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Victoria sin revés

Date: 

23/12/2016

Source: 

Revista Bohemia

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En los momentos en que una maniobra contrarrevolucionaria intentaba evitar que el pueblo tomara el poder y aún con muchos cuarteles en manos del ejército de la tiranía, Fidel marchó desde Oriente a La Habana a consolidar el triunfo revolucionario.

EN la mañana del 1º de enero unos rebeldes le comunicaron a Fidel que, según varias emisoras de radio de La Habana, Batista había huido y el general Cantillo encabezaba una Junta Cívico Militar. Ya en ese momento, los cuarteles de Maffo y de Yaguajay estaban en poder de los revolucionarios. En Santa Clara solo unos reductos del régimen seguían resistiendo, pero a tres días del descarrilamiento y toma del tren blindado, su capitulación solo era cuestión de tiempo. La tiranía batistiana agonizaba, pero se planeaba una maniobra para evitar que el pueblo tomara el poder.

Para neutralizar esa conjura contrarrevolucionaria, el líder de la Revolución marchó hacia Palma Soriano y a través de Radio Rebelde, convocó a la huelga general. Impartió a Camilo y Che la orden de avanzar hacia La Habana. Con Raúl, Almeida y efectivos del Primer, Segundo y Tercer Frentes, Fidel entró triunfante en Santiago, punto de partida de la Caravana de la Libertad.

El Señor de la Vanguardia, en la tarde de ese día, partió con su Columna. Dos desde Yaguajay y tras una breve parada en Santa Clara, donde se entrevistó con el Che, siguió rumbo al cuartel Columbia, hoy Ciudad Libertad, en La Habana, al que ocupó en la noche del 2 de enero. A su paso por las calles de la capital, el pueblo, todavía en huelga, acudió a recibirlo. El Che tomó posesión de La Cabaña unas horas después, en la madrugada del 3. La conjura contrarrevolucionaria había sido neutralizada.

Ha triunfado plenamente la Revolución

A media mañana del 2 de enero, cuando todavía los soldados batistianos permanecían muy bien armados en varios de los más importantes cuarteles del país (Bayamo, Matanzas, Columbia y La Cabaña en La Habana), Fidel partió desde Santiago de Cuba. Entretanto, todo el país secundaba la huelga general revolucionaria convocada el día primero en Palma Soriano. La Columna

Dos, con Camilo al frente, transitaba ya por tierras matanceras y en Santa

Clara, Che alistaba su tropa con vistas a cumplir la encomienda de Fidel.

La Caravana de la Libertad marchó por el camino viejo de El Cobre, para después enrumbar por la Carretera Central. Años después rememoraría el comandante Juan Almeida: “Nunca antes esta carretera se había visto congestionada de personas, así es en Baire. Al paso por Jiguaní, la población corre hacia la vía. En Santa Rita hay un cordón humano a ambos lados”.

Las tropas batistianas acantonadas en Bayamo se rindieron incondicionalmente. A las 11 de la noche entraban Fidel y la Caravana a la Ciudad Monumento. Ya de madrugada (3 de enero), desde el ayuntamiento, el líder histórico de la Revolución se dirigió al pueblo bayamés. A cientos de kilómetros, en La Habana, Che tomaba posesión de La Cabaña. Ya en el campamento Columbia mandaban Camilo y los rebeldes.

La Caravana de la Libertad continuó su avance y en Holguín (3 de enero, horas de la tarde), en el club de oficiales del regimiento de Holguín esperaban a Fidel unos 20 compañeros que iban a reforzar el grupo de seguridad personal del Comandante en Jefe y acompañarlo en su viaje a La Habana.

Llegaron a los límites de Camagüey al amanecer del 4 de enero bajo una lluvia de flores y vivas de la multitud. Según la prensa de la época, Fidel sorprendió a los agramontinos por su inagotable resistencia, su preocupación por todo y por todos. “¿Cómo está todo en el cuartel? ¿Y la huelga aquí cómo está?”, inquirió con los dirigentes locales del Movimiento 26 de Julio (M-26-7). “El cierre es absoluto”, estos respondieron.

Fidel indagó nuevamente: “¿El pueblo tiene comida suficiente? Si no, pídanle a las bodegas que abran y que despachen. ¿Están abastecidos los hospitales, las clínicas y los asilos? Averigüen eso bien porque no puede faltarles nada. ¿Habrá comida suficiente para la tropa? Ocúpense de esto, que toda esta gente tiene hambre”. Alguien se interesó: ¿Dónde va a dormir usted, Comandante?

“De mí no se preocupe, procure sitio para los muchachos”.

CMQ radio lo entrevistó y el Comandante en Jefe aprovechaba la oportunidad para anunciar el fin de la huelga: “Ha triunfado plenamente la Revolución. Comuniquen la noticia a los trabajadores y a los líderes obreros nuestra solicitud de que cese la huelga inmediatamente y que ya el pueblo pueda plenamente disfrutar de la alegría del triunfo”.

 

De Santa Clara a Matanzas

 

De nuevo en la carretera, al pasar por Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Guayos, Cabaiguán y Placetas, la Caravana era recibida con gritos de júbilo. Al amanecer del 6 de enero llegaba a Santa Clara. El periodista Carlos Lechuga esperaba allí para entrevistar a Fidel pero fue él quien prácticamente entrevistó a Lechuga: “¿Cómo está La Habana? ¿Qué dice la gente?”.

