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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL ACTO PARA DAR INICIO A LA ETAPA MASIVA DE LA ZAFRA DE LOS 10 MILLONES DE TONELADAS, 27 de octubre de 1969

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27/10/1969

Compañeros dirigentes de la agricultura y la industria azucarera: 

A todos nosotros en la noche de hoy nos invade realmente una emoción profunda puesto que durante un buen número de años hemos trabajado para esta batalla que se inicia en toda su fuerza, masivamente, en la noche de hoy.  Los cortes comenzarán mañana en muchos centrales del país, pero la batalla en su fase más crítica comienza desde este mismo momento (APLAUSOS).

Arduamente se trabajó para disponer de la caña necesaria para la zafra de los 10 millones.  Todos sentíamos el peso del compromiso histórico contraído por nuestro país y evaluábamos la importancia de disponer de esa caña al comenzar esta zafra.  Y es un motivo grande de satisfacción poder asegurar en este momento que disponemos de la caña necesaria para los 10 millones de toneladas de azúcar (APLAUSOS).  Esas cifras han sido minuciosamente analizadas en todas las provincias, y con criterios más bien conservadores.

¿De cuánta caña disponemos?  O mejor:  ¿Cuánta caña necesitamos para completar los 10 millones?

En esta primera parte de la zafra, durante los meses de verano, se produjeron 126 000 toneladas de azúcar.  Necesitamos 7 300 millones de arrobas de caña, con rendimientos de 11,75, para alcanzar la cifra de los 10 millones.  El rendimiento de 11,75 es un rendimiento que podemos considerar conservador.

Si analizamos los rendimientos en años pasados después del triunfo de la Revolución, teníamos:  en el año 1965 un rendimiento acumulado de 11,94; en el año 1966 un rendimiento acumulado de 12,09; en el año 1967 un rendimiento acumulado de 12,05; en el año 1968 un rendimiento de 11,97; y solo en el año 1969 un rendimiento por debajo de 11,75, es decir, en 1969 un rendimiento de 10,84.  Una serie de factores incidieron en este bajo rendimiento:  principalmente debemos decir que problemas de cañas atrasadas, problemas en la industria y a la vez la circunstancia de que no había ni cañas quedadas ni cañas de frío, que realmente se trabajó con retoños que comenzaron a crecer en el mes de mayo, que se iniciaron las lluvias después de larga sequía.

En esta ocasión existe la circunstancia de que la zafra será más larga que cualquiera de los años mencionados.  Existen algunas provincias que, por las cantidades de caña disponibles, deberán comenzar con casi la totalidad de sus centrales en el día de mañana; es decir, comenzarán mañana los cortes.  Una de esas provincias es la provincia de Las Villas, que comenzará con unos 41 centrales de los 44; y la provincia de La Habana, que comenzará con 14 centrales de los 16 disponibles.  Dos de ellos comenzarán algo más tarde, por cuestiones de ampliación.

Es decir:  tenemos dos provincias que comenzarán muy temprano la zafra con el grueso de sus centrales.

De esas dos provincias, históricamente la provincia de La Habana ha tenido menos rendimiento de azúcar que la provincia de Las Villas.  Las Villas se ha caracterizado, junto con la provincia de Oriente, por ser una de las provincias de más altos rendimientos en azúcar:  cuestiones de suelo y cuestiones de clima.  Oriente:  la provincia de más altos rendimientos de azúcar históricamente.

Lógicamente, en la provincia de Las Villas el inicio de la zafra temprano, con todos sus centrales, incidirá en el rendimiento total acumulado al final de la zafra.  Lo mismo ocurrirá en la provincia de La Habana.  Pero de ninguna forma se podía dejar de comenzar en estas dos provincias la zafra muy temprano, porque de otra forma no podrían moler todas las cañas disponibles.

En las demás provincias, aunque todas comiencen con un buen número de centrales también en el mes de noviembre, sobre todo todos aquellos centrales que tienen excesos de caña, la situación ya se hace más favorable.

Pero lo importante es lo siguiente:  que la provincia de Oriente —que es históricamente la de más altos rendimientos, que ha alcanzado rendimientos de casi 13— molerá el 85% de sus cañas desde el mes de enero en adelante; es decir que molerá el 85% de sus cañas en los períodos de rendimiento de azúcar óptimo y un 15% antes del mes de enero.

La provincia de Camagüey molerá antes del mes de enero un 20% aproximadamente y un 80% después del mes de enero.  Igual más o menos la provincia de Matanzas.

Es decir que la provincia de Oriente, la de más alto rendimiento azucarero, la provincia de Camagüey, dos provincias muy importantes y decisivas en la zafra, podrán moler el grueso de sus cañas dentro del período de rendimiento óptimo.

De forma tal que si por casualidad en algunas de las provincias occidentales —La Habana o Matanzas— estuvieran por debajo de 11,75 en rendimiento por motivo de la cantidad de caña que muelen en ese período, históricamente rendimientos más bajos, sin duda de ninguna clase que cualquier déficit en el por ciento de azúcar lo compensará la provincia de Oriente con un rendimiento que estará ampliamente por encima de 12, y que en la provincia aspiran a que sea no menos de 12,75, rendimiento físico.

De esta forma más o menos el promedio será de un 20% de las cañas antes de enero y un 80% de las cañas después de enero.

Según los estimados existe caña neta, aproximadamente unos 7 500 millones de arrobas.

El rendimiento que se pretende es 11,75 físico.  En base a 96 será aproximadamente 11,90 a 11,95, con base de polarización 96, que es la cifra histórica que se tomaba en nuestro país y se toma en el mundo para medir las toneladas de azúcar.

Esto significa que el país dispone de caña suficiente para producir unos 10 300 000 a 10 400 000 toneladas de azúcar.

Factores que favorecen el alto rendimiento y que contrarrestan los efectos de la zafra prolongada y en algunos casos precoz, es la composición de cepa.  En ningún año anterior, en ninguna zafra anterior dispuso nuestro país de un nivel tan alto de cañas, que son de madurez temprana y de madurez media.  La mayor parte de la caña era de la variedad 2878, casi el 80% era de esa variedad, que es una caña de madurez tardía.  En muchas ocasiones la necesidad de cortar en meses tempranos ese tipo de caña influía en los rendimientos de azúcar.

