AL SERVICIO DE "LOS DE ABAJO"
Quienes hace 36 años concurrimos a la Explanada Municipal de Montevideo para escuchar a un Fidel flamante de triunfos y con sólo cuatro meses de ejercicio del poder, quizá experimentemos nuestro propio caput obstipum al registrar unas cuantas bajas entre aquellos militantes del primer entusiasmo y detectar ahora sus nombres en filas de la derecha inmovilista.
Treinta y seis años después, ¿quién se acuerda de Frondizi, Alessandri, López Mateos, Betancourt, Lleras Camargo, Luis Somoza y last but not least Eisenhower y otros mandamases de esa época? Fidel, en cambio, sigue presente y coherente. Numerosas veces intentó la malamérita CIA acabar con su vida y milagros, y pese al demostrado profesionalismo de la Agencia para el crimen político, en esa concreta misión no tuvo éxito. Por otra parte, ni Eisenhower ni Kennedy ni Johnson ni Nixon ni Ford, ni Carter, ni Reagan ni Bush, tampoco pudieron con él.
Hay un hecho revelador. Siempre que Fidel concurre a algún evento internacional, la recepción que le dedican los anfitriones suele respetar, con más o menos cordialidad, las elementales normas del frío protocolo, pero en cambio la recepción popular es siempre calurosa, entusiasta, agradecida. Los pueblos (perdón por rescatar esta palabra en desuso) siempre han reconocido en el líder cubano su obsesión por la justicia, por la autodeterminación, por la soberanía de cada nación, pero también por la solidaridad con otros pueblos. En este fin de siglo, cuando el egoísmo y la mezquindad (baste con mencionar los casos de Bosnia, Chechenia, Ruanda, Somalia, etcétera) representan los rasgos más infames de la política internacional, nombres como Vado del Yeso, Ñancahuazú, Maquela do Sombo u Ogaden. Siguen integrando la geografía solidaria de la Revolución Cubana, que nunca pidió nada a cambio de su sacrificio y de su amparo.
El papel de Cuba es y sigue siendo muy importante para América Latina, porque es la primera vez que un país, aun pequeño se rebela frente a la presión estadounidense.
Que Fidel ha cometido errores. Por supuesto que sí pero no en lo social. No en la defensa y garantía de la salud y la educación de su gente. Después de todo, qué gobernante no se ha equivocado. Solo que a los demás se les disculpa, a Castro, jamás. Al menos los errores de Fidel no fueron comprados, negociados, ni han sido (como en tantos otros casos de Europa y América) meros capítulos de esa Gran Corrupción que se ha convertido en la transnacional más importante y decididora de este confuso fin de siglo. Cuando los hubo, si los hubo, los suyos fueron errores pobres.
Fidel es un individuo con un carisma especial que, en medio de toda su lucha, no ha caído, como a veces acontece con los personajes incluso de la izquierda revolucionaria que de pronto pasa el tiempo y abdican de su pudor y su ética. En su caso, esa acusación no se puede hacer. Nadie se ha atrevido a acusarlo de corrupción ni de lujos inadecuados en su vida. Es un tipo que, equivocándose y acertando, ha querido el bienestar de su pueblo. Eso es respetable.
No encuentro, en este siglo y en toda la extensión de nuestra América, una figura política que, como él, haya puesto su conocimiento, su experiencia, su vitalidad, su resistencia y su propia vida, al servicio de "los de abajo”.
Es también agradecerle su impulso, su sinceridad, su calidad humana. No descarto que algún día los latinoamericanos del montón recuperemos la inocencia perdida y le nombremos de una vez por todas nuestro Prójimo Número Uno.
Fidel Castro es hoy por hoy la más importante figura política del Continente Americano y una de las más destacada de la historia contemporánea. La figura de Fidel sigue siendo aleccionante.