Carvanistas por la Victoria
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Con verso sublime y sentido Jesús Orta Ruiz describió la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde, epopeya que trascendió como Caravana de la Libertad o de La Victoria. El poema inspira por lo que a manera de homenaje me propongo un diálogo con hijos naturales y adoptivos de esta tierra participantes en aquel jubiloso ciclón de banderas y brazaletes de azabache y grana, que movió el entusiasmo en balcones y aceras, motivó el grito desde el marco de cada venta.
Entre ese grupo de miles de jóvenes barbudos que marchó con sonrisa de hermano y amigo, con pureza de vida rural, con las armas que al ciego enemigo quitó el ideal estaban holguineros como José García Ávila, Fernando Vecino Alegret, Paco Badía, Adrian Betancourt y otros que Holguín acogió, como Idinio Macías Samé, Segundo Casaus, Adolfo Beqdadis, Jesús Ramón Cruz y Ramiro Rodríguez…
El desplazamiento de aquellos rebeldes diamantes con trajes de olivo comenzó el 2 de enero en la cuidad de Santiago de Cuba y concluyó el 8 de ese propio mes de 1959 en La Habana. Su objetivo fue transportar la columna en apoyo a los combatientes que iban hacia la capital cubana. Al respecto Fidel explicó: “Yo pensaba pasar rápidamente, pero en eso se cae, mejor dicho, fue derrotada la tiranía, porque se cayó, la derrotaron, al dictador y a los que quisieron sustituirlo.
“Yo no tenía pensado hacer una marcha triunfal, ni mucho menos, me parece que eso estaría un poco fuera de lugar en ese momento. Yo me he detenido en los pueblos porque me han detenido los pueblos… y no podía menos que atender el deseo del pueblo de hablar con nosotros y de saludar a los combatientes del Moncada.
Fidel no entra a la ciudad de Holguín, pasó sólo por la Carreta Central y se detuvo a la entrada de Cacocum desde donde prosiguieron el recorrido hasta el instituto politécnico Calixto García, donde lo esperaba Delio Gámez Ochoa, jefe del IV Frente Simón Bolívar y entonces al frente de la plaza militar holguinera.
El entonces joven comandante volvió a Holguín en febrero y desde los balcones de La Periquera reveló: “No hubiera podido irme esta vez de Oriente sin visitar a Holguín, no pude hacerlo en los primeros días de la victoria revolucionaria porque tenía necesidad por motivos revolucionarios, tenía necesidad por la seguridad de la revolución de llegar a la capital…”
Al teniente coronel de la reserva Idinio Macías Samé le gusta recordar los días de guerra y desvelo, de cama de piedra y grama sin otra techumbre que ramas y cielo: “En el año 1958 me incorporé al Ejército Rebelde, antes estuve en la clandestinidad, bajo las órdenes de Raúl Méndez Tomasebiche.
“Después de la toma de los cuarteles de Baltone, La Maya, Songo y San Luis, pasamos a la conquista del de San Germán, a finales de diciembre de 1958. No combatimos porque llegó la noticia de que Batista se había ido y el jefe de este puesto militar, de apellido Beitía, se rindió.
“Allí se organizó la caravana que saldría para Holguín al encuentro con Fidel en el regimiento 7, Oscar Lucero. Entramos por El Yayal hasta la ciudad, le dimos la vuelta al parque Calixto García y luego bajamos por la calle Frexes hasta Oscar Lucero. Fue el tres de enero en horas de la tarde, era una compañía de unos 300 hombres entre ellos el comandante Feliberto Olivera, y la columna 17 al mando de Antonio Enríquez Luzón Batle. En la trayectoria se integraron combatientes de Cueto y San Germán, otros se quedaron custodiando los cuarteles ocupados”.
Rememora que “en todos los lugares tuvimos siempre la ayuda del pueblo con información, comida, café, la gente se deshacía en plausos, lágrimas, abrazos, gritos de viva Fidel, viva la revolución. La Caravana me permitió comprobar el verdadero apoyo del pueblo a la revolución, la admiración por sus líderes aún cuando nunca antes lo habían visto. También me permitió comenzar a conocer a mi país, pues soy de Segundo Frente, allá por Loma Blanca, Alto Songo. No conocía a Holguín, mucho menos La Habana”.
Desde hace más de 50 años Idinio reside en Holguín donde fundó familia y cumplió varias misiones dentro de las FAR. Ahora es activo miembro de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.
Jesús Ramón Cruz, puertopadrense hijo adoptivo de Holguín, es de una prole de hermanos y primos que en la sierra supieron de la sed consolada con parra del monte, de la mano asesina siempre amenazando en el horizonte: “Desde el inicio estuve en La Caravana como parte de la columna 1 al mando de Fidel. El Primero de Enero a las seis de las tarde entramos a Santiago de Cuba. El comandante Paco Cabrera nos ubicó en lo alto del hotel Casa Granda, no sabíamos para qué. Alrededor de las 12 de la noche se forma el corre corre y era Fidel que llegaba.
“El día 2 partimos en La Caravana. A Holguín entramos por Pedernales, por donde hoy está la planta de asfalto, no llegamos a la ciudad sino que salimos por donde está el monumento de las Seis Columnas hasta el Instituto Técnico de Holguín donde recibimos el saludo de mucha gente. Entre las dos y las tres de la tarde partimos para Las Tunas, fue cuando hablé con Paco Cabrera para que me dejara ir a ver a mis padres que hacía como nueve meses no sabía de ellos y me concedió el permiso.
“Fueron días intensos, de batallas sucesivas: Guisa, La Rinconada, Baire, Contramaestre, Mafo. Estábamos agotados y con muchos días sin dormir. Recuerdo que entre Santiago de Cuba y Bayamo recogimos alrededor de 3 mil guardias del ejército de Batista que siguieron con nosotros. Recuerdo también la llegada de Camilo por avión al aeropuerto de Bayamo, allí estuve con Fidel. Buena parte de La Carava hasta Las Tunas me la pasé dormido, llevaba casi dos meses sin apenas pegar los ojos”.
Jesús, terminó la guerra como primer teniente y en el año 61 pasó a la vida civil. Reside en la calle Pepe Torres de esta ciudad y entre sus memorias conserva muchas fotos y el brazalete de combatiente del Ejército Rebelde que lo acompañó siempre en la Sierra.
Rigoberto Torres Torres, actualmente reside en la ciudad de Holguín, y José Alegría Cansío, radicado en Gibara son otros de los holguineros que marcharon con el ansia del pueblo encendido, con el aire y el amanecer y sencillamente, como el que ha cumplido un simple deber.