Aniversario 60 de la primera autodefensa de Fidel Castro
Fecha:
14/12/2010
Fuente:
Vanguardia
Autor:
«No importa la suerte que corramos, Benny, estas verdades había que decirlas» --le respondió Fidel a su amigo santaclareño Benito Besada, abogado como él y compañero de estudios de la universidad, apenas un minuto después de haber acabado el vibrante alegato de autodefensa, en el que acusó de corrupto al gobierno de Carlos Prío y denunció las lacras que entonces padecía la República Neocolonial.
Era la tarde invernal del 14 de diciembre de 1950 y la vetusta Sala Primera de la Audiencia villaclareña acababa de ser testigo de la primera autodefensa de Fidel. Un hecho histórico que fuera dado a la publicidad por el hoy decano de la prensa villaclareña Aldo Isidrón del Valle, Premio Nacional de Periodismo José Martí, como resultado de una acuciosa investigación que rescató para el patrimonio nacional el expediente del juicio que le fuera seguido a Fidel.
Cienfuegos, 12 de noviembre de 1950
En su artículo «Patriótico ¡Yo acuso! de Fidel Castro», publicado en el libro Fidel antes del Moncada, el periodista villaclareño Aldo Isidrón nos revela los antecedentes del juicio a Fidel, que se remontan a un incidente de protesta estudiantil acaecido un mes antes en la sureña ciudad de Cienfuegos:
«Los sucesos que provocaron el encausamiento de Fidel y su compañero ocurrieron en Cienfuegos, un mes atrás, el 12 de noviembre. La prensa local, con titulares destacados reseñó la noticia:... Fueron detenidos y remitidos al vivac de Santa Clara, los líderes de la FEU, Fidel Castro, de 24 años, vecino de 3ra y 2, Vedado, Presidente de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Ciencias Sociales y Enrique Benavides Santos, de 26, de Manrique 306, en La Habana, delegado de la Escuela de Derecho, los que habían venido a participar en los actos organizados por los estudiantes en protesta contra las resoluciones del ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, que originaron un movimiento de huelgas en los institutos...»
Del acta que les fuera levantada en la Estación de Policía, son estos párrafos textuales: «Que procedieron a su arresto por estimar que son los mismos que están incitando o buscando la forma de celebrar el mitin de todas maneras y que está ordenado por el Sr. Ministro de Gobernación que sea suspendido, instándolos al mismo tiempo a que continúen en la lucha contra las disposiciones del Sr. Ministro de Educación.»
Previo al juicio en Santa Clara, Fidel escribió una carta abierta al pueblo de Cienfuegos, publicada en el periódico La Correspondencia. En uno de sus párrafos, el líder estudiantil expresó: «Los universitarios que acudimos a Cienfuegos lo hicimos invitados por los compañeros del Instituto para hacer uso de la palabra en un acto que, como nadie ignora, había sido convocado con todos los requisitos legales y cuyo único fin era la justísima protesta contra la actitud despótica con que el Ministro de Educación se ensaña contra los estudiantes [...]»
Al referirse a la insolencia y cobardía con que fueron tratados por el capitán de la Policía Manuel Pérez Borroto, respondió Fidel: «Quiero decirle por este medio que no nos amedrentó su actitud arbitraria. No hay mérito sino ignominia en ser verdugo del pueblo. Rectifique a tiempo el señor capitán y no siga sembrando el odio entre todos los que sufren su presencia. ¡Nos veremos otra vez ante el Tribunal de Urgencia!»
Santa Clara, 14 de diciembre de 1950
Ahora es Benito Besada, conducido por la entrevista que le hiciera Isidrón del Valle a fines de los años 70 del pasado siglo, quien narra lo sucedido aquel histórico día de la primera autodefensa de Fidel:
«[...] casi al amanecer, llegan a mi casa en Martí y Luis Estévez. Fidel y Benavides; se veían cansados. Desayunamos y cambiamos impresiones en torno a la situación que ambos confrontaban y digo: "Iré a la Audiencia para conocer las incidencias del proceso y trazar nuestra estrategia defensiva."
