Fidel, un hito de la revolución continental
Date:
22/08/2006
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“Fidel no es inmortal. Ni más faltaba. Sólo que “el caballo”, como también lo conoce afectuosamente su pueblo por su corpulencia y su vitalidad incansable, se irá un día como vino, con las botas puestas, dejándonos la lucidez de su visión histórica y la dignidad del hombre que no toleró, no tolera ni tolerará jamás yugo alguno, ni la marca de esclavo sobre su piel y la piel de Cuba. La muerte es el único hecho material, natural, ineluctable, aún invencible. Por eso Fidel se irá materialmente un día, sin que haya podido contrariar ese designio de la naturaleza. Se irá sólo materialmente, no se sabe adonde, pero ahito, con las alforjas llenas de servir al Pueblo, que depositó en él toda su confianza y al que no ha defraudado. Sin duda su viaje de ida será victorioso, fervorosamente acompañado por el pueblo, de la misma manera como fue aclamado a su entrada en la Habana al frente del ejército popular libertador, aquel inolvidable para los pueblos del mundo 1° de enero de 1959. (...) "Por lo pronto, para rabia de todos los explotadores y reaccionarios del mundo unidos, aún sigue aferrada su corpulencia a la tierra fértil de Cuba revolucionaria.”
“¿Qué es la historia de Cuba sino la historia de América Latina? ¿Y qué es la historia de América Latina sino la historia de Asia, África y Oceanía? ¿Y qué es la historia de todos estos pueblos sino la historia de la explotación más despiadada y cruel del imperialismo en el mundo entero?” (Segunda Declaración de la Habana-Fidel)
“La primera revolución social de toda la zona del Caribe y la más profunda de las revoluciones americanas” ( Fidel)
“ Esta Gran humanidad ha dicho: ¡ basta¡ y ha echado a andar” ( Segunda Declaración de la Habana).
Cuando Fidel ha cumplido ochenta años y yace convaleciente por el trajín revolucionario, y los buitres baten alegres sus alas imaginando estúpidamente un festín de presa fácil; cuando Cuba acoge, nuevamente como anfitrión, a la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados”, que tendrá lugar en La Habana durante los días 11 a 16 de septiembre de este año, se me ocurre oportuno y provechoso volver al capítulo inicial de la Revolución Cubana de los años sesenta del siglo pasado, por la enorme vigencia y la actualidad que cobran los acontecimientos de aquella época, ahora cuando emergen en Latino América nuevas condiciones para el impulso revolucionario de sus pueblos.
La excepcional personalidad de Fidel, que así ha pasado a llamarse en la posteridad, simplemente como el otro: Che, es, ni más ni menos, la excepcionalidad de la Revolución cubana como un singular fenómeno social, político y militar en la historia de Cuba, de las Antillas, de Latino-América y del Tercer Mundo en su lucha contra la explotación y opresión capitalistas y contra la ocupación y dominación colonial e imperialista de las grandes potencias .
En 1959, cuando triunfa la rebelión cubana contra la tiranía de Batista, África estaba aún totalmente colonizada y Asia aún no había alcanzado su total liberación. No muy diferente era la situación colonial de un puñado de naciones americanas, particularmente en la región de las Antillas y el Caribe, y los Estados Unidos de Norteamérica, ejercía un dominio imperial y hegemónico desde sus fronteras al sur del Río Grande hasta el extremo sur del continente americano, caracterizado por la ocupación colonial de más de un país, la invasión y la intervención permanentes y la implantación de dictaduras sanguinarias y gobiernos corruptos, al servicio absoluto de sus intereses.
Pero es también , una época marcada por las luchas independentistas, anticoloniales y por la liberación social de los pueblos de los tres continentes: africano, asiático y americano, Cuba, como nación y como pueblo, pese a su reducida dimensión territorial y a su escasa población, asumió desde el primer momento del triunfo contra la tiranía batistiana una posición de liderazgo en esa contienda popular universal , en la que fueron y han sido desde el primer momento factores determinantes: uno, la capacidad, lucidez y coherencia de sus dirigentes, Fidel a la cabeza, para proponer y ejecutar los cambios revolucionarios precisos y posibles; dos, los claros objetivos estratégicos: políticos, económicos y sociales diseñados y proclamados desde el primer gobierno rebelde y por la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba; y un tercer factor, la unidad, la organización, la participación y movilización populares en torno a los postulados y reformas democráticos y revolucionarios proclamados, para desarrollarlos y defenderlos con firmeza. De esta manera, el pueblo y la nación de Cuba, por fuerza de la responsabilidad que asumió como nación y como pueblo de manera consecuente y heroica frente al imperialismo norteamericano y contra toda forma de opresión colonial , se convirtió en uno de los ejes principales de las luchas de liberación social no solo de todo el continente latinoamericano, sino de las luchas por la independencia y contra la opresión colonial de los pueblos de África y Asia.
Fidel subía al podio de la rebelión tricontinental contra el colonialismo e imperialismo, junto a grandes figuras del afro-asiatismo de aquella época como Sokarno, Nehru, Nasser, N´krumah, Sekou Touré, pero con una visión mucho más enriquecida y profunda del papel revolucionario de los pueblos mismos de cada país sometido, en la transformación radical de las relaciones sociales de clase opresoras.
La historia de Fidel y de Cuba, desde entonces, ha estado íntimamente ligada al internacionalismo y a la solidaridad activa y militante con los pueblos y trabajadores del mundo. Siempre en la primera línea de fuego, asumiendo responsabilidades y enormes riesgos en los avatares del movimiento revolucionario del Tercer Mundo y contribuyendo, con un destacado papel protagonista, al proyecto de integración de los pueblos latinoamericanos.
