«Fidel era incansable»
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«La noticia de que formaría parte de la escolta de Fidel me cambió la vida», confiesa José Alberto León Lima, a quien el Comandante en Jefe apodó Leoncito, y desde entonces casi nadie lo llama por su nombre.
Cuando a finales de 1958 se incorporó a la Columna 17 Abel Santamaría, del ii Frente Frank País, nunca imaginó que algunos meses después sería designado como escolta del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, y lo acompañaría en la Caravana de la Libertad de camino a la capital del país.
En la trayectoria, como era de esperar, un mar de pueblo inundaba las calles. «El día 8 de enero, cuando llegábamos a la calle 41, el carro se detuvo por la multitud, y alguien le muestra a Fidel un busto que le realizaron como homenaje por la victoria, sin embargo, él le pidió a estos compañeros que lo retiraran de aquel lugar».
Leoncito nos cuenta que a Fidel no le gustaban las esculturas ni los cultos en su honor, pero su forma de ser era tan sorprendente, que en ese momento se dirigió a los que estaban cerca de él y con una sonrisa les dijo: «¡Ni se parece a mí!».
León Lima acompañó a Fidel en la Caravana de la Libertad hasta Pinar del Río y constató cómo en cada pueblo que llegaban los revolucionarios la alegría era inmensa y la multitud se concentraba para escuchar al líder de la Revolución.
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A finales de enero de 1959, la comitiva donde se encontraba Leoncito, encabezada por Fidel, realizó un viaje a Venezuela. Pocos días después de arribar nuevamente a Cuba, Alberto Vázquez, quien se desempeñaba como chofer del Comandante en Jefe, recomendó a José Alberto León para que lo sustituyera en esta labor debido a sus conocimientos como conductor y mecánico.
«No lo esperaba, pero asumí esa tarea con toda la responsabilidad. Cuando comencé, el carro era un Chevrolet 1957, aunque días después me dieron un Oldsmovile negro 1958. A pesar de ser el chofer de Fidel, también se me encomendó acompañarlo como escolta, y desde entonces no me separaba de él ni un instante.
«Estuvimos junto a él en el Escambray, la lucha contra bandidos, la Coubre y muchas otras acciones para proteger a la Revolución», dice Leoncito, cuando las anécdotas que recuerda con cariño no le alcanzan para ejemplificar lo que representa Fidel para él y para todos los cubanos.
Cuando le preguntamos cómo transcurrió la primera vez como chofer de Fidel, la palabra que le vino a la mente de inmediato fue «desagradable». Nos cuenta que en aquellos primeros días el Comandante estaba en el hotel Habana Hilton, hoy Habana Libre, y el carro lo guardaban en el parqueo.
«Cuando salgo con Fidel del hotel, 25 minutos después de comenzar mi trabajo, en las calles Paseo y Zapata un carro nos rozó. El Comandante le decía al otro chofer que se calmara, que no había pasado nada, sin embargo, el señor se disculpaba constantemente. Yo, en ese momento, no sabía qué hacer, me puse muy nervioso, era mi primera vez como chofer de Fidel, ¡imagínense! Pero después ya no tuve ningún otro problema como su chofer y escolta».
El hospedaje en el hotel Habana Hilton era muy caro y cuando la heroína de la Revolución, Celia Sánchez, se da cuenta de aquello, le pide a Fidel mudarse a una casa que ella tenía en el Vedado.
Leoncito y otros compañeros de la escolta se hospedaron también en la casa de Celia. «Al principio, como no había nada organizado, yo dormía en el sofá y el resto se acomodaba como fuera. Éramos simples combatientes, pero convivíamos con Fidel como su familia en aquellos primeros años de la Revolución», expresó.
De la sensibilidad humana del líder, José Alberto destacó: «Cada miembro de la escolta sabía cuándo salíamos, pero no cuándo regresábamos ni lo que podría suceder. Fidel, cuando se sentaba junto a nosotros, daba tiempo a que todos los compañeros almorzaran, conversaba, reía, y hasta que él no nos veía terminar, no se levantaba de la mesa ni un instante».
«Durante los casi dos años que permanecí como chofer y escolta de Fidel, él no sufrió ni un rasguño; sin embargo, estuvo en peligro en varias ocasiones. Cuando se produjo la segunda explosión del barco La Coubre nosotros tuvimos que proteger a Fidel y tirarnos encima de él porque estaban cayendo muchos pedazos de hierro del barco por todas partes, y la otra ocasión fue en el Escambray, porque los bandidos lo querían matar».
De estos episodios históricos a José Alberto León Lima le queda la satisfacción de saber que «todos los que integraron esa primera escolta cumplieron con dignidad, abnegación y sacrificio la difícil tarea que les fue encomendada».
Fidel Castro, personalmente, le pidió a Leoncito que escribiera un libro con los acontecimientos que él mismo había presenciado. En ese momento a José Alberto le surgió otra tarea revolucionaria, esta vez, la de realizar un trabajo de recopilación de documentos, fotos y testimonios que culminaría con la presentación en el año 2016 del libro Testimonio del chofer y escolta de Fidel.
En este material, Leoncito detalla cada encuentro, las acciones en las que estuvo presente y también los momentos cuando el Comandante fue mucho más que el líder de la Revolución, se convirtió en el amigo, el compañero. Una de esas anécdotas reflejan uno de los momentos más felices de la vida de este combatiente: su boda.
«Fidel llegó una hora antes el día de mi boda. El corre corre fue tremendo. Yo quería atenderlo, pero tenía que prepararme. Fue el padrino de la boda, un gran honor para mí y mi esposa Lourdes», cuenta Leoncito al recordar aquel día 3 de mayo de 1961, poco después de las acciones de Playa Girón.
Los primeros años de la Revolución, Leoncito los pasó junto al Comandante en Jefe, muchas veces trabajando más de 40 horas seguidas.
«Decir que una persona siente miedo o no es muy difícil. Lo que puedo decir es que Fidel siempre se sobrepuso a todo, era incansable. Nunca vi que expresara el miedo, ni durante nuestros viajes, ni en las acciones revolucionarias; ni siquiera a la muerte.
«A los 90 años se nos fue, pero porque quiso, y nada más y nada menos que un 25 de noviembre, fecha crucial en la última etapa para lograr la Revolución, aniversario de la salida del Granma de México».
Para Leoncito un libro no es suficiente como homenaje a Fidel. Cada recuerdo le permite confirmar una vez más que «Fidel es uno solo. Gracias a Fidel me he vuelto mejor persona, mejor combatiente y más revolucionario».