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El último beso

José Antonio Echeverría (centro), Juan Pedro Carbó y otros compañeros en una manifestación contra la tiranía de Fulgencio Batista. Foto: Archivo
José Antonio Echeverría (centro), Juan Pedro Carbó y otros compañeros en una manifestación contra la tiranía de Fulgencio Batista. Foto: Archivo

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12/03/2019

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Periódico Granma

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Los labios se fundieron con amor. En ese beso iba la intensidad con que habían transitado por la vida. Quizá fuera el último. Mercedita bajó del Chevrolet y lo miró  fijamente a los ojos. Quería llenarse de ellos. Solo susurró: ¡cuídate!
 
Horas antes, Pedro Nolasco Monzón Martínez (Juan) y Mercedes Balán Campa transitaban por debajo de los árboles frondosos de la carretera central rumbo al Entronque, en los límites de las provincias de La Habana y Matanzas.
 
En esa intersección de la carretera central fue el último adiós. Ella, con su pequeño en brazos, ocupó otro vehículo, y los seis kilómetros que la separaban de la casa donde nació le parecieron una eternidad.
 
Su cabeza era un torbellino. Sabía que se acercaba el momento y su lugar, con su pequeño hijo, era junto a su madre María y esperar noticias.
 
Días antes recibió la orden de abandonar la vivienda en el Cerro, donde se encontraba junto a su esposo e hijo. Allí, en uno de sus cuartos y bajo el colchón y cama, esperaban un grupo de armas el momento de entrar en acción. Su verdadera morada se ubicaba en el reparto Parajón en  Arroyo Naranjo.
 
Pedro Nolasco, quien entre sus allegados fue conocido como Juan, era chofer en los Ómnibus Moderno s.a. en el paradero del Cerro, lugar donde fue un aguerrido dirigente sindical, por lo cual fue perseguido y detenido en varias ocasiones.
 
Mercedita sorprendió a toda la familia cuando se apareció sola con Juan  Lorenzo, el fruto de la unión de ella y Juan. Hacía un tiempo no despreciable que no tenían noticias de ella. Solo su hermano mayor pudo conocer dónde estaba.
 
La casona de madera, de puntal  alto y con tejas, en Aguacate, donde vivía la familia de Simón y María, como de costumbre, desde temprano en la mañana abría las puertas de madera de la sala y el comedor, así como el ventanal desde donde se apreciaba el brilloso piso de losas dibujadas hasta el acceso a la cocina.
 
Mercedita caminaba de un lado a otro, silenciosa, atenta a las noticias que se escuchaban por el viejo radio que ocupaba su estrado en un rincón de la sala. María, la matriarca de los Balán Campa, sabía que algo extraño estaba sucediendo.
 
El 13 de marzo de 1957, pasadas las tres de la tarde, se escucha la noticia por Radio Reloj y a continuación la alocución de José Antonio Echeverría, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria.
 
Mamá, ahí está Juan y tengo que partir de inmediato para La Habana, comentó Mercedes. Fue una odisea entre sus hermanos y padres convencerla de que esperara más noticias. Al otro día partió y comprobó que entre los atacantes al Palacio Presidencial se encontraba su esposo, y fue uno de los revolucionarios que cayó combatiendo en la madriguera del tirano.
 
Mercedes Balán Campa colaboró en la lucha clandestina en La Habana, su domicilio fue brutalmente registrado por las hordas de la tiranía batistiana y fue presa por Ventura. Nunca se recuperó del todo de las secuelas del clandestinaje.

La colina universitaria, que desde la fundación de la feu
había sido bastión de lucha contra las injusticias, vio surgir a la
Generación del Centenario y a valerosos jovénes como los que
protagonizaron las acciones del 13 de marzo de 1957
y los que continuaron en la lucha. Foto: Archivo
¡Pueblo de Cuba!, son las primeras palabras de José Antonio Echeverría,
20 minutos después de las tres de la tarde del 13 de marzo de 1957,
por la emisora Radio Reloj, al hacer la alocución del Directorio Revolucionario.
En la foto, impactos de balas en la cabina de control de la emisora
producto del asalto. Foto: Archivo de Granma
La sangre no se derramó en vano. Hoy los jóvenes universitarios son
continuidad de la obra. Foto: Ariel Cecilio Lemus