Al mediodía le habló al pueblo en el parque Leoncio Vidal. Una delegación de cienfuegueros le solicitó que fuera a la Perla del Sur antes de seguir viaje a La Habana. Fidel interrogó con la mirada a Enrique Oltusky, entonces coordinador del M-26-7 en la región central. Este le dijo: “La comida está casi lista y los compañeros te esperan. Mejor vas después”. Fidel montó en un automóvil. Oltusky se adelantó para ultimar los preparativos del almuerzo. Pero en vez del homenajeado, le llegó un mensajero: “Fidel dice que vayamos con él a Cienfuegos, que no hay tiempo para almorzar ahora y que después nos reuniremos”.

En la Perla del Sur, como en otros lugares, la gente abarrotó las aceras para recibirlo. La ciudad estaba en manos del llamado Segundo Frente Escambray, el cual había designado como jefe militar de la plaza a William Morgan, un sujeto que se había caracterizado durante la etapa insurreccional por una actitud sectaria contra otras organizaciones revolucionarias, como el M-26-7 y el Directorio Revolucionario. Rememoraba Oltusky: “Morgan insistía en que Fidel le acompañara a Cayo Loco, una islita en la bahía donde estaba enclavada la principal base naval de la costa sur. Meterse en Cayo Loco con Morgan era como meterse en una ratonera”.

“No te preocupes”, Fidel calmó a Oltusky. Pero el ambiente de tensión que hallaron en Cayo Loco no era para tranquilizarse. Los marinos batistianos aún conservaban sus armas. Los hombres de Morgan confraternizaban con estos. El Comandante en Jefe se encaramó encima de un cajón y comenzó a hablarles. Se hizo un silencio absoluto. Poco a poco los rostros adustos fueron cambiando su expresión y atronadores aplausos hicieron estremecerse a la base naval: “¡Fidel!, ¡Fidel!, ¡Fidel!”.

La Caravana avanzaba lentamente, se detenía en cada pueblo y ciudad. En Manacas (7 de enero), Fidel conversó con el pueblo. Según Almeida, “resulta extraordinaria la multitud congregada en Colón, el pueblo del doctor Mario Muñoz, caído en el asalto al Moncada”. Ya de noche, en la ciudad de Matanzas, el pueblo los recibió con las notas del Himno Nacional. Fidel no descansó, en la madrugada marchó con la Caravana a Cárdenas para rendirle homenaje a José Antonio Echeverría, con cuyos familiares departió.

En la capital

El 8 de enero, al llegar la Caravana a la capital, el pueblo habanero se desbordó lleno de júbilo. En la Virgen del Camino, Camilo se sumó a la comitiva. Almeida rememoraba: “Pasamos frente al castillo de Atarés, los elevados del ferrocarril y la planta eléctrica de Tallapiedra. Desde el cuartel de San Ambrosio nos saludan los soldados rebeldes y los milicianos (del M-26-7)”.

En el estado mayor de la Marina, en la avenida del Puerto, hicieron una parada. Cuenta José León Lima, combatiente del Segundo Frente, quien venía a su lado desde Holguín: “Ahí le tienen una sorpresa a Fidel, el Granma amarrado. Fidel se baja, saluda a Collado, el timonel. Las fragatas Máximo Gómez y Antonio Maceo empiezan a tirar 21 cañonazos de salva en su honor”.

La parada fue breve. Cerca del Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución), Fidel detuvo el yipi. “Vamos a entrar y saludar al presidente (Manuel Urrutia, luego traidor). Por una cuestión de cortesía. No podemos pasar cerca de Palacio y no saludarlo”. En la terraza norte, en breves palabras, agradeció el recibimiento al pueblo allí congregado. La Caravana volvió a enrumbar por el Malecón, continuó por la calle 23, avenida 41, avenida 31.

Ya frente a Columbia, el chofer temía atropellar al pueblo que se encimaba al vehículo para saludar a Fidel y no pudo doblar por la posta de la calle 100. León Lima prosigue su relato: “Entramos por la puerta de servicio de la escuela de San Alejandro. Fidel saluda a los trabajadores de la escuela […] Alguien le propone brincar la cerca que separa San Alejandro de Columbia. Fidel salta la cerca y nosotros también. Ayudamos a Celia a cruzarla entre varios

Compañeros”.

Ya dentro de Columbia, fueron directo al polígono, donde iba a efectuarse el histórico acto. Desde una tribuna erigida allí, dialogó con el pueblo.

“Creo que este es un momento decisivo de nuestra historia. La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizás en lo adelante todo sea más difícil”, afirmó.

El fotorreportero Jorge Oller, un ícono de la prensa cubana, fue testigo presencial de este discurso: “Tres palomas de una casa cercana despertaron por la algarabía y los aplausos del pueblo. Atraídas por la luz de los reflectores que iluminaban fuertemente a Fidel, comenzaron a revolotear alrededor de él. Una de ellas se posó en su hombro izquierdo mientras que las otras dos caminaban por el borde del podio. Los flashes de las cámaras se sucedían uno tras otro y los aparatos de cine funcionaban sin parar para captar aquella increíble escena”.

Al terminar el acto, alguien le ofreció a Fidel la casa del tirano Batista para pasar la noche. Rememora León Lima: “Fidel se indigna: “¿Cómo me van a proponer que entre en esa casa a descansar cuando las sábanas del dictador están calientes?”, dice. Y no hubo forma que se quedara a dormir allí”.

Fuentes consultadas

Testimonios ofrecidos por José León Lima y Jorge Oller al autor de este trabajo. El libro La Sierra Maestra y más allá, de Juan Almeida, y la compilación Fidel en el año de la Liberación. Tomo I, de Eugenio Suárez y Acela Caner. Textos periodísticos publicados en BOHEMIA, 11 de enero de 1959; Revolución, 5, 6, 7 y 8 de enero de 1959; y Granma, 8 de enero de 1999, 3 y 8 de enero de 2015.