Sin embargo, ya en esta ocasión la cantidad de caña 2878 se ha reducido considerablemente, y más del 50% de las cañas son de madurez temprana o media.

De manera que ese factor debe favorecernos considerablemente en la lucha por los rendimientos.

Y ahora que disponemos de la caña, lo fundamental, lo decisivo, es hacer una buena zafra.  Es decisivo.  Es posible incluso que haciendo una buena zafra los rendimientos de azúcar sobrepasen la cifra de 11,75%.  Y esa es precisamente la tarea a la cual nos enfrentamos de inmediato.

La experiencia de años anteriores, y sobre todo la experiencia de la zafra de 1969, trajo consigo un gran número de datos, cifras, experiencias, informaciones, que en todas las provincias se han estado evaluando y analizando a fondo.  De modo tal que se conoce perfectamente bien todo lo que ha de realizarse para lograr una buena zafra.

No voy a entrar en un análisis detallado de todos esos factores tan estudiados y tan divulgados en todas las provincias.  Pero podemos decir que nuestros trabajadores y nuestros cuadros dirigentes conocen perfectamente bien los factores necesarios a fin de lograr una buena zafra.  Algunos de esos factores tienen que ver con la cuestión del corte, el alza y el tiro de la caña; y otros tienen que ver con la industria.

Debemos conocer la importancia que tienen estos factores esenciales.

En lo que se refiere al corte de la caña, un primer factor de extraordinaria importancia es el programa de corte.  Es decir que toda esa caña de diferentes variedades, de diferentes edades, debe ser cortada en cada central de acuerdo con un programa.

En años anteriores muchas veces esos programas no se enfatizaban, no se les prestaba toda la atención que requerían; en muchas ocasiones se alteraba el programa a lo largo de la zafra.  Y lógicamente, ese es un punto donde debe existir durante esta zafra una disciplina rigurosa.

Se debe conocer perfectamente en cada central —y en muchos de los centrales están marcados con un cartelito— cada uno de los tipos de caña y la fecha de corte correspondiente, y debemos procurar que en todos los centrales tengamos el cartelito señalando la fecha en que corresponde cortar cada campo.  De manera que todos los trabajadores del país, todo el pueblo, pero muy esencialmente los cortadores, conozcan con toda precisión qué caña debe cortarse en cada momento y qué caña no debe cortarse por ningún concepto.

Naturalmente que ese programa tiene algunas excepciones:  en algunos casos cuando se trata de cañas que hay que cortar para hacer las trochas contra incendio, algunas alteraciones según el clima, la circunstancia de que pueda presentarse tiempo seco y algunas cañas sea necesario adelantar su período de corte.  Es decir, esas reglas tienen sus excepciones, que los técnicos y los dirigentes de zafra conocen perfectamente bien.

Pero es fundamental, es decisivo, que cada caña se corte en el período correspondiente.  Ese es un punto de fundamental importancia.

Hay otro punto tan importante como el que acabamos de mencionar, decisivo para la zafra, y es la cuestión de la frescura de la caña:  el tiempo mínimo entre el momento del corte y el momento de la molida.

Todo el mundo —todos los trabajadores, todo el pueblo— ha escuchado muchas veces que si una caña se corta y tarda días en llegar al central, sufre pérdidas en peso de la caña y pérdidas en los rendimientos de azúcar; todos lo hemos oído muchas veces.  Sin embargo, es posible que la inmensa mayoría ignoráramos hasta qué punto la caña atrasada puede afectar los rendimientos de azúcar.

Y aquí tenemos unos datos que es preciso recalcar, tomados de un estudio del ingeniero Eliseo Acosta, de la provincia de Camagüey, acerca de qué pierde la caña en peso y en azúcar por día.  En las primeras 24 horas pierde 1,1%, es decir que si iban a producirse 100 toneladas, se producen ya 98,9; eso es lo que pierde en peso a las 24 horas.  Y en azúcar pierde un 2%.  De manera que a las 24 horas la caña ha perdido un peso en azúcar, es decir, ha perdido en rendimiento de azúcar, un 3,08%, a las 24 horas.

Lógicamente, es muy difícil que la caña esté toda a las 24 horas, incluso muchas veces la caña llega con un período posterior a las 24 horas; es lógico por la cantidad de caña, la necesidad de mantener los centrales funcionando constantemente.  Y así, un día, dos días y a veces hasta tres días resultan imprescindibles para llevar la caña, cortarla y llevarla al central.

Al segundo día la caña pierde otra vez, en las próximas 24 horas, otra vez 1,1% de peso, y otro 2% en rendimiento; de manera que a las 48 horas la caña pierde 6,16% en azúcar; a los tres días pierde 10,39, a los cuatro días pierde 14,54, a los cuatro días y medio pierde 16,55, a los cinco días pierde 18,54, a los seis días pierde 22,54, a los siete días pierde 25,46, a los ocho días pierde 30,31; a los nueve días, 34; a los diez días, 37,69.

Estas cifras son de suma importancia.  Significan que a los siete días, una caña que llega con siete días de retraso al central, pierde el 25%, es decir, la cuarta parte del azúcar que habría producido si hubiese llegado inmediatamente después del corte.  Y a los 10 días pierde casi el 40%.  Son cifras verdaderamente importantes.

En todas esas ocasiones en que por las razones que sea la caña tarda 10 días en molerse, sepan, deben saber todos nuestros trabajadores, todos los que participan en la zafra, debe saberlo todo el pueblo, que la caña pierde cerca de un 40% del azúcar que debía producir, y que en siete días pierde un 25%.

De manera que esto por sí mismo, estas cifras por sí mismas señalan la extraordinaria importancia de que las cañas lleguen frescas a los centrales; la extraordinaria importancia de que no se acumulen cuatro, cinco o seis normas en el suelo; la extraordinaria importancia de que nunca se acumulen más de dos normas de caña en el suelo.  De manera que estas cifras de normas de caña en el suelo son importantísimas, porque cuando se acumulan cinco y seis normas de caña en el suelo, en cualquier central, estamos perdiendo el 40% del azúcar.

