Hallazgo imprescindible en la historia de Fidel
Date:
13/12/2010
Source:
Juventud Rebelde
Author:
La pista para hacer el gran reportaje la había dado el mismo Fidel durante el discurso por la inauguración del tramo del ferrocarril rápido Habana-Santa Clara, el 30 de diciembre de 1977. Pero los reporteros que estuvimos allí, tan pronto concluyó sus palabras, salimos velozmente a hilvanar la información, y se nos esfumó en la memoria aquella evocación reveladora del encuentro del líder de la Revolución con Santa Clara.
Solo uno de los colegas presentes, Aldo Isidrón del Valle, Premio Nacional de Periodismo José Martí, tuvo la agudeza de salir a investigar al otro día lo que realmente había sucedido. En honor a la verdad, él fue el que más sorprendido quedó por la revelación del Comandante en Jefe. ¿Por qué?
«Yo había publicado en el periódico Granma un reportaje sobre la detención de Fidel y su compañero Enrique Benavides en Cienfuegos durante una manifestación contra la tiranía batistiana. De esa ciudad fueron trasladados a la prisión provincial de Las Villas que en 1950 radicaba aquí. A las pocas horas fueron puestos en libertad y regresaron a La Habana. Conté aquellos sucesos históricos y para mí, caso cerrado.
«Entonces, imagínate, quedé asombrado al escuchar a Fidel decir: “Sí, yo recuerdo cuando era recién graduado de abogado que vine aquí a Santa Clara; porque había un capitán por ahí por Cienfuegos que era una fiera contra los estudiantes. Me metieron preso y me hicieron un juicio. Vine a defenderme yo mismo. Suerte que no quedé preso”».
En busca del expediente
Aldo confiesa que inmediatamente que terminó de enviar la información sobre aquel acto, encaminó sus pasos hacia el Tribunal Provincial para la búsqueda de indicios que condujeran al rescate del expediente de la Causa 543.
En los archivos del Tribunal Provincial tenía un amigo, Sixto Hernández, veterano combatiente, muy vinculado a José Felipe Carneado, abogado y miembro del Partido Socialista Popular, quien se ofreciera para asesorar en la defensa de los dos jóvenes.
Sixto lo ayudó tenazmente en la revisión de las carpetas foliadas, expedientes de juicios de muchos años, hasta llegar a 1950. Nunca ha olvidado cuando aquel amigo levantó la mano con una carpeta roja y, sonriente, comentó: «Aquí está». Cuenta Isidrón del Valle que hoja por hoja de aquel expediente judicial pasó por su vista, mientras lo embargaba la emoción. Tenía en sus manos una historia inédita, uno de esos hechos trascendentes sobre Fidel.
—¿Qué ocurrió?
—Desde el mismo Tribunal establecí comunicación telefónica con la Dirección del periódico Granma y conté al capitán Jorge Enrique Mendoza que habíamos descubierto la documentación del juicio.
«Me respondió tajantemente: “¿Y usted por qué permanece todavía ahí? Lo esperamos aquí, lo antes posible”. Era casi al atardecer, y ni corto ni perezoso, decidí, con el chofer asignado a la corresponsalía de Granma en Villa Clara, enrumbar hacia La Habana».
«Aquel “jeepón” soviético se tomó seis horas y media en llegar a la capital. Era casi la medianoche, y allí, para mi sorpresa, junto al capitán Mendoza se encontraba Celia Sánchez, sonriente, con esa dulzura que le caracterizaba. Ella me preguntó si habíamos tenido algún inconveniente en el precipitado viaje. Entregué la abultada carpeta a Mendoza y él y Celia comenzaron a leer el amplio legajo de documentos.
«Dos horas después regresé a la Dirección y recibí instrucciones de escribir sobre el importante hallazgo histórico. Dije que había contraído el compromiso de reintegrar el expediente al archivo del Tribunal Provincial.
«Se ordenó la fotocopia de cada página y se confeccionó una carpeta semejante a la original que ya pertenecía a la Oficina de Asuntos Históricos, que dirigía Celia».
Aldo, a pesar de contar con una trayectoria periodística relevante, considera que aquel fue su trabajo de investigación más importante. Y tiene razón, porque encontró el expediente que había sido olvidado, increíblemente, durante 27 años.
