¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!
Date:
05/10/2013
Source:
Periódico Granma
CON EL MISMO dolor y la misma decisión de luchar y vencer, nuestro pueblo evocará mañana, como lo hará eternamente, a los entrañables hermanos caídos en el monstruoso crimen de Barbados.
El 6 de octubre de 1976, un avión de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo estalló en pleno vuelo, pocos minutos después de haber despegado del aeropuerto de Bridgetown, capital de Barbados, en su viaje de regreso a La Habana, procedente de Guyana.
En el aparato de Cubana viajaban 57 abnegados y ejemplares hijos de nuestro pueblo, entre ellos, dos tripulaciones completas de nuestra empresa aérea, con una brillante hoja de servicios, los integrantes del equipo juvenil de esgrima, que regresaban a la patria eufóricos y cargados de medallas, después de ganar todos los primeros lugares en el Campeonato Centroamericano y del Caribe, trabajadores de la pesca y otros valiosos compañeros. Junto a ellos, volaban 11 ciudadanos guyaneses, parte de los cuales eran jóvenes que se dirigían a comenzar los estudios de medicina en nuestras universidades, y cinco funcionarios de la República Popular Democrática de Corea.
Todos quedaron sin vida en pocos minutos de agonía y desesperación. No hay ni habrá palabras capaces de describir la inconcebible crueldad de aquel hecho.
¿Cómo narrar los minutos finales de estas 73 personas indefensas, encerradas en una nave a miles de pies de altura, sobre el mar, que en forma tan inesperada y cobarde se vieron heridas por la violenta explosión, abrasadas por las llamas, ahogadas por los gases y precipitadas sin salvación posible a una muerte espantosa?
¿Cómo narrar la entereza de ánimo y el heroísmo de los pilotos, que aun en esas terribles circunstancias hicieron un esfuerzo sobrehumano por conducir el avión a tierra?
La destrucción del avión cubano fue obra de grupos terroristas, como parte de una campaña de amenazas, ataques y asesinatos de funcionarios cubanos, que abarcó numerosos países del área del Caribe, Argentina, Estados Unidos y Portugal. Es conocido que estos elementos contaban con bases en diversos lugares de Estados Unidos y los países de la cuenca del Caribe, así como con agentes locales y vinculaciones para llevar a cabo sus fechorías.
En pocos días se supo que había sido un acto de sabotaje, se conoció quiénes fueron sus autores materiales e intelectuales y cómo detrás de ellos, alentándolos y pagándolos, estuvo la CIA. Todo el mundo sabe que los principales responsables del crimen, los asesinos Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, han gozado de total impunidad por el gobierno de los Estados Unidos.
Nunca antes se había puesto de manifiesto de forma tan clara a qué abominables y siniestros actos de terrorismo era capaz de llegar la CIA en sus propósitos de frenar y aplastar la lucha de los pueblos por su independencia, liberación nacional y progreso social.
Muchas han sido las agresiones, como el bandidismo, como la invasión de Girón, la guerra económica, bacteriológica, sabotajes, atentados y crímenes tan horrendos como el de Barbados, pero no han podido ni podrán jamás matar las ideas por la libertad, la justicia y el honor que guían la lucha del pueblo cubano, y mucho menos detener la lucha patriótica e independentista de la Revolución cubana.
Al planificar y ejecutar el asesinato de los tripulantes y pasajeros del avión de Cubana los imperialistas yanquis pretendieron atemorizar a nuestro pueblo.
Pero la Patria revolucionaria y nuestras ideas revolucionarias, como ha dicho Fidel, no morirán jamás, porque las hemos forjado, las hemos defendido y las defenderemos con nuestras vidas.
Ese es el mejor monumento que erigimos a los que cayeron en Barbados y a todas las víctimas del terrorismo de Estado practicado por el gobierno de los Estados Unidos contra nuestra nación, a quienes rendimos homenaje en la fecha del 6 de octubre.
Hoy, en la inmensidad del recuerdo, vemos aquellos 57 cubanos asesinados en Barbados como luces serenas y firmes y ciertamente los lloramos una vez más, pero como dijo Fidel en la Plaza de la Revolución durante la despedida de los pocos restos encontrados de nuestros hermanos caídos: ¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!