«Durante parte de la mañana realizo mi trabajo exploratorio [...] Regreso a casa. Fidel aún descansa. Sobre su pecho observo un libro, el famoso ¡Yo acuso! de Emilio Zola. Lo despierto. Comento con él que había obtenido del Fiscal una impresión favorable, pero que no conducía necesariamente a ser muy optimista.»
Es entonces que Fidel le sugiere a Besada que asumiría su propia defensa para denunciar una serie de atropellos que sufre el pueblo: «El rostro de Fidel chispeaba indignación [...]. Por mi mente viajan impresiones negativas. Pienso que una exaltación de Fidel podría complicar la situación. [...]»
A las 12:45 llegaron los tres: Fidel, Benavides y Besada a la Audiencia. Los pasillos estaban rebosantes de público, principalmente jóvenes estudiantes, los que saludan a Fidel, revelando en su gesto que lo apoyan.
«Ya en el juicio --relata Besada-- el primero que declaró fue el capitán de la policía de Cienfuegos, Manuel Pérez Borroto, quien acusa con acidez a Fidel y Benavides. [...]
«Comparecen testigos. No son presentadas pruebas constitutivas de elementos para condenar a Fidel y Benavides. Agotada la lista de testigos, el doctor Rodríguez Valdés, Presidente del Tribunal, dice a Fidel y su compañero que se les va a escuchar. [...]
«--¿Tienen abogados?
«--Sí --declara Benavides. Me defenderá el doctor Besada.
«--¿Y usted señor Castro?
«--Yo asumiré mi defensa. [...]
«--Adquiera el sello del abogado y pase a ocupar su sitio en el estrado.
«Fidel solicita que sea llamado a declarar el capitán Pérez Borroto, el acusador: [...] "--Muy mal usted representa al pueblo, cuando reprime y asfixia sus legítimos derechos --dice Fidel.»
A partir de ahí, desató una andanada de críticas al gobierno. Dejemos que sea el doctor Besada, testigo excepcional, quien nos revele sus impresiones: «La característica de aquella autodefensa [...] es el valiente ¡yo acuso! de Fidel. Pronunció una alocución violenta; apasionada denuncia contra la política corrupta del régimen de Prío; la falta de garantías constitucionales; la malversación de nuestras riquezas; el asalto a los sindicatos por pandilleros y otros males que sufría Cuba. Fidel apenas se refiere a los cargos que a él le imputan; emplaza a los gobernantes priístas. Es un ataque valiente y honrado. [...]
«El público en la sala está visiblemente conmovido. Jamás en la Audiencia de Las Villas se había hablado en esos términos, no existían antecedentes ni nadie creía posible que alguien se pronunciaría de esa forma. El Tribunal también recibió el impacto del ¡yo acuso! de Fidel; era algo absolutamente nuevo, un acontecimiento ante el cual hubo una reacción de asombro y admiración. Acusados pónganse de pie: Absueltos. Termina el juicio. Desalojen la sala.»
El entonces corresponsal del periódico Granma finaliza su apasionada reconstrucción del juicio de la siguiente manera: «Los asistentes a la vista de la Causa 543 muestran su júbilo; van al encuentro de Fidel; lo felicitan por su patriótica actitud. Tres años después, el 16 de octubre de 1953, quienes presenciaron la primera autodefensa de Fidel volvían a sentir aquel tremendo impacto repetido a un nivel impresionante. Antes de acudir a la cita del Tribunal de Urgencia de Las Villas había bebido en las fuentes luminosas de Martí [...] En la segunda confrontación lo señalaría como autor intelectual del ataque al Cuartel Moncada. En la audiencia villareña lo absolvieron; en la de Santiago lo condenaron, pero la historia lo absolvió.»
Santa Clara, 8 de diciembre de 2010
Han pasado seis décadas de la primera autodefensa de Fidel y este miércoles de otra tarde invernal --sentado en la sala de su casa del edificio 12 Plantas del Sandino, en Santa Clara-- converso con el colega Isidrón del Valle.
El experimentado colega comienza a hilvanar recuerdos de aquella historia que le permitiera rescatar para el patrimonio cultural cubano el expediente de la Causa 543: «Esta historia es la segunda parte de otra iniciada en Cienfuegos, en la que la locuacidad de un estimado colega y mi inveterado deseo de dar el palo periodístico, me llevaron, primero a investigar los sucesos de la Perla del Sur, y después, a indagar todo lo referente al juicio acá en Santa Clara.
