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Los tanques soviéticos que combatieron en Girón

Date: 

06/09/2017

Source: 

5 de Septiembre

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La fotografía que encabeza esta nota, tomada por el lente de Tirso Martínez cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro se lanza a tierra desde un tanque T-34 durante los combates de Playa Girón, en 1961, le ha dado la vuelta al mundo.
 
Esa imagen ha sido el símbolo de la determinación del pueblo cubano de combatir hasta las últimas consecuencias al agresor de la Patria. También es símbolo de internacionalismo: los tanques soviéticos entregados generosa y oportunamente a nuestro país en el ahora lejano 1960, pelearon también en las arenas de Playa Girón y vencieron a la invasión mercenaria que el imperialismo lanzó contra la joven Revolución cubana.
 
¿Cómo llegaron a Cuba esas armas defensivas, los invencibles tanques soviéticos cuyos precursores se elevaron en la historia de la Segunda Guerra Mundial como los que derrotaron a los publicitados Panzer alemanes en la cruenta batalla del Arco de Kursk, decidiendo los resultados de esa contienda mundial?
 
Tuve la oportunidad hace muchos años, cuando fui vicepresidente provincial de la Asociación de Amistad Cuba-URSS, de dialogar con Adolf Matiuskin, capitán de uno de los buques mercantes soviéticos que trajeron a Cuba esos blindados que el pueblo cubano aceptó con su presencia millonaria en la Plaza de la Revolución, el 2 de septiembre de 1960, consentimiento plasmado en el histórico documento llamado Primera Declaración de La Habana, donde se consigna: “El pueblo de Cuba reunido en Asamblea General Nacional, declara que si la Isla de Cuba es invadida por fuerzas militares imperialistas, Cuba aceptará la ayuda en armas de la Unión Soviética”.
 
Por eso cuando el 17 de abril de 1961 desembarcaron tropas mercenarias de la Brigada Invasora 2506 por la Bahía de Cochinos, en Playa Larga y Playa Girón, entre las armas y los pertrechos de las fuerzas regulares cubanas, se encontraban también los tanques soviéticos T-34, que enfrentaron y vencieron, en 64 horas de incesantes combates la agresión, y Estados Unidos recibió su primera derrota militar en América Latina.
 
Dialogué con el capitán soviético Adolf Matiuskin en ocasión de su llegada a Cienfuegos, en 1985, conduciendo el gran buque mercante Zadonsk, que cargó azúcar en la terminal de azúcar a granel Tricontinental. Durante el encuentro recordó su primer viaje a Cuba 25 años antes, en condiciones absolutamente diferentes.
 
Llegó en los primeros días de aquel septiembre de 1960 en un buque más pequeño, pero que entró en la historia de Cuba y de las relaciones fraternales entre dos pueblos de luchadores. Se trataba del “Iliá Mietrihov”, que atracó en la rada habanera con su carga preciosa para preservar la vida de la “Isla de la Libertad”. Me contó entonces:
 
“Llegamos cuando se desencadenaba el huracán Donna y nos guarecimos en un dique que se nos señaló, y Fidel Castro vino a bordo con un grupo de ministros, funcionarios y militares cubanos. Recuerdo a Núñez Jiménez, a González Lines, a Guillermo García, entre muchos otros, sin olvidar a dirigentes sindicales y a portuarios habaneros con quienes departí varias veces después. Fue la primera vez que vi al Comandante, con quien entablé entrañable amistad y años después recibí una invitación suya para visitar a Cuba junto con mi familia. En la esquela de la invitación incluía los nombres de mis hijos, excepto el menor, que por entonces no había nacido, y todavía él me reprocha por no aparecer en la invitación de Fidel junto a sus hermanos”.
 
La hazaña solidaria del “Iliá Mietrihov” es semejante a la del buque soviético Andrei Vichinsky, el primer tanquero que arribó a nuestro país, por el puerto de Casilda, el 17 de abril de 1960, e inauguró el puente petrolero de 10 mil kilómetros de distancia entre nuestros países, cuando el gobierno norteamericano nos cerró la venta del combustible para paralizar la vida del país. Esa otra fecha para recordar.
 
El capitán Matiuskin señaló también: “Siempre conservaré en mi memoria como una de las misiones solidarias más importantes de mi larga carrera de marino, la oportunidad memorable de traer a Cuba, aquel septiembre de 1960, los tanques que en manos de los heroicos hijos de la Isla, contribuyeron a propinar al imperio norteamericano esa derrota militar y política sin precedentes”.