A 65 años del ICAIC, un poco de su historia
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Tras el triunfo revolucionario, se experimentaba por primera vez en Cuba una ruptura con la línea de apropiación cultural impuesta por el modelo mercantil de la industria extranjera y se abría paso a un nuevo proyecto de transformación, que situaba al ICAIC como primera institución cultural creada por la Revolución
El año 1959 fue para Cuba un parteaguas. Con el triunfo de la Revolución, el nuevo gobierno creó condiciones para implementar en el país espacios de participación, de fortalecimiento de la identidad nacional, del arte y la cultura, a través de instituciones en cuya base se sostenía el cambio para la emergente transformación de la sociedad cubana. Un ejemplo de ello fue la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfico (ICAIC), el 24 de marzo de 1959.
El panorama político, económico y social previo al triunfo revolucionario, mantenía la proyección de cine y las manifestaciones en el entorno artístico circunscritas a un patrón hegemónico externo, que estaba determinado fundamentalmente por relaciones comerciales e intereses de clase de las élites en el poder. En ausencia de una industria cultural y artística propias se imponía la importación de modelos en su mayoría portadores de una visión colonizadora y adversa a las raíces cubanas.
Tras el triunfo revolucionario, se experimentaba por primera vez en Cuba una ruptura con la línea de apropiación cultural impuesta por el modelo mercantil de la industria extranjera y se abría paso a un nuevo proyecto de transformación, que situaba al ICAIC como primera institución cultural creada por la Revolución.
En este sentido, la visión del Comandante en Jefe otorgó relevancia a la cultura y los roles de la producción artística y filmográfica en Cuba, desde los inicios de la puesta en marcha del programa revolucionario. Fidel comprendía la necesidad de fomentar la consolidación de un lenguaje nacional, de reapropiarse del cine como medio de difusión y al mismo tiempo, de expresión de la idiosincrasia cubana.
En esos primeros años, bajo la dirección de Alfredo Guevara, se dieron pasos hacia una aproximación más crítica y reflexiva sobre la realidad cubana, reflejada desde una óptica particular de la región y sus condiciones de desarrollo. De este modo, se logró romper el molde colonizador y la reproducción del quehacer cinematográfico bajo los estándares del sistema imperante.
La visión estratégica de Guevara al frente del ICAIC puso de manifiesto la configuración de una intelectualidad cada vez mejor preparada, que dominaba los temas más actuales en los debates que atañen no solo a la esfera artística y cultural, sino también política y social, con una participación activa y consciente en el proceso revolucionario, y un compromiso con los valores de construcción colectiva desde el plano estético y contextual.
Entre las figuras más sobresalientes de la creación audiovisual se encontraban Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa, Humberto Solás, Manuel Pérez Paredes, entre otros directores y creadores, quienes lograron trabajar con una misión didáctica y en busca de un «espectáculo socialmente productivo» (I). La creación del Noticiero ICAIC Latinoamericano, del realizador Santiago Álvarez, fue un material documental que acompañó la travesía revolucionaria desde los primeros años.
El trabajo del ICAIC ha estado relacionado estrechamente con la intelectualidad cubana y su rol dentro de la transformación del cine cubano, como expresión genuina de los valores y tradiciones del pueblo y la nación. Se conformaron proyectos transdisciplinarios que agrupaban a escritores, artistas plásticos, músicos, entre otros. De ellos, surgió el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, precursores de la Nueva Trova y en cercano vínculo con el movimiento de la canción protesta, se creó la escuela de la cartelística cinematográfica cubana, la revista Cine Cubano, una escuela de cine internacional, un festival de documental, la fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, entre otras iniciativas, para dar impulso a la cultura audiovisual del país.
En el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, celebrado el 30 de abril de 1971, se dieron cita intelectuales, pedagogos, cineastas, dirigentes, artistas, y otros representantes de la esfera cultural y artística, donde emergieron los debates sobre las distintas tendencias y posiciones ideológicas palpables en el contexto. El cineasta Manuel Pérez, uno de los vicesecretarios en la comisión organizadora de dicho Congreso, relató cómo la polémica caracterizó las intervenciones, pues se presentaron trabajos que abordaban la influencia del medio social en la educación, las modas, la delincuencia juvenil, la religión, la sexualidad, así como la importancia e influencia de la radio, la televisión, el cine, y especialmente la programación extranjera y la producción nacional audiovisual que proponía el ICAIC a través de sus políticas de exhibición.
Las palabras de Alfredo Guevara fueron contundentes, como fiel representante del ICAIC y su política ante cuestionamientos y críticas diversas. Expuso argumentos sobre la proyección institucional que buscaba la descolonización de las pantallas y la formación de un público más culto en todo orden, lo cual sería posible únicamente a través de la diversificación de la exhibición, respaldada por un criterio de selección cultural e ideológico, teniendo en cuenta lo que ofrecía la producción internacional y sin desconocer las limitaciones en los recursos económicos del Estado. La dirección y el personal artístico que representaba al ICAIC definía la institución como intérprete de una política cultural genuinamente revolucionaria, alejada de criterios políticos extremistas.
La participación del Comandante en Jefe en la clausura de este Congreso fue definitiva para aclarar todo tipo de criterios y posicionamientos respecto a las polémicas sobre la política cultural de la institución. Fidel resumió: «para nosotros, un pueblo revolucionario en un proceso revolucionario, valoramos las creaciones artísticas en función de la utilidad para el pueblo, en función de lo que aporten al hombre, en función de lo que aporten a la reivindicación del hombre, a la liberación del hombre, a la felicidad del hombre».
El carácter transformador y reivindicativo del trabajo artístico y creativo para el hombre ha constituido, desde los primeros años del triunfo revolucionario y hasta la actualidad, un eje central en la formación cultural y la educativa del pueblo cubano. La proyección política del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos ha apostado en cada momento histórico por la demarcación de los patrones culturales hegemónicos para crear un espacio genuinamente representativo de la cultura cubana y latinoamericana.
I - Ensayo Dialéctica del espectador, de Tomás Gutiérrez Alea, 1982.