«En la Audiencia santaclareña estuve horas intentando localizar el expediente, pues estaba convencido de que si hubo juicio en el Tribunal de Urgencia debía existir algo escrito. Para suerte mía conté con la inestimable ayuda de Sixto Hernández, el viejo archivero, quien, con paciencia de relojero, iba buscando expediente por expediente.
«Al segundo día, Sixto levantó la mano desde el fondo del archivo y con la alegría reflejada en el rostro, me mostró la carpeta: "La encontré", me dijo. Era de color rosado y tenía sus páginas numeradas y foliadas. Ya te podrás imaginar el efecto que aquello me produjo. Yo considero que en ese momento me gradué como investigador empírico de la Historia de Cuba.
«Desde el propio tribunal llamé al capitán Jorge Enrique Mendoza, director de Granma, y le notifico la noticia. Me ordenó partir de inmediato para La Habana y esa propia noche, ya en la madrugada, llegué a las oficinas del periódico.» Para mi sorpresa, allí me esperaba Celia Sánchez, quien dirigía la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. A Celia, le brillaban los ojos al hojear la carpeta y me preguntó cómo había hecho el importante hallazgo. Me comentó que Fidel se iba a poner muy contento. Días después, la historia fue publicada simultáneamente en Granma y en Vanguardia; el resto, ya es conocido.
En el tintero me quedaba una última pregunta: Aldo, ¿Y la pista del juicio acá en Santa Clara, quién se la dio realmente? «Fue el propio Fidel durante la inauguración del tramo de vía para el ferrocarril Habana-Santa Clara, el 30 de diciembre de 1977:
«Sí, yo recuerdo cuando era recién graduado de abogado que vine a aquí a Santa Clara; porque había un capitán ahí por Cienfuegos que era una fiera contra los estudiantes. Me metieron preso y me hicieron un juicio. Vine a defenderme yo mismo. Suerte que no quedé preso...
«Como imaginarás, esa revelación de Fidel despertó mi innata capacidad investigativa e hizo posible, con tenacidad y un poco también de buena suerte, que realizara el mejor reportaje de mi vida. Mi mayor homenaje a la Revolución y al propio Comandante.»
Era la tarde invernal del 14 de diciembre de 1950 y la vetusta Sala Primera de la Audiencia villaclareña acababa de ser testigo de la primera autodefensa de Fidel. Un hecho histórico que fuera dado a la publicidad por el hoy decano de la prensa villaclareña Aldo Isidrón del Valle, Premio Nacional de Periodismo José Martí, como resultado de una acuciosa investigación que rescató para el patrimonio nacional el expediente del juicio que le fuera seguido a Fidel.
Cienfuegos, 12 de noviembre de 1950
En su artículo «Patriótico ¡Yo acuso! de Fidel Castro», publicado en el libro Fidel antes del Moncada, el periodista villaclareño Aldo Isidrón nos revela los antecedentes del juicio a Fidel, que se remontan a un incidente de protesta estudiantil acaecido un mes antes en la sureña ciudad de Cienfuegos:
«Los sucesos que provocaron el encausamiento de Fidel y su compañero ocurrieron en Cienfuegos, un mes atrás, el 12 de noviembre. La prensa local, con titulares destacados reseñó la noticia:... Fueron detenidos y remitidos al vivac de Santa Clara, los líderes de la FEU, Fidel Castro, de 24 años, vecino de 3ra y 2, Vedado, Presidente de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Ciencias Sociales y Enrique Benavides Santos, de 26, de Manrique 306, en La Habana, delegado de la Escuela de Derecho, los que habían venido a participar en los actos organizados por los estudiantes en protesta contra las resoluciones del ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, que originaron un movimiento de huelgas en los institutos...»
Del acta que les fuera levantada en la Estación de Policía, son estos párrafos textuales: «Que procedieron a su arresto por estimar que son los mismos que están incitando o buscando la forma de celebrar el mitin de todas maneras y que está ordenado por el Sr. Ministro de Gobernación que sea suspendido, instándolos al mismo tiempo a que continúen en la lucha contra las disposiciones del Sr. Ministro de Educación.»