Jornadas memorables
Cuando en la noche del 12 de noviembre de 1950 del pasado siglo, se disponían a participar en un mitin frente al Ayuntamiento local de Cienfuegos, Fidel y su compañero Enrique Benavides resultaron detenidos y sometidos a maltratos en la Estación de Policía. Decenas de manifestantes repudiaron el injustificado encarcelamiento.
De madrugada los recién graduados de Derecho fueron sacados del calabozo por varios guardias y conducidos a un sitio alejado de la ciudad.
Los jóvenes opusieron resistencia, y en medio de aquel forcejeo la cercanía de un vehículo paralizó la embestida. Se trataba del doctor Ángel Vital, presidente del Ayuntamiento cienfueguero, quien temeroso de las represalias que sobre los presos pudieran tomar los agentes represivos, siguió a distancia a los dos autos y frustró la consumación de un posible crimen.
Poco después, con sus custodios, ambos universitarios llegaron a Santa Clara. Gracias a la rápida movilización estudiantil y a las denuncias del líder ortodoxo Eduardo R. Chibás, el Gobierno se vio forzado a decretar la libertad provisional.
Cuentan que la noche anterior al juicio los acusados salieron de La Habana por ferrocarril y el líder revolucionario aprovechó el viaje para leer a Martí y el Yo Acuso, de Emilio Zola.
Aquel 14 de diciembre de 1950 Fidel asumió su autodefensa, por vez primera, ante el Tribunal de Urgencia de Las Villas, mientras su amigo, el también abogado Benito Besada, defendió a Benavides.
Los pasillos de la sala donde se efectuaba el juicio se encontraban repletos de público, sobre todo de jóvenes estudiantes. Allí el líder revolucionario dejó prácticamente a un lado los cargos contra su persona para argumentar abiertamente sobre la falta de garantías constitucionales, los atropellos del régimen, la política corrupta de Prío Socarrás, la malversación y otros males que sufría Cuba.
De manera contundente y viril, el joven jurista dijo verdades que jamás se habían escuchado en aquella sala, donde el Tribunal de Urgencia tuvo que absolver a los acusados por entender que no se había probado el delito. Se recoge que ese día, luego del acto judicial, Fidel le comentó a su amigo Besada que vino a decir verdades y las había dicho.
Fue esta la primera autodefensa del joven revolucionario, aunque no la única. Tres años más tarde, como consecuencia de los sucesos del 26 de julio de 1953, el abogado de 27 años pronunciaría su alegato La Historia me Absolverá, que se convertiría en el documento político-jurídico más importante de la segunda mitad del siglo XX cubano.
Solo uno de los colegas presentes, Aldo Isidrón del Valle, Premio Nacional de Periodismo José Martí, tuvo la agudeza de salir a investigar al otro día lo que realmente había sucedido. En honor a la verdad, él fue el que más sorprendido quedó por la revelación del Comandante en Jefe. ¿Por qué?
«Yo había publicado en el periódico Granma un reportaje sobre la detención de Fidel y su compañero Enrique Benavides en Cienfuegos durante una manifestación contra la tiranía batistiana. De esa ciudad fueron trasladados a la prisión provincial de Las Villas que en 1950 radicaba aquí. A las pocas horas fueron puestos en libertad y regresaron a La Habana. Conté aquellos sucesos históricos y para mí, caso cerrado.
«Entonces, imagínate, quedé asombrado al escuchar a Fidel decir: “Sí, yo recuerdo cuando era recién graduado de abogado que vine aquí a Santa Clara; porque había un capitán por ahí por Cienfuegos que era una fiera contra los estudiantes. Me metieron preso y me hicieron un juicio. Vine a defenderme yo mismo. Suerte que no quedé preso”».
En busca del expediente
Aldo confiesa que inmediatamente que terminó de enviar la información sobre aquel acto, encaminó sus pasos hacia el Tribunal Provincial para la búsqueda de indicios que condujeran al rescate del expediente de la Causa 543.
En los archivos del Tribunal Provincial tenía un amigo, Sixto Hernández, veterano combatiente, muy vinculado a José Felipe Carneado, abogado y miembro del Partido Socialista Popular, quien se ofreciera para asesorar en la defensa de los dos jóvenes.
Sixto lo ayudó tenazmente en la revisión de las carpetas foliadas, expedientes de juicios de muchos años, hasta llegar a 1950. Nunca ha olvidado cuando aquel amigo levantó la mano con una carpeta roja y, sonriente, comentó: «Aquí está». Cuenta Isidrón del Valle que hoja por hoja de aquel expediente judicial pasó por su vista, mientras lo embargaba la emoción. Tenía en sus manos una historia inédita, uno de esos hechos trascendentes sobre Fidel.
