El Cuate de la expedición del Granma
Date:
14/12/2013
Source:
Periódico Granma
A sus 87 años, cumplidos el 5 de enero de este año, el mexicano Antonio del Conde Pontones, El Cuate del Granma, atesora como los más importantes de su vida, los recuerdos que le enlazan para siempre a la historia de Cuba, pero sobre todo, a la de la Revolución Cubana y a Fidel.
De ahí que cada vez que viene al país, principalmente desde 1976 en que la histórica embarcación quedó instalada para siempre en el Museo de la Revolución, es visita cotidiana a los predios del Memorial Granma, para ver en su sitial de honor el pequeño yate que había adquirido un tiempo antes de que Fidel lo viera en Tuxpan y le dijera: Si usted arregla ese barco, en ese nos vamos a Cuba.
Tengo el privilegio de conocerlo a partir de aquel año del aniversario 20 del desembarco del Granma en que lo entrevisté en México por primera vez y pude recorrer con él tantos sitios de nuestra historia... y desde esa época supe de aquel encuentro inicial con un joven al que conoció como "Alejandro", que se presentó en su armería en Ciudad México entre julio y septiembre de 1955, preguntándole si tenía "acciones de mecanismos belgas" (aditamentos, como suele reiterar, muy específicos para los interesados en armamentos). Encuentro que, como afirma, le marcó para toda la vida.
De él ha narrado Fidel en Guerrillero del Tiempo, el indispensable libro de la periodista y escritora Katiuska Blanco, que recoge sus conversaciones con el líder histórico de la Revolución. En su capítulo sobre los preparativos en México de la futura expedición del Granma, afirma:
"El Cuate nos fue muy útil, nos ayudó mucho. Él nos facilitó la adquisición de las mirillas telescópicas, 50 mirillas belgas compramos una vez. La mayor parte de los fusiles se los compramos a él o a través de él; compramos también algunos fusiles semiautomáticos, serían como 10 Remington; teníamos un fusil Garand semiautomático igualmente, una Thompson calibre 45, única arma automática de la que disponíamos.
"... y los compramos con la colaboración de aquel armero mexicano a quien ganamos para la causa y que se portó con mucha lealtad y seriedad. También participó en la compra del barco y la casa en Santiago de la Peña, en Tuxpan...".
En una entrevista en 1996, El Cuate me comentaba: "Después de 40 años, el Granma es mucho más de lo que pude haber pensado que iba a ser. Hace 40 años navegaba en un mar nada calmo, con 82 expedicionarios a bordo que se habían comprometido a ser libres o mártires aquel año de 1956, y ahora se encuentra en su Me-morial", y afirmaba que tal remembranza le hacía pensar en Fidel, no en el de entonces, sino en el de hoy, quien con solo su nombre, en cualquier parte, es el Comandante Fidel Castro, un hombre que enseña a todo el mundo lo que es guiar a un pueblo, no obstante el bloqueo, las leyes Torricelli y Helms-Burton, las adversidades inimaginables que ha tenido que enfrentar.
El Cuate, pseudónimo bajo el cual se ocultó la identidad de este mexicano, una de las figuras clave en los preparativos de la expedición, trabajó durante casi año y medio di-rectamente a las órdenes de Fidel: primero, consiguiendo parte importante de las armas y sus aditamentos; después parque, uniformes, botas, equipos de campaña, por último —luego de haber fallado otras gestiones de embarcaciones y hasta de una nave aérea—, en el acondicionamiento del Granma, entre otras tareas vinculadas a la partida.
Puso en aquellas actividades trabajo, es-fuerzo, intereses, ilusión de navegar en aquel barco y formar parte en aquella misión, "pero las órdenes se acatan y mi jefe fue preciso: no vendría yo en el Granma, tenía que quedarme en México porque le sería mucho más útil como un soldado fuera de Cuba; recuerdo, que tuve ganas hasta de llorar, pero me tuve que contener delante de él, y continuar con los últimos detalles para que todo se llevara a cabo como era necesario, como todos esperábamos que sucediera y sucedió: cumplí mi parte en el empeño de que saliera el Granma (el 25 de noviembre de 1956) y la expedición, como se había comprometido el Comandante, llegó, entró y triunfó".
En Cuba, hace unos meses
Hace unos meses, estuvo en Cuba invitado a participar en las actividades por el aniversario 60 del Moncada. Estuvo en La Habana y en Santiago de Cuba.
