Cómo 300 derrotaron a 10 000 (parte II y final)
Fecha:
Fuente:
Autor:
Si decisivos para alcanzar la victoria fueron los planes de defensa, los preparativos y el entrenamiento de los combatientes antes del inicio de la ofensiva, determinantes también resultaron la dirección del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y la actitud de los combatientes durante el rechazo de la ofensiva.
El 25 de mayo de 1958 comenzó por Las Mercedes y terminaría 74 días después, el 6 de agosto, con una rotunda victoria del Ejército Rebelde, que obligó a salir a la tropa enemiga por el mismo poblado por donde la inició.
El Ejército Rebelde, en el primer combate, comprobó la eficacia de la concepción de la defensa escalonada y demostró el valor de sus combatientes. Para el enemigo esta primera resistencia resultó un golpe sicológico, pues allí sufrió sus primeras bajas y constató que las fuerzas rebeldes eran capaces de sostener con éxito un enfrentamiento de posiciones no esperado, y una táctica defensiva de desgaste progresivo –como había previsto Fidel– que por primera vez se veían obligados a enfrentar.
Duras fueron las batallas y combates que se sucedieron en esos días. El rechazo de la ofensiva tuvo tres etapas: rechazo y agotamiento del impulso de la ofensiva; contención de la ofensiva y preparación de la contraofensiva, y contraofensiva.
EL RECHAZO
Los factores más importantes que incidieron en el triunfo rebelde y en que 300 combatientes vencieran a 10 000 fueron los siguientes:
La estrategia de la dictadura consistió en concentrar el grueso de sus tropas contra el Primer Frente. Pero el mando rebelde, después de que el enemigo dispuso sus fuerzas y suponía divididas las del contrario, movió secretamente todas las columnas del sur y centro de la provincia hacia el frente atacado.
Aunque inicialmente Fidel consideró mantener las tropas de Camilo Cienfuegos y Orlando Lara en el llano para actuar en la retaguardia del enemigo, en mayo ordenó a Lara reforzar en el sector noroeste, y en junio, previendo el momento más crítico de la ofensiva, solicitó el refuerzo de Camilo.
Desde el mismo día de la ocupación de Las Mercedes por el enemigo, Fidel se dedicó a instruir a los jefes posicionados en la segunda línea de defensa sobre las medidas que debían tomar para proteger las direcciones posibles de avance del enemigo.
Mantuvo una lucha constante por hacer comprender que en un plan de resistencia continua y escalonada, no se pueden tirar en dos horas los proyectiles que deben durar un mes. Fue una constante diaria el llamado a ahorrar municiones a toda costa, incluso llegó a decir: «Peor enemigo que el Ejército, hoy por hoy, son los estúpidos que tiran balas por gusto». Este era, según el propio Fidel, el talón de Aquiles de la defensa. Por su obsesiva atención a este asunto creó en La Plata una reserva central de proyectiles manejada personalmente por él.
Mantenerse al tanto de los acontecimientos y siempre a un paso por delante del enemigo devino elemento decisivo para la victoria, pues sin perder el objetivo estratégico se ratificaban las disposiciones iniciales e introducían nuevas en correspondencia con la situación.
El 14 de junio escribió el Comandante en Jefe a Ramiro Valdés: «Estamos dirigiendo todo el esfuerzo por convertir esta ofensiva en un desastre para la Dictadura, estamos tomando una serie de medidas destinadas a garantizar, primero: la resistencia organizada, segundo: desangrar y agotar al ejército adversario, tercero: la conjunción de elementos y armas suficientes para lanzarlos a la ofensiva apenas ellos comiencen a flaquear».
Estaban preparadas, una por una, las etapas sucesivas de defensa. Resultaron permanentes las disposiciones de Fidel a sus jefes subordinados, con datos exactos y misiones detalladas, por ejemplo, a Lalo Sardiñas le instruyó: «Si la gente amanece mañana pegada a los guardias los aviones no podrán bombardearlos; si continúan ametrallando por el río, la gente se puede apartar del camino, pero tomando precauciones para cortar a los guardias, si intentan avanzar».
