La semilla que se sembró el 13 de marzo
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José Antonio Echeverría murió por la Patria. Fue una muerte que dolió, y mucho, pero también un canto de esperanza; pues al caer, acentuó la certeza de que el camino era la lucha, como lo demostraban ya los barbudos en la Sierra Maestra.
Tenía solo 24 años cuando perdió su vida al frente de aquel grupo de valerosos jóvenes que intentó «ajusticiar revolucionariamente al dictador Fulgencio Batista», en las audaces e históricas acciones del 13 de marzo de 1957.
Eran muchachos llenos de vida y de ideas, que reconocían en José Antonio sus cualidades de líder, su audacia y combatividad. A ellos no les sorprendería el fatal desenlace. Conocían de su fervor y valor, cercanos a la temeridad.
Quienes lo trataron atestiguan, además, que tenía una inteligencia alegre, un carácter cooperativo; era un joven entendido en el deporte y con elevado sentido de la justicia.
Junto a Fidel, el líder estudiantil firmó el documento conocido como la Carta de México, en la cual quedó formalizada la unidad de acción, previa al inicio de la lucha guerrillera contra la dictadura en Cuba.
Por eso, cuando Fidel aseguró que José Antonio Echeverría era un joven lleno de vida, nobleza, desinterés, de extraordinario coraje y profundos sentimientos, no hizo sino demostrar su admiración por uno de los más firmes revolucionarios de su tiempo.
No tiene nada de raro entonces que, al llegar a esta ciudad la Caravana de la Libertad, el 7 de enero de 1959, el jefe guerrillero decidiera desviarse de la ruta trazada y se trasladara a Cárdenas, para luego ir al cementerio a depositar, sobre la tumba de Echeverría, un ramo de flores blancas.
Habían transcurrido ya casi dos años de su muerte, y todavía el dramático episodio estaba muy presente en el máximo dirigente del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro.
A 65 años de aquella gesta gloriosa, Cuba recordará este 13 de marzo al líder estudiantil y a los compañeros de lucha que también sembraron, con su ejemplo, la semilla de una juventud rebelde.
El Gordo cayó como un valiente, cuentan que dijo Fructuoso Rodríguez, de sus más allegados compañeros.