Ya a comienzos de 1960, recién instaurado el gobierno rebelde en la Isla, Fidel había lanzado por primera vez la idea de una gran conferencia del Tercer Mundo en la Habana., a la que solo respondieron favorablemente México, Venezuela y Panamá, rehusando los demás países, con pretextos diversos, más o menos intimidados por Washington la mayoría de los dirigentes de los países solicitados..Este episodio vino a ser clave en el curso que seguiría la revolución cubana, pues la respuesta hostil de Washington fue convocar a todos los gobiernos latinoamericanos sometidos a su eje, a una reunión en agosto de ese mismo año de 1960 en la capital de Costa Rica, de donde surgió la famosa “ Declaración de San José” , que contenía una condena al gobierno cubano y una declaración de guerra a la revolución cubana..Más rápida fue la respuesta del gobierno cubano, que convocó el 2 de septiembre de 1960, en la Habana, en la Plaza de la Revolución, la “Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba”, para proclamar a la faz de los pueblos del mundo los principios de la “Primera Declaración de la Habana".
Quiero destacar un trozo de esa proclama, vigente cuarenta y seis años después, por su extraordinaria comprensión de los males y horrores que todavía hoy padecen los pueblos latinoamericanos y del Tercer Mundo a manos del feroz imperialismo, por su vigorosa condena y por desbrozar un camino que permanece abierto a los derechos de los demás pueblos:
“La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba expresa la convicción cubana de que la democracia no puede consistir sólo en el ejercicio de un voto electoral, que casi siempre es ficticio y está manejado por latifundistas y políticos profesionales, sino en el derecho de los ciudadanos a decidir, como ahora lo hace esta Asamblea General del Pueblo de Cuba, sus propios destinos. La democracia, además, sólo existirá en América Latina cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los humildes no están reducidos por el hambre, la desigualdad social, el analfabetismo y los sistemas jurídicos, a la más ominosa impotencia.
Por eso la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba: Condena el latifundio, fuente de miseria para el campesino y sistema de producción agrícola retr6grado e inhumano; condena los salarios de hambre y la explotación inicua del trabajo humano por bastardos y privilegiados intereses; condena el analfabetismo, la ausencia de maestros, de escuelas, de médicos y de hospitales; la falta de protecci6n a la vejez que impera en los países de América; condena la discriminación del negro y del indio; condena la desigualdad y la explotación de la mujer; condena las oligarquías militares y políticas, que mantienen a nuestros pueblos en la miseria, impiden su desarrollo democrático y el pleno ejercicio de su soberanía; condena las concesiones de los recursos naturales de nuestros países a los monopolios extranjeros, como política entreguista y traidora al interés de los pueblos; condena a los gobiernos que desoyen el sentimiento de sus pueblos para acatar los mandatos de Washington; condena el engaño sistemático a los pueblos, por 6rganos de divulgación que responden al interés de las oligarquías y a la política del imperialismo opresor; condena el monopolio de las noticias por agencias yanquis, instrumentos de los trusts norteamericanos y agentes de Washington; condena las leyes represivas que impiden a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes y los intelectuales, a las grandes mayorías de cada país, organizarse y luchar por sus reivindicaciones sociales y patrióticas; condena a los monopolios y empresas imperialistas que saquean continuamente nuestras riquezas, explotan a nuestros obreros y campesinos, desangran y mantienen en retraso nuestras economías y someten la política de la América Latina a sus designios e intereses.
La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba condena, en fin, la explotaci6n del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.
En consecuencia, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba proclama ante América :
El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educaci6n; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; el derecho de los jóvenes al trabajo; el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica; el derecho de los negros y los indios a la dignidad plena del hombre; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho del anciano a una vejez segura; el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar con sus obras por un mundo mejor; el derecho de los estados a la nacionalizaci6n de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el derecho de las naciones a su plena soberanía; el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y a armar a sus obreros, a sus campesinos, a sus estudiantes, a sus intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por si mismos, sus derechos y sus destinos.”
Es todo un ideario de la transformación social de los pueblos latinoamericanos. Un programa revolucionario democrático y popular que ha sido desarrollado y ejecutado por el gobierno de Cuba – Fidel al frente- en menos de cincuenta años, con cotas de plenitud jamás alcanzadas, ni en mínimas proporciones, por los demás Estados y Gobiernos latinoamericanos en cerca de 200 años de democracia burguesa y “cooperación” imperialista..Tampoco por los otros países del llamado Tercer Mundo , sumidos en la pobreza, la enfermedad, el desempleo, sujetos a la insaciable expoliación de sus recursos naturales y a la explotación de la fuerza de trabajo en límites de auténtica esclavitud, de tal manera reconocido por la opinión pública mundial, que huelga mencionar país por país, territorio por territorio, continente por continente. Un mundo cercado por Estados Unidos y la Europa imperiales con sofisticados ejércitos de mercenarios, poseedores del monopolio de las armas de destrucción masiva y dotados de feroces fuerzas militares de interposición, en realidad sinónimos de ocupación colonial; legitimados por Tribunales erigidos por ellos mismos con jurisdicción universal, pertrechados con leyes y jueces especiales especializados para aherrojar en las cárceles de sus dominios universales a cuanto hombre, mujer, niño o anciano osen levantar el grito de libertad., so pretexto de combatir el terrorismo.
Fueron esos postulados de la Primera Declaración de la Habana los que inspiraron las más significativas Resoluciones de la “Conferencia latino-americana por la soberanía nacional, la emancipación económica y la paz”, reunida en Méjico en marzo de 1961, que , a juicio de la militancia revolucionaria de la época, “da a la solidaridad de los pueblos de América Latina su primera forma concreta y organizada”.
Cuba apareció, en palabras de Fidel, como “ la primera revolución social de toda la zona del Caribe y la más profunda de las revoluciones americanas”.
Respuesta por respuesta, el Gobierno de los Estados Unidos lanza a las Playas de Girón, a escaso un mes de aquella Conferencia, en abril de 1961, un ejército de mercenarios, entrenados, avituallados y dirigidos por la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A), que en apenas setenta y dos horas son derrotados por el ejército popular revolucionario de Cuba. Esa victoria representaba el segundo gran triunfo militar de los revolucionarios cubanos en apenas dos años en su propio territorio El primero para tomar el poder, alcanzar la libertad de emprender la tarea descomunal de transformación social ; este segundo para defender su soberanía e integridad territorial y el derecho de su pueblo a decidir su propio destino. Para los Estados Unidos de Norte América representó su primera gran derrota política y militar en el continente americano.