De modo que si una caña que, cortada, a las 48 horas, por ejemplo, en que solo ha perdido un 6,16, se lleva al central, y si toda la caña necesaria para producir 10 millones de toneladas de azúcar llegara al central como promedio a las 48 horas de cortada, la caña necesaria para producir 10 millones de toneladas de azúcar, con un promedio de 48 horas de cortada, esa misma caña, llegando al central con siete días de cortada produciría aproximadamente 8 millones de toneladas de azúcar.

Vean qué diferencia:  entre un promedio de dos días y un promedio de siete días, la misma caña necesaria para producir 10 millones de toneladas produciría solamente 8 millones de toneladas.  Esto, sin contar los inconvenientes que la caña atrasada tiene en el proceso industrial, sobre todo el problema de las inversiones, del azúcar, que crea y multiplica las dificultades en el proceso industrial.

Por tanto, es importante que todo el mundo conozca estas cifras, y conozca todo el mundo la importancia decisiva de llevar caña fresca a los centrales, y de coordinar el esfuerzo y el trabajo, organizarlo y dirigirlo de manera que estos principios con relación al tiempo de molida de la caña se hagan de manera adecuada y se cumplan estrictamente.

Estos dos factores, programa de corte y frescura de la caña, son factores esencialmente decisivos.

Pero a la vez, en el campo todavía quedan otros aspectos como es el problema de la caña que queda, caña cortada que queda en el campo, y que a veces puede ser un 5%, un 8% ó un 10%.  Un 5%, en una zafra de 10 millones de toneladas de azúcar, significa caña suficiente para producir medio millón de toneladas.

A las cañas que quedan en el campo porque no se recogen adecuadamente hay que añadir las cañas que caen por los caminos y las guardarrayas y las cañas que caen a lo largo de la vía.

Ninguno de estos factores puede ser desatendido, ninguno de estos factores puede ser descuidado, porque la suma de esas cañas que quedan en el campo o quedan en los caminos o quedan en la vía pueden llegar a equivaler hasta un millón de toneladas de azúcar.

Son muy importantes también en el corte las cuestiones relacionadas con las normas de corte:  el largo de la caña, la cuestión de cortar las cañas bajas, bien bajas; porque también ahí, pequeños por cientos que queden en el plantón, precisamente de las partes de la caña que contienen más azúcar, influyen notablemente en la cantidad total de azúcar a producir.  Y de la misma forma, la caña que queda en el cogollo.

Se habló una vez de la consigna:  ni caña en el cogollo ni cogollo en la caña.  Pero se llegó a la conclusión de que había que enfatizar sobre todo en que no quedara caña en el cogollo.  Porque todas esas cañas que quedan, o en el plantón o en el cogollo, constituyen por cientos que cuando se suman se elevan a cifras considerables.

Y el cumplimiento de las normas técnicas de corte y alza influye también grandemente en el proceso industrial de la caña.

Si estos factores se atienden, si estos factores señalados se atienden como es debido —el programa de corte, la molida de caña fresca, la recogida de las cañas en los campos y en los caminos y en las vías férreas—; si esos factores se atienden, la cifra de 11,75 de rendimiento sin duda que quedaría muy por debajo de lo que lograríamos, a pesar de la prolongación y el inicio temprano de la zafra.

Están los problemas relacionados con las transportaciones, importantes, fundamentales.  Porque no pueden fallar ninguno de estos aspectos:  ni el corte, ni la transportación, ni el proceso industrial.  Están todos los programas de movimiento de los trenes, la circulación de los carros, de las locomotoras, el estado de las vías, y todas las medidas a tomar que han sido estudiadas, que están señaladas y están escritas.

Y luego, en el proceso industrial, hay también una serie de cuestiones, de problemas, que han sido ampliamente analizados con los compañeros, y que tiene que ver con la cantidad de azúcar que se recobra y que puede llegar a ser de un 86%, de un 87% incluso.  Ese por ciento de recuperación es muy importante y está en dependencia del cumplimiento adecuado y cabal de todas las actividades en el proceso de producción de la caña.

Los compañeros de la industria estiman que una cosa fundamentalísima es el control del proceso industrial, es el control de cada trabajador, del trabajo de los equipos y de las máquinas correspondientes a cada uno de ellos a lo largo del proceso industrial.

Este es un aspecto en que la disciplina resulta esencial y en que ciertamente en los últimos años muchas veces se han descubierto problemas de indisciplina, descuido, negligencia y otras fallas por el estilo y, en otras ocasiones, inexperiencia.

Cualquiera puede comprender perfectamente que un central es una máquina constituido por una serie de equipos, en que ninguno de esos equipos, ninguno de esos procesos puede funcionar independientemente de los demás, que un central es como un reloj en que cualquier rotura, cualquier descuido en una de sus partes detiene el proceso.

Y en muchas ocasiones hay roturas que se producen por negligencia, por descuido; problemas que se producen ya no por defecto de las máquinas sino por defecto de los hombres que manejan esas máquinas.

De manera que los compañeros de la industria estiman que el control del proceso y de cada una de las actividades que realiza el obrero en el proceso industrial es fundamental, al objeto de lograr un aprovechamiento óptimo y un recobrado máximo de azúcar, un mínimo de azúcar en la cachaza, en las mieles y en el bagazo.

Están todos los problemas de molinos, de calderas, de centrífugas.  También los compañeros en las provincias han estudiado todos esos procesos con mucho detalle, han hecho estudios, han hecho múltiples reuniones y han escrito bastante sobre cada uno de esos problemas.

Aquí la cuestión de la disciplina es fundamental.  Es fundamental que cuando un obrero termine un turno no pase el equipo al obrero que viene detrás cuando se va a la entrada del central o en el ómnibus o en una esquina.  Es fundamental que cada obrero se sienta responsable de su equipo hasta el momento en que llegue el sustituto de ese equipo y que le informe pormenorizadamente de todos los datos necesarios y no se marche de su equipo hasta que no llegue el sustituto.

