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El tiempo infinito de Fidel

Date: 

24/11/2021

Source: 

Periódico Granma

Author: 

Hay fuegos que no se apagan nunca. Y hay verdades que no necesitan ser nombradas. Es por ello que cada vez que una victoria remueve las emociones de esta Isla, ahí está él desde la sobrevida que agiganta su presencia vital.
 
Cada vez que un desafío nuevo nos convida a reinventarnos ante tantas zancadillas imperiales, ahí está él, hecho torrente de acción y pensamiento para recordarnos que la obra no es perfecta, pero sí genuina, y sobre todo, nuestra.
 
Cada vez que una campaña de odio pretende eclipsarnos el horizonte, ahí está él, vestido de verde olivo, con su chaleco moral y su barba de rebelde para alertarnos de esos peligros mayores que vienen atados a la palabra injerencia.
 
Es nuestro Fidel, todos lo sabemos. Y si aún lo seguimos sintiendo presente es porque no hubo un adiós definitivo durante aquellas jornadas plomizas en las que un país entero desbordó aceras, calles y carreteras para abrazarlo, por última vez, a la distancia de un armón sencillo y estremecedor, que a su paso contundente desde La Habana hasta Santiago de Cuba, nos confirmó que «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz».
 
¿Quién dice que ha muerto? Cinco años después de su partida –solo física– hacia la eternidad, permanece preclaro en la memoria de los pueblos agradecidos del mundo. Renace en cada batalla cotidiana que defiende la paz, la preservación del planeta y el progreso de la ciencia en función del bienestar común. Palpita, con su probado ejemplo, en la cultura que no se vende ni se quiebra. Sigue, sencillamente, haciendo historia.
 
Otros le han visto también en la felicidad de los pequeños que han retornado a sus aulas, en el resultado de tres dosis salvadoras frente a una pandemia descomunal y en el empeño conmovedor de galenos, científicos, maestros, obreros y estudiantes.
 
Le han visto, incluso, en la necesaria transformación emprendida en barrios humildes, en el vuelo libre de una paloma, en el puño ganador de un boxeador «sin amo», en los acordes de una canción casi poética… y en la resistencia estoica de una nación.
 
Su legado –como ha dicho Abel Prieto, presidente de Casa de las Américas– pertenece al presente, al futuro; «lo necesitamos como al oxígeno porque siempre hay en Fidel respuestas deslumbrantes, iluminadas, sobre lo que está ocurriendo y puede ocurrir».
 
Tal certeza ha sido un mazazo directo al mentón de quienes, desde el Norte, han pretendido promover en las redes sociales lo que en el terreno no han podido conquistar jamás. Para muestra un botón: un 11 de julio que no terminó en el estallido social que soñaron, y un 15 de noviembre con una puesta en escena, sin marcha y sin aplausos.
 
Así van de fracaso en fracaso los esclavos del dinero, mientras la huella de Fidel resplandece en los que prefieren amar y fundar, en los que no le temen a ninguna tempestad, en los que no se desaniman, y en los que abogan por cambios internos, sí, pero nacidos del esfuerzo colectivo y no de un servilismo barato sin Patria y sin bandera.
 
Es esa la fuerza moral de un líder que inspira siempre, la inagotable herencia intelectual de un «hombre insólito» que se volvió semilla fértil en el sentir de millones, la leyenda viva de un Gigante que, en realidad, no necesita más calificativos que el de su propio nombre, Fidel.
 
Al amparo de su extraordinaria existencia, la Revolución Cubana tendrá siempre un estandarte de luz y decoro que no podemos dejar caer. No en balde nuestro Primer Secretario y Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, nos exhortó a que «(…) pensemos en Fidel, en sus ideas, en su imponente, fecundo e imprescindible legado, como una manera de alimentar ese genuino sentimiento de perpetuar por siempre su presencia entre nosotros».