Con esa victoria cobró mayor impulso la transformación social revolucionaria de Cuba, y con ellas el designio de Fidel y de los revolucionarios cubanos de ver creada una organización a nivel mundial de solidaridad revolucionaria. De hecho, al momento de la toma del poder por el ejército rebelde cubano en 1959, ya existía la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África y Asia (O.S.P.A.A.), concebida en la Primera Conferencia de Solidaridad en 1958, en El Cairo, y adoptada en la Segunda Conferencia en Conakry (Guinea) en 1960. Tenían asiento en dichas Conferencias representantes de gobiernos de países independientes y de movimientos de emancipación de los dos continentes.
Es a esa misma O.S.P.A..A. a la que se dirige Fidel en el mismo año 1961 para proponer, por primera vez, en un mensaje suyo a la cuarta sesión de su Comité Ejecutivo reunido en Bandoung, la convocatoria de una “ conferencia de solidaridad de los tres continentes”, y que volverá a proponer a la tercera Conferencia de la O.S.P.A.A, reunida en Moshi, Tanganika en febrero de 1963, ofreciendo a La Habana como sede, y en la que participa por primera vez un diplomático del mundo latino-americano: el embajador de Cuba en Indonesia..
Finalmente, tendrá lugar en La Habana, en los días del tres al doce de enero de 1966 esa “Primera Conferencia de Solidaridad con los Pueblos de África, Asia y América Latina”, conocida universalmente con el nombre de “la Tricontinental”, en la que se sentaron representantes de gobiernos y de organizaciones de 82 países de los tres continentes. Marcada por las divergencias ya existentes en el seno del movimiento comunista internacional, que allí se hicieron presentes, cabe resaltar, no obstante, el éxito de la unanimidad alcanzada en torno a la definición de una posición antiimperialista común de todos los partidos y movimientos de liberación o emancipación participantes, y la creación de una nueva organización con sede en la Habana: la Organización Tricontinental de Solidaridad de los Pueblos (OTSP), que reagruparía a todos esos partidos o movimientos allí representados. En su discurso de clausura , Fidel resaltaría ese hecho primordial:
“En efecto, son los pueblos de tres continentes que han estado representados aquí, son los movimientos revolucionarios de los pueblos de tres continentes, que han definido una posición antiimperialista común, a partir de ideas o de posiciones filosóficas diferentes, o de creencias religiosas diversas, ellas mismas representativas a menudo de ideologías diversas...Aquello que une hoy día a los pueblos de estos tres continentes y del mundo entero, es la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, la lucha contra el racismo, y, en una palabra, la lucha contra todos los fenómenos que son la expresión contemporánea de aquello que nosotros debemos llamar “imperialismo”.
Ese ímpetu revolucionario de la revolución cubana desde sus inicios y su marcada influencia en las masas de campesinos, obreros, estudiantes e intelectuales de América Latina, llevó al gobierno de los Estados Unidos, de F. Kennedy, para contrarrestarla, a proponer en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en la llamada “Primera Conferencia de Punta del Este” (Uruguay), reunida en agosto de 1961,un programa de ayuda económica y social a los países latinoamericanos, con el pomposo nombre de “Alianza para el Progreso”, que tendría una duración limitada a 10 años y una inversión de 20.000 millones de dólares, cuyas fuentes habrían de ser las agencias de “ayuda” norteamericanas, las agencias financieras multilaterales ( BID y otros) y el sector privado por conducto de la Fundación Panamericana de Desarrollo. Todos los países de América Latina allí presentes aprobaron la Declaración y la Carta de Punta del Este, salvo Cuba que se opuso radicalmente. “Plan letrina” la bautizó el Ché , por lo irrisorio de sus objetivos, reducidos en el campo social a amortiguar demagógicamente, con medidas insuficientes e ineficaces, los efectos de una explotación inmisericorde del continente, mientras los dólares invertidos, que no lo fueron en su totalidad, unos iban a parar a los bolsillos de la oligarquía parásita latinoamericana , otros a acrecentar el endeudamiento de los países receptores, además obligados a invertirlos en compras de bienes de capital y excedentes agrícolas a la metrópoli imperialista, reconvirtiendo la despampanante “ayuda” en fuente de ganancias capitalistas; otros cuajaban en mayores y mejores inversiones de las trasnacionales norteamericanas, redoblando el despojo de los recursos naturales de los países “favorecidos”.
Cuarenta y seis años después, el panorama latinoamericano es desolador, en proporción inversa a los avances sociales, culturales y económicos de la revolución cubana en esos mismos cuarenta y seis años.
Justamente ese auge internacionalista de la revolución cubana desde el inicio de su andadura revolucionaria y, particularmente, su deriva ideológica y política hacia el marxismo-leninismo acompañada de una política de alianzas con el bloque socialista del Este,- explícitamente manifestadas en la apoteósica tercera celebración del triunfo revolucionario en la bautizada Plaza de la Revolución de La Habana -, despertó la histeria anticubana de los Estados Unidos de Norte América, que dando un giro de tuerca más en su política de garrote, hegemónica e intervencionista , dictó y obtuvo la exclusión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en la Segunda Conferencia de Punta del Este, reunida el 22 de enero de 1962, acusándola de “subversión del continente”.
La respuesta del gobierno revolucionario de Cuba fue inmediata. La Asamblea General del Pueblo, reunida de nuevo en la Plaza de la Revolución, respondió al gesto brutal del imperio y de sus sirvientes adoptando , el 4 de febrero de 1962, la “Segunda Declaración de la Habana”, que difería de la primera en cuanto no se limitaba a afirmar objetivos generales, sino que hacía hincapié en las nuevas vías revolucionarias que se ofrecían a América Latina. Se reafirmaba en sus principios revolucionarios. Desentrañaba las razones del odio y del miedo del imperialista yanqui a la revolución cubana y la impostura de la acusación de ser Cuba exportadora de su revolución a los demás pueblos latinoamericanos. Valgan los siguientes fragmentos :
“Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos: Las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos”.
