“Laureles y Olivos”, una nueva canción de Raúl Torres para Fidel
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Los grados de Comandante en el uniforme verde olivo, “el rombo con sus ramitas”, impresionaron al Raúl que creció en un solar matancero. Al trovador que escribió una nueva canción para Fidel, su símbolo de victoria y paz.
“Cuando niño viví en una ciudadela, y cada vez que pasaba un avión por el patio todos los pequeños salíamos a gritar: ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel! Ese fue mi primer contacto con él. Luego empecé a fijarme en el rombo, sus colores rojo y negro, con la estrella en el centro, los laureles y los olivos”, cuenta Raúl Torres en exclusiva a Cubadebate.
“Las ramitas” llamaron tanto la atención del pequeño que no tardó en preguntar el significado de los grados del Comandante en Jefe a sus padres. “Me explicaron de qué se trataba, cómo se los había ganado. Después me enteré cómo eran bordados, y me pareció un símbolo tan único y bello, que entendí que solo Fidel era el hombre digno de llevarlos sobre sus hombros”, dice el trovador.
Raúl asegura que, luego de la desaparición física del Comandante en Jefe, la imagen que despertó su curiosidad en la niñez volvió a él, “justo a un año de su ausencia, como dice la canción en uno de los versos. En horas de la madrugada, siete días atrás escribí esta suerte de poesía”, confiesa el cantautor.
A un año de ausencia, “mi viejo”
tu llama en el pecho es tan fuerte
que creo que soy una suerte de voz
con clara directriz.
Veré cómo crecen tus nietos,
les contaré tus historias, tus retos.
Pero me resulta difícil
contarles sin tu imagen tan pura
esculpida por manos, ternura,
en los parques al lado de Martí.
Contarles cómo el zambrán ceñía los sueños
Cómo tu gorra es un astro del cielo.
Laureles y Olivos, la nueva canción de Raúl Torres dedicada a Fidel, ahora está en las manos del magistral músico César López, sus arreglos y el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, serán el broche de oro para el tema que el pasado sábado 19 de noviembre, estremeció a los asistentes al concierto Todo mi universo, en el Teatro Mella, en La Habana.
“Hasta ese momento era un poema musicalizado, que sorprendió tanto al público como a mí. Vibramos todos y hasta tuve que contenerme para poder terminar de cantar”, relata el músico cubano, quien en aquella ocasión lo interpretó a guitarra limpia.
Raúl Torres habla de un Fidel infinito: “La estatura de Fidel no tiene forma de medirse. Por eso digo que su gorra es un astro del cielo”. A la vez, el poeta llama al líder, al estadista, como “mi viejo”, revela a un Fidel tan cercano y entrañable como la lírica que defiende.
“Los cubanos somos así, cariñosamente le decimos a nuestro padre, ‘mi viejo’, un calificativo muy familiar. Yo soy eso también, escribo porque tuve la suerte de tener un barrio, que también me enseñó a escribir, a admirar la sabiduría de los hombres y venerar sus aportes a la vida”, confiesa.
Para el autor de Cabalgando con Fidel, la canción que fue himno en los días más sobrecogedores del luto de un país, no hay intelecto capaz de resumir en versos la dimensión de quien asaltó la Historia, “de reflejar hasta dónde llegó la obra de Fidel, por todas las cosas que se preocupó, cuánto abarcó nuestro líder histórico. Tenía un espíritu y un alma muy fuera de lo común”, asevera.
“Pero mi más entrañable Fidel es el Fidel preocupado por la Humanidad, el Fidel enérgico cuando había que ser enérgico y el Fidel que estaba en África, en Asia, en América Latina, él llegaba hasta donde se le necesitara, donde había enfermos estaba y está su mano. Ese es mi ejemplo y quiero que sea el de mi hijo también”, revela.
Raúl dice que sus versos llegados en una madrugada reciente, son un canto “a la ausencia física de un familiar que hemos tenido en nuestra casa, que lo hemos visto y sentido todos los días como alguien muy cercano, como un padre, que no está físicamente para enseñarnos a ser mejores seres humanos cada día. Ahora no está físicamente, pero sí en nuestros corazones y en nuestra acción, porque ahí también tenemos que tenerlo”, afirma el padre de Fidel Camilo, el pequeño que más alegrías le ha regalado en el último año.
El trovador comenta sobre muertes que son nacimientos y despedidas que son reencuentros, de la mañana que llegó ante la roca donde reposa el Comandante: “Aquel día conversé con él, pero no quisiera revelar nuestro encuentro…, no pudiera. Fue un momento de tristeza y entrega. Elevadísimo espiritualmente”, dice y se reserva los pensamientos.
Lo que no esconde Raúl Torres es su vocación y su fe en el hombre que llevaba sobre los hombros, laureles y olivos bordados, símbolos de victoria y paz: “Me llena tanto de orgullo que me llamen fidelista. Lo digo sin ningún problema: ¡Soy fidelista! Soy fidelista con mucho orgullo e intentaré imitarlo tanto como pueda”.