Girón en nuestras vidas
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Queridos hermanos de sangre, de vida y alas cubanas:
Cada 17 de abril, la primera llamada del día de todos los Carreras fue necesariamente a nuestro padre. Después de su partida física, lo hemos hecho entre nosotros.
Este mismo día, pero de 1961 en Playa Girón la aviación de combate revolucionaria abría sus alas al cielo de Cuba con escasa y vetusta técnica recuperada, a la que en tiempo récord Papi dedicó toda su energía, talento y amor incondicional a Cuba que sabía sería agredida en breve, en medio de improvisaciones, humanos recelos y hasta incomprensiones, poniendo siempre a disposición de los jóvenes, algunos integrantes de las filas del Ejército Rebelde recién llegados a la Base de San Antonio de los Baños, sus técnicas mejor concebidas, a partir de su sólida formación como piloto de combate egresado de altas academias militares de Cuba y de los Estados Unidos.
Y fue así que en combate desigual, ocurrió el “milagro” de que la naciente Fuerza Aérea Revolucionaria logró desarticular el desembarco mercenario y abrió el camino seguro para que el pueblo cubano en armas propinara en las arenas de Playa Girón, la Primera Gran Derrota del Imperialismo en América Latina. Por eso el 17 de abril es una fecha que nos evoca y convoca a ir al encuentro con nuestra historia reciente y con el legado de nuestro padre.
Testimonios de los propios invasores confirman haber quedado sorprendidos cuando pocos minutos después del inicio del desembarco, vieron aparecer en el cielo del amanecer del 17 de abril de 1961 a los viejos aviones que creían haber inutilizado en los bombardeos a las bases aéreas cubanas del día 15 de abril y, para colmo, instantes después ver estallar en medio de la bahía de Cochinos el buque Río Escondido, con la sensible pérdida para ellos de la planta de comunicaciones, la reserva de combustible, las armas y municiones con las que planeaban mantener la franja de tierra que tenían que conquistar para desde allí, implantando un gobierno al servicio de los Estados Unidos, solicitar la intervención de la armada yanqui que esperaba la señal a escasas millas de las costas cubanas.
Ese mismo día 17 de abril, pocas horas después, la aviación cubana propinaba otro golpe demoledor a los invasores: el buque Houston donde se encontraba la mayoría de los integrantes del Quinto Batallón de la Brigada 2506, había quedado inutilizado, echando humo y encallado. El plan del desembarco se había frustrado.
De conjunto con los jóvenes artilleros antiaéreos, fue derrotada la aviación invasora y entre los derribados estaba el cadáver de un oficial norteamericano en activo, lo cual constituyó una prueba material de la participación directa del gobierno de los Estados Unidos en los hechos que ellos mismos habían negado y presentado como una revuelta interna entre militares cubanos.
La historia anterior es conocida y para nuestros hijos, formados en la práctica de validar los hechos, vale la pena precisar algunos datos que el discurso general no reitera y que, sin embargo, son necesarios para entender la magnitud del desafío que enfrentaron sus abuelos y también sus padres, quienes entonces eran incluso más jóvenes que ellos y en aquellos días también tuvieron su bautismo patriótico cargando municiones, armando y desarmando fusiles, custodiando costas, objetivos del país, aprendiendo a tirar en cuestión de horas con metralletas y con las llamadas cuatro bocas que recién habían llegado a Cuba desde la entonces Checoslovaquia y la Unión Soviética.
Al momento del desembarco en Playa Girón, la Fuerza Aérea Revolucionaria contaba con ocho aviones recuperados por el tesón de los pocos técnicos que no abandonaron el país y que hacían adaptaciones improvisadas de piezas a riesgo total, sin tiempo para probarlas, que sumó el interés y la responsabilidad de aprender pronto y bien, de aquellos jóvenes que recién llegaron después, entre los cuales estuvieron sus padres, quienes desde entonces quedaron vinculados por siempre a la aviación cubana.
La cantidad de pilotos con posibilidad de participar en los combates fueron diez, de ellos, solo tres eran experimentados; los otros tenían muy pocas horas de vuelo. La correlación de técnica de combate aéreo con los invasores días antes era de 1 a 5 a favor del enemigo y de pilotos, de 12 a 1 a favor también de los invasores. Las cifras no podían ser más desfavorables, pero eso no los paralizó, a pesar de la claridad del riesgo para sus vidas.
En 66 horas de combate con ocho aviones desvencijados se realizaron 70 misiones, en las que fueron derribados nueve bombarderos B-26 enemigos, hundidos dos barcos de transporte de tropas, tres barcazas LCT de transporte de tanques y cinco barcazas de desembarco.
De los diez pilotos, dos perdieron la vida: Luis Alfonso Silva Tablada y el nicaragüense internacionalista y antisomocista Carlos Ulloa Arauz, quien en un hecho de extraordinario simbolismo, mientras la invasión mercenaria fue despedida por el dictador Somoza en Puerto Cabezas, Nicaragua, él entregaba su vida entre el cielo y el mar de Playa Girón, por Cuba, por Nicaragua y por América Latina.
Cuando 59 años después, hoy 17 de abril de 2020 enfrentamos la pandemia de la COVID-19, frente a un enemigo invisible que tiene al mundo en vilo; en condiciones de recursos materiales realmente desventajosas para Cuba en relación con lo que se pudiera desear a causa del bloqueo genocida, extraterritorial y absurdo de la misma potencia que desde antaño se niega a mantener una relación normal y civilizada con nuestro país, no puedo sustraerme al sentimiento que llevo en la sangre de echar siempre pa’lante aunque las matemáticas nos hagan parecer imposible lo que ya nos consagramos en defender.
Por eso, esté donde esté, convoco el espíritu de nuestro padre para que nos siga guiando en las horas difíciles, como nos enseñó en vida, con la misma entrega y confianza en nuestras fuerzas, para que con talento y vocación podamos lograr las metas que nos hemos propuesto por el bien de los nuestros, que es Cuba y es también el mundo mejor para todos.
Viviremos y Venceremos