Claudia: chileno-canadiense amante de Cuba y Fidel
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“Como Canadá abrió sus puertas a miles de inmigrantes chilenos cuando el general Augusto Pinochet nos privó de la libertad y los derechos humanos en mi país (1973-1990); Cuba nos ha brindado una amistad sincera y solidaria, que nada ni nadie podrá destruir jamás”, expresó Claudia Peralta, en Birán, sitio histórico donde nacieron Fidel y Raúl, tras rendir homenaje al Comandante invicto en el cementerio de Santa Ifigenia, en la vecina provincia de Santiago de Cuba.
Claudia es una de los más de 200 mil chilenos que en esa época tuvieron que emigrar obligatoria o voluntariamente a varios países , por el acoso de la dictadura militar a quienes eran considerados comunistas, motivo suficiente para que sus vidas estuvieran en permanente peligro.
“Imagínate la situación por la que transitamos, pues mi mamá había fallecido antes del golpe militar al presidente Allende, y mi papá tuvo que salir del país conmigo, que era muy pequeñita, y mis tres hermanos. Menos mal que pudimos asentarnos en Canadá y él, que era soldador, consiguió trabajo y nosotros pudimos estudiar, a pesar de los problemas propios del idioma”.
Según algunas fuentes consultadas, Canadá es uno de los países que registra mayor número de inmigrantes, con más de seis millones, provenientes principalmente, en el caso de América Latina, sin incluir el Caribe, de México, El Salvador, Colombia, Chile, Perú, Guatemala, Ecuador, Brasil, Argentina, Nicaragua y Venezuela. También es elevado el número de personas procedentes de Reino Unido, China, India, Filipinas, Italia, Estados Unidos, Hong Kong, Alemania, Polonia, Vietnam y Portugal.
Me interesé por esa difícil etapa que marcó la existencia de Claudia, como leí en su mirada, pero “...a veces duele recordar. Nosotros vivíamos al Sur de Chile, en la comunidad del Puerto de Montt, actual capital de la Región de los Lagos. Mi padre, quien una vez en Canadá exigía que viviésemos sencillamente y que en la casa nos comunicáramos solo en español, nos hablaba de la historia de Chile y lo sucedido allá cuando el golpe de Estado que derrocó al legítimo presidente Allende y de toda la barbarie cometida por Pinochet”.
Al sugerir que me hablara sobre su acercamiento a Cuba, fijó la mirada en la casa donde nació Fidel y tras una ligera pausa me comentó: “No te imaginas cuánto se hablaba de Fidel y de Cuba en nuestra casa. Mi padre solía explicarnos quién era Fidel Castro y que en Cuba, una pequeña isla del Caribe, él había hecho una revolución que le dolía mucho a los yanquis, pero donde Fidel contaba con el apoyo de su pueblo. Nos decía que era un pueblo heroico y generoso, que practicaba la solidaridad y constituía el espejo en el cual debían mirarse los pueblos latinoamericanos”.
Con los ojos nublados, pero sin titubear un momento, “porque aprendimos a guardar el dolor en lo más profundo de nuestros corazones para poder superar aquellos difíciles tiempos de la expatriación, de adaptación a las nuevas condiciones que imponen vivir en otro país, y poder seguir adelante”, me contó que su padre “nunca dejó de pensar en nuestro querido país, al extremo que al jubilarse regresó allá, a las raíces, y hoy tiene la pesada carga de sus 85 años de edad, pero se conserva bien”.
Por primera vez Claudia vino a Holguín, igual que a Santiago de Cuba y Guantánamo, pero gracias a la Brigada canadiense de Trabajo voluntario y de Solidaridad con Cuba Ernesto Guevara, ya había visitado antes a Cienfuegos, Matanzas, Varadero, y “coincidentemente me encontraba en La Habana cuando falleció Fidel. Me sumé al dolor de los cubanos, y por supuesto, fui a rendirle homenaje en la Plaza de la Revolución. Fueron momentos de mucho dolor y mucha solemnidad que conservaré siempre en mi memoria”.
Después de aquella experiencia, esta amiga chileno-canadiense honró las cenizas del Comandante en Santa Ifigenia, acercándose más a la historia de Cuba y sus próceres, como José Martí y Carlos Manuel de Céspedes. También conoció sobre la infancia de Fidel y el ambiente familiar y natural en que creció. “Si frente a la piedra que guarda sus cenizas en Santa Ifigenia, mis ojos derramaron lágrimas de amor, aquí en Birán me ha reconfortado el ambiente sano en que nació y creció Fidel”.
Me contó que tiene y ha leído muchos libros de y sobre Fidel, de quien “todos los revolucionarios tenemos que beber, porque somos estudiantes de él y tenemos el deber de seguir su legado, apoyar a los jóvenes aquí en Cuba, en Chile, en Canadá y demás países, para que conozcan sus ideas, su ejemplo, sus valores y su internacionalismo”.
En Cuba se mantiene vivo el espíritu, la decencia, la dignidad y el latinoamericanismo de Salvador Allende; muchos crecieron escuchando las canciones de Víctor Jara; y en la rica historia de luchas por la independencia de nuestro país están cifrados honrosos nombres de varios chilenos, comenzando por Pedro Vargas Sotomayor, quien alcanzó los grados de General de Brigada en la guerra de 1895 y fue brazo derecho del Lugarteniente General Antonio Maceo durante la invasión de oriente a occidente.
También aparecen los nombres de Carlos Dublé, J. Luis Ahumada del Canto y Carlos Bounocore, entre otros. Reconoce la historia el incondicional apoyo brindado a la causa libertaria cubana por el renombrado intelectual del país austral, Benjamín Vicuña Mackenna, incluso antes del levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes en 1868. Y un detalle significativo es que la bandera utilizada inicialmente por el caudillo cubano era prácticamente igual a la bandera chilena, diferenciadas solo por la inversión de sus colores azul y rojo
Para eternizar la memoria de los internacionalistas chilenos, entre otras obras y escritos, fue erigido un Conjunto escultórico frente a la Casa de Cultura del reparto Alamar, en la capital cubana; recientemente fue presentado en Antofagasta el libro Chile en la independencia de Cuba, de González Barrios; y como ambos países andan de hermanos, prácticamente acaba de entregarse el reconocimiento especial La Utilidad de la Virtud , que confiere la Sociedad Cultural José Martí, al destacado poeta y escritor chileno Jaime Quezada Ruiz.
Tengo el deber de añadir estos elementos que acercan a Cuba y Chile, a cuyas historias se suman también lindas páginas escritas por Canadá, donde, como resalta Claudia, “hay mucha gente que ama y defiende a Cuba, que quiere acercarse a la realidad que aquí se vive y para ello, organizan viajes, buscan información veraz sobre la isla, la revolución, sus líderes, sobre las misiones de cooperación que cumplen médicos, educadores y otros profesionales en diferentes países, en fin, conocer más a la patria de Martí y Fidel”.
Al interactuar con Claudia Peralta en un brevísimo espacio de tiempo, porque no quería perderse ni un detalle de las informaciones que ofrecía el historiador en Birán, me percaté de su sencillez y sensibilidad humana, de su amor por el Chile natal, por Canadá que le abrió las puertas de las oportunidades, y por la Cuba de Fidel, donde se siente tan querida.
“Recuerdo que siendo muy niña, antes del golpe de Estado, hubo un evento internacional en Chile y en mi casa pernoctó un joven estudiante cubano. Creo que desde ahí se impregnaron en mí las palabras Cuba, Revolución y Fidel”.