Esto a su vez encarece la importancia de la disciplina y de la asistencia al trabajo y de las consecuencias sumamente perjudiciales que el ausentismo puede provocar en el proceso industrial.

La disciplina laboral resulta algo que es necesario enfatizar al máximo, apelando incesantemente al sentido de responsabilidad de los trabajadores de la industria.

Porque esta no es una batalla de los administradores o de los dirigentes:  ¡Esta es una batalla de todo el pueblo!  Y cada obrero, como un soldado, como lo haría en una trinchera defendiendo el país, como lo haría frente a un ataque enemigo, como lo hicieron los combatientes revolucionarios en los momentos decisivos, debe sentirse como un soldado en una trinchera con el fusil en la mano cumpliendo su deber (APLAUSOS).

En esta ocasión, como nunca antes, se requiere de ese patriotismo, de ese espíritu revolucionario constante, de todos los días.  En esta ocasión, como en ninguna otra, hace falta que nuestros trabajadores den muestra de ese espíritu; nuestros trabajadores que sabemos de lo que son capaces en momentos decisivos, que sabemos lo que han sido capaces de hacer en los momentos de peligro, la actitud con que han estado dispuestos a darlo todo en un momento heroico.  Pero en esta ocasión se requiere ese heroísmo callado y silencioso de todos los días.

Sabemos que en el pasado las zafras eran más cortas.  En el pasado los trabajadores esperaban con ansia el momento del comienzo de la zafra; que por cada obrero trabajando en un central había muchos obreros esperando la posibilidad o una oportunidad de poder ir a trabajar a ese central.  Las consecuencias siempre eran muy nocivas para el obrero que no cumpliera estrictamente las exigencias de los propietarios de los centrales.

En la actualidad, hoy, no es el problema de ayer —el problema del “tiempo muerto”— sino todo lo contrario:  el problema de los brazos necesarios para manejar esa fábrica.  Hoy ya prácticamente desapareció hace tiempo el “tiempo muerto”.  Hoy las zafras son zafras prolongadas, e incluso ya los obreros azucareros, que desempeñaban un tipo de trabajo cíclico, ya son considerados como obreros de todo el año.  De manera que ha desaparecido una de esas circunstancias que tanto atormentó y que tanto angustió a cientos de miles de trabajadores cubanos:  el problema del “tiempo muerto”, aquella especie de flagelo que azotaba a los trabajadores de nuestro país.

Ya no tenemos “tiempo muerto”.  Ya nunca más volveremos a tener “tiempo muerto”.  Ya nunca más volveremos a tener colas de hombres esperando a la entrada de un central.  Ya los obreros de hoy, los viejos que conocieron aquellos problemas y los nuevos que no los conocieron, no tendrán que pasar por esas circunstancias amargas, humillantes, que obligaban a la disciplina del trabajo como una cuestión de vida o muerte.

Es necesario saber que el problema de esa disciplina en una situación en que aquellos males desaparecieron, en una situación en que el obrero es la persona directamente beneficiada o perjudicada por cualquier falla en el trabajo, por cualquier negligencia, por cualquier indisciplina, por cualquier incumplimiento.  En esa circunstancia nada puede sustituir la actitud consciente del hombre, el sentido del deber del hombre, puesto que la sociedad socialista no puede acudir a los procedimientos de los capitalistas.

La sociedad socialista no dispone de aquellos medios coercitivos, entre los cuales el primero de todos era el desempleo, el hambre y las terribles consecuencias para el trabajador que no cumplía las obligaciones que le imponía el capitalista.  No puede constituirse un dirigente en el lugar y grado de una empresa capitalista, de una compañía yanki.  No puede acudir la Revolución a métodos coercitivos.

Por eso la Revolución, la Revolución que libera de aquellos flagelos, la Revolución que trabaja para el futuro, que trabaja para todo el pueblo, depende en lo esencial no de la voluntad de los que la dirijan, ¡no!, sino de la voluntad de todo el pueblo, de lo que sean capaces de hacer los propios trabajadores.

Esto no quiere decir que los cuadros responsabilizados no tengan el deber de ser exigentes.  Exigentes no quiere decir amenazar a nadie, exigentes no quiere decir ni mucho menos castigar a nadie.  Aunque en ocasiones determinadas cosas indispensablemente deben ser castigadas; pero no es el castigo, ni puede ser el castigo.  Cuando se habla de que un dirigente, un cuadro, es débil, es porque no sabe apelar al trabajador, no sabe señalarle cualquier debilidad o cualquier fallo.

y seríamos unos ilusos si creyéramos que podríamos avanzar, que podríamos llegar a constituir un pueblo moderno, un pueblo que marchara hacia adelante, sin que constantemente se acudiera a la apelación, al reclamo que se debe hacer a cada hombre en su puesto.

Los cuadros tienen el deber de señalar a cada trabajador cada vez que cometan una falla, pedirle.  Porque hay algo esencial en el hombre, algo que puede mucho más que cualquier otro resorte, algo que puede ser capaz de mucho más de lo que podía en el pasado el hambre, la amenaza de desempleo y de miseria.  ¡Y ese factor es la propia vergüenza del hombre!  (APLAUSOS)

Y es precisamente con ese resorte que los hombres y los pueblos han sido capaces de realizar hechos extraordinarios:  la estimación que cada hombre tiene de sí mismo, su sentido del honor, su sentido de la dignidad, el aprecio que siente por el concepto que los demás puedan tener de él.

Y es muy difícil, casi anormal, encontrarse un hombre que realmente carezca de pundonor, de honor, de dignidad, de vergüenza.

Y eso se ha visto muchas veces.  Y precisamente ese sentimiento es el que hace a los combatientes, a los buenos soldados en la guerra, a los buenos guerrilleros en la lucha.  Ese factor que hace que el hombre sepa apreciar mucho más su honor que su propia vida.

Y nosotros podríamos decir que el deber fundamental de los hombres que dirigen es saber apelar a esa condición del hombre, a ese sentido del honor y a ese sentido de la dignidad del hombre.  Porque es el único resorte, la única fuerza, pero por fortuna el resorte decisivo, la fuerza fundamental de los pueblos.

