Fidel en nuestra América
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Hondas emociones me embargan cuando recuerdo un acontecimiento memorable. No es casual que haya elegido este aniversario 67 del asalto al otrora Cuartel Moncada para compartir una página del proceso revolucionario, que ocurrió el 26 de Julio de 1958, en un emblemático lugar de la capital de Argentina: el Obelisco de Buenos Aires, que marca el Kilómetro cero para las rutas del país, ubicado en pleno centro, en la intersección de las avenidas 9 de Julio y Corrientes.
En ese escenario, en horas de la tarde, cientos de argentinos admiradores de nuestra Revolución, y la totalidad de los cubanos que vivían la dolorosa circunstancia del asilo político concedido por ese hermano país, asistían a un acto convocado por el Comité de Lucha del Movimiento 26 de Julio, que decidió crear en los primeros meses de 1958.
El objetivo central de la actividad era rendir homenaje a Fidel y a todos sus guerrilleros de la Sierra Maestra, que se batían valientemente por la libertad, la justicia y la defensa de la soberanía de la nación cubana.
En el parque que rodea al Obelisco, los participantes de aquel simbólico momento y los miles de personas que transitaban por la zona fueron sorprendidos por el despliegue de una enorme bandera bicolor –roja y negra–, con la aplicación al centro de las históricas siglas m-26-j, el inconfundible distintivo de la organización revolucionaria fundada por Fidel.
Pero esa enseña extendida era portadora de otros relevantes aspectos, entre los que figuraban que la bandera medía 26 metros de largo y era conducida por 26 personas: de un lado 13 argentinos y del otro 13 cubanos.
Previamente esa gigantesca bandera rebelde se extendió en acción de respaldo a la lucha de los «barbudos de la Sierra» desde la azotea del edificio Kavanagh, ubicado en el barrio Retiro, que con sus 120 metros de altura era el más alto de la capital argentina.
Su confección estuvo a cargo de entusiastas integrantes del centro Orensano, donde se asociaban los combatientes antifranquistas. Esa entidad pertenecía a la Federación de Sociedades Gallega de Buenos Aires, encabezada por la cubana residente Anisia Miranda y su esposo, el escritor y periodista gallego José Neira Vila.
En la cita de esa tarde primaron los encendidos y numerosos discursos, el espíritu de unidad y patriotismo que reinó, lo cual emocionó a los asistentes.
Entre los primeros en llegar estuvo la familia del Guerrillero Heroico argentino-cubano: Don Ernesto y Celia, los padres, y todos sus hermanos. El tío de Fidel, Gonzalo Castro, y su hija; Jorge Ricardo Masetti, junto a destacados dirigentes del Partido Peronista, los conocidos actores Francisco Petrone y Silvana Roth, además de intelectuales y sindicalistas… Entonces, el destacado poeta español Rafael Alberti rememoró unos versos que había escrito para recibir a las Brigadas Internacionales que combatieron en la España Republicana. Conmovido, los recitó en esa ocasión:
«Venís desde muy lejos… más esta lejanía /¿Qué es para vuestra sangre que canta sin fronteras? / De este país, del otro, del grande, del pequeño, / Del que apenas si el mapa da un color desvaído; / Con las mismas raíces que tiene un mismo sueño, / Habéis venido…».
Hasta la América del Sur, hace 62 años, llegó el mensaje rebelde, radical y libertario; los sueños de Fidel compartidos con su pueblo, protagonistas de la hazaña de librar el frontal combate por la justicia, «Sol del Mundo Moral», como la definió el eminente pedagogo cubano José de la Luz y Caballero(1800-1862). El pensamiento y acción del líder de la Revolución Cubana se expandieron por todo el Cono Sur y sumaron fundamentos a las demandas que plantean las luchas sociales y políticas, entonces y ahora, para hacer realidad la transformación de la sociedad hacia un mundo mejor.
*La autora fue testigo presencial de aquel histórico suceso.