¿Cuál es la filosofía de Fidel?
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Palabras del abogado José Pertierra en el acto de homenaje a Fidel celebrado Embajada de Cuba en Washington, el 21 de noviembre de 2017. (Traducido del original en inglés)
Gracias Embajador José Ramón Cabañas. Es un honor poder participar en este panel con tan destacados invitados como los historiadores Peter Kornbluh y Julia Sweig, además de la activista Gail Walker.
Me pidieron que hablara hoy sobre “el papel que jugó el Comandante para mejorar las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, a pesar de las políticas hostiles contra Cuba”.
Esas políticas hostiles fueron muy pero muy hostiles. Un bloqueo de más de 60 años, cuya premisa fundamental es causar sufrimiento y hasta hambruna en Cuba con la esperanza de que el pueblo cubano se sublevara masivamente contra la Revolución.
El hecho de que el bloqueo no ha logrado esa anticipada rebelión no detiene a los que tanto odian a Cuba en la Casa Blanca, el Congreso, la CIA y el Departamento de Estado. Ahora, por ejemplo, la administración Trump ha regresado a las políticas de línea dura de la guerra fría contra la Revolución. Los congresistas anti-cubanos (Rubio, Curbelo, Diaz-Balart, Ros-Lehtinen y otros) apoyan y hasta exigen más apretones contra la isla.
Es cierto que, a pesar de los alardes del fanfarrón de presidente que tienen los Estados Unidos, el apretón contra Cuba pudiese haber sido peor. Hay que reconocer que Trump aún no ha reinstituido el uso del terrorismo y los ataques biológicos de antier contra la isla. Los Estados Unidos no han invadido a la isla desde 1961, y la CIA y sus agentes no han hecho explotar en pleno vuelo a un avión cubano de pasajeros desde 1976.
Pero los deseos de derrumbar a la Revolución siguen tan fuertes como antes. Los pretextos que usan para justificar el regreso a la guerra fría no tienen límites. Ahora han inventado este cuento ridículo de unos supuestos ataques sónicos contra oficiales de los servicios de inteligencia estadounidense que trabajaban encubiertos como diplomáticos en la embajada de los Estados Unidos en La Habana. ¡Qué casualidad y que conveniente! Como son agentes de la inteligencia tienen que proteger sus identidades y consecuentemente no se los pueden presentar al Congreso o a la prensa. Nos tenemos simplemente que creer el cuento que se quedaron sordos por culpa de Cuba. Unos supuestos ataques sónicos que ningún científico acredita como posible.
A pesar de toda la hostilidad, Fidel siempre quiso tener buenas relaciones con el pueblo estadounidense. El enfoque principal siempre fue hacia el pueblo. Que el pueblo de los Estados Unidos nos conociera y se enterara de la realidad cubana. Eso lo fue logrando poco a poco. El caso Elián reveló la gran diferencia entre Cuba y Miami. El caso Posada Carriles le mostró al pueblo estadounidense el rostro sangriento de la guerra terrorista contra Cuba que desató la CIA con la ayuda del supuesto exilio cubano. Finalmente entendieron que los Cinco vinieron a los Estados Unidos a combatir ese terrorismo, y todo esto fue lo que hizo posible la apertura de diciembre de 2014 y el acercamiento de Obama y Raúl. Sin el pueblo estadounidense esa apertura no hubiese ocurrido.
Cincuenta y dos años antes de que el Presidente Chávez iniciara un programa para proveer combustible barato a las familias de bajos recursos en los Estados Unidos, Fidel viajó a New York para una sesión en las Naciones Unidas (ONU). Era el año 1960. Raúl Roa Kourí, ex embajador de Cuba en el Vaticano, me contó una anécdota sobre ese viaje de Fidel a la ONU. Ojalá mi memoria no me traicione con algunos detalles. Raulito era en aquel entonces un joven diplomático de bajo nivel en la Misión de Cuba ante la ONU. Fidel y su delegación estaban supuestos a hospedarse en un hotel lujoso de New York. Raulito le dijo a su jefe en la Misión que quizás a Fidel le gustaría conocer a Malcolm X, con quien Raulito tenía cierta amistad, y que Malcolm había sugerido un hotel en Harlem donde Fidel se quisiera hospedar. Cuenta Raulito que el jefe le dijo que ya habían escogido el hotel y que la agenda del Comandante estaba muy apretada y que no sería posible un encuentro con Malcolm X.
