La primera escuela del Ejército Rebelde
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Los testimonios que aparecen a continuación corresponden a entrevistas realizadas por el autor a los combatientes Eduardo Ruiz Samé, Evelio Laferté Pérez y Juana Peña Peña.1
A veces uno habla de situaciones difíciles de expresar, incapaz de poder describirlas con palabras, aunque quienes las vivimos no podremos olvidarlas nunca.
Una vez el comandante Ernesto Guevara pidió reclutas a la escuela de Minas de Frío, con el ánimo de incorporarlos a una columna del Ejército Rebelde; ordené formar a la tropa para seleccionar a los mejores, siempre teniendo en cuenta que el Che era muy exigente. Había que decirle si el seleccionado tenía buenas o malas condiciones. En la formación había un joven, imberbe aún, de unos dieciocho años de edad, con los pies llagados por el fuerte entrenamiento, pues lo había hecho descalzo. Lo observé detenidamente y le dije: «En esas condiciones no puedes integrarte a la tropa». Le brotaron las lágrimas y abrazó con fuerza el fusil. «¡Usted no puede hacer eso, capitán!... ¡No pueden hacerme eso! ¡Tengo que ir!». Lloraba porque lo privaban de pelear y tenía que entregar el fusil y permanecer en el campamento hasta recobrarse físicamente.
Esta anécdota la hacía Eduardo Ruiz Samé, el segundo director de la Escuela de Reclutas Minas de Frío, desde julio hasta octubre de 1958.
Surgimiento de la escuela
La escuela surge en los primeros días de abril de 1958. El Comandante en Jefe estaba en La Montería, en las estribaciones de la Sierra Maestra, allí conversó con el capitán Evelio Laferté para plantearle la idea de crear un centro de instrucción militar destinado a los nuevos ingresos provenientes de los distintos frentes; además, el plan de aprendizaje contemplaba el adiestramiento de las tropas más viejas, portadoras de cierta experiencia en combates.
La necesidad de entrenar a los combatientes política y militarmente antes de tomar parte en las acciones era un imperativo del desarrollo alcanzado en el último año de la guerra. Posteriormente a la creación del centro de reclutas de
Minas de Frío también existió en el territorio del Segundo Frente Oriental Frank País, fundado por el comandante Raúl Castro, la escuela José Martí, donde impartían lecciones de capacitación cívica y formaban maestros para la tropa rebelde. Adoptó ese nombre porque la esencia de su doctrina era el pensamiento revolucionario del Héroe Nacional.
En la zona del Tercer Frente Mario Muñoz hubo otro centro para la instrucción de los combatientes, la escuela Cuba. Por la misma razón el comandante Ernesto Guevara, cuando llegó al Escambray fundó la escuela de reclutas Ñico López, en Caballete de Casa. Evelio Laferté era un teniente del ejército graduado en los primeros meses de 1958 y destacado en Oro de Guisa. Un día cayó prisionero en una emboscada tendida por los rebeldes cuando participaba en un patrullaje de reconocimiento; él debía determinar la situación de la tropa del ejército batistiano en Pino del Agua. En su situación de detenido, Laferté apreció el trato humano que tenían con los prisioneros, le gustó la disciplina de los guerrilleros y le escribió a Fidel pidiéndole permiso para ingresar en las filas de la Revolución. En la carta de respuesta Fidel aceptó su proposición y lo felicitó por el paso dado, del cual en el futuro siempre estaría orgulloso. Además lo ascendió al grado de capitán.
Para la instauración de la escuela fue escogida la meseta de Minas de Frío por la protección natural que ofrecía una mina de manganeso con capacidad para albergar a unas doscientas personas.
Narraba Laferté:
Desde hacía tiempo Fidel tenía la idea de organizar la escuela me lo planteó y lo encontré bien. Discutimos los lineamientos y de allí partí hacia Minas con la misión de dar los primeros pasos encaminados a su creación. Todo lo concibieron Fidel y el Che. Otro compañero y yo éramos los ejecutores.
Así organizaron la escuela, partiendo de un lugar de estacionamiento que permitiera hacer la selección y adiestramiento del personal. Se establecieron en una finca propiedad del campesino Mario Sariol de quien recibieron todo tipo de facilidades, inclusive apoyo logístico.
La región de Minas de Frío estaba bajo el mando militar del Che y él mismo supervisaba con sistematicidad el funcionamiento del centro.
