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Los verdaderos héroes de la victoria fueron los jóvenes

Nelson (segundo de derecha a izquierda) en la escuela de Milicias antes del ataque a Girón.

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Diario Juventud Rebelde

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«En ningún momento pensamos en la derrota. Tuvimos momentos de reorganizarnos, pero nada de retroceder. Es verdad que éramos un blanco perfecto, y a pesar de eso, nunca abandonamos Pálpite ni Soplillar. Prácticamente todo fue a pecho descubierto».
 
Con humildad y sentimiento patrio, Nelson González García, coronel retirado y presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana en el municipio de Matanzas, quien ostenta numerosas condecoraciones por sus servicios a la Patria, enfoca su mirada 54 años atrás y pone los lentes del recuerdo en aquellos días de valor cuando, con apenas 21 años, tuvo la responsabilidad de estar al frente de un grupo de combatientes durante los ataques a Girón.
 
«Yo pertenecía a un grupo de jóvenes que no participó en la lucha de liberación, pero sí en las estudiantiles. El 15 de junio de 1959 el Comandante en Jefe llamó a un grupo de jóvenes para que se incorporara a la preparación militar, con el objetivo de que contribuyéramos a preparar al pueblo.
 
«Poco después, en junio de 1960, Raúl nos despidió para un entrenamiento en la Sierra Maestra —en la zona de Magdalena, antes de llegar a Pilón, donde subimos 11 veces el Pico Turquino— y nos dijo: que nos convertiríamos en verdaderos soldados, que no debíamos sentir complejo de ninguna especie, ni menoscabo por no haber participado en la guerra de liberación. Nos hizo saber que en el nuevo ejército no habría privilegios y nos insistió en que tuviéramos un fusil con mucho parque, pero también mucho parque en la mente.
 
«Éramos jóvenes incorporados al primer curso para preparar oficiales del Ejército Rebelde en la Escuela de Cadetes de Managua. De allí nos graduamos el 29 de octubre de 1960. Después trabajé en el Campamento de la Chorrera, del Calvario, en La Habana, hasta enero de 1961, fecha en que me incorporo a la Escuela de Responsables de Milicias. Comencé como profesor jefe de la primera compañía..
 
«La labor fundamental de los que se graduaron en el primer curso de aquella escuela fue ir a entrenar batallones para llevarlos a la lucha contra bandidos, y los del segundo curso, 893 combatientes, estaban destinados a formar unidades de milicias, cuando se produjo lo de Playa Girón.
 
«La escuela estaba organizada en compañías de estudio, no de combate. Los alumnos salían de pase el día 15. Yo estaba de guardia en la escuela ese fin de semana. Y los alumnos regresaron sin que se les avisara. El 16, cuando Fidel declaró el carácter socialista de la Revolución, en su mayoría mis compañeros ya estaban en la escuela. Llegaron por sus propios medios.
 
«Poco antes de la madrugada, el subdirector de la escuela recibió una llamada del capitán José Ramón Fernández, en la que este le dijo que preparara la escuela como batallón de combate. Eso fue en la noche del domingo 16.
 
«El centro se organizó en seis compañías y una batería de morteros de 82 milímetros. No había transporte, pero recibimos la orden de parar todos los vehículos que pasaran por la Carretera Central: se les bajaba la carga que llevaran y se ponían a nuestra disposición.
 
«En horas de la madrugada salimos de la ciudad de Matanzas. Yo iba al frente de la primera compañía. Cruzamos Limonar, Coliseo, Jovellanos, Perico, Agramonte, Jagüey Grande, hasta llegar al central Australia.
 

Fueron el entusiasmo,el deseo de victoria y
la elevadísima moral de nuestras tropas,las razones del triunfo,
sostuvo Nelson cuando habló con Fidel.

«Ya Fernández había recibido la orden de Fidel de quedarse allí, de esperarlo. Fernández me ordena continuar la marcha rumbo a la playa. Los primeros que se enfrentan con los mercenarios fueron los del batallón 339 de Cienfuegos, pero estaban dispersos en puntos de observación o de guardia costera, no como una unidad para sostener combate.
 
