Un hombre de pueblo
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Cuando Rosa Isabel Gaillard Domínguez cursaba los últimos años en la Escuela Normal para Maestros, triunfa la Revolución. «Viví entonces momentos inolvidables», afirma, y entre estos recuerda el paso de la Caravana de la Libertad, y a Fidel.
Fue un 17 de enero que revive con mucho cariño. «Ese día arribaron un grupo de carros, los barbudos iban manejando. Una vez que llegaron a Guanajay, empecé a buscar a ese incipiente líder, junto a una compañera de estudios. Íbamos mirando cada carro».
Tras caminar apresuradamente algunas cuadras lo encontraron. «Hablamos con él y nos estrechó las manos con entusiasmo. Entonces, bajamos corriendo, hasta llegar a los exteriores del otrora Centro Progresista, desde donde se dirigió a quienes allí estaban y explicó los objetivos de la Revolución. Una de las cosas que me impresionó, es que iba anotando cada una de las solicitudes que le hacían».
Más tarde, la caravana siguió para Artemisa. «Nos montamos en las guaguas que iban para allá. “Dicen que Fidel va para el parque”, era el comentario. Todo el mundo corría hacia ese lugar. Cogimos por donde había menos personas, pues pensamos sería más fácil llegar a Fidel por esa vía.
«Y así fue, cuando apenas habíamos avanzado una cuadra lo vimos y caminamos cercanas a él, hasta el parque, donde se comunicó con la población», rememora Rosa, quien tenía en ese momento 17 años.
Al graduarse fue a trabajar a la entonces base Granma, como sustituta de una compañera que estaba enferma. Allí habían abierto una escuelita, y un día llegó Fidel. «Sentí una emoción muy grande, vino directamente al aula en la que estaba trabajando. Conversó con los alumnos y conmigo. Habló de todo un poco con los estudiantes, y sobre la responsabilidad que yo tenía de prepararlos. También intercambió con quienes estaban parados en las ventanas, escuchándolo».
Cuenta Rosa que, posteriormente, hacía todo lo posible por asistir a los actos y actividades que tenían lugar en La Habana. «Era un hombre de pueblo, y este lo cuidó mucho siempre, y lo protegió. Fue muy jovial con todo el mundo», destaca esta incansable profesora que a los 75 años aún sigue dando muestras de enseñanza en el instituto politécnico Juan Manuel Castiñeiras, de Mariel.
«Lo primero que hizo fue desarrollar la educación en Cuba, comenzó con la Campaña de Alfabetización, después con la batalla del sexto grado, la del noveno. Cuando se crearon las escuelas en el campo tuvo un contacto directo con esos centros, y abrió las puertas de las universidades.
«Me formé como profesora de Química de secundaria básica, analista y tecnóloga química, e ingeniera química en procesos y equipos industriales. Todas esas posibilidades de estudiar me las dio Fidel.
«Él confirió cada una de las oportunidades. Fue único, por eso le damos el valor tan grande que tiene, sin contar toda la ayuda brindada a los pueblos latinoamericanos y del mundo. No dejó de entregarse ni un solo día, y con mucha responsabilidad. Sin duda alguna, es y seguirá siendo un hombre de pueblo».