En los primeros días de abril comenzaron a llegar los alumnos de los distintos frentes y otros procedentes de las ciudades. Pero la base fundamental de que se nutrió la escuela fue de jóvenes campesinos llegados allí por previa selección. Ellos eran sometidos a un proceso de verificación, había que evitar el espionaje del enemigo. El Che personalmente hizo cantidad de entrevistas y creó un sistema de preguntas para que otros compañeros se guiaran por ellas.
Recordaba Laferté:
A los pocos días de estar funcionando la escuela empezaron los ataques de la aviación. Los reclutas decían medio en broma y medio en serio que resistir los ataques de la aviación era otra asignatura a vencer.
Verdaderamente era una prueba de fuego a la que se sometía todo el alumnado y los profesores.
A veces bombardeaban los aviones tres y cuatro veces al día. Cuando descubrieron nuestra posición ya no tenían hora fija para atacar. En esta situación tomaron algunas medidas: colocaron centinelas con el fi n de detectar los aviones y dar la alarma; reacondicionaron el túnel de la mina utilizando maderos para evitar los derrumbes y construyeron trincheras. La orden dada al personal era mantenerse lo más oculto posible; el enemigo no debía determinar bajo ningún concepto la cantidad de combatientes.
El capitán Laferté estuvo mucho tiempo junto al Che, en su ranchito vara en tierra ubicado cerca de la escuela. Evocaba:
Cuando se escuchaba el sonido de los aviones dábamos la voz de alarma y todos iban al lugar correspondiente. Pero el Che en esas situaciones impartía órdenes e instrucciones, mientras paseaba de un sitio a otro, sin refugiarse. En el momento que decidía refugiarse, a veces era tarde, ya los aviones ametrallaban. Eso le ocurría tan frecuentemente, que le construimos un refugio cerca del ranchito, aunque él no le prestó mucha atención. En una oportunidad la aviación atacó y salimos corriendo, el Che no quiso meterse en su refugio, decidió ir para donde se guarecían los reclutas. No pudimos llegar, el bombardeo era muy intenso y nos protegimos en un arroyito pedregoso. Al regresar, vimos el refugio del Che destruido por una bomba. Nosotros pensábamos que era un capricho suyo no utilizarlo, después nos alegramos de lo previsor de ese capricho.
Actividades docentes
De junio a julio llegaron más reclutas. Eduardo Ruiz Samé llegó para ayudar, también Pablo Ribalta quien procedía de las filas del Partido Socialista Popular y era un experimentado maestro. También colaboró en la docencia Radamés
Reyes, un magnífico tirador y profesor de tiro.
El nivel cultural del alumnado, a no ser en pocas excepciones, era muy bajo, por ese motivo hubo que impartir clases de cultura general. Enseñaban Gramática, Historia de Cuba y Geografía. En Historia de Cuba introdujeron elementos de clase política a cargo del Che, Pablo Ribalta, Eduardo Ruiz y otros.
Había, por supuesto, asignaturas de carácter militar como: Práctica de infantería, Táctica, Movimientos de la escuadra y el pelotón. Los ejercicios se hacían con fusiles calibre 22 y barras de puntería. Los reclutas, por orientación de los profesores, usaban palos de iguales dimensiones a las de un fusil para ejercitarse en las prácticas de infantería y avance.
La duración del curso no tenía un tiempo establecido, lo determinaba el desarrollo, habilidades del combatiente y las necesidades de personal para las columnas, bien cuando se formaban algunas nuevas o cuando hacía falta reponer. Muchos de los graduados fueron destacados soldados en la guerra.
Un baluarte de la institución
A pesar de tener tantas responsabilidades en la comandancia, Celia Sánchez fue un baluarte para la escuela; ella le dedicaba buen tiempo. Su peculiar sensibilidad y humanismo fueron factores muy importantes en el suministro de materiales y otras necesidades del centro. Esa atención la corroboró una carta enviada a Laferté. Evelio no olvida cómo Celia se interesaba por los reclutas, la comida y la estética del lugar.
Había partido de mi puesto de mando en Cuatro Caminos, el día 9 de noviembre. Mil reclutas habían sido preparados en las duras condiciones de Minas de Frío. Pedí me enviaran, si mal no recuerdo, 100 hombres desarmados para que me acompañaran.
