A 50 años de la Victoria de Girón
Fecha:
07/04/2011
Fuente:
Radio Habana Cuba
Autor:
En la Conferencia de Yalta, que marcó la derrota de la Alemania Nazi y el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, los dirigentes de las potencias aliadas –Winston S. Churchill del Reino Unido, Franklin Délano Roosevelt de los Estados Unidos y Józef Stalin de la Unión Soviética-, decidieron repartirse el mundo, el cual quedó dividido entre dos sistemas predominantes y opuestos: el capitalismo y el comunismo, dando así comienzo a lo que conoce como laGuerra Fría.
Esta nueva contienda en la que los protagonistas esenciales fueron los espías y los poderosos servicios de seguridad –especialmente la CIA estadounidense y el KGB soviético-, obligó a fortalecer las potencias antagónicas hasta el punto de que en más de una ocasión el mundo se vio a las puertas de una catástrofe nuclear.
Europa Oriental, Mongolia, China Popular, Corea del Norte y los países de la península indochina estaban bajo el control de la URSS en tanto que Europa Central y Occidental, América Latina y el África dependían económica y políticamente de los EE. UU. Cualquier indicio de amenaza al sistema imperante en alguno de los bloques era repelido con represión pública o secreta.
Fue el caso de Guatemala en 1956, que bajo el gobierno progresista del coronel Jacobo Árbenz, fue blanco de una cruenta invasión militar ordenada por el general Dwight D. Eisenhower, entonces presidente de los Estados Unidos. Estas invasiones y/o represiones violentas a otros países de América Latina y el Caribe que estaban gobernadas por presidentes izquierdistas se repetirían sin misericordia (Chile, Granada, Panamá).
Por el otro lado, cuando amplios sectores populares de Hungría se levantaron contra el gobierno comunista de Imre Nagy en 1956, los soviéticos invadieron el territorio de manera severa.
En este escenario de hostilidades y prevenciones permanentes, el primero de enero de 1959 triunfan en Cuba los guerrilleros de la Sierra Maestra, comandados por Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Raúl Castro y Camilo Cienfuegos, en su lucha contra la sangrienta tiranía del sargento-taquígrafo Fulgencio Batista, apoyada por los EE. UU. El recién instalado gobierno revolucionario comenzó a realizar la repartición equitativa de la tierra y a nacionalizar empresas norteamericanas, con el fin de poner en práctica el ideario patriótico del Apóstol y héroe nacional José Martí.
El impulsivo presidente Eisenhower en represalia suspendió la cuota azucarera y el suministro de petróleo a Cuba, pero el primer ministro soviético NikitaJruschov ordenó el rápido envío de petróleo crudo a la isla. Fue entonces cuando se comenzó a planear de manera secreta el derrocamiento y, de ser posible, la eliminación física de los principales dirigentes de la Revolución, y la coordinación de acciones destinadas a la destrucción de un régimen comunista instalado en las mismas narices del imperio.
Eisenhower ordenó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) el planeamiento y ejecución de una invasión militar en la isla. Con el apoyo de grupos contrarrevolucionarios radicados en EE. UU., y con la complicidad de gobiernos subordinados a Washington como los del general Miguel Ydígoras Fuentes en Guatemala y el general Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua, entre otros, se dio comienzo a la planificación detallada de la invasión.
En enero de 1961 hubo sin embargo un cambio significativo: el demócrata John Fitzgerald Kennedy tomó posesión de la presidencia de EE. UU. Enterado de los planes de su antecesor, realizó algunas modificaciones, pero no pudo echarse para atrás y dio su visto bueno. Así no estuviera en el fondo muy de acuerdo con la forma, la analista DolorsGasós comenta que Kennedy se sentía molesto ante la proximidad de un sistema político (el comunismo) que abominaba y que consideraba un peligro para su país y para el resto de América Latina.
El 15 de abril de 1961, media docena de aviones A-26 bombardeó puntos clave de la isla como eran Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba. Al día siguiente, Fidel proclamó el carácter marxista-leninista de la Revolución y continuó dirigiendo la confrontación con la invasión mercenaria.
El 17 de abril más de 1.200 invasores desembarcan en Bahía de Cochinos, en Playa Girón y Playa Larga, pero en setenta y dos horas las fuerzas revolucionarias habían derribado una flotilla de aviones B-26, hundido los buques piratas y dado de baja a cuatrocientos atacantes. El resto tuvo que rendirse. El 1° de mayo, ante un multitud de un millón de personas reunida en la Plaza de la Revolución, el máximo líder cubano declaró que la Victoria de Playa Girón pasaría a la historia como “la primera derrota del imperialismo yanqui en América Latina”.
No solamente fue una derrota política y militar de los EE. UU., sino una derrota personal del presidente Kennedy, quien jamás había sufrido un revés en su vida. Su hermano Robert comentó años después cómo en menos de tres meses el presidente había encanecido casi completamente. Por su parte, los mercenarios capturados fueron juzgados, condenados y luego canjeados por tractores, medicinas y alimentos.
