Fidel Castro y el futuro de Cuba
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Ochenta años no son pocos años. Esa cantidad de tiempo se acumula en números redondos este 13 de agosto de 2006 sobre las costillas, hombros y cerebro del comandante Fidel Castro Ruz. Aunque su salud ha sufrido serios quebrantos, de los cuales se repone para chasco de unos pocos impíos, parece que aun no le llega la hora. Desde luego, se le aproxima cada vez más como nos sucede a todos en exigencia al ciclo fatal de las vidas, ya sean vegetales, animales o humanas. Quién sabe cuantos nos adelantemos a ese colofón inevitable. Sucederá. Para dolor de muchos, respeto de otros tantos y regocijo irracional de un puñado.
En su caso, trascenderá, y eso no lo podrá evitar ni disminuir todo el aparataje brutal de los grandes medios corporativos dedicados al negocio de la manipulación de la opinión publica. Como han dicho algunos escritores durante los días de zozobra por su hospitalización y la delegación transitoria de poderes al equipo que estaba planeado con antelación, la personalidad de Fidel Castro se agigantará en la sobrevida. Entrará a todo galope y estruendo en el territorio de los grandes mitos, de lo mitos de factura popular, que son más resistentes que los fabricados desde el poder. Sus limitaciones, errores y demás imperfecciones, propias y abundantes en todos los seres humanos pasarán a las gavetas de historiadores y analistas eruditos y la magnifica estampa del luchador inquebrantable, del paladín desfacedor de entuertos, injusticias y malandrinerías, del legendario y sagaz político que se enfrentó durante medio siglo a la potencia imperial más depredadora, bravucona e inescrupulosa, se agigantará. Tal acrecentamiento cobrará mayor significación política, ideológica y moral, porque el impacto que ocasionan en las multitudes estas metamorfosis son de misteriosa e inalcanzable magnitud.
No adelantemos vísperas de una situación que no es de temer tampoco. El comandante aun no guarda sus armas. Lo que se ha dicho de él recientemente nos basta para imaginarlo dándole lata a los médicos y enfermeras. Negado a quitarse, en su forzado reposo, las botas de pelear. Pidiendo libros e informes, resistido al descanso total.
De modo que quienes se lo quieren imaginar como un ancianito empiyamado y de pantuflas, resignado a deponerse, vayan evaporando sus especulaciones. Parafraseando a Martí, podemos asegurar que desde la cama lucha, junta, organiza, inspira y se esfuerza por recuperarse en el más breve lapso de tiempo para seguir en su puesto, aunque ya sea hora, al arribar a estos esforzados 80 años, de ir administrando mejor lo que le resta de vigor, experiencia y sabiduría.
Para quienes hemos crecido paralelamente a su biografía, que nos incorporamos bajo su inspiración a un compromiso de profundo sentido justiciero, a un proyecto histórico de cambios profundos de trascendencia universal, que tuvo como objetivos innegociables el transformar una neocolonia plagada de desigualdades, humillaciones, sometimientos, deshonestidades, discriminaciones, atrasos y desesperanzas, en una nación plenamente integrada, en el absoluto ejercicio de su soberanía y autodeterminación, a la búsqueda permanente del bienestar democráticamente compartido y la dignidad de todos, la causa de Fidel no se irá a la tumba con él.
Bien pueden los enemigos de nuestro proyecto de nación, ideales y acciones, Estados Unidos y sus comparsas, irse haciendo a la idea de que la mayoría de los cubanos no permitiremos que ningún gobierno del mundo se injiera en nuestra decisión de llevar adelante el cambio trascendental que han estado obstaculizando durante casi medio siglo. Tiempo largo como para convencerlos de que la dimensión política y moral de Fidel Castro se ha erguido en medios de tantos planes subversivos gracias al consenso y voluntad de un pueblo dotado de una clara convicción y un sentido histórico de ambos protagonismos.
En caso de que cometieran la estupidez de ignorar esta evidente lección de la historia y se lanzaran a la asimétrica aventura de querernos imponer la coyunda que nos sacudimos en 1959 y transformarnos en un paisito que gire en su desatinada y opresiva órbita, se atendrán a pagar el precio más costoso de su larga carrera de tropelías, porque los cubanos genuinamente patriotas opuestos a volver a aquella esclavitud, se lo cobraremos con creces desde donde quiera que estemos y en las más diversas formas que puedan imaginar. Ciertamente, los cubanos tenemos un sentido de potencia, de gran potencia, de superpotencia moral. Ese papel paradigmático que gozamos en la arena internacional nunca lo vamos a negociar. Ha sido la ganancia estimulante de un duro bregar, de la osadía de navegar contra la corriente de la fuerza brutal, sin más ayuda que la de un encabronadísimo sentido del valer nacional.
Tómese nota puntual: el futuro de Cuba está en las manos de un pueblo decidido a que nadie meta los dedos en él sin riesgo de verlos cortados, junto a Fidel o bajo su sombra alentadora.
Salud por tus ochenta...y tantos, Comandante, desde cada trinchera !!!