Porque a ningún hombre le gusta y a todo hombre le duele que se le tenga que reprochar con razón una falta, un fallo, un incumplimiento del deber.  Es muy difícil encontrar un solo hombre que no sienta pena, que no sienta dolor cuando con razón le pueden señalar una debilidad, una falta, una irresponsabilidad.

Y es que muchas veces no se sabe apelar a ese sentimiento, es que muchas veces no se sabe tocar ese resorte que nosotros sabemos que es el resorte decisivo de la conducta del hombre, y es el único resorte al que hay que apelar incesantemente.

De esa manera a veces se conciben cambios sustanciales en un centro de trabajo:  reducidos a porcentajes exiguos los problemas del ausentismo en talleres que eran talleres desorganizados, con problemas de todo tipo, con un verdadero trabajo hecho así a conciencia, apelando a los trabajadores, apelando a ese sentido del honor, apelando a la vergüenza de los trabajadores.  Se han producido cambios increíbles en muchos puntos.

Hay que saber criticar, lo mismo que hay que saber estimular, alentar y mostrar el aprecio cuando el trabajador es capaz de realizar esfuerzos superiores, esfuerzos máximos en el cumplimiento de su tarea.

Tenemos la circunstancia de que ahora las zafras son prolongadas.  Ha desaparecido, sí, el “tiempo muerto”; el trabajo está asegurado todo el año.  Y creemos, desde luego, que el sistema antiguo que había, y que todavía perdura en los centrales, de un trabajo incesante, de los tres turnos sin ningún relevo, debe ser en un momento determinado superado.

De manera que existe el criterio de, cuando las circunstancias lo permitan más adelante, crear un relevo en todos los centrales, al objeto de garantizar el descanso semanal y garantizar también las vacaciones de todos los trabajadores azucareros.

De manera que más adelante, y en la medida en que se eleve la productividad del trabajo, en la medida en que se modernicen nuestros centrales, comprendemos la justa necesidad de que este problema se contemple y se resuelva.

Pero la Revolución aspira en los años venideros no solo a una productividad mucho más alta de la industria, sino también a disponer de la fuerza de trabajo necesaria para crear el turno de relevo y aun así reducir el número total de obreros necesarios en la industria azucarera.

De manera que en un futuro deberemos llegar a moler mucha más caña, tener el turno de relevo, y a la vez ahorrar parte de la fuerza de trabajo que hoy se requiere en una industria, donde muchos procesos son anticuados, donde muchas máquinas son anticuadas.

Todo el mundo sabe que la industria azucarera antes de la Revolución, en los últimos 20 años, prácticamente no había realizado innovaciones de ninguna clase ni inversiones de importancia.  Y que la edad promedio de muchos de nuestros centrales pasa de 40 años, y hay máquinas, equipos, que tienen más de 50 años.  Y tenemos necesidad de ir renovando esos equipos, y ya con motivo de la zafra de los 10 millones se ha producido una importante renovación en la industria, que naturalmente continuará a ritmo acelerado en los años futuros.

Estos factores mencionados con relación a la agricultura y a la industria cañera son factores decisivos en el cumplimiento de este compromiso de los 10 millones.

¿Qué significan para nuestro país estos 10 millones?  Esta cifra, como ustedes saben, en todo el mundo se discutió mucho.  Se puede decir que en el exterior del país muchas personas —tal vez la mayoría de las personas— creían que nosotros no podríamos cumplir esta meta en 1970.  Los enemigos de la Revolución, naturalmente, se encargaron de hacer creer que eso era una cosa imposible.

De todas formas la meta era dura, era difícil, y teníamos algunos retrasos en lo que se refiere a las inversiones y fundamentalmente en lo que se refería a las disponibilidades de caña.

Pero no se trata aquí solamente de una cuestión política, de una cuestión moral, de una cuestión de prestigio.  Se trata de una cuestión económica fundamental para nuestro país.  En los últimos años el crédito de Cuba ha ido ampliándose considerablemente; ustedes han podido ver qué gran número de equipos de distintas procedencias han estado llegando a nuestro país en estos años.  ¿Resultado de qué?  Resultado del cumplimiento estricto por parte de Cuba de sus compromisos; resultado del pago puntual de cada una de sus obligaciones financieras.

Esto, naturalmente, contribuyó mucho a derrotar el bloqueo económico contra nuestro país.  En un principio la situación era tal que incluso con dinero en la mano a nuestro país le resultaba difícil comprar un camión, un buldócer, una grúa, un equipo de construcción cualquiera, una industria; le resultaba difícil.  No solo eso:  en los primeros tiempos, disponiendo de considerables cantidades de níquel, resultaba difícil vender nuestro níquel.

La fuerza de las presiones imperialistas se hacía notar, no ya para darle créditos al país a pagar en cuatro años, cinco años, siete años, ocho años; para vendernos el equipo al contado muchas veces era imposible; exportar nuestros productos se hacía muy difícil.

Sin embargo, la seriedad de nuestro país, el cumplimiento de sus obligaciones, fue abriendo brechas, de manera tal que en los últimos años ya nuestro país ha podido contar con abundantes créditos a pagar en tres años, a pagar en cuatro, a pagar en cinco, e incluso ya hemos llegado a obtener créditos hasta por ocho años.  La mayor parte de los barcos de nuestra creciente flota mercante, al igual que nuestra creciente flota pesquera, han podido ser adquiridos gracias a esos créditos (APLAUSOS).  Los miles de camiones, buldóceres, y equipos de construcción de presas, de caminos, de carreteras, de drenaje, para el desarrollo agropecuario del país, los sistemas de riego, han podido ser adquiridos gracias a esos créditos, incluso cuando nuestra producción azucarera era de 5 millones o cinco millones y medio, incluso cuando el precio del azúcar estaba a 1,40 o a 1,50.

