Epopeya de millones
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Sí, en la historia de África hay que contar un antes y un después de Cuito Cuanavale, porque en el sur de Angola las fuerzas angolano-cubanas cambiaron el curso de los acontecimientos en el África austral. La patria de Neto preserva su independencia, Namibia la obtiene y el apartheid es hecho añicos para que nazca una nueva Sudáfrica.
Lo afirmó Nelson Mandela en ocasión de su visita a Cuba en el mes de julio de 1991: "Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid".
Proeza sin par de un pequeño pueblo con vocación internacionalista frente a una potencia militar que empleó poderosas fuerzas, aviación moderna, artillería y blindados de última generación, pero no pudo tomar la localidad, convertida entonces en símbolo de resistencia y valor.
SITIO DE HEROÍSMO
A finales de 1987 Cuito Cuanavale era uno de los poblados más tristes del mundo. No se escuchaba el canto de los niños; la alegría fue apagada. Los habitantes del lugar se marcharon. El caserío desierto solo ofrecía al reportero agujeros de todos los tamaños en las construcciones de barro y guano. Ya me lo habían advertido: la guerra tiene la cara fea.
El enemigo la ha emprendido con saña contra el sitio donde confluyen los ríos Cuito y Cuanavale que le dan nombre.
Un claro propósito anima a los agresores: destruir las brigadas angolanas dislocadas en el lugar e imponer condiciones en la mesa de negociación, como formar un gobierno de "unidad nacional" MPLA-UNITA, el cese de la ayuda a la SWAPO y la retirada de las tropas cubanas.
La difícil coyuntura pone a prueba una vez más a la Revolución, que tiene como única alternativa la victoria.
El hostigamiento constante de la aviación, de la artillería de largo alcance de 155 mm, del tipo G-5 y G-6, y de los lanzacohetes múltiples Valkirie, no impide el buen humor de los combatientes cubanos; digo más: tal espíritu se convierte en la mejor arma para el combate.
Todos se mueven bajo tierra, y gracias a un horno rústico llega el sorbito de café y se llevan a la boca el pan más sabroso de su vida. ¡Vaya paradoja!
Nuestros pilotos hacen de las suyas, dominan el aire con los Mig 23; golpean al enemigo donde le duele, se llenan de gloria.
La defensa antiaérea cumple su parte, la vida se vuelve imposible para los Mirages sudafricanos.
Tanquistas, artilleros, infantes, exploradores, zapadores... todas las armas en coordinación frenan en seco a los invasores. Y solo les ofrecen FUEGO y FUEGO. Los combatientes de las FAPLA también derrochan coraje.
Ellos son los Heroicos Defensores de Cuito Cuanavale, como reza en la medalla instituida por el Consejo de Estado de la República de Cuba, que en esos épicos días reciben en el propio escenario de las acciones combativas, angolanos y cubanos.
La retaguardia también brilla. En Cahama, frente suroccidental, en apenas un pestañazo —cuatro meses— los constructores cubanos protagonizaron otra hazaña: en julio de 1988 un aeródromo de dos pistas queda listo para acercar así el despegue de nuestros pilotos al teatro de operaciones.
LA BATALLA DIPLOMÁTICA
La decisión de trasladar efectivos, armamentos y técnica, destinado no solo a la dirección de Cuito Cuanavale, se convierte en un factor decisivo para rechazar a los agresores racistas hasta expulsarlos del territorio angolano.
Se trata de la Operación XXXI Aniversario de las FAR, que no termina con las acciones del 23 de marzo de 1988, cuando el enemigo desistió de nuevos asaltos por tierra a la inexpugnable posición. Hasta un tanque Olifant quedó como trofeo de guerra en nuestras manos. La misión se extiende y avanza por todo el flanco suroccidental, en dirección a la frontera de Namibia son desplegados decenas de miles de combatientes de las FAR, las FAPLA y la SWAPO.
Si la victoria de Cuito Cuanavale hace a los sudafricanos tomar en serio el camino de las negociaciones, el contundente golpe de nuestra aviación en Calueque, donde en una pared quedó inscrita la frase lapidaria en lengua africaner Mig 23, nos partieron el corazón, no le deja otra opción al adversario que reconocer su derrota en territorio de Angola y aceptar la aplicación de la Resolución 435/78, mediante la cual se establecía la retirada de Namibia de todas las fuerzas militares de África del Sur.