Llegó Fidel a New York y ocurrió un desacuerdo con los gerentes del Hotel Shelburne. La delegación cubana no tenía donde hospedarse, y Fidel caminaba de un lado al otro, fumándose un tabaco en la Misión cubana. Raulito cuenta que se atrevió a interrumpirlo, y le dijo que un amigo llamado Malcolm X había sugerido un hotel en Harlem. Dice Raulito que Fidel se paró en seco y le dijo que le era muy importante poder conocer a Malcolm y que por supuesto iría a hospedarse a ese hotel en Harlem. La reunión con Malcolm se dio y el hospedaje de Fidel en el Hotel Theresa de Harlem hizo historia. Con Malcolm caminó las calles de Harlem, abrazando y conversando con los harlemitas.
La filosofía fidelista siempre ha sido martiana. “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar. El arroyo de la sierra me complace más que el mar”. Ese es principio filosófico que guió su vida.
No podemos entender la decisión revolucionaria de enviar tropas cubanas a África, si no entendemos esa filosofía. Sin ella, tampoco pudiéramos entender la razón de enviar médicos para atender pacientes en todos los rincones del mundo, o de enviar maestros para erradicar el analfabetismo en los países menos desarrollados. Las buenas relaciones, para Fidel, siempre priorizaron las buenas relaciones con los pobres, los desposeídos, los que Franz Fanón llamaba los condenados de la tierra.
Es cierto que Fidel también quiso tener buenas relaciones con el gobierno de los Estados Unidos. Pero quiso eso sin dar concesiones. Relaciones que respetaran nuestra soberanía e independencia. Antes de la Revolución, Cuba era como cualquier otra república bananera, dentro de la órbita de Washington. Fidel y la Revolución han creado una Nación. No cualquier nación, pero una respetada internacionalmente.
Fidel también era un presiente Prometeo. Anticipaba el futuro. Cuando invitó, por ejemplo, a Hugo Chávez a Cuba aquel 13 de diciembre de 1994 ya sabía que Chávez se iba a convertir en el fenómeno político que sacudió la oligarquía venezolana y latinoamericana. Muchos en Cuba solo conocían que Chávez había sido el líder de un fallido golpe de estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1992, y algunos se preguntaban por qué ir a recibirlo. Los que conocían a Fidel respondían que si Fidel lo invitó por algo será. La historia posteriormente nos reveló al Chávez gigante, quien al lado de Fidel defendió a los pobres de la tierra.
Cierro con un par de breves anécdota, éstas más personales. El 25 de diciembre de 2010, en vísperas del juicio de Luis Posada Carriles en El Paso, Fidel invitó a mi esposa y a mí a su casa en Jaimanitas para una cena navideña. Pensé que él no iba a comer mucho, porque había estado tan enfermo. Me sorprendió. Comió de todo. Pero cuando nos trajeron el cordero, el plato principal, a Fidel le sirvieron un pescado. Me dijo que no lo dejaban comer cordero. Mientras me comía mi cordero, noté que él miraba intensamente a mi plato. “Comandante”, le dije, “usted le está echando un ojo a mi cordero”. Se rio y le dijo a Dalia, su esposa, “vieja, llévate el pescado y tráeme el cordero”
Pero lo que más recuerdo son las conversaciones telefónicas que sostuvo ese día con los médicos en Haití. Los médicos cubanos y extranjeros, graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) en La Habana. Médicos que van donde los otros no. Médicos que habían ido a Haití para atender la epidemia de cólera en el país.
Fidel puso el teléfono en alta voz para que pudiéramos escuchar ambas partes de las conversaciones. Tan curioso como siempre, Fidel les preguntaba donde habían estudiado anteriormente, cuantos hijos tenían, si eran casados, donde vivían sus padres. Les preguntaba sobre la zona haitiana donde se encontraban. Como lucía, cuantos ríos, carreteras, y poblados.
Habló con varios médicos. Siempre dándoles ánimo. Moviéndolos de un lado al otro en Haití, dependiendo donde el brote de cólera pegaba más fuerte. Los movía como un general mueve a sus tropas. Pero no eran soldados matando a otros. Eran médicos salvando vidas. Habló con decenas de médicos. El último tenía la voz media cortada de nervios. “De dónde eres, mi hijo”, le preguntó Fidel”. Después de una pausa prolongada en el teléfono, el joven respondió. “De Bolivia. De Valle Grande. De La Higuera, Comandante. Dónde mataron al Ché”. Asombrado, el rostro de Fidel cambió, como si hubiera visto un milagro. Un médico de La Higuera, formado en Cuba, en Haití salvando vidas. Exactamente como el Ché lo hubiera querido. Exactamente como Fidel lo había vislumbrado.