Nuestro país tenía que hacer una administración escrupulosa de cada divisa, porque no solo se trataba de ir pagando lo que comprábamos sino de las nuevas necesidades.  Porque se comprende perfectamente que un país no puede desarrollarse si no importa mucho más de lo que exporta durante un período.  Un país no puede satisfacer sus necesidades elementales de alimentación, vestido, calzado, educación, medicinas, y a la vez las enormes inversiones que tiene que hacer para el desarrollo, si no hay confianza en ese país, si no dispone de recursos externos.  Porque para cada fábrica, cada termoeléctrica, cada industria, cada equipo          —indispensables para el desarrollo de un país subdesarrollado, y de veras subdesarrollado, que no tenía más que una industria cañera anticuada y unas pocas fábricas transformadoras de materias primas—, un país en esas condiciones necesita hacer grandes inversiones.

Y así, con ese crédito no solo se adquirieron equipos para el desarrollo agrícola sino también para el desarrollo industrial.  La planta de fertilizantes de Cienfuegos, por ejemplo, una planta que cuesta aproximadamente unos 40 millones de dólares en divisas, se ha podido adquirir y a fines del próximo año estará terminada, con una capacidad de casi medio millón de toneladas de fertilizantes —tan indispensable para la producción agrícola— gracias a la solidez del crédito y la seriedad de la Revolución.

Nuestro níquel ya hoy día se vende fácilmente, a pesar de todas las presiones imperialistas, que llegaba a amenazar a cualquier industria europea que adquiriera níquel a Cuba con no comprarle metales, con no comprarle equipos producidos con ese níquel.  Y así, cada vez que nuestro país estaba próximo a concertar una operación de venta de níquel llegaban las presiones, y como naturalmente Estados Unidos es un importante mercado para muchas industrias europeas, se veían compelidos a renunciar a la adquisición de nuestro níquel.  Y actualmente nuestro níquel no solamente se compra sino que es altamente demandado.  Y en estos últimos tiempos, con motivo de la carestía del níquel, de la falta de níquel en el mercado, en ocasiones la tonelada de níquel cubano ha llegado a adquirir valor superior a los 10 000 dólares por tonelada.

Nuestro país, sin embargo, tiene enormes reservas de níquel.  Si nuestro país dispusiera de instalaciones industriales podría elevar su producción de níquel a .100 000 toneladas, a 120 000 toneladas por año.

¡Ah!, pero para desarrollar esos recursos minerales el país necesita instalaciones, el país necesita inversiones.  Y son inversiones costosas.  Si se va a hacer una fábrica de níquel se tarda dos años, tres años, cuatro años, construyéndola; cuatro años importando máquinas y realizando trabajos antes de que se venda una sola onza de níquel.

Las inversiones que nuestro país debe hacer en todas las ramas de la industria en los próximos años son considerables, son cuantiosas.  En la industria minera, en la industria energética, nuevas refinerías de petróleo que demandan las necesidades de la economía, nuevas capacidades eléctricas, nuevas capacidades en la industria de la construcción, nuevas capacidades en la producción de níquel y otros minerales.  Necesita nuestro país resolver muchos problemas, no solo con las industrias básicas como esta mencionada o como la petroquímica, incluidos los fertilizantes, sino la producción de maquinaria agrícola, de combinadas, la producción de materias primas fundamentales, e incluso la producción de acero, para lo cual disponemos de toda la materia prima, y que lo que necesitamos es técnica, es decir, técnicos e instalaciones industriales.

Pero no solo las industrias básicas, sino también nuestra industria ligera:  es necesario ampliar las capacidades de producción de tejidos considerablemente; las capacidades de producción de calzado.  Nuestra industria ligera tiene enormes necesidades de inversiones en todos los órdenes.  Como la industria alimenticia:  en molinos arroceros, en complejos industriales lecheros para poder procesar toda la leche que va a disponer nuestro país en los próximos años.

Y todo eso requiere de grandes inversiones, y esas inversiones solo es posible realizarlas a base de la seriedad del país, del crédito con que cuente nuestro país, que deberá invertir en los próximos 10 años no solo decenas de millones sino miles de millones en la industria, en el desarrollo industrial, que va a adquirir un ritmo serio en los próximos años.

Para lograr eso, es conocida la cantidad de centros de acopio que tenemos que hacer; es conocida la cantidad de buldóceres que debemos importar, y de combinadas a construir, para liberar la fuerza de trabajo, la enorme fuerza de trabajo que se emplea hoy en la caña, que todavía cortamos por métodos primitivos.

Todo nuestro pueblo debe saber lo que significan, lo que importan, en un destino que no es lejano, en un desarrollo que está a nuestras puertas, en los próximos 10 años, las necesidades financieras y económicas de nuestro país.  Y esas necesidades solo se pueden satisfacer en la medida en que el mundo tenga confianza en nuestro país.

Por eso nosotros estamos absolutamente seguros de que esta es una prueba decisiva, de que esta es una batalla decisiva para el porvenir de nuestro pueblo, de que esta es una batalla histórica.  Porque esta zafra de los 10 millones abrirá la confianza hacia el país absolutamente, abrirá de par en par las puertas del crédito a nuestro país, consolidará toda la confianza de los que han concedido los créditos a Cuba.

Y si en circunstancias difíciles, en medio del bloqueo y con producciones todavía relativamente pequeñas, nos fuimos abriendo paso, hemos conquistado la posición que tenemos hoy, ¿qué no será en el momento en que se demuestre que sí, que nuestra economía puede, que nuestro pueblo es capaz de realizar una proeza en el orden económico que la inmensa mayoría consideraba imposible?

Porque frente al hecho, frente a las cifras, ya no habrá rezago de dudas, ya no habrá argumentación, ya no habrá manera de detener la ilimitada confianza en el proceso revolucionario de nuestro país, ya no habrá manera de detener la avalancha tremenda de recursos que tendremos a nuestra disposición.  Porque nuestro país tiene recursos naturales importantes y puede desarrollar no solo la agricultura —que avanza rápidamente a convertirse en una de las más productivas, de las de más rápido desarrollo y de las más modernas del mundo—, sino también en el campo de la industria, en ramas que son esenciales para el desarrollo, la consolidación y el bienestar de nuestro pueblo.