Previo al juicio en Santa Clara, Fidel escribió una carta abierta al pueblo de Cienfuegos, publicada en el periódico La Correspondencia. En uno de sus párrafos, el líder estudiantil expresó: «Los universitarios que acudimos a Cienfuegos lo hicimos invitados por los compañeros del Instituto para hacer uso de la palabra en un acto que, como nadie ignora, había sido convocado con todos los requisitos legales y cuyo único fin era la justísima protesta contra la actitud despótica con que el Ministro de Educación se ensaña contra los estudiantes [...]»
Al referirse a la insolencia y cobardía con que fueron tratados por el capitán de la Policía Manuel Pérez Borroto, respondió Fidel: «Quiero decirle por este medio que no nos amedrentó su actitud arbitraria. No hay mérito sino ignominia en ser verdugo del pueblo. Rectifique a tiempo el señor capitán y no siga sembrando el odio entre todos los que sufren su presencia. ¡Nos veremos otra vez ante el Tribunal de Urgencia!»
Santa Clara, 14 de diciembre de 1950
Ahora es Benito Besada, conducido por la entrevista que le hiciera Isidrón del Valle a fines de los años 70 del pasado siglo, quien narra lo sucedido aquel histórico día de la primera autodefensa de Fidel:
«[...] casi al amanecer, llegan a mi casa en Martí y Luis Estévez. Fidel y Benavides; se veían cansados. Desayunamos y cambiamos impresiones en torno a la situación que ambos confrontaban y digo: "Iré a la Audiencia para conocer las incidencias del proceso y trazar nuestra estrategia defensiva."
«Durante parte de la mañana realizo mi trabajo exploratorio [...] Regreso a casa. Fidel aún descansa. Sobre su pecho observo un libro, el famoso ¡Yo acuso! de Emilio Zola. Lo despierto. Comento con él que había obtenido del Fiscal una impresión favorable, pero que no conducía necesariamente a ser muy optimista.»
Es entonces que Fidel le sugiere a Besada que asumiría su propia defensa para denunciar una serie de atropellos que sufre el pueblo: «El rostro de Fidel chispeaba indignación [...]. Por mi mente viajan impresiones negativas. Pienso que una exaltación de Fidel podría complicar la situación. [...]»
A las 12:45 llegaron los tres: Fidel, Benavides y Besada a la Audiencia. Los pasillos estaban rebosantes de público, principalmente jóvenes estudiantes, los que saludan a Fidel, revelando en su gesto que lo apoyan.
«Ya en el juicio --relata Besada-- el primero que declaró fue el capitán de la policía de Cienfuegos, Manuel Pérez Borroto, quien acusa con acidez a Fidel y Benavides. [...]
«Comparecen testigos. No son presentadas pruebas constitutivas de elementos para condenar a Fidel y Benavides. Agotada la lista de testigos, el doctor Rodríguez Valdés, Presidente del Tribunal, dice a Fidel y su compañero que se les va a escuchar. [...]
«--¿Tienen abogados?
«--Sí --declara Benavides. Me defenderá el doctor Besada.
«--¿Y usted señor Castro?
«--Yo asumiré mi defensa. [...]
«--Adquiera el sello del abogado y pase a ocupar su sitio en el estrado.
«Fidel solicita que sea llamado a declarar el capitán Pérez Borroto, el acusador: [...] "--Muy mal usted representa al pueblo, cuando reprime y asfixia sus legítimos derechos --dice Fidel.»
A partir de ahí, desató una andanada de críticas al gobierno. Dejemos que sea el doctor Besada, testigo excepcional, quien nos revele sus impresiones: «La característica de aquella autodefensa [...] es el valiente ¡yo acuso! de Fidel. Pronunció una alocución violenta; apasionada denuncia contra la política corrupta del régimen de Prío; la falta de garantías constitucionales; la malversación de nuestras riquezas; el asalto a los sindicatos por pandilleros y otros males que sufría Cuba. Fidel apenas se refiere a los cargos que a él le imputan; emplaza a los gobernantes priístas. Es un ataque valiente y honrado. [...]
