files/styles/prop-ancho/public/imagenes/articulos/1_13.jpg?itok=7Z6PdyJp)
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Puerto España es capital, pero el espíritu de ciudad, aun cuando es la mayor del país, se desdibuja. Es una mezcla desconcertante entre el progreso y la sensación de estar por instantes en medio de un pueblo, donde la modernidad sorprende.
No son muchos los edificios, aunque los hay, y vistosos; pero la mayoría se dedican sobre todo a actividades comerciales o del gobierno.
La gente vive en casas, que bajan desde “las alturas” hacia el mar, cuya arquitectura a ratos se indefine, y a la vez trasluce el aire de la contemporaneidad. El día te sorprende con miles de techos a dos aguas que asemejan una postal, eso sí, sui géneris.
Porque Puerto España parece haber crecido desde dentro y te sorprendes de ver cómo, junto a las casas, crece la zona industrial: una termoeléctrica, un puerto, una fábrica, cualquier negocio asociado a la industria del petróleo y el gas natural —renglones que sustentan su economía y la de toda la Isla— pueden aparecer mientras caminas por el corazón de la ciudad.
Entre el Golfo de Paria, las colinas de la cordillera Norte y el pantano Caroni —en la isla de Trinidad, más extensa y poblada que Tobago y el resto de las pequeñas islas que componen la nación— nace esta urbe que dicen le ganó parte de la tierra al mar, y es sede de dos de los más grandes bancos del Caribe, y uno de los centros más importantes de transporte marítimo de esta zona.
Puerto España, creo, apenas conserva de sus años de colonia española los nombres de regiones, calles y cosas que heredó, como la Chacón street que cuentan viene a ser el recuerdo al último gobernador hispano. Porque a este país, las casi tres centurias que estuvo bajo la colonización británica, lo marcaron hondamente.
Aquí los trinitarios pasan el año preparándose para un evento que paraliza todo cada doce meses, el carnaval, que es uno de los más antiguos, grandes y fastuosos del mundo y una de las más importantes festividades de ese país en el ciclo anual de su cultura. Es el momento donde mayor número de turistas llegan a la Isla y donde reina en su esplendor el Soca, ritmo afrocaribeño nacido del calypso. Muere el desfile en la gran sabana, que está al centro de la urbe y es un terreno mayor a dos estadios de fútbol. Comentan que su acaudalado dueño lo entregó al pueblo, bajo la condición de que no se edificara allí nada. Y así es.
Las noches en Puerto España son casi siempre pura steelpan, sonoridad que sale de los tanques de metal y te contagia, y que hasta los más chicos tocan.
No existe un sistema completo de transporte público. No hay ferrocarril y un autobús es raro. Lo más cercano a ello son los mini autobuses privados, conocidos localmente como maxi- taxis, que cubren los corredores este, oeste y sur de la ciudad.
Si se quiere tener una de las mejores vistas, basta llegar al Fort George, a unos 1 700 pies sobre el nivel del mar, donde en días despejados es posible divisar al oeste las montañas distantes de Venezuela. Llamado primero La Vigie, fue parte de un complejo de fortificaciones como protección contra la flota napoleónica, pero nunca fue terminado y se abandonó su construcción siendo la mayor posición defensiva de la Isla de Trinidad, aunque nunca fuese testigo de ninguna acción militar.
Dicen los trinitarios que hay que venir a Puerto España y Trinidad y Tobago para poder hablar del Caribe. Y dicen también, que a la mezcla que habita estas islas, pues hay en ellas afrodescendientes, hindúes, musulmanes, canadienses, portugueses, latinos; hay que agregar ahora a los colaboradores de la salud cubanos.
Vacher Luces es doctor, y trabaja junto a los galenos cubanos en el hospital de Puerto España, y antes de continuar describiéndonos su tierra, se detiene para decir “no he conocido a nadie con mayor sentido familiar que el de los cubanos”.
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de Puerto Padre, Las Tunas; Luisa América Fernández, de La Habana,
Misleydys Castaño y Maricel Cruz Rodríguez, de Artemisa.
Se ríe entonces de que “nuestro estómago no sea tan fuerte como el de los trinitarios”, porque a pocos cubanos les gusta la “pepa”, que es como llaman al picante.
Orgulloso cuenta que si antes era mayor costumbre tomar el té, ahora prefieren el café siempre en la mañana y dicen prepararlo como los latinos, y no falta ya quien lo cuele como en Cuba.
Vacher, quien se desempeña en el servicio de oftalmología de esa institución junto a los nuestros, los admira “porque son diferentes, no existe esa frialdad entre profesores y alumnos, son respetuosos y muy humanos, y su presencia ha sido especial en este país”.
Winston Sankar vive en Woodbrook, pero de pronto tal pareciera que vive en Cuba. Habla un poco de español con el orgullo de poder decir con claridad y sin lugar a dudas, “amo a los médicos cubanos, tienen la paciencia necesaria para la buena salud”.
Lo afirma porque aunque no hablen perfecto inglés, lo cual es bien difícil teniendo en cuenta que en Trinidad y Tobago, al igual que en muchos países del Caribe se habla un inglés creole fruto de la mezcla del inglés británico y dialectos africanos, los colaboradores cubanos han vencido esa barrera, y paciente y médico se entienden y aprenden a escucharse. “Siempre tratan de ayudar, son inteligentes para el buen diagnóstico y muy certeros. Hay diferentes palabras para describirlos, no son buenos, son excelentes, por eso es frecuente que las personas quieran consultarse con un médico cubano. Les importa la vida y no el dinero”, dice.
“El inglés que se habla aquí no se ve en ninguna parte” nos cuenta la licenciada en enfermería Luisa América Fernández, que hasta el nombre ha cambiado en esta parte del mundo, donde sus colegas trinitarios la llaman cariñosamente ‘Trini’. “Puedo pasar como una más de ellos, pero enseguida que hablo se dan cuenta que soy cubana, y eso es algo que se respeta, porque nos lo hemos ganado con el trabajo que realizamos”, asegura.
Conversamos con ella y otras enfermeras cubanas a la salida del Complejo Oncológico de St. James y luego de unos minutos, y poder observar cómo se integran a la gente, no quedó duda de que hay un pedazo de Cuba repartido en el mundo, que en esta parte del Caribe, late y reparte vida con la mejor fuerza.