He hecho esta larga referencia a tal circunstancia porque es necesario que cada trabajador, cada cubano sopese y evalúe todos estos hechos, sopese la importancia que tienen los 10 millones.

Desde luego que se ha producido un fenómeno psicológico, un estado increíble de interés y de entusiasmo por los 10 millones, de disposición a participar en esta batalla histórica.  Ese es un fenómeno psicológico.

Hay que decir que en estos momentos el problema no es saber quién está dispuesto a ir a participar en la zafra; que en estos momentos el problema fundamental es precisar con toda exactitud quiénes no pueden ir de ninguna manera (APLAUSOS).

En este momento los problemas que tienen los organismos, las fábricas, los centros de trabajo, es cómo frenar la presión.  Y no hay sitio del país, ciertamente, donde ese problema no se haya presentado.

Ya se está empezando a plantear la cuestión de a quiénes hay que prohibir que participen en la zafra de los 10 millones, a quiénes debemos prohibirles, porque si se dejan llevar por su entusiasmo, su deseo de participar, puedan descuidar otras tareas muy importantes.  Digamos       —ejemplo— ordeñadores, inseminadores, para poner dos casos nada más entre las decenas que se pueden mencionar.  Infinidad de trabajadores en muchos frentes, que quieren de todas formas participar en la zafra.

Puede decirse que nadie, ningún revolucionario quiere dejar de participar.  Y muchos dicen que cuando les pregunten en el futuro:  “¿Qué hizo en la zafra de los 10 millones?”, qué va a responder si no lo dejan participar en la zafra de los 10 millones (APLAUSOS PROLONGADOS).

Este es un hecho formidable, magnífico.  Puede decirse de veras que nunca como hoy hubo en las masas tal disposición de lucha y de trabajo, nunca como hoy en las masas hubo tan seria disposición.  Y ese esfuerzo, que en los primeros tiempos de la Revolución era de unos pocos, que fue creciendo en algunos casos a veces frívolamente la cuestión de participación en las actividades productivas, es hoy un fenómeno de masas, es hoy algo realmente admirable, porque ya es la disposición seria, no la disposición festiva, no hacer lo que hacen los demás.  ¡Es una disposición profunda y consciente!  Eso crea circunstancias subjetivas muy favorables al éxito de esta batalla.

Es imposible que un ejército que esté consciente de lo que hace y tenga deseos de combatir en serio, no tenga ya de por sí —por esas circunstancias— todas las posibilidades de victoria.  ¡Y esa es la situación de las masas!

A los dirigentes les corresponde dirigir ese ejército de manera inteligente, de manera acertada, en el transcurso de esa batalla.

Debemos tener presente de que no es solo la zafra de los 10 millones.  Otros importantísimos planes están en marcha.  Y tenemos un ejemplo ya mencionado, como el caso del arroz, de manera que las cantidades que se pensaban producir en arroz en el año 1973, ya en 1970 se producirá el doble de esas cantidades.  ¡En arroz estamos adelantados como tres o cuatro años!  (APLAUSOS.)

Y si en esta primavera se sembraron 7 000 caballerías, en la próxima primavera, la de 1970, en el transcurso de 1970, de la primavera de 1970 se sembrará más del doble que ese número de caballerías de arroz (APLAUSOS).

Y los rendimientos que ya se están obteniendo son formidables, al extremo que nos crean ya el problema industrial, ¡nos crean el problema industrial!  Ya la cosecha de esas 7 000 caballerías a fines de año, pero con cáscara...  Si no fuera así, ya podría aumentarse de inmediato, desde el mes de diciembre, considerablemente la cuota de arroz.  Pero es arroz con cáscara, que se descascara en el transcurso de un año porque ya las capacidades industriales están por debajo.

Significa que no vamos a dar marcha atrás, pero que debemos en el próximo año enfrentar un problema de instalaciones no solo de secaderos —que ya fue serio—, sino de molinos para procesar toda esa cosecha.  Y ya el año que viene tenemos todo el arroz de variedades nuevas, de variedades de más rendimiento, y no vamos ahora a retroceder sino afrontar los problemas consecuentes de desarrollar las capacidades industriales para “molinar” todo el arroz hasta satisfacer a plenitud todas las necesidades.  Y como además sobrará, sobrará arroz...  Y esto va a ser otra de las cosas que va a costar trabajo creer en el exterior:  que a este país en 1971 le sobre el arroz, le sobren algunos cientos de miles de toneladas de arroz (APLAUSOS); ya con la cosecha de 1970, no con la cosecha de 1971, sino con lo que se recoja ya de la siembra de primavera del próximo año.  Esos trabajos están muy adelantados, las maquinarias aseguradas, en las obras hidráulicas se trabaja intensamente, y se ha logrado darle un impulso a ese cultivo tremendo.

Esto implica las tareas, las actividades a realizar en el próximo año.

De la misma manera, el próximo año habrá que darle un impulso decisivo a la ganadería.  Y debemos tratar de sembrar no menos de        20 000 caballerías de pasto el próximo año para poder satisfacer las necesidades de la masa creciente de nuestro ganado, de alimento en cantidad y calidad.  Y tenemos que dar el próximo año un golpe decisivo en la siembra de pasto, junto con la de arroz.

Y parejamente otro cultivo se desarrolla:  la siembra de cítricos, por ejemplo, que no ha adquirido todavía toda su fuerza, ya en este año equivale a una siembra igual a todos los cítricos que se sembraron desde 1900 hasta ahora.

Es decir, en este solo año víspera de 1970 los cítricos que se siembran son una cantidad de caballerías igual a todas las que se habían sembrado en 68 años.  Y todavía no ha alcanzado todo el ritmo, porque, lógicamente, fue priorizada la caña.

Eso no impidió trabajar en el arroz, no impidió trabajar en el cítrico, no ha impedido los trabajos serios que se han estado haciendo ya en las viandas y en los vegetales con vistas a disponer en abundancia de todos esos productos el próximo año.

Hay una serie de tareas en la agricultura muy importantes.  Tenemos, por ejemplo, con la misma agricultura cañera el problema del cultivo, la fertilización de las cañas para 1971.  Es el caso de que no podemos ya pensar solo en el año 1970, hay que pensar en el año 1971, hay que pensar en la zafra de 1971 en que no debemos dejar caer la producción.