“Lo que Cuba puede dar a los pueblos y ha dado ya es su ejemplo”.
“Y ¿qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos”.
“Cuba duele de manera especial a los imperialistas. ¿Qué es lo que se esconde tras el odio yanqui a la Revolución Cubana? ¿Qué explica racionalmente la conjura que reúne en el mismo propósito agresivo a la potencia imperialista más rica y poderosa del mundo contemporáneo y a las oligarquías de todo un continente, que juntos suponen representar una población de trescientos cincuenta millones de seres humanos, contra un pequeño pueblo de sólo siete millones de habitantes, económicamente subdesarrollado, sin recursos financieros ni militares para amenazar ni la seguridad ni la economía de ningún país?
Los une y los concita el miedo. Lo explica el miedo. No el miedo a la Revolución Cubana; el miedo a la revolución latinoamericana. No el miedo a los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales y sectores progresistas de las capas medias que han tomado revolucionariamente el poder en Cuba; sino el miedo a que los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales y sectores progresistas de las capas medias tomen revolucionariamente el poder en los pueblos oprimidos, hambrientos y explotados por los monopolios yanquis y la oligarquía reaccionaria de América; el miedo a que los pueblos saqueados del continente arrebaten las armas a sus opresores y se declaren, como Cuba, pueblos libres de América.
Aplastando la Revolución Cubana creen disipar el miedo que los atormenta, y el fantasma de la revolución que los amenaza. Liquidando a la Revolución Cubana, creen liquidar el espíritu revolucionario de los pueblos. Pretenden en su delirio que Cuba es exportadora de revoluciones. En sus mentes de negociantes y usureros insomnes cabe la idea de que las revoluciones se pueden comprar o vender, alquilar o prestar, exportar o importar como una mercancía más.
Ignorantes de las leyes objetivas que rigen el desarrollo de las sociedades humanas, creen que sus regímenes monopolistas, capitalistas y semifeudales son eternos. Educados en su propia ideología reaccionaria, mezcla de superstición, ignorancia, subjetivismo, pragmatismo y otras aberraciones del pensamiento, tienen una imagen del mundo y de la marcha de la historia acomodada a sus intereses de clases explotadoras. Suponen que las revoluciones nacen o mueren en el cerebro de los individuos o por efecto de las leyes divinas y que además los dioses están de su parte. Siempre han creído lo mismo, desde los devotos paganos patricios en la Roma esclavista, que lanzaban a los cristianos primitivos a los leones del circo y los inquisidores en la Edad Media que, como guardianes del feudalismo y la monarquía absoluta, inmolaban en la hoguera a los primeros representantes del pensamiento liberal de la naciente burguesía, hasta los obispos que hoy, en defensa del régimen burgués y monopolista, anatematizan las revoluciones proletarias. Todas las clases reaccionarias en todas las épocas históricas, cuando el antagonismo entre explotadores y explotados llega a su máxima tensión, presagiando el advenimiento de un nuevo régimen social, han acudido a las peores armas de la represión y la calumnia contra sus adversarios. Acusados de incendiar a Roma y de sacrificar niños en sus altares, los cristianos primitivos fueron llevados al martirio. Acusados de herejes, fueron llevados por los inquisidores a la hoguera filósofos como Giordano Bruno, reformadores como Hus y miles de inconformes más con el orden feudal. Sobre los luchadores proletarios se ensaña hoy la persecución y el crimen precedidos de las peores calumnias en la prensa monopolista y burguesa. Siempre en cada época histórica, las clases dominantes han asesinado invocando su sociedad de minorías privilegiadas sobre mayorías explotadas la defensa de la sociedad, del orden, de la Patria: «su orden clasista», que mantienen a sangre y fuego sobre los desposeídos, «la patria» que disfrutan ellos solos, privando de ese disfrute al resto del pueblo, para reprimir a los revolucionarios que aspiran a una sociedad nueva, un orden justo, una Patria verdadera para todos”.
Cuba es por un doble aspecto “la estrella solitaria”, con luz propia: Por su independencia y soberanía conquistada al imperio yanqui, que busca y ha buscado en toda su historia incorporarla por todos los medios a su bandera, y por mantener a salvo su esencia socialista y sus conquistas sociales en medio del asedio implacable de la contrarrevolución en todas sus formas. Y es isla no aislada de los pueblos latinoamericanos, indisolublemente unida a ellos a través de su solidaridad y de su ejemplo.
Indiscutiblemente, los extraordinarios resultados sociales, y su heroica resistencia frente a la constante agresión criminal de los Estados Unidos de Norte América, obtenidos y mantenidos en el corto plazo de sus cuarenta y siete años de existencia revolucionaria, han de ser reconocidos como experiencias válidas y ejemplares para todos los pueblos de América Latina en sus luchas contra el imperialismo, por su liberación social, soberanía y libre determinación.
Fidel no es inmortal. Ni más faltaba. Solo que “el caballo”, como también lo conoce afectuosamente su pueblo por su corpulencia y su vitalidad incansable, se irá un día como vino, con las botas puestas, dejándonos la lucidez de su visión histórica y la dignidad del hombre que no toleró, no tolera ni tolerará jamás yugo alguno, ni la marca de esclavo sobre su piel y la piel de Cuba..La muerte es el único hecho material, natural, ineluctable, aún invencible. Por eso Fidel se irá materialmente un día, sin que haya podido contrariar ese designio de la naturaleza. Se irá solo materialmente, no se sabe a donde, pero ahito, con las alforjas llenas de servir al Pueblo, que depositó en él toda su confianza y al que no ha defraudado. Sin duda su viaje de ida será victorioso, fervorosamente acompañado por el pueblo, de la misma manera como fue aclamado a su entrada en la Habana al frente del ejército popular libertador, aquel inolvidable para los pueblos del mundo 1° de enero de 1959.