La estrategia quedó ratificada y precisada en sus palabras en los primeros días de junio: «Tenemos que estar conscientes del tiempo mínimo que debemos resistir organizadamente y de cada una de las etapas sucesivas que se van a presentar. […] Los objetivos fundamentales de estos planes son: 1: Disponer de un territorio básico donde funcione la organización, los hospitales, los talleres, etc. 2: Mantener en el aire la Emisora Rebelde que se ha convertido en factor de primera importancia. 3: Ofrecer una resistencia cada vez mayor al enemigo, a medida que nos concentremos y ocupemos los puntos más estratégicos para lanzarnos al contraataque».
En la batalla de Santo Domingo, Fidel decidió aplicar la táctica de encerrar y hostilizar al enemigo en su campamento, con el fin de provocar el envío de refuerzos desde fuera o un intento de ruptura del cerco desde dentro. En los dos casos el enemigo sería atacado en movimiento por las emboscadas. Más tarde, el 2 de agosto, empleó esta táctica en Las Mercedes, nadie podía disparar, debían procurar que no los viesen. Esta era una táctica empleada anteriormente, pero se perfiló durante el rechazo de la ofensiva. Años después, se empleó en Playa Girón para capturar a los mercenarios.
La noche del 29 de junio, desde el alto de Sabicú, los altoparlantes de Radio Rebelde no cesaron de sonar con encendidas arengas, con los himnos patrióticos y con las alegres e intencionadas canciones del Quinteto Rebelde. Fue la primera prueba de un arma, diría Fidel, que, pocas semanas después, en el Jigüe, iba a desempeñar un papel de primera importancia.
El lugar seleccionado como el punto posible de la batalla decisiva fue el Jigüe, donde, a pesar de la táctica enemiga y el apoyo de la aviación y la marina, las tropas enemigas fueron derrotadas. Dos factores, señaló Fidel, fueron esenciales: el íntimo conocimiento del terreno, y la consagración al estudio y el análisis de los modos de actuar del ejército enemigo, que permitió predecir lo que iba a suceder en ese lugar y la elaboración de las ideas que condujeron a la derrota del enemigo.
La táctica empleada por él de guardar silencio durante 72 horas por todas las posiciones rebeldes para confundir al enemigo, y que creyera que se habían retirado, fue determinante.
La rapidez con que los combatientes rebeldes se desplazaron de unas posiciones a otras, de acuerdo con los movimientos del enemigo, permitió enfrentar en cada caso la situación por difícil que fuera. También la entrega de heridos y prisioneros tuvo una influencia importante en el curso de los acontecimientos, así como la presión sicológica contra los soldados enemigos, leyendo los nombres de quienes habían recibido cartas de sus familiares, e invitándolos a que mandasen uno a recogerlas.
En el dispositivo de retaguardia de las acciones militares, desempeñó un papel decisivo la compañera Celia Sánchez, gracias a ella y a sus colaboradores, Fidel pudo dedicarse y concentrar su atención en los aspectos estratégicos y tácticos de la operación.
Un factor importante de la victoria, lo señaló el propio líder, lo constituyó: «El valor, la tenacidad, el heroísmo y la capacidad de los combatientes rebeldes en la férrea y organizada defensa de posiciones, y la aplicación contundente de todas las formas de acción de la guerrilla, desbarataron la ofensiva en 74 días de incesante e intenso batallar».
EL BALANCE FINAL DEL RECHAZO DE LA OFENSIVA
En el análisis final de la victoria alcanzada por las fuerzas guerrilleras, Fidel enunció el valor, la tenacidad, el heroísmo y la capacidad de los combatientes rebeldes en la férrea y organizada defensa de las posiciones, y la aplicación contundente de todas las formas tácticas de acción de la guerrilla.
También significó que la derrota de la ofensiva enemiga marcó el viraje estratégico de la guerra. A partir de ese momento la suerte de la tiranía había quedado definitivamente echada.
En los combates y batallas las fuerzas rebeldes sufrieron 31 bajas mortales. El enemigo tuvo más de mil bajas, de ellas más de 300 muertos y 443 prisioneros, y no menos de cinco grandes unidades completas de sus fuerzas fueron aniquiladas, capturadas o desarticuladas.
En poder del Ejército Rebelde quedaron 507 armas, incluidos dos tanques, diez morteros, varias bazucas y 12 ametralladoras calibre 30. Y lo más importante: la iniciativa estratégica quedaba en manos del Ejército Rebelde, dueño absoluto de la Sierra Maestra, a la que el enemigo nunca más intentó volver a penetrar. Se abrió así la última etapa de la guerra de liberación, que culminó con la derrota total de la tiranía.