Embajadores de amor, paz y vida
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Nuestros galenos, preciados frutos de una obra excepcional, comprenden que su contribución diaria con la calidad de vida de su propio pueblo, de otros pueblos del mundo, es la mejor manera de honrar a su patria, de honrar la historia que les ha precedido, y a Fidel
Blanca como su vestimenta, así llevan también el alma, ¿quién puede dudarlo? Su nobleza ha transparentado las fronteras en un batallar incesante por la vida, que desconoce diferencias de clases, que no distingue razas y que solo pide a cambio esperanza renacida.
Nunca se les ha visto flaquear. A pesar del país que les late en el pecho desde la distancia, de los seres amados que esperan, del incesante aprendizaje de nuevos idiomas y culturas, ha sido su voluntad como el acero, porque son las convicciones el móvil que los empuja, y a quien tiene claridad de sus principios pocas veces le fallan las fuerzas.
Ángeles, así les llaman aquellos que han encontrado en sus manos el aliento, la esperanza, la ternura necesaria para arrancar una sonrisa al más sufrido, al más desamparado. Ángeles, porque quienes han sido víctimas del olvido que trae aparejado la pobreza, no encuentran un calificativo terrenal para tanto desprendimiento, altruismo, amor.
No pongo en duda que una profesión tan humana como la Medicina abrigue alrededor del mundo a millones de profesionales admirables, cuyo compromiso con la humanidad está por encima de las grotescas y crueles barreras que edifica el dinero. Sin embargo, no creo que exista un país donde los que hayan elegido ese camino se constituyan como ejército de embajadores de paz, donde exista un concepto tan elevado del internacionalismo, un reconocimiento tan claro de la salud como derecho inalienable del ser humano. Solo en Cuba, pero no es casual.
Lo cierto es que nuestros galenos, preciados frutos de una obra excepcional, comprenden que su contribución diaria con la calidad de vida de su propio pueblo, de otros pueblos del mundo, es la mejor manera de honrar a su patria, de honrar la historia que les ha precedido, y a Fidel, quien, con su ejemplo primero, demostró que la calidad humana es el requisito esencial para hacer de este un mundo mejor, más justo, con menos desigualdad.
Ellos han llegado hasta los más inhóspitos parajes, han compartido el dolor de quienes lo han perdido todo, han puesto su talento al servicio de la vida.
Y lo que el imperio no soporta, lo que lastima su orgullo, es que el nombre de esta Isla se asocie a la solidaridad, al humanismo, al hermoso gesto de tender una mano amiga cuando otros dan la espalda. Por eso emprenden desesperadas campañas difamatorias contra nuestras misiones médicas, por eso mueven a sus títeres para que bajo ruines pretextos pongan fin a una obra de infinito amor.
Pero Cuba no renuncia a sus puentes de internacionalismo, porque ese es un principio cimero. ¿Qué son los vínculos comerciales, políticos, sin los vínculos humanos?
Hoy, cuando se celebra el Día de la Medicina Latinoamericana, el homenaje de este pueblo a su ejército de batas blancas es un acto espontáneo, sincero, porque como los millones de personas que en el mundo agradecen su denuedo, somos los cubanos los primeros agradecidos.
No importa cuántas sórdidas falacias se desplieguen, no importa cuántos obstáculos se le presenten a nuestra vocación solidaria. Nuestros galenos serán recordados siempre por haber hecho de la Medicina un ejercicio profundamente humano, y quienes los ataquen, si llegaran a trascender, sería solo por su condición tiránica de negar el derecho humano a la salud.