Por lo pronto, para rabia de todos los explotadores y reaccionarios del mundo unido, aún sigue aferrada su corpulencia a la tierra fértil de Cuba revolucionaria.
“¿Qué es la historia de Cuba sino la historia de América Latina? ¿Y qué es la historia de América Latina sino la historia de Asia, África y Oceanía? ¿Y qué es la historia de todos estos pueblos sino la historia de la explotación más despiadada y cruel del imperialismo en el mundo entero?” (Segunda Declaración de la Habana-Fidel)
“La primera revolución social de toda la zona del Caribe y la más profunda de las revoluciones americanas” ( Fidel)
“ Esta Gran humanidad ha dicho: ¡ basta¡ y ha echado a andar” ( Segunda Declaración de la Habana).
Cuando Fidel ha cumplido ochenta años y yace convaleciente por el trajín revolucionario, y los buitres baten alegres sus alas imaginando estúpidamente un festín de presa fácil; cuando Cuba acoge, nuevamente como anfitrión, a la XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados”, que tendrá lugar en La Habana durante los días 11 a 16 de septiembre de este año, se me ocurre oportuno y provechoso volver al capítulo inicial de la Revolución Cubana de los años sesenta del siglo pasado, por la enorme vigencia y la actualidad que cobran los acontecimientos de aquella época, ahora cuando emergen en Latino América nuevas condiciones para el impulso revolucionario de sus pueblos.
La excepcional personalidad de Fidel, que así ha pasado a llamarse en la posteridad, simplemente como el otro: Che, es, ni más ni menos, la excepcionalidad de la Revolución cubana como un singular fenómeno social, político y militar en la historia de Cuba, de las Antillas, de Latino-América y del Tercer Mundo en su lucha contra la explotación y opresión capitalistas y contra la ocupación y dominación colonial e imperialista de las grandes potencias .
En 1959, cuando triunfa la rebelión cubana contra la tiranía de Batista, África estaba aún totalmente colonizada y Asia aún no había alcanzado su total liberación. No muy diferente era la situación colonial de un puñado de naciones americanas, particularmente en la región de las Antillas y el Caribe, y los Estados Unidos de Norteamérica, ejercía un dominio imperial y hegemónico desde sus fronteras al sur del Río Grande hasta el extremo sur del continente americano, caracterizado por la ocupación colonial de más de un país, la invasión y la intervención permanentes y la implantación de dictaduras sanguinarias y gobiernos corruptos, al servicio absoluto de sus intereses.
Pero es también , una época marcada por las luchas independentistas, anticoloniales y por la liberación social de los pueblos de los tres continentes: africano, asiático y americano, Cuba, como nación y como pueblo, pese a su reducida dimensión territorial y a su escasa población, asumió desde el primer momento del triunfo contra la tiranía batistiana una posición de liderazgo en esa contienda popular universal , en la que fueron y han sido desde el primer momento factores determinantes: uno, la capacidad, lucidez y coherencia de sus dirigentes, Fidel a la cabeza, para proponer y ejecutar los cambios revolucionarios precisos y posibles; dos, los claros objetivos estratégicos: políticos, económicos y sociales diseñados y proclamados desde el primer gobierno rebelde y por la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba; y un tercer factor, la unidad, la organización, la participación y movilización populares en torno a los postulados y reformas democráticos y revolucionarios proclamados, para desarrollarlos y defenderlos con firmeza. De esta manera, el pueblo y la nación de Cuba, por fuerza de la responsabilidad que asumió como nación y como pueblo de manera consecuente y heroica frente al imperialismo norteamericano y contra toda forma de opresión colonial , se convirtió en uno de los ejes principales de las luchas de liberación social no solo de todo el continente latinoamericano, sino de las luchas por la independencia y contra la opresión colonial de los pueblos de África y Asia.
Fidel subía al podio de la rebelión tricontinental contra el colonialismo e imperialismo, junto a grandes figuras del afro-asiatismo de aquella época como Sokarno, Nehru, Nasser, N´krumah, Sekou Touré, pero con una visión mucho más enriquecida y profunda del papel revolucionario de los pueblos mismos de cada país sometido, en la transformación radical de las relaciones sociales de clase opresoras.
La historia de Fidel y de Cuba, desde entonces, ha estado íntimamente ligada al internacionalismo y a la solidaridad activa y militante con los pueblos y trabajadores del mundo. Siempre en la primera línea de fuego, asumiendo responsabilidades y enormes riesgos en los avatares del movimiento revolucionario del Tercer Mundo y contribuyendo, con un destacado papel protagonista, al proyecto de integración de los pueblos latinoamericanos.
Ya a comienzos de 1960, recién instaurado el gobierno rebelde en la Isla, Fidel había lanzado por primera vez la idea de una gran conferencia del Tercer Mundo en la Habana., a la que solo respondieron favorablemente México, Venezuela y Panamá, rehusando los demás países, con pretextos diversos, más o menos intimidados por Washington la mayoría de los dirigentes de los países solicitados..Este episodio vino a ser clave en el curso que seguiría la revolución cubana, pues la respuesta hostil de Washington fue convocar a todos los gobiernos latinoamericanos sometidos a su eje, a una reunión en agosto de ese mismo año de 1960 en la capital de Costa Rica, de donde surgió la famosa “ Declaración de San José” , que contenía una condena al gobierno cubano y una declaración de guerra a la revolución cubana..Más rápida fue la respuesta del gobierno cubano, que convocó el 2 de septiembre de 1960, en la Habana, en la Plaza de la Revolución, la “Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba”, para proclamar a la faz de los pueblos del mundo los principios de la “Primera Declaración de la Habana".