«Recuerdo que Fernández le dio una arenga a la tropa y le dijo que el teniente González iría al frente del grupo hasta que él se incorporara.
 
«No teníamos ninguna comunicación, eso no existía.
 
«Estaba la Red oficial de comunicaciones por microondas y por esa vía Fidel se comunicaba con Fernández, además de usar los teléfonos de magneto de los centrales. Todas aquellas cosas me marcaron con mucha fortaleza.
 
«Un poco más adelante del lugar donde estaba el punto de peaje, nos bajamos de los camiones porque un avión nos ametralló. A veces hay confusión y se dice que los aviones atacaron en la mañana del 17. Realmente primero fue un solo avión. Los bombardeos fuertes comenzaron pasadas la una de la tarde de ese día.
 
«Cuando llegamos a Pálpite, nos apoderamos del poblado. Yo había recibido esa orden de Fernández. Uso el término de apoderarnos, y no tomar, porque no fue a la brava. Ellos habían lanzado a sus paracaidistas, pero al ver la masa de gente que avanzaba, empezaron a replegarse.
 
«Después de estar en Pálpite le indiqué a la segunda compañía que siguiera para Soplillar, que tomara ese poblado e inutilizara una pista aérea pequeña que había allí.
 
«Un pelotón se quedó en Pálpite, mientras que la primera y la tercera compañía siguieron para atacar Playa Larga. Ahí iba yo.
 
«Le hice saber a Fernández que Pálpite y Soplillar estaban en nuestras manos.
 
«Posteriormente recibimos la orden de seguir hacia la playa. Se realizó un ataque a Playa Larga. Fue muy difícil, porque había solo una carretera con ciénaga a ambos lados. No podías desplegar a las tropas y tenías que avanzar en columnas. Ahí fue cuando llegó la aviación, fueron momentos espantosos.
 
«Por la madrugada del 18 volvimos a atacar Playa Larga. Aquello fue terrible. Acometimos la acción con la primera y tercera compañías, que fueron las que más bajas tuvieron. En esos enfrentamientos hubo 21 muertos, 19 del segundo curso, uno del primero y el oficial jefe de la tercera compañía, mi amigo, el primer teniente Juan Alberto Díaz González, de solo 24 años de edad.
 
«Los soldados de la Escuela de Responsables de Milicias llegaron hasta Playa Larga.
 
«Al amanecer del 18 recibimos la orden de retirarnos hacia el central Australia. Los combatientes estaban encabronados, querían seguir la avanzada. Fidel pasa por el central y le dice a mis compañeros —yo no estaba en ese momento— que la misión era volver para la escuela, graduarse y seguir preparando unidades de milicias.
 
«Yo creo que hicimos lo que hubieran hecho otros. Los verdaderos héroes fueron todos aquellos jóvenes que participaron en la acción, que terminó el 19 con la victoria. Ese día estábamos todavía exaltados por lo sucedido, tensos y tristes por los que habían caído, pero en el fondo contentos porque demostramos que con nosotros no se juega.
 
«En abril de 2011 el Comandante en Jefe conversó conmigo vía telefónica. Hablamos durante cinco horas y media. Y, evocando la epopeya, me dijo: “Yo me hago una pregunta realmente, por qué ustedes avanzaron a aquella hora y atacaron sin protección aérea ni antiaérea, ni artillería ni nada”.
 
«Y le respondí: “Bueno, Jefe, solamente con el curso de los años le he hallado una explicación a eso. Fue el entusiasmo, el deseo de victoria y la elevadísima moral que tenían aquellas tropas. Los mercenarios se preguntaban cómo era posible que los hombres de las camisas azules y boinas verdes cayeran y los demás siguieran avanzando”.
 
«Fidel me contestó: “Creo que esa es una explicación real, porque a mí ni por la mente me pasó mandar a la gente a avanzar a aquella hora, entre la una y las tres de la tarde. Todavía no habían llegado los tanques ni la artillería antiaérea. Para mí fue una sorpresa, ahora es que yo lo entiendo”, expresó con modestia.
 
«Después de esa conversación telefónica creo que ya puedo morir tranquilo», concluyó.