Fidel
Etapa difícil
Durante la ofensiva de la tiranía la escuela tuvo una etapa difícil, allí había cerca de seiscientos alumnos desarmados. La jefatura adoptó medidas de defensa, cavaron trincheras y cuando el enemigo atacó le hicieron unas cuantas bajas. Pero no pudieron evitar que efectivos de la tiranía la tomaran, apoyados por la aviación. El personal tuvo que replegarse hacia otras zonas. Las columnas del Ejército Rebelde no podían prestarle toda la defensa en medio de aquella situación, había otros objetivos como la comandancia y la estación de Radio Rebelde ubicados en La Plata, a las cuales era imprescindible darles protección.
Después de ser rechazado el enemigo en La Plata y en las cercanías de la escuela por el Che, organizaron nuevamente el centro de preparación de reclutas; entonces Fidel encomendó a Laferté otras misiones; lo sustituyó Eduardo Ruiz Samé. Él recordó que hubo mucha actividad en la escuela determinada por la ofensiva rebelde.
Samé era un combatiente del Ejército Rebelde, excapitán de la Policía Nacional con conocimientos militares; ya había sido licenciado desde los años cuarenta. Luego estuvo muy vinculado al Movimiento 26 de Julio. En los primeros meses de 1958 partió hacia la Sierra por órdenes del movimiento.
El encuentro con el Comandante en Jefe ocurrió en las Vegas de Jibacoa; luego Fidel le ordenó ver al Che, y este le explicó todo lo concerniente a la reorganización de la escuela. AI poco tiempo el centro volvió a nutrir columnas del Ejército Rebelde con las armas ocupadas en la ofensiva. En ella participaron los reclutas como bombistas, cargaban las bombas fabricadas en las montañas y las lanzaban contra el enemigo. También participaron en la carga de municiones para las distintas zonas de combate, y fueron hasta camilleros.
Eduardo Ruiz Samé fue director solo unos meses. En octubre fue enviado a Mompié. Fidel estaba reunido con Faustino y le dijo: «¿Cómo vino con ese tiempo?». Afuera llovía fuerte por la presencia de un ciclón. «Me citaron para este día y no podía faltar» —respondió Samé. Fidel le presentó a Aldo Santamaría y le comunicó que este iba a sustituirlo en Minas de Frío. Él pasaría a organizar la Policía Militar.
Presencia de la mujer
Juana Peña tenía dieciséis años cuando ingresó en la Escuela de Reclutas. Desde hacía tiempo trataba de localizar a los rebeldes sin resultado alguno. El comandante Crescendo Pérez visitaba su casa en La Mota. Ella le hizo saber su deseo de participar en la guerra. Crescendo le dijo que era muy niña, desconocedora de los peligros en ese medio. Juana insistía y argumentaba la necesidad de mujeres en la cocina.
Cuando ingresé en la escuela ya había bastante reclutas. Cocinábamos plátano burro con miel. En cuanto los preparábamos hacían la cola y cada uno recibía el suyo. Ese era el alimento diario. Otras veces hervíamos frijoles sin sal, ni grasa. Con esta alimentación nos sostuvimos cantidad de tiempo.
En algunas ocasiones los campesinos traían queso blanco, no alcanzaba para llenarlos a todos. Lo partíamos en pedacitos de a onza y ese era el almuerzo.
Prácticamente los aviones no nos dejaban cocinar; desde por la mañana empezaban a bombardear. Una vez cayó una bomba en la entrada de la mina donde estaba el refugio de los reclutas. Fui una de las últimas en entrar y los compañeros me regañaron fuertemente. Pero las bombas no intimidaron a ninguno. Además, creo que no eran tan efectivas. En todo el tiempo que estuve allí nada más mata ron un gallo.
Por la mina también pasaron otras mujeres: Monga, la esposa de Mario Sariol; Sergia, una muchacha muy graciosa que murió cuando el paso del ciclón Flora; Georgina Pena y Nidia.
Cierto día llovía a cántaros, las trincheras se llenaron de agua enseguida y algunos dijeron que no entrarían allí, ni aunque cayeran bombas del cielo. Pero en cuanto empezó el bombardeo —recuerda Juana— todos entraron y el agua les rozaba las barbillas.
Juana después decidió combatir e ingresó en el pelotón Mariana Grajales, allí permaneció hasta el final de la guerra.
De esa escuela queda mucho por contar. Fue la primera fragua de combatientes, la retaguardia segura, abastecedora de soldados para las columnas invasoras y las nuevas tropas formadas por Fidel. Ella también contribuyó al éxito de la ofensiva final contra el ejército de la tiranía.
1 Tomado de: Ejército Rebelde. El Alma de la Revolución, t. 1, ob. cit., pp. 149-155.