Así se aceleran las rondas de conversaciones iniciadas en Londres y proseguidas en El Cairo, entre las partes involucradas en el conflicto.
Los intentos por alcanzar la paz habían sido saboteados durante años por las acciones bélicas de Pretoria, apoyadas por Estados Unidos que, hipócritamente, insistía en fungir como mediador.
A pesar de la reticencia inicial de las autoridades estadounidenses acerca de la participación cubana en las negociaciones, esta se logra. Seis años atrás, el 4 de febrero de 1982, una Declaración Conjunta de los gobiernos de Angola y Cuba deja claro que la permanencia y retirada de nuestras tropas internacionalistas era una cuestión bilateral entre estados soberanos, en conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
El 22 de diciembre de 1988, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, se firman los acuerdos finales, suscritos por Angola, Cuba y Sudáfrica, los cuales en su contenido solicitan al Secretario General de la ONU iniciar el primero de abril de 1989 la aplicación de la Resolución 435/78 para la independencia de Namibia. Otro entre Angola y Cuba que establece el calendario para el repliegue hacia los paralelos 15 y 13 y la retirada paulatina del contingente internacionalista.
De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación y el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber, afirmó el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Ministro de las FAR, el 12 de diciembre de 1976.
Y así ocurrió el 6 de diciembre de 1989 cuando, luego de un extraordinario trabajo en el que participaron especialistas del Instituto de Medicina Legal para la identificación y preparación de los cadáveres en el cementerio de la Misión Militar Cubana en Angola, se iniciaba la Operación Tributo, que consistió en el traslado a la Patria de los restos de los 2 077 internacionalistas caídos en misiones en África, para darles sepultura en los Panteones de los Caídos acondicionados en cada uno de los municipios del país.
El 7 de diciembre, aniversario 93 de la caída en combate del Titán de Bronce y su ayudante el capitán Panchito Gómez Toro, Día de Duelo Nacional, fue escogido para la ceremonia solemne y el homenaje de todo el pueblo a los que con su sangre también fecundaron la victoria.
OPERACIÓN CARLOTA, LA VICTORIA
Primero las damas, que con honor habían cumplido su misión en el momento más sensible, cuando estaba en riesgo la abnegada entrega que durante más de 15 años protagonizara el contingente internacionalista cubano. El 10 de enero de 1989 con el regreso a Cuba de la Batería femenina de artillería antiaérea, comenzaba la Operación Victoria.
El Maestro tuvo razón otra vez. Alistadas con su corazón de mujer, hicieron más completa la campaña.
En grupos de centenas, de manera continua llegaban a la Patria los combatientes cubanos. Y rápidamente los observadores de la ONU encargados de constatar el repliegue y retirada de nuestras tropas —verificación que Angola y Cuba habían solicitado voluntariamente—, comprobaron y reconocieron la buena disposición de ambos países decididos a adelantar los plazos para el regreso de unos 50 000 internacionalistas.
Como gesto simbólico, antes del 1ro. de abril ya habían regresado a la Patria 3 000 combatientes. De África se marchaban con la convicción de haber dejado una huella de infinito amor, perfectamente perceptible en las calles de Luanda, a la hora de la despedida, en las lágrimas escapadas de aquellas mujeres que con sus dedos mostraban la V de victoria, y en la mirada sin igual de los niños que como agradecimiento ese día acudían, cual tesoro, con el juguete rústico entregado meses antes por los internacionalistas.
La preparación y disposición combativas se mantuvieron hasta el último minuto. Ya en las jornadas finales la técnica y el armamento que fuera llevado oportunamente al escenario de las acciones regresaba también en plena capacidad.
Los últimos soldados cubanos salieron de Angola el 25 de mayo de 1991, cinco semanas antes de la fecha acordada: 1ro. de julio.
La misión internacionalista de Angola fue no solo la de los más de 300 000 combatientes que a ella acudieron, además de los 50 000 colaboradores civiles que brindaron su aporte solidario. Fue la gesta de millones que desde el archipiélago cubano con una carta o en el silencio alentaron cada acto de valentía y grandeza.
Al informar a nuestro Comandante en Jefe que la Operación Carlota había concluido, el Ministro de las FAR afirmaba: La gloria y el mérito supremo pertenecen al pueblo cubano, protagonista verdadero de esa epopeya que corresponderá a la historia aquilatar en su más profunda y perdurable trascendencia.