—¿Qué ocurrió?
—Desde el mismo Tribunal establecí comunicación telefónica con la Dirección del periódico Granma y conté al capitán Jorge Enrique Mendoza que habíamos descubierto la documentación del juicio.
«Me respondió tajantemente: “¿Y usted por qué permanece todavía ahí? Lo esperamos aquí, lo antes posible”. Era casi al atardecer, y ni corto ni perezoso, decidí, con el chofer asignado a la corresponsalía de Granma en Villa Clara, enrumbar hacia La Habana».
«Aquel “jeepón” soviético se tomó seis horas y media en llegar a la capital. Era casi la medianoche, y allí, para mi sorpresa, junto al capitán Mendoza se encontraba Celia Sánchez, sonriente, con esa dulzura que le caracterizaba. Ella me preguntó si habíamos tenido algún inconveniente en el precipitado viaje. Entregué la abultada carpeta a Mendoza y él y Celia comenzaron a leer el amplio legajo de documentos.
«Dos horas después regresé a la Dirección y recibí instrucciones de escribir sobre el importante hallazgo histórico. Dije que había contraído el compromiso de reintegrar el expediente al archivo del Tribunal Provincial.
«Se ordenó la fotocopia de cada página y se confeccionó una carpeta semejante a la original que ya pertenecía a la Oficina de Asuntos Históricos, que dirigía Celia».
Aldo, a pesar de contar con una trayectoria periodística relevante, considera que aquel fue su trabajo de investigación más importante. Y tiene razón, porque encontró el expediente que había sido olvidado, increíblemente, durante 27 años.
Jornadas memorables
Cuando en la noche del 12 de noviembre de 1950 del pasado siglo, se disponían a participar en un mitin frente al Ayuntamiento local de Cienfuegos, Fidel y su compañero Enrique Benavides resultaron detenidos y sometidos a maltratos en la Estación de Policía. Decenas de manifestantes repudiaron el injustificado encarcelamiento.
De madrugada los recién graduados de Derecho fueron sacados del calabozo por varios guardias y conducidos a un sitio alejado de la ciudad.
Los jóvenes opusieron resistencia, y en medio de aquel forcejeo la cercanía de un vehículo paralizó la embestida. Se trataba del doctor Ángel Vital, presidente del Ayuntamiento cienfueguero, quien temeroso de las represalias que sobre los presos pudieran tomar los agentes represivos, siguió a distancia a los dos autos y frustró la consumación de un posible crimen.
Poco después, con sus custodios, ambos universitarios llegaron a Santa Clara. Gracias a la rápida movilización estudiantil y a las denuncias del líder ortodoxo Eduardo R. Chibás, el Gobierno se vio forzado a decretar la libertad provisional.
Cuentan que la noche anterior al juicio los acusados salieron de La Habana por ferrocarril y el líder revolucionario aprovechó el viaje para leer a Martí y el Yo Acuso, de Emilio Zola.
Aquel 14 de diciembre de 1950 Fidel asumió su autodefensa, por vez primera, ante el Tribunal de Urgencia de Las Villas, mientras su amigo, el también abogado Benito Besada, defendió a Benavides.
Los pasillos de la sala donde se efectuaba el juicio se encontraban repletos de público, sobre todo de jóvenes estudiantes. Allí el líder revolucionario dejó prácticamente a un lado los cargos contra su persona para argumentar abiertamente sobre la falta de garantías constitucionales, los atropellos del régimen, la política corrupta de Prío Socarrás, la malversación y otros males que sufría Cuba.
De manera contundente y viril, el joven jurista dijo verdades que jamás se habían escuchado en aquella sala, donde el Tribunal de Urgencia tuvo que absolver a los acusados por entender que no se había probado el delito. Se recoge que ese día, luego del acto judicial, Fidel le comentó a su amigo Besada que vino a decir verdades y las había dicho.
Fue esta la primera autodefensa del joven revolucionario, aunque no la única. Tres años más tarde, como consecuencia de los sucesos del 26 de julio de 1953, el abogado de 27 años pronunciaría su alegato La Historia me Absolverá, que se convertiría en el documento político-jurídico más importante de la segunda mitad del siglo XX cubano.