Si ya disponemos de algo más de 110 000 caballerías para la zafra de 1970, en 1971 no dispondremos de las mismas cantidades de cañas nuevas —que ustedes saben lo que rinden esas cañas nuevas de frío—, pero dispondremos de unas 7 000 caballerías más en 1971 que en 1970.  El 1969 fue un buen año de lluvias.  Por eso puede venir más seco el 1970.  La cuestión del cultivo es decisiva.  El cultivo con las máquinas “Herrera”.

Hemos tenido problemas y todavía tenemos problemas con esas máquinas cultivadoras.  Ahora, se ha demostrado que caballerías que este año se pudieron cultivar con la “Herrera”, relacionadas con otras caballerías que no pudieron recibir ese tipo de trabajo, ya había 20 000 arrobas más por caballería.

De manera que nosotros para 1971 con 117 000 caballerías aproximadamente, el uso masivo de las máquinas cultivadoras “Herrera”, que tienen el problema del desgaste de los discos, problema no totalmente resuelto...  Pero se están adquiriendo todos los discos necesarios para que se fertilice y cultive con esas máquinas el máximo de la caña.  Y cuando no se pueda con las cultivadoras “Herrera”, con los arados peruanos y otros tipos de equipos.

Quiero sencillamente enfatizar la importancia del cultivo de la caña en 1970, y luego de la aplicación de los herbicidas.

Enemigo número uno de la caña es la hierba.  La hierba puede reducir una caballería de caña de 150 000 arrobas que habría podido dar perfectamente, a 70 000, a 80 000, a 50 000, e incluso perderse.

Dispondremos afortunadamente el próximo año de herbicidas para todas las cañas, desde el mes de enero (APLAUSOS).

De manera que tendremos en 1970 factores a nuestro favor:  el herbicida.  Con un reducido número de trabajadores resolver el problema de las hierbas.  Y con eso, con un cultivo mejor, subsolando el suelo, enterrando el fertilizante, con la ampliación de las áreas de regadío, no debe bajar de los 10 millones nuestra producción azucarera.

¡No se trata de conquistar en 1970 los 10 millones, sino de mantenerlos!  (APLAUSOS.)

Dispondremos ya en 1971 de más combinadas.  Hay un programa para construir 300 centros de acopio para 1971 y construir 300 por año.  Van a ir delante de las combinadas incluso los centros de acopio, que ya permiten una elevación de la productividad.  Pero hay que trabajar muy serio en la construcción de esos centros de acopio y su montaje el próximo año; en las construcciones de combinadas.

Voy señalando estos hechos indicativos de la actividad a realizar en 1970 además de la zafra.  Porque tenemos que ir decididamente a elevar la productividad en la agricultura cañera, condición indispensable para el ulterior desarrollo del país.

Y un programa también de combinadas y de centros de acopio para 1972, ya listo para emplearlo en la zafra de 1972.  En 1973, de ser posible, ya tener todos los centrales con centros de acopio.  Es decir que nosotros debemos conquistar esta posición y mantenerla.  Y de ahí en adelante en los próximos 10 años irán ampliaciones de centrales, incremento de la productividad en caña.

De manera que en los próximos 10 años volveremos a duplicar la cantidad de caña.  No decimos de azúcar porque, como explicábamos en la ciudad de Santa Clara, una gran parte de esa caña será para producciones de miel para la alimentación del ganado:  caña que produciremos en una superficie aproximadamente igual, solo un poco mayor de la superficie que hoy tenemos destinada a caña para la zafra de 1970.  Hay que trabajar en otra serie de servicios, de frentes, actividades importantes.

Señalo esto, porque aunque resulte doloroso habrá muchos trabajadores que tendrán que contribuir a esta batalla trabajando en otros frentes.  Hay algunos servicios fundamentales que no pueden abandonarse, hay algunas producciones fundamentales que no pueden descuidarse:  producciones de tejidos, producciones de medicina, producciones de materia prima.

Esto significa que nosotros debemos saber priorizar cada una de las actividades.  Es necesario que los compañeros que tienen cargos de responsabilidad en la economía sepan bien qué actividad no debe sufrir detrimento alguno, qué actividad puede esperar.  En las movilizaciones de recursos y de fuerza, o en la actitud con relación a los obreros que quieren de todas maneras participar en la zafra, conocer perfectamente bien que hay actividades que por el servicio que prestan, por la producción que realizan, por la importancia que tienen para el desarrollo del país, no deben descuidarse.

No se trata de ganar esta batalla de cualquier forma sino de manera inteligente, no se trata de ganar esta batalla perdiendo otra:  se trata de ganar esta batalla, avanzar en la caña y mantener el esfuerzo en los demás frentes que se consideren importantes.

De manera que cada trabajador en su puesto, que aunque en ocasiones no sea en el campo de caña, estará contribuyendo a esta batalla.

Las fuerzas que ya se han considerado movilizadas son grandes.  Nosotros creemos que para el mes de marzo habrá aproximadamente unos 350 000 hombres al campo, ¡trescientos cincuenta mil hombres!

Debemos decir que por una serie de causas:  organización unas veces, dirección deficiente otras, problemas de alzadoras, transporte, e incluso falta de profundización en el espíritu de muchos de nuestros trabajadores, de profundización en la importancia que tiene la agricultura cañera y la importancia que tiene el trabajo para nuestro país en estos años, los rendimientos de caña diarios, de corte de caña, han sido bajos, ¡han sido bajos!

Debemos señalar que ya prácticamente casi el ciento por ciento de la caña se alza con máquinas; es decir, que ya nuestros trabajadores no tienen que realizar esa tarea de cortar y además alzar.  Debemos señalar que ya no hay ningún campesino y ningún obrero agrícola que tenga que estar 15, 16 ó 17 horas en el cañaveral para cortar y alzar; es decir, que muchas máquinas han venido en ayuda de ese trabajo.  No está mecanizado el corte, pero el alza está casi toda mecanizada.

Y cuando se examinan los rendimientos de corte, realmