Ética y optimismo de vencedor
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He tratado de buscar alguna fórmula que sintetice al Fidel Castro que ahora cumple 92 años, que sigue junto a nosotros y cuya impronta abarca cada acción de la vida, cada sector de la sociedad, a amigos –y hasta enemigos–, a viejos y jóvenes, a médicos y enfermos, a jefes de Estado y a desamparados de este mundo.
Su obra, reconocida internacionalmente, suma en su haber la idea de que se hiciera un estudio genético en varios países de América Latina, que no solo puso al descubierto cuánta desigualdad y abandono existe, sino que también posibilitó que se emprendieran vías para curar enfermos o al menos aliviar socialmente a los ignorados de esta Tierra.
Acudí al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española para buscar una definición de genio, convencido de que Fidel es un genio y dice: «Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables. Persona dotada de genio».
Volví a sus Reflexiones y a dos libros que una tarde, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, nos dedicó y regaló personalmente a quienes participábamos como periodistas en la Mesa Redonda. Uno de ellos,
La victoria estratégica, además de recrearnos con sus relatos de niñez y juventud, en su natal Birán, resume su época de estudiante en la escuela La Salle y el Colegio Dolores, ambos en Santiago de Cuba, y su traslado por decisión propia para el Colegio Belén, en La Habana.
En este último centro, cuando se graduó, en el anuario de la escuela aparece escrito: «Fidel Castro (1942-1945). Se distinguió en todas las asignaturas relacionadas con las letras. Excelencia y congregante, fue un verdadero atleta, defendiendo siempre con valor y orgullo la bandera del colegio. Ha sabido ganarse la admiración y el cariño de todos. Cursará la carrera de Derecho y no dudamos que llenará con páginas brillantes el libro de su vida. Fidel tiene madera y no faltará el artista».
Los que lo conocieron y siguieron en su etapa de estudiante de la Universidad de La Habana lo catalogaron desde muy temprano como «un verdadero líder».
Los que lo acompañaron al Moncada no escatimaron nunca la admiración por aquel martiano que fue capaz de organizar y dirigir un «asalto al cielo» en una mañana santiaguera de la Santa Ana.
En la cárcel se le recuerda siempre como el intrépido Fidel, que desafió la soldadesca batistiana y que, en su carácter de jurista, se propuso llevar a juicio a los criminales que asesinaron a tantos jóvenes, y en primer lugar al dictador Fulgencio Batista.
Salido del mal llamado Presidio Modelo en Isla de Pinos; su vocación de patriota, su voluntad de luchar por liberar al país de tanta ignominia como se lo había propuesto en 1953, y la decisión que siempre tuvo de ser revolucionario, lo condujo a México, desde donde organizó la expedición del Granma, para regresar a la Patria y emprender la lucha.
En la Sierra Maestra fue capaz, tras los días angustiosos del comienzo, de exclamar «¡Ahora sí ganamos la guerra!» cuando eran solo 12 los hombres reunidos por primera vez tras los combates iniciales.
Fue el gran estratega que movió a sus compañeros por un territorio extenso y montañoso, a la vez que organizaba columnas que marcharan hacia las provincias centrales y occidentales, para de esa forma llevar la llama revolucionaria a todo el país.
El fragor del combate no lo concibió sin un medio de comunicación que hiciera llegar la voz rebelde a toda la nación. Por eso, junto al Che, creó Radio Rebelde. Años después, con la Revolución en el poder, en congresos y plenos con periodistas, demostró ser un comunicador por excelencia y así lo evidenció compareciendo ante programas como la Mesa Redonda, escribiendo y publicando sus Reflexiones y compartiendo con colegas de muchas partes del mundo su vocación de luchador incansable y de conductor seguro.
LA ETAPA MÁS DIFÍCIL
Luego del triunfo de la Revolución, dijo a sus hombres y al pueblo todo, que comenzaba la etapa más difícil, la de construir un país nuevo. Por ello no demoró en promulgar la Ley de Reforma Agraria para dar la tierra a los campesinos y eliminar los latifundios.
Ante las primeras acciones adversas desde Estados Unidos, proclamó la nacionalización de las empresas foráneas, fundamentalmente estadounidenses, que explotaban al país y se llevaban sus riquezas.
Cuando la invasión mercenaria por Playa Girón, dirigió y participó en el combate y derrotó al yanqui por primera vez en América Latina.
Su vida transcurrió junto al pueblo, pensando y ejecutando acciones que harían irreversible al proceso revolucionario cubano.
Ningún tema le fue ajeno, ni como Jefe de Estado ni como estudioso de cada problema que afronta la humanidad.
MODELO INCLUSIVO
Fue capaz de concebir un modelo inclusivo de salud que acercara al médico a la población; desarrolló el concepto de médico de la familia, que luego se extendería a otros países donde nuestro pueblo ha mostrado el carácter esencialmente internacionalista y humano de la Revolución.
Previó que el futuro sería de hombres de ciencia y concibió el Polo Científico, hoy modelo de investigación y producción de vacunas y otros medicamentos, algunos únicos en el planeta y otros solo salidos de países del llamado Primer Mundo.
Su concepción internacionalista de brindar y compartir lo que tenemos, no lo que nos pueda sobrar, tuvo su expresión inicial en Argelia, cuando el 23 de mayo de 1963 viajaron hacia ese país los primeros 29 médicos y enfermeras cubanos.
En el terreno militar, la expresión más completa de internacionalismo fue Angola. «Ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad», había expresado Fidel respecto a la ayuda que brindaba el país en otras tierras del mundo.
El propio Fidel aseguró a los colaboradores cubanos en Angola que «quizá jamás pensaron los imperialistas que nuestro pequeño país, a 10 000, 12 000 kilómetros de Angola, sería capaz de tanta tenacidad, de tanta perseverancia, de tanta firmeza, y de permanecer 11 años en su colaboración militar y civil con este país».
Fidel, su genio político y militar, su ética y optimismo de vencedor, es imposible de resumir en estas líneas.
Por eso prefiero concluir este artículo con dos expresiones. Una de Hugo Chávez, quien definió a Fidel «como un padre, un compañero, un maestro de estrategia perfecta».
Y con aquella expresión de Raúl Castro cuando resumió que «Fidel es Fidel…».