Autofinanciación ejemplar
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Una de las revelaciones más sorprendentes para los dirigentes de los partidos políticos tradicionales que fueron involucrados en la Causa 37 del Tribunal de Urgencia en Santiago de Cuba —los cuales tuvieron que comparecer en el juicio iniciado el 21 de septiembre de 1953— fue la declaración del principal acusado, y acusador a la vez, doctor Fidel Castro Ruz, cuando expresó que no habían recabado dinero de ninguna organización, ni persona alguna para comprar las armas, ni para costear nada respecto al entrenamiento, organización y transportación de los combatientes del 26 de julio de 1953, del occidente al oriente de la Isla.
Las declaraciones respondían a la aseveración vertida el propio 26 de julio por el coronel Alberto del Río Chaviano* en el Moncada. Este, ciñéndose a un texto elaborado por sus superiores en el cual se enfatizaba que Fidel había recibido ¡un millón de pesos! del expresidente derrocado por el golpe militar de Batista el 10 de marzo para financiar el asalto armado a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Al igual que Martí, en la preparación de la guerra necesaria, fueron los revolucionarios que luchaban ahora por la verdadera independencia y soberanía de Cuba quienes hicieron los modestos aportes para la adquisición de armas, y costearon los más mínimos gastos.
Fidel hizo constar ante el asombro de todos que, por ejemplo, el joven Chenart, vendió su cámara fotográfica con la cual se ganaba la vida para contribuir al Movimiento. Chenart, asesinado en las mazmorras del Moncada, apenas un año antes había tomado las fotos de la destrucción de las estatuillas de José Martí creadas por el escultor Fidalgo quien, en homenaje al próximo centenario del Apóstol, llevaban la leyenda: Para Cuba que Sufre. Un reportaje con texto del doctor Fidel Castro y las fotos de Chenart había sido publicado en la revista Bohemia.
Durante el interrogatorio del juicio del Moncada en la Audiencia de Santiago de Cuba, el doctor Fidel Castro, en respuesta al Fiscal pormenorizó las contribuciones principales de los propios combatientes. De esa forma desmentía con datos irrebatibles el su-puesto millón de pesos.
Jesús Montané quien estaba presente en la Sala de justicia, como combatiente había aportado 4 000 pesos que cobró como gratificación en la compañía General Motors donde trabajaba y eran sus ahorros; Oscar Alcalde, también presente, hipotecó su laboratorio por 3 600 pesos y liquidó una oficina de contabilidad; Renato Guitart, muerto en el Moncada aportó mil pesos; Ernesto Tizol puso a disposición del Movimiento una granja de pollos que poseía; Pedro Marrero, empeñó el sueldo de varios meses de la cervecería donde trabajaba, y fue preciso impedirle que vendiera los muebles de su casa. El aporte de Chenart con la venta de su cámara y demás equipos fotográficos de su estudio aportó mil pesos; Elpidio Sosa vendió la plaza de tesorero que desempeñaba en una importante compañía y entregó el dinero para la causa; José Luis Tasende hizo otro sacrificio por el estilo; Abel Santamaría empeñó su automóvil. De esa manera apenas pudieron reunir 16 489 pesos, sumadas otras contribuciones menores.
Pero, peso a peso, peseta a peseta, reunieron el dinero indispensable para la acción incluyendo la compra de las armas de cacería deportiva en una armería de La Habana Vieja. De manera que con menos de 20 mil pesos fueron armados y movilizados 175 hombres y por cada uno que vino —reiteró Fidel— se quedaron otros en una proporción de 20 hombres por uno, perfectamente entrenados.
Ciertamente los partidos de la oposición habían firmado el Pacto de Montreal, tomando el nombre de la ciudad canadiense donde se reunieron con mucho dinero robado al pueblo que se gastaba en buen vivir y en propaganda por parte de los jefes principales de los partidos de la oposición y sus subalternos, conciliados con el derrocado presidente constitucional doctor Carlos Prío Socarrás, cuyo gobierno que, para nadie era un secreto, tenía un abultado expediente de corrupción administrativa. Allí sí se gastaría una apreciable suma de dinero y se destinó cierta cantidad para efectuar supuestas acciones armadas que nunca habrían de ocurrir. Es claro que ninguno de los del sonado Pacto estaba dispuesto a dar la vida en un combate contra las fuerzas bien dotadas en armamentos que ostentaba el ejército golpista.
En el propio juicio en la Sala del Pleno de la Audiencia, le preguntó el Tribunal a uno de los participantes en el Pacto de Montreal —abogado también, Ramiro Arango Alsina—, involucrado en el Sumario como supuesto autor intelectual del Moncada y portador del famoso ¡millón de pesos! —su grado de culpabilidad— y el acusado, en el curso del interrogatorio le preguntó a su vez, directamente, al líder de la acción doctor Fidel Castro si eso de lo cual lo acusaban era cierto:
—Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia —le contestó enfático, Fidel.
Inmediatamente se le retiraron los cargos al acusado Ramiro Arango Alsina, y pronto a los demás políticos involucrados en la Causa 37. Estaba bien probado que ninguno había entregado, ni le fue solicitado nunca ni un centavo para la causa revolucionaria, ni tampoco la colaboración. Obviamente, tampoco gobierno alguno subvencionó al Movimiento Revolucionario. Aunque pareció a todo el mundo un chiste, la declaración oficial decía que en el contingente "había indios putumayos" y que un barco anclado en el puerto de Santiago traía para la acción "material atómico" y así se publicó.
No sería necesario subrayar que el método utilizado por esta vanguardia del siglo XX fue el mismo de Martí con respecto a la contribución para la lucha revolucionaria, e idéntico al de los próceres que lo precedieron. Era sin duda la continuación de un proceso histórico.
* Por sus crímenes contra los prisioneros le otorgaron el sobrenombre de El Chacal de Oriente.