Cuando Posada Carriles quiso volar el Paraninfo de Panamá, y Mireya Moscoso lo premió

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Mucha expectativa suscitó la conferencia de prensa solicitada por el Comandante en Jefe, en cuanto llegó a Panamá el 18 de noviembre de 2000.
Había viajado a ese país con motivo de la celebración de la X Cumbre Iberoamericana, pero como había sucedido en tantas ocasiones anteriores, el enemigo se alistaba para atentar contra su vida.
Una vez más, el paupérrimo personaje Luis Posada Carriles ganaba notoriedad en el ámbito terrorista.
Él, junto a tres delincuentes de origen cubano al servicio de la Fundación Nacional Cubano Americana y la complicidad del gobierno estadounidense, llevaban tiempo organizando un hecho que, de producirse, acabaría con la vida de cientos de ciudadanos panameños.
Algún día tendrá que escribirse una historia más detallada de la labor de los órganos de inteligencia y contrainteligencia cubanos, los que han sabido austeramente cumplir con el deber sagrado de proteger la vida de los dirigentes.
Por eso a nosotros no nos sorprendió ni el empeño de los terroristas ni la prolijidad de los detalles recopilados.
Por ejemplo, se conocía que Posada Carriles entró a Panamá dos semanas antes con documentación falsa.
Los datos aportados obligaron a las autoridades panameñas a la detención de cuatro ciudadanos, incluido uno que respondía al supuesto nombre de Franco Rodríguez Mena, con pasaporte salvadoreño, uno de los alias de Posada Carriles.
Los otros detenidos fueron los terroristas no menos ilustres: Pedro Remón Rodríguez, Guillermo Novo Sampoll y Manuel Díaz.
Tenían en su poder nueve quilos de C-4 y apuntes y mapas del sitio donde colocarían los explosivos.
¿Pero cuál era el nuevo plan para asesinar a Fidel?
Colocar cargas explosivas en el Paraninfo de la Universidad de Panamá, para hacerlo volar en el momento en que el Comandante en Jefe hablara ante los cientos de estudiantes que se congregarían.
O sea, el atentado no solo era dirigido a acabar con la vida de Fidel, sino que acabaría con la vida de todo el que estuviera en «el lugar equivocado».
No obstante, si algo no se le puede criticar es la creatividad terrorista.
Si bien se decidieron por el Paraninfo porque ofrecía menos obstáculos, también barajaron otras alternativas como hacer explotar el avión de la delegación cubana y disparar a los vehículos en el trayecto del aeropuerto al hotel.
El viaje de Fidel era una buena oportunidad para esos planes porque Panamá ofrecía una serie de ventajas.
Era escasa la seguridad en las fronteras, unido a que tenía un sistema muy perfectible incluso en el contexto de las medidas tomadas por la cumbre.
Tampoco debe subvalorarse la influencia de Estados Unidos en el gobierno, estructuras y otras áreas estratégicas.
La mencionada precariedad del aparato de seguridad se comprobó en las reiteradas visitas de los terroristas a Panamá antes de noviembre.
Incluso, emplearon los mismos pasaportes que mostraron a su entrada al país para consumar el hecho.
La detención de los terroristas solo fue el comienzo de una agonía jurídica que duró tres años.
La administración de la lacaya presidente Mireya Moscoso presionó fuertemente para que el juicio se resolviera de la manera más favorable a los intereses estadounidenses, en evidencia de la complicidad de ambos gobiernos.
A esas intenciones se opusieron la fiscal Argentina Barreda y el juez Enrique Paniza.
Ese último fue vetado, y en su lugar vino José Ho Justiniani, quien finalmente inclinó la balanza para que todos los cargos se unieran en uno y así reducir las sentencias hasta siete años de prisión; en el caso de Posada Carriles y Jiménez Escobedo, se adicionó un año por falsificación de documentos.
Sin embargo, lo peor estaba por venir y lo protagonizaría la propia presidenta Moscoso.
Como su gobierno terminaba, y violando hasta la constitución de su país, indultó a los cuatro terroristas, el 26 de agosto de 2004.
Salieron presurosos hacia Honduras, y después Posada Carriles entró a Estados Unidos.
En una entrevista, Moscoso aseguró no estar arrepentida del indulto, pero también dijo que, al hacerlo, «pensé en mi situación con mi esposo aquí en el exilio».
Sobre Posada Carriles dijo:
«Tuvo todo mi respeto porque todo aquel que lucha contra una dictadura merece respeto y admiración».