La victoria de Playa Girón consolidó el poder y el prestigio de Fidel Castro y de la Revolución Cubana en América Latina, en el mundo y aún en los propios Estados Unidos. No sobra recordar la frase lapidaria que entonces le expresó Fidel al presidente Kennedy: “Primero verán ustedes una revolución victoriosa en los Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba”.
Esta nueva contienda en la que los protagonistas esenciales fueron los espías y los poderosos servicios de seguridad –especialmente la CIA estadounidense y el KGB soviético-, obligó a fortalecer las potencias antagónicas hasta el punto de que en más de una ocasión el mundo se vio a las puertas de una catástrofe nuclear.
Europa Oriental, Mongolia, China Popular, Corea del Norte y los países de la península indochina estaban bajo el control de la URSS en tanto que Europa Central y Occidental, América Latina y el África dependían económica y políticamente de los EE. UU. Cualquier indicio de amenaza al sistema imperante en alguno de los bloques era repelido con represión pública o secreta.
Fue el caso de Guatemala en 1956, que bajo el gobierno progresista del coronel Jacobo Árbenz, fue blanco de una cruenta invasión militar ordenada por el general Dwight D. Eisenhower, entonces presidente de los Estados Unidos. Estas invasiones y/o represiones violentas a otros países de América Latina y el Caribe que estaban gobernadas por presidentes izquierdistas se repetirían sin misericordia (Chile, Granada, Panamá).
Por el otro lado, cuando amplios sectores populares de Hungría se levantaron contra el gobierno comunista de Imre Nagy en 1956, los soviéticos invadieron el territorio de manera severa.
En este escenario de hostilidades y prevenciones permanentes, el primero de enero de 1959 triunfan en Cuba los guerrilleros de la Sierra Maestra, comandados por Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Raúl Castro y Camilo Cienfuegos, en su lucha contra la sangrienta tiranía del sargento-taquígrafo Fulgencio Batista, apoyada por los EE. UU. El recién instalado gobierno revolucionario comenzó a realizar la repartición equitativa de la tierra y a nacionalizar empresas norteamericanas, con el fin de poner en práctica el ideario patriótico del Apóstol y héroe nacional José Martí.
El impulsivo presidente Eisenhower en represalia suspendió la cuota azucarera y el suministro de petróleo a Cuba, pero el primer ministro soviético NikitaJruschov ordenó el rápido envío de petróleo crudo a la isla. Fue entonces cuando se comenzó a planear de manera secreta el derrocamiento y, de ser posible, la eliminación física de los principales dirigentes de la Revolución, y la coordinación de acciones destinadas a la destrucción de un régimen comunista instalado en las mismas narices del imperio.
Eisenhower ordenó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) el planeamiento y ejecución de una invasión militar en la isla. Con el apoyo de grupos contrarrevolucionarios radicados en EE. UU., y con la complicidad de gobiernos subordinados a Washington como los del general Miguel Ydígoras Fuentes en Guatemala y el general Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua, entre otros, se dio comienzo a la planificación detallada de la invasión.
En enero de 1961 hubo sin embargo un cambio significativo: el demócrata John Fitzgerald Kennedy tomó posesión de la presidencia de EE. UU. Enterado de los planes de su antecesor, realizó algunas modificaciones, pero no pudo echarse para atrás y dio su visto bueno. Así no estuviera en el fondo muy de acuerdo con la forma, la analista DolorsGasós comenta que Kennedy se sentía molesto ante la proximidad de un sistema político (el comunismo) que abominaba y que consideraba un peligro para su país y para el resto de América Latina.
El 15 de abril de 1961, media docena de aviones A-26 bombardeó puntos clave de la isla como eran Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba. Al día siguiente, Fidel proclamó el carácter marxista-leninista de la Revolución y continuó dirigiendo la confrontación con la invasión mercenaria.
El 17 de abril más de 1.200 invasores desembarcan en Bahía de Cochinos, en Playa Girón y Playa Larga, pero en setenta y dos horas las fuerzas revolucionarias habían derribado una flotilla de aviones B-26, hundido los buques piratas y dado de baja a cuatrocientos atacantes. El resto tuvo que rendirse. El 1° de mayo, ante un multitud de un millón de personas reunida en la Plaza de la Revolución, el máximo líder cubano declaró que la Victoria de Playa Girón pasaría a la historia como “la primera derrota del imperialismo yanqui en América Latina”.
No solamente fue una derrota política y militar de los EE. UU., sino una derrota personal del presidente Kennedy, quien jamás había sufrido un revés en su vida. Su hermano Robert comentó años después cómo en menos de tres meses el presidente había encanecido casi completamente. Por su parte, los mercenarios capturados fueron juzgados, condenados y luego canjeados por tractores, medicinas y alimentos.
La victoria de Playa Girón consolidó el poder y el prestigio de Fidel Castro y de la Revolución Cubana en América Latina, en el mundo y aún en los propios Estados Unidos. No sobra recordar la frase lapidaria que entonces le expresó Fidel al presidente Kennedy: “Primero verán ustedes una revolución victoriosa en los Estados Unidos, que una contrarrevolución victoriosa en Cuba”.