Ardiente profeta de la aurora
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Era el mes de junio del año 1984, cuando el Centro Memorial Martin Luther King convocó a un servicio religioso con la presencia del pastor bautista Jesse Jackson. Al término del evento, en una cena organizada para el activista por los derechos civiles, el reverendo Raúl Suárez sostiene su primer encuentro con el líder de la Revolución Cubana.
«Fidel, yo no tengo palabras con qué expresarle a Dios mi gratitud por haber acompañado a mi pueblo en este proceso y ver la obra humana que es la Revolución», le dice. Como respuesta, el guerrillero de la Sierra Maestra le da un fuerte apretón de manos.
El fundador y director del Centro Memorial Martin Luther King, convidado a hablar sobre el Comandante en Jefe, apela a los recuerdos memorables de sus intercambios, y escucharle narrarlos significa, también, discernir grosso modo la historia de las relaciones entre las religiones y el Estado cubano.
«Todos sabemos las contradicciones que se dieron al principio de la Revolución. Yo no puedo olvidar el año 1984, porque para mí es el año de oro. Después de aquel primer encuentro organizado por el Centro, se celebra otro en el mes de noviembre. Por primera vez en el proceso revolucionario Fidel recibe a 14 líderes protestantes».
«En esa reunión —que duró tres horas y media— mencionó el libro Fidel y la religión, y nos empezó a leer algunos fragmentos para que le diéramos nuestra opinión.
Recuerdo que nos leía cosas extraordinarias».
Un fragmento de la obra quedó grabado en la memoria de Raúl Suárez, «cuando dijo que no había logrado tener creencias religiosas, pero que había dedicado su vida a poner en práctica las enseñanzas sociales de ese símbolo llamado Jesucristo, que era muy familiar para nosotros».
Eso nos agradó mucho sostiene— ya teníamos formación suficiente para comprender que la fe no es solo la creencia religiosa, es un estilo de vida. En ese sentido para mí Fidel era cristiano, por su estilo de vida, y por poner en práctica las enseñanzas de Jesucristo.
«Le entregamos un documento sobre la situación de los creyentes en ese momento. La reunión terminó con un compromiso. Yo les pido, nos dijo, que ustedes trabajen entre los suyos para que nos comprendan a nosotros, que yo me comprometo a trabajar con los míos para que los comprendan a ustedes.
«Fue una profecía, porque en abril del año 90 tuvimos otro encuentro fantástico. Nos reunimos 74 personas durante 9 horas y media», evoca, y añade que para el siguiente año se introducen significativos cambios a los estatutos del Partido y la Constitución de la República, que marcan un punto de viraje en las relaciones entre las religiones y el Estado.
«Fidel es un profeta porque ha anunciado un nuevo día a nuestro pueblo, al que le dedicó toda la vida. La Revolución fue una buena noticia para Cuba, y también una voz de denuncia en América Latina», apunta quien es diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular hace 25 años.
Y coincide con él Pablo Odén Marichal Rodríguez, coordinador de la Plataforma Interreligiosa Cubana, para quien Fidel hizo una reivindicación del proyecto revolucionario de Martí.
«Cuando Fidel no se había ido físicamente, nosotros lo teníamos a él, ahora que no está, él nos tiene a nosotros para continuar su obra. Eso es importante: nunca poner a Fidel en su relación con Cuba y el proceso revolucionario en el pasado. Este es un nuevo encuentro de trabajo con él, aunque en condiciones diferentes».
«Él nos ha guiado a la independencia y a la soberanía definitiva, después de aquella independencia malograda frente a un enemigo tan poderoso. Fidel recuperó la dignidad del pueblo de la opresión y miseria en que vivía».
Pablo Oden revive lo que significó el Triunfo de la Revolución para su familia pobre. «Después de conocer aquella sociedad brutal y deshumanizante y ver ahora a lo que hemos llegado, te digo que lo más importante que hizo Fidel fue la recuperación de la dignidad de los cubanos».
Y añade que como buen martiano el líder de la Revolución nos ha educado en el espíritu de unidad, importante para el proyecto de nación. Además, resalta su sentido humanitario por todos los pueblos del mundo.
«Pienso que hoy sigue siendo y será el alma de la nación, la inspiración de todos los revolucionarios, con su ejemplo de vida y su ideario revolucionario. Sus ideas se comparan con las de Martí y Bolívar. Ese legado que nos deja va más allá de las generaciones presentes y se perpetuará en la memoria de la Patria.
«Sufrimos su pérdida física, pero solamente la convicción de que seguirá viviendo en el alma de la nación puede mitigar el dolor de su pérdida. Su mérito fue vivir incansablemente por los otros. Eso nos impone el desafío de no fallarle jamás. Y debemos reafirmarlo día a día», concluye.