Poco antes de partir me confesó dos momentos inolvidables de esta ocasión, entre los muchos en que se le ha homenajeado por su seriedad y lealtad a la Revolución (son decenas los reconocimientos que le han sido conferidos).
Fue en la gala artística por el LX aniversario en Santiago, contó, estaba lleno el teatro. "Yo estaba muy cerca de Raúl, y cuando me ve, me saluda, le doy la mano, y me presenta con el público. Quiero presentar a este viejito, dijo y me levantó el brazo; este viejito, El Cuate, nos dio el Granma. Todo el mundo aplaudió... No tengo palabras, fue más que emocionante, realmente no me merezco eso... de ninguna manera. Tú sabes que el Granma yo no lo di, me lo pidió Fidel, y siguiendo sus instrucciones arreglé el Granma. Si yo aporté mi trabajo en el Granma, fue dirigido por Fidel.
¿Y el segundo? Ocurrió en un encuentro de los moncadistas y expedicionarios con jóvenes. Un muchacho se paró y me dijo: Bueno, y Ud., ¿cómo y por qué se integró a la Revolución? Y le respondí: Te lo voy a contestar rápidamente con tres palabras. Cuando conocí al Comandante Fidel Castro, no tengo más que decirte, por eso me integré, porque era Fidel.
Cada vez que nos vemos, aunque pasen los años, le hago la misma pregunta, y siempre reitera su respuesta:
"Qué cosa mejor podría yo hacer en mi vida, sino luchar por un ideal, que aunque no era un ideal original mío, sino de Fidel, fue quizás intuición o simplemente eso: era Fidel Castro"
—Y hoy, ¿El Cuate haría lo mismo?
—Tienes que pensar que ha pasado el tiempo y hemos aprendido mucho, y posiblemente me saldrían mejor las cosas. Indudablemente que yo haría otro Granma, pero sería un Granma preciso y perfecto, que no fallara un motor, que no se cayera Roque al agua, que pudiera llegar a la playa de Las Coloradas, que no faltara comida, que no hiciera agua el barco, porque ya todo eso lo evitaríamos, lo probaríamos antes, y sería un Granma más perfecto.
"Este fue perfecto porque cumplió su cometido, pero si por algún motivo a Fidel se le ocurre programarlo otra vez, seguro que lo haría...".
De ahí que cada vez que viene al país, principalmente desde 1976 en que la histórica embarcación quedó instalada para siempre en el Museo de la Revolución, es visita cotidiana a los predios del Memorial Granma, para ver en su sitial de honor el pequeño yate que había adquirido un tiempo antes de que Fidel lo viera en Tuxpan y le dijera: Si usted arregla ese barco, en ese nos vamos a Cuba.
Tengo el privilegio de conocerlo a partir de aquel año del aniversario 20 del desembarco del Granma en que lo entrevisté en México por primera vez y pude recorrer con él tantos sitios de nuestra historia... y desde esa época supe de aquel encuentro inicial con un joven al que conoció como "Alejandro", que se presentó en su armería en Ciudad México entre julio y septiembre de 1955, preguntándole si tenía "acciones de mecanismos belgas" (aditamentos, como suele reiterar, muy específicos para los interesados en armamentos). Encuentro que, como afirma, le marcó para toda la vida.
De él ha narrado Fidel en Guerrillero del Tiempo, el indispensable libro de la periodista y escritora Katiuska Blanco, que recoge sus conversaciones con el líder histórico de la Revolución. En su capítulo sobre los preparativos en México de la futura expedición del Granma, afirma:
"El Cuate nos fue muy útil, nos ayudó mucho. Él nos facilitó la adquisición de las mirillas telescópicas, 50 mirillas belgas compramos una vez. La mayor parte de los fusiles se los compramos a él o a través de él; compramos también algunos fusiles semiautomáticos, serían como 10 Remington; teníamos un fusil Garand semiautomático igualmente, una Thompson calibre 45, única arma automática de la que disponíamos.
"... y los compramos con la colaboración de aquel armero mexicano a quien ganamos para la causa y que se portó con mucha lealtad y seriedad. También participó en la compra del barco y la casa en Santiago de la Peña, en Tuxpan...".