Quiero destacar un trozo de esa proclama, vigente cuarenta y seis años después, por su extraordinaria comprensión de los males y horrores que todavía hoy padecen los pueblos latinoamericanos y del Tercer Mundo a manos del feroz imperialismo, por su vigorosa condena y por desbrozar un camino que permanece abierto a los derechos de los demás pueblos:
“La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba expresa la convicción cubana de que la democracia no puede consistir sólo en el ejercicio de un voto electoral, que casi siempre es ficticio y está manejado por latifundistas y políticos profesionales, sino en el derecho de los ciudadanos a decidir, como ahora lo hace esta Asamblea General del Pueblo de Cuba, sus propios destinos. La democracia, además, sólo existirá en América Latina cuando los pueblos sean realmente libres para escoger, cuando los humildes no están reducidos por el hambre, la desigualdad social, el analfabetismo y los sistemas jurídicos, a la más ominosa impotencia.
Por eso la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba: Condena el latifundio, fuente de miseria para el campesino y sistema de producción agrícola retr6grado e inhumano; condena los salarios de hambre y la explotación inicua del trabajo humano por bastardos y privilegiados intereses; condena el analfabetismo, la ausencia de maestros, de escuelas, de médicos y de hospitales; la falta de protecci6n a la vejez que impera en los países de América; condena la discriminación del negro y del indio; condena la desigualdad y la explotación de la mujer; condena las oligarquías militares y políticas, que mantienen a nuestros pueblos en la miseria, impiden su desarrollo democrático y el pleno ejercicio de su soberanía; condena las concesiones de los recursos naturales de nuestros países a los monopolios extranjeros, como política entreguista y traidora al interés de los pueblos; condena a los gobiernos que desoyen el sentimiento de sus pueblos para acatar los mandatos de Washington; condena el engaño sistemático a los pueblos, por 6rganos de divulgación que responden al interés de las oligarquías y a la política del imperialismo opresor; condena el monopolio de las noticias por agencias yanquis, instrumentos de los trusts norteamericanos y agentes de Washington; condena las leyes represivas que impiden a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes y los intelectuales, a las grandes mayorías de cada país, organizarse y luchar por sus reivindicaciones sociales y patrióticas; condena a los monopolios y empresas imperialistas que saquean continuamente nuestras riquezas, explotan a nuestros obreros y campesinos, desangran y mantienen en retraso nuestras economías y someten la política de la América Latina a sus designios e intereses.
La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba condena, en fin, la explotaci6n del hombre por el hombre, y la explotación de los países subdesarrollados por el capital financiero imperialista.
En consecuencia, la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba proclama ante América :
El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educaci6n; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; el derecho de los jóvenes al trabajo; el derecho de los estudiantes a la enseñanza libre, experimental y científica; el derecho de los negros y los indios a la dignidad plena del hombre; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho del anciano a una vejez segura; el derecho de los intelectuales, artistas y científicos a luchar con sus obras por un mundo mejor; el derecho de los estados a la nacionalizaci6n de los monopolios imperialistas, rescatando así las riquezas y recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el derecho de las naciones a su plena soberanía; el derecho de los pueblos a convertir sus fortalezas militares en escuelas, y a armar a sus obreros, a sus campesinos, a sus estudiantes, a sus intelectuales, al negro, al indio, a la mujer, al joven, al anciano, a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por si mismos, sus derechos y sus destinos.”
Es todo un ideario de la transformación social de los pueblos latinoamericanos. Un programa revolucionario democrático y popular que ha sido desarrollado y ejecutado por el gobierno de Cuba – Fidel al frente- en menos de cincuenta años, con cotas de plenitud jamás alcanzadas, ni en mínimas proporciones, por los demás Estados y Gobiernos latinoamericanos en cerca de 200 años de democracia burguesa y “cooperación” imperialista..Tampoco por los otros países del llamado Tercer Mundo , sumidos en la pobreza, la enfermedad, el desempleo, sujetos a la insaciable expoliación de sus recursos naturales y a la explotación de la fuerza de trabajo en límites de auténtica esclavitud, de tal manera reconocido por la opinión pública mundial, que huelga mencionar país por país, territorio por territorio, continente por continente. Un mundo cercado por Estados Unidos y la Europa imperiales con sofisticados ejércitos de mercenarios, poseedores del monopolio de las armas de destrucción masiva y dotados de feroces fuerzas militares de interposición, en realidad sinónimos de ocupación colonial; legitimados por Tribunales erigidos por ellos mismos con jurisdicción universal, pertrechados con leyes y jueces especiales especializados para aherrojar en las cárceles de sus dominios universales a cuanto hombre, mujer, niño o anciano osen levantar el grito de libertad., so pretexto de combatir el terrorismo.
Fueron esos postulados de la Primera Declaración de la Habana los que inspiraron las más significativas Resoluciones de la “Conferencia latino-americana por la soberanía nacional, la emancipación económica y la paz”, reunida en Méjico en marzo de 1961, que , a juicio de la militancia revolucionaria de la época, “da a la solidaridad de los pueblos de América Latina su primera forma concreta y organizada”.
Cuba apareció, en palabras de Fidel, como “ la primera revolución social de toda la zona del Caribe y la más profunda de las revoluciones americanas”.
Respuesta por respuesta, el Gobierno de los Estados Unidos lanza a las Playas de Girón, a escaso un mes de aquella Conferencia, en abril de 1961, un ejército de mercenarios, entrenados, avituallados y dirigidos por la Agencia Central de Inteligencia (C.I.A), que en apenas setenta y dos horas son derrotados por el ejército popular revolucionario de Cuba. Esa victoria representaba el segundo gran triunfo militar de los revolucionarios cubanos en apenas dos años en su propio territorio El primero para tomar el poder, alcanzar la libertad de emprender la tarea descomunal de transformación social ; este segundo para defender su soberanía e integridad territorial y el derecho de su pueblo a decidir su propio destino. Para los Estados Unidos de Norte América representó su primera gran derrota política y militar en el continente americano.
