MAESTRO DE LA SEDUCCIÓN
Observo a este hombre que en esa fecha, abril de 1989, tenía sesenta y tres años. Vestido con su tradicional traje verde olivo de faena. Ese hombre que mezcla el dramatismo con el humor. Que lo mismo habla de la muerte que de la siembra del boniato, tan vital por otra parte para la sobrevivencia de la isla sitiada, cercada, como Numancia, por el imperio que jamás soñara la humanidad.
Cuando habla, Fidel señala con el dedo. Te apunta al corazón. No te quita el ojo de encima. Aunque se gire a un lado y a otro, siempre conserva aunque sea un rabillo del ojo sobre el interlocutor. Lo estudia. Observa sus reacciones. Le hace peguntas para desconcertar. Lo envuelve en su verbo fluido, largo. Es todo un maestro de la seducción y sus enemigos más acérrimos reconocen esa virtud de Fidel Castro.