«El público en la sala está visiblemente conmovido. Jamás en la Audiencia de Las Villas se había hablado en esos términos, no existían antecedentes ni nadie creía posible que alguien se pronunciaría de esa forma. El Tribunal también recibió el impacto del ¡yo acuso! de Fidel; era algo absolutamente nuevo, un acontecimiento ante el cual hubo una reacción de asombro y admiración. Acusados pónganse de pie: Absueltos. Termina el juicio. Desalojen la sala.»
El entonces corresponsal del periódico Granma finaliza su apasionada reconstrucción del juicio de la siguiente manera: «Los asistentes a la vista de la Causa 543 muestran su júbilo; van al encuentro de Fidel; lo felicitan por su patriótica actitud. Tres años después, el 16 de octubre de 1953, quienes presenciaron la primera autodefensa de Fidel volvían a sentir aquel tremendo impacto repetido a un nivel impresionante. Antes de acudir a la cita del Tribunal de Urgencia de Las Villas había bebido en las fuentes luminosas de Martí [...] En la segunda confrontación lo señalaría como autor intelectual del ataque al Cuartel Moncada. En la audiencia villareña lo absolvieron; en la de Santiago lo condenaron, pero la historia lo absolvió.»
Santa Clara, 8 de diciembre de 2010
Han pasado seis décadas de la primera autodefensa de Fidel y este miércoles de otra tarde invernal --sentado en la sala de su casa del edificio 12 Plantas del Sandino, en Santa Clara-- converso con el colega Isidrón del Valle.
El experimentado colega comienza a hilvanar recuerdos de aquella historia que le permitiera rescatar para el patrimonio cultural cubano el expediente de la Causa 543: «Esta historia es la segunda parte de otra iniciada en Cienfuegos, en la que la locuacidad de un estimado colega y mi inveterado deseo de dar el palo periodístico, me llevaron, primero a investigar los sucesos de la Perla del Sur, y después, a indagar todo lo referente al juicio acá en Santa Clara.
«En la Audiencia santaclareña estuve horas intentando localizar el expediente, pues estaba convencido de que si hubo juicio en el Tribunal de Urgencia debía existir algo escrito. Para suerte mía conté con la inestimable ayuda de Sixto Hernández, el viejo archivero, quien, con paciencia de relojero, iba buscando expediente por expediente.
«Al segundo día, Sixto levantó la mano desde el fondo del archivo y con la alegría reflejada en el rostro, me mostró la carpeta: "La encontré", me dijo. Era de color rosado y tenía sus páginas numeradas y foliadas. Ya te podrás imaginar el efecto que aquello me produjo. Yo considero que en ese momento me gradué como investigador empírico de la Historia de Cuba.
«Desde el propio tribunal llamé al capitán Jorge Enrique Mendoza, director de Granma, y le notifico la noticia. Me ordenó partir de inmediato para La Habana y esa propia noche, ya en la madrugada, llegué a las oficinas del periódico.» Para mi sorpresa, allí me esperaba Celia Sánchez, quien dirigía la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. A Celia, le brillaban los ojos al hojear la carpeta y me preguntó cómo había hecho el importante hallazgo. Me comentó que Fidel se iba a poner muy contento. Días después, la historia fue publicada simultáneamente en Granma y en Vanguardia; el resto, ya es conocido.
En el tintero me quedaba una última pregunta: Aldo, ¿Y la pista del juicio acá en Santa Clara, quién se la dio realmente? «Fue el propio Fidel durante la inauguración del tramo de vía para el ferrocarril Habana-Santa Clara, el 30 de diciembre de 1977:
«Sí, yo recuerdo cuando era recién graduado de abogado que vine a aquí a Santa Clara; porque había un capitán ahí por Cienfuegos que era una fiera contra los estudiantes. Me metieron preso y me hicieron un juicio. Vine a defenderme yo mismo. Suerte que no quedé preso...
«Como imaginarás, esa revelación de Fidel despertó mi innata capacidad investigativa e hizo posible, con tenacidad y un poco también de buena suerte, que realizara el mejor reportaje de mi vida. Mi mayor homenaje a la Revolución y al propio Comandante.»