Con esa victoria cobró mayor impulso la transformación social revolucionaria de Cuba, y con ellas el designio de Fidel y de los revolucionarios cubanos de ver creada una organización a nivel mundial de solidaridad revolucionaria. De hecho, al momento de la toma del poder por el ejército rebelde cubano en 1959, ya existía la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África y Asia (O.S.P.A.A.), concebida en la Primera Conferencia de Solidaridad en 1958, en El Cairo, y adoptada en la Segunda Conferencia en Conakry (Guinea) en 1960. Tenían asiento en dichas Conferencias representantes de gobiernos de países independientes y de movimientos de emancipación de los dos continentes.
Es a esa misma O.S.P.A..A. a la que se dirige Fidel en el mismo año 1961 para proponer, por primera vez, en un mensaje suyo a la cuarta sesión de su Comité Ejecutivo reunido en Bandoung, la convocatoria de una “ conferencia de solidaridad de los tres continentes”, y que volverá a proponer a la tercera Conferencia de la O.S.P.A.A, reunida en Moshi, Tanganika en febrero de 1963, ofreciendo a La Habana como sede, y en la que participa por primera vez un diplomático del mundo latino-americano: el embajador de Cuba en Indonesia..
Finalmente, tendrá lugar en La Habana, en los días del tres al doce de enero de 1966 esa “Primera Conferencia de Solidaridad con los Pueblos de África, Asia y América Latina”, conocida universalmente con el nombre de “la Tricontinental”, en la que se sentaron representantes de gobiernos y de organizaciones de 82 países de los tres continentes. Marcada por las divergencias ya existentes en el seno del movimiento comunista internacional, que allí se hicieron presentes, cabe resaltar, no obstante, el éxito de la unanimidad alcanzada en torno a la definición de una posición antiimperialista común de todos los partidos y movimientos de liberación o emancipación participantes, y la creación de una nueva organización con sede en la Habana: la Organización Tricontinental de Solidaridad de los Pueblos (OTSP), que reagruparía a todos esos partidos o movimientos allí representados. En su discurso de clausura , Fidel resaltaría ese hecho primordial:
“En efecto, son los pueblos de tres continentes que han estado representados aquí, son los movimientos revolucionarios de los pueblos de tres continentes, que han definido una posición antiimperialista común, a partir de ideas o de posiciones filosóficas diferentes, o de creencias religiosas diversas, ellas mismas representativas a menudo de ideologías diversas...Aquello que une hoy día a los pueblos de estos tres continentes y del mundo entero, es la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, la lucha contra el racismo, y, en una palabra, la lucha contra todos los fenómenos que son la expresión contemporánea de aquello que nosotros debemos llamar “imperialismo”.
Ese ímpetu revolucionario de la revolución cubana desde sus inicios y su marcada influencia en las masas de campesinos, obreros, estudiantes e intelectuales de América Latina, llevó al gobierno de los Estados Unidos, de F. Kennedy, para contrarrestarla, a proponer en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en la llamada “Primera Conferencia de Punta del Este” (Uruguay), reunida en agosto de 1961,un programa de ayuda económica y social a los países latinoamericanos, con el pomposo nombre de “Alianza para el Progreso”, que tendría una duración limitada a 10 años y una inversión de 20.000 millones de dólares, cuyas fuentes habrían de ser las agencias de “ayuda” norteamericanas, las agencias financieras multilaterales ( BID y otros) y el sector privado por conducto de la Fundación Panamericana de Desarrollo. Todos los países de América Latina allí presentes aprobaron la Declaración y la Carta de Punta del Este, salvo Cuba que se opuso radicalmente. “Plan letrina” la bautizó el Ché , por lo irrisorio de sus objetivos, reducidos en el campo social a amortiguar demagógicamente, con medidas insuficientes e ineficaces, los efectos de una explotación inmisericorde del continente, mientras los dólares invertidos, que no lo fueron en su totalidad, unos iban a parar a los bolsillos de la oligarquía parásita latinoamericana , otros a acrecentar el endeudamiento de los países receptores, además obligados a invertirlos en compras de bienes de capital y excedentes agrícolas a la metrópoli imperialista, reconvirtiendo la despampanante “ayuda” en fuente de ganancias capitalistas; otros cuajaban en mayores y mejores inversiones de las trasnacionales norteamericanas, redoblando el despojo de los recursos naturales de los países “favorecidos”.
Cuarenta y seis años después, el panorama latinoamericano es desolador, en proporción inversa a los avances sociales, culturales y económicos de la revolución cubana en esos mismos cuarenta y seis años.
Justamente ese auge internacionalista de la revolución cubana desde el inicio de su andadura revolucionaria y, particularmente, su deriva ideológica y política hacia el marxismo-leninismo acompañada de una política de alianzas con el bloque socialista del Este,- explícitamente manifestadas en la apoteósica tercera celebración del triunfo revolucionario en la bautizada Plaza de la Revolución de La Habana -, despertó la histeria anticubana de los Estados Unidos de Norte América, que dando un giro de tuerca más en su política de garrote, hegemónica e intervencionista , dictó y obtuvo la exclusión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en la Segunda Conferencia de Punta del Este, reunida el 22 de enero de 1962, acusándola de “subversión del continente”.
La respuesta del gobierno revolucionario de Cuba fue inmediata. La Asamblea General del Pueblo, reunida de nuevo en la Plaza de la Revolución, respondió al gesto brutal del imperio y de sus sirvientes adoptando , el 4 de febrero de 1962, la “Segunda Declaración de la Habana”, que difería de la primera en cuanto no se limitaba a afirmar objetivos generales, sino que hacía hincapié en las nuevas vías revolucionarias que se ofrecían a América Latina. Se reafirmaba en sus principios revolucionarios. Desentrañaba las razones del odio y del miedo del imperialista yanqui a la revolución cubana y la impostura de la acusación de ser Cuba exportadora de su revolución a los demás pueblos latinoamericanos. Valgan los siguientes fragmentos :
“Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos: Las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos”.
“Lo que Cuba puede dar a los pueblos y ha dado ya es su ejemplo”.
“Y ¿qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos”.
“Cuba duele de manera especial a los imperialistas. ¿Qué es lo que se esconde tras el odio yanqui a la Revolución Cubana? ¿Qué explica racionalmente la conjura que reúne en el mismo propósito agresivo a la potencia imperialista más rica y poderosa del mundo contemporáneo y a las oligarquías de todo un continente, que juntos suponen representar una población de trescientos cincuenta millones de seres humanos, contra un pequeño pueblo de sólo siete millones de habitantes, económicamente subdesarrollado, sin recursos financieros ni militares para amenazar ni la seguridad ni la economía de ningún país?
Los une y los concita el miedo. Lo explica el miedo. No el miedo a la Revolución Cubana; el miedo a la revolución latinoamericana. No el miedo a los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales y sectores progresistas de las capas medias que han tomado revolucionariamente el poder en Cuba; sino el miedo a que los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales y sectores progresistas de las capas medias tomen revolucionariamente el poder en los pueblos oprimidos, hambrientos y explotados por los monopolios yanquis y la oligarquía reaccionaria de América; el miedo a que los pueblos saqueados del continente arrebaten las armas a sus opresores y se declaren, como Cuba, pueblos libres de América.
Aplastando la Revolución Cubana creen disipar el miedo que los atormenta, y el fantasma de la revolución que los amenaza. Liquidando a la Revolución Cubana, creen liquidar el espíritu revolucionario de los pueblos. Pretenden en su delirio que Cuba es exportadora de revoluciones. En sus mentes de negociantes y usureros insomnes cabe la idea de que las revoluciones se pueden comprar o vender, alquilar o prestar, exportar o importar como una mercancía más.
Ignorantes de las leyes objetivas que rigen el desarrollo de las sociedades humanas, creen que sus regímenes monopolistas, capitalistas y semifeudales son eternos. Educados en su propia ideología reaccionaria, mezcla de superstición, ignorancia, subjetivismo, pragmatismo y otras aberraciones del pensamiento, tienen una imagen del mundo y de la marcha de la historia acomodada a sus intereses de clases explotadoras. Suponen que las revoluciones nacen o mueren en el cerebro de los individuos o por efecto de las leyes divinas y que además los dioses están de su parte. Siempre han creído lo mismo, desde los devotos paganos patricios en la Roma esclavista, que lanzaban a los cristianos primitivos a los leones del circo y los inquisidores en la Edad Media que, como guardianes del feudalismo y la monarquía absoluta, inmolaban en la hoguera a los primeros representantes del pensamiento liberal de la naciente burguesía, hasta los obispos que hoy, en defensa del régimen burgués y monopolista, anatematizan las revoluciones proletarias. Todas las clases reaccionarias en todas las épocas históricas, cuando el antagonismo entre explotadores y explotados llega a su máxima tensión, presagiando el advenimiento de un nuevo régimen social, han acudido a las peores armas de la represión y la calumnia contra sus adversarios. Acusados de incendiar a Roma y de sacrificar niños en sus altares, los cristianos primitivos fueron llevados al martirio. Acusados de herejes, fueron llevados por los inquisidores a la hoguera filósofos como Giordano Bruno, reformadores como Hus y miles de inconformes más con el orden feudal. Sobre los luchadores proletarios se ensaña hoy la persecución y el crimen precedidos de las peores calumnias en la prensa monopolista y burguesa. Siempre en cada época histórica, las clases dominantes han asesinado invocando su sociedad de minorías privilegiadas sobre mayorías explotadas la defensa de la sociedad, del orden, de la Patria: «su orden clasista», que mantienen a sangre y fuego sobre los desposeídos, «la patria» que disfrutan ellos solos, privando de ese disfrute al resto del pueblo, para reprimir a los revolucionarios que aspiran a una sociedad nueva, un orden justo, una Patria verdadera para todos”.
Cuba es por un doble aspecto “la estrella solitaria”, con luz propia: Por su independencia y soberanía conquistada al imperio yanqui, que busca y ha buscado en toda su historia incorporarla por todos los medios a su bandera, y por mantener a salvo su esencia socialista y sus conquistas sociales en medio del asedio implacable de la contrarrevolución en todas sus formas. Y es isla no aislada de los pueblos latinoamericanos, indisolublemente unida a ellos a través de su solidaridad y de su ejemplo.
Indiscutiblemente, los extraordinarios resultados sociales, y su heroica resistencia frente a la constante agresión criminal de los Estados Unidos de Norte América, obtenidos y mantenidos en el corto plazo de sus cuarenta y siete años de existencia revolucionaria, han de ser reconocidos como experiencias válidas y ejemplares para todos los pueblos de América Latina en sus luchas contra el imperialismo, por su liberación social, soberanía y libre determinación.
Fidel no es inmortal. Ni más faltaba. Solo que “el caballo”, como también lo conoce afectuosamente su pueblo por su corpulencia y su vitalidad incansable, se irá un día como vino, con las botas puestas, dejándonos la lucidez de su visión histórica y la dignidad del hombre que no toleró, no tolera ni tolerará jamás yugo alguno, ni la marca de esclavo sobre su piel y la piel de Cuba..La muerte es el único hecho material, natural, ineluctable, aún invencible. Por eso Fidel se irá materialmente un día, sin que haya podido contrariar ese designio de la naturaleza. Se irá solo materialmente, no se sabe a donde, pero ahito, con las alforjas llenas de servir al Pueblo, que depositó en él toda su confianza y al que no ha defraudado. Sin duda su viaje de ida será victorioso, fervorosamente acompañado por el pueblo, de la misma manera como fue aclamado a su entrada en la Habana al frente del ejército popular libertador, aquel inolvidable para los pueblos del mundo 1° de enero de 1959.
Por lo pronto, para rabia de todos los explotadores y reaccionarios del mundo unido, aún sigue aferrada su corpulencia a la tierra fértil de Cuba revolucionaria.