En una entrevista en 1996, El Cuate me comentaba: "Después de 40 años, el Granma es mucho más de lo que pude haber pensado que iba a ser. Hace 40 años navegaba en un mar nada calmo, con 82 expedicionarios a bordo que se habían comprometido a ser libres o mártires aquel año de 1956, y ahora se encuentra en su Me-morial", y afirmaba que tal remembranza le hacía pensar en Fidel, no en el de entonces, sino en el de hoy, quien con solo su nombre, en cualquier parte, es el Comandante Fidel Castro, un hombre que enseña a todo el mundo lo que es guiar a un pueblo, no obstante el bloqueo, las leyes Torricelli y Helms-Burton, las adversidades inimaginables que ha tenido que enfrentar.
El Cuate, pseudónimo bajo el cual se ocultó la identidad de este mexicano, una de las figuras clave en los preparativos de la expedición, trabajó durante casi año y medio di-rectamente a las órdenes de Fidel: primero, consiguiendo parte importante de las armas y sus aditamentos; después parque, uniformes, botas, equipos de campaña, por último —luego de haber fallado otras gestiones de embarcaciones y hasta de una nave aérea—, en el acondicionamiento del Granma, entre otras tareas vinculadas a la partida.
Puso en aquellas actividades trabajo, es-fuerzo, intereses, ilusión de navegar en aquel barco y formar parte en aquella misión, "pero las órdenes se acatan y mi jefe fue preciso: no vendría yo en el Granma, tenía que quedarme en México porque le sería mucho más útil como un soldado fuera de Cuba; recuerdo, que tuve ganas hasta de llorar, pero me tuve que contener delante de él, y continuar con los últimos detalles para que todo se llevara a cabo como era necesario, como todos esperábamos que sucediera y sucedió: cumplí mi parte en el empeño de que saliera el Granma (el 25 de noviembre de 1956) y la expedición, como se había comprometido el Comandante, llegó, entró y triunfó".
En Cuba, hace unos meses
Hace unos meses, estuvo en Cuba invitado a participar en las actividades por el aniversario 60 del Moncada. Estuvo en La Habana y en Santiago de Cuba.
Poco antes de partir me confesó dos momentos inolvidables de esta ocasión, entre los muchos en que se le ha homenajeado por su seriedad y lealtad a la Revolución (son decenas los reconocimientos que le han sido conferidos).
Fue en la gala artística por el LX aniversario en Santiago, contó, estaba lleno el teatro. "Yo estaba muy cerca de Raúl, y cuando me ve, me saluda, le doy la mano, y me presenta con el público. Quiero presentar a este viejito, dijo y me levantó el brazo; este viejito, El Cuate, nos dio el Granma. Todo el mundo aplaudió... No tengo palabras, fue más que emocionante, realmente no me merezco eso... de ninguna manera. Tú sabes que el Granma yo no lo di, me lo pidió Fidel, y siguiendo sus instrucciones arreglé el Granma. Si yo aporté mi trabajo en el Granma, fue dirigido por Fidel.
¿Y el segundo? Ocurrió en un encuentro de los moncadistas y expedicionarios con jóvenes. Un muchacho se paró y me dijo: Bueno, y Ud., ¿cómo y por qué se integró a la Revolución? Y le respondí: Te lo voy a contestar rápidamente con tres palabras. Cuando conocí al Comandante Fidel Castro, no tengo más que decirte, por eso me integré, porque era Fidel.
Cada vez que nos vemos, aunque pasen los años, le hago la misma pregunta, y siempre reitera su respuesta:
"Qué cosa mejor podría yo hacer en mi vida, sino luchar por un ideal, que aunque no era un ideal original mío, sino de Fidel, fue quizás intuición o simplemente eso: era Fidel Castro"
—Y hoy, ¿El Cuate haría lo mismo?
—Tienes que pensar que ha pasado el tiempo y hemos aprendido mucho, y posiblemente me saldrían mejor las cosas. Indudablemente que yo haría otro Granma, pero sería un Granma preciso y perfecto, que no fallara un motor, que no se cayera Roque al agua, que pudiera llegar a la playa de Las Coloradas, que no faltara comida, que no hiciera agua el barco, porque ya todo eso lo evitaríamos, lo probaríamos antes, y sería un Granma más perfecto.
"Este fue perfecto porque cumplió su cometido, pero si por algún motivo a Fidel se le ocurre programarlo otra vez, seguro que lo haría...".