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La humanidad que encierra el acto de curar

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Periódico Granma
Médicos y enfermeros de la segunda brigada que partió a tierras africanas para combatir el Ébola, ratificaron el compromiso de cortar la cadena de transmisión y eliminar la enfermedad.No fueron estos días comunes en la Unidad Central de Cooperación Médica (UCCM). Un total de  91 profesionales de la salud entre médicos y enfermeros hicieron suya la institución, encargada de capacitarlos para su partida a Liberia y Guinea Conakry, en África occidental, donde se unirán al esfuerzo global de la Organización Mundial de la Salud para contener la epidemia de Ébola en esa región.

Se trata de la segunda brigada de especialistas que envía Cuba, luego de la que partió a Sierra Leona en días pasados, como respuesta al llamado de la directora general de la OMS, doctora Margaret Chan, a las naciones del mundo, sobre la necesidad de dar una ayuda masiva de emergencia a África en el enfrentamiento al virus.

VOLUNTAD, PRINCIPIOS, HUMANISMO


“Es una misión riesgosa”, dice sin rodeos a Granma el guantanamero Lázaro de la Cruz Pineda, que ya acumula 34 años de trabajo como licenciado en enfermería y que por tercera ocasión sale a cumplir misión médica. Y rápido recuenta: “la primera vez fui a Angola, con solo 18 años, pero esta es más difícil. No sabemos dónde estará la enfermedad y será la primera vez que nos enfrentemos a ella”.

Luego de recibir una preparación teórica, técnica y práctica por parte de profesionales del IPK, a los que se sumaron especialistas de la Orga­nización Mundial y Panamericana de la Salud (OMS/OPS) y de la propia UCCM, 53 de estos hombres fueron a Liberia y otros 38 a Guinea Conakry.

Emer Reyes Pérez, licenciado y máster en enfermería y especialista de primer grado en higiene y epidemiología nos recuerda que responder a este llamado no es más que intentar “saldar la deuda que la humanidad tiene con África”.En la Unidad Central de Coo­peración Médica, durante un mes han estado documentándose sobre las enfermedades hemorrágicas infecciosas, las normas de bioseguridad, la promoción de salud y recibiendo cursos intensivos de los idiomas inglés y francés; así como de otros aspectos relacionados con las condiciones del terreno.

“Al llegar nos seguiremos preparando durante 15 días, antes de comenzar a trabajar con los pacientes, porque a la Patria tenemos que regresar vivos”, apunta nuestro entrevistado, a la vez que dice tranquilo, “unos a otros nos hemos apoyado en el aprendizaje de cómo usar los medios de protección, y unos a otros nos cuidaremos”.

Conversamos con varios de los colaboradores. Apenas a unas po­cas horas antes de partir lucen tranquilos, entusiastas. Y cuando Leo­nardo Fernández Fernández, médico especialista en medicina interna y terapia intensiva me habla de sus cinco misiones, de cómo reafirmó su convicción de revolucionario en Nicaragua, del honor de haber sido fundador de la brigada Henry Ree­ve, del terremoto de Paquistán, la guerra civil de Timor Leste, el terremoto de Haití, y sus experiencias como médico en Maputo, en África no dudo en replicarle: —Pero Li­beria y el Ébola es un escenario diferente.

Entonces, a las puertas de su sexta misión, con 63 años cumplidos, Leonardo me cuenta que es hijo de semianalfabetos y que lo que es hoy, como piensa y vive, se lo debe a la historia de este país.

“Te engañaría si te dijera que no tengo miedo, pero sobre el miedo van los principios, los valores y el compromiso con Cuba y mi familia”.

¿Y cómo la dejas?, le pregunto.

“Tranquila, orgullosa, atendida, porque aunque estemos ausentes se les apoya. Mi compromiso también es con ella, porque nuestra misión es ayudar a detener la transmisión de la enfermedad, salvar vidas, y evitar que se expanda el virus al resto del mundo, al riesgo y costo necesarios”, dice.

Leonardo Fernández Fernández, médico especialista en medicina interna y terapia intensiva, parte hacia su sexta misión.“Nuestra confianza parte de la preparación excepcional que he­mos recibido”, agrega Ángel Mejías, también especialista en medicina interna y terapia intensiva.

“Alguien tiene que salirle al paso al Ébola y ahí estamos los cubanos, confiados en la tarea que vamos a realizar y conscientes de la importancia de no obviar ningún paso en los cuidados de protección personal”.

Por su parte Yadir Antonio López Mujica, licenciado en en­fermería del municipio de Quivicán en la provincia de Maya­beque, agradece el haber contado con “profesores im­placables en el aprendizaje, pero maravillosos”. “Oiga periodista, no se preocupe, que si salimos llegamos, si llegamos triunfamos y si triunfamos viramos todos con salud y con el deber cumplido hacia la Patria”.

El enfermero Ricardo Zamora se siente feliz de haber sido elegido entre los cerca de 15 000 voluntarios cubanos que reafirmaron su convicción de ir a ayudar a combatir el virus. “Esta misión tiene una gran importancia desde el punto de vista profesional y humanista, y nuestro aporte será decisivo para poder cortar la cadena de transmisión y eliminar la enfermedad. Para ello tomaremos todas las medidas, sin dejar de protegernos, protegernos y protegernos”.

Emer Reyes Pérez, licenciado y máster en enfermería y especialista de primer grado en higiene y epidemiología nos recuerda que responder a este llamado no es más que intentar “saldar la deuda que la hu­manidad tiene con África. Lilio Fidel González Navarro, especialista en higiene y epidemiología y médico general, siente el apoyo de su familia ante esta misión.

Además de curar y tratar, vamos a aprender del enfrentamiento a esta epidemia que amenaza con extenderse al resto del planeta. Con voluntad humana y gubernamental el Ébola se puede contener”.

Ante hombres con este coraje, hay que quitarse el sombrero. Ha­blan de sus familias, de cómo se han unido como hermanos con el resto de la brigada, del compromiso de volver y cumplir. Lilio Fidel Gon­zález Navarro, especialista en higiene y epidemiología y médico general y que parte a Guinea Conakry no puede disimular la emoción al mencionar a su esposa enfermera y su hija médico. “Ellas entienden y me dan todo su apoyo”.

Y casi al filo de las cuatro de la tarde, cuando se preparaban para abordar los ómnibus que los llevarían hasta el aeropuerto internacional José Mar­tí, les dicen a los profesores casi a coro: “Nada de besos, esos serán dados a nuestro regreso”.