El 6 de octubre de 1976, un avión de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo estalló en pleno vuelo, pocos minutos después de haber despegado del aeropuerto de Bridgetown, capital de Barbados, en su viaje de regreso a La Habana, procedente de Guyana.
En el aparato de Cubana viajaban 57 abnegados y ejemplares hijos de nuestro pueblo, entre ellos, dos tripulaciones completas de nuestra empresa aérea, con una brillante hoja de servicios, los integrantes del equipo juvenil de esgrima, que regresaban a la patria eufóricos y cargados de medallas, después de ganar todos los primeros lugares en el Campeonato Centroamericano y del Caribe, trabajadores de la pesca y otros valiosos compañeros. Junto a ellos, volaban 11 ciudadanos guyaneses, parte de los cuales eran jóvenes que se dirigían a comenzar los estudios de medicina en nuestras universidades, y cinco funcionarios de la República Popular Democrática de Corea.
Todos quedaron sin vida en pocos minutos de agonía y desesperación. No hay ni habrá palabras capaces de describir la inconcebible crueldad de aquel hecho.
¿Cómo narrar los minutos finales de estas 73 personas indefensas, encerradas en una nave a miles de pies de altura, sobre el mar, que en forma tan inesperada y cobarde se vieron heridas por la violenta explosión, abrasadas por las llamas, ahogadas por los gases y precipitadas sin salvación posible a una muerte espantosa?
¿Cómo narrar la entereza de ánimo y el heroísmo de los pilotos, que aun en esas terribles circunstancias hicieron un esfuerzo sobrehumano por conducir el avión a tierra?
La destrucción del avión cubano fue obra de grupos terroristas, como parte de una campaña de amenazas, ataques y asesinatos de funcionarios cubanos, que abarcó numerosos países del área del Caribe, Argentina, Estados Unidos y Portugal. Es conocido que estos elementos contaban con bases en diversos lugares de Estados Unidos y los países de la cuenca del Caribe, así como con agentes locales y vinculaciones para llevar a cabo sus fechorías.
En pocos días se supo que había sido un acto de sabotaje, se conoció quiénes fueron sus autores materiales e intelectuales y cómo detrás de ellos, alentándolos y pagándolos, estuvo la CIA. Todo el mundo sabe que los principales responsables del crimen, los asesinos Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, han gozado de total impunidad por el gobierno de los Estados Unidos.
Nunca antes se había puesto de manifiesto de forma tan clara a qué abominables y siniestros actos de terrorismo era capaz de llegar la CIA en sus propósitos de frenar y aplastar la lucha de los pueblos por su independencia, liberación nacional y progreso social.
Muchas han sido las agresiones, como el bandidismo, como la invasión de Girón, la guerra económica, bacteriológica, sabotajes, atentados y crímenes tan horrendos como el de Barbados, pero no han podido ni podrán jamás matar las ideas por la libertad, la justicia y el honor que guían la lucha del pueblo cubano, y mucho menos detener la lucha patriótica e independentista de la Revolución cubana.
Al planificar y ejecutar el asesinato de los tripulantes y pasajeros del avión de Cubana los imperialistas yanquis pretendieron atemorizar a nuestro pueblo.
Pero la Patria revolucionaria y nuestras ideas revolucionarias, como ha dicho Fidel, no morirán jamás, porque las hemos forjado, las hemos defendido y las defenderemos con nuestras vidas.
Ese es el mejor monumento que erigimos a los que cayeron en Barbados y a todas las víctimas del terrorismo de Estado practicado por el gobierno de los Estados Unidos contra nuestra nación, a quienes rendimos homenaje en la fecha del 6 de octubre.
Hoy, en la inmensidad del recuerdo, vemos aquellos 57 cubanos asesinados en Barbados como luces serenas y firmes y ciertamente los lloramos una vez más, pero como dijo Fidel en la Plaza de la Revolución durante la despedida de los pocos restos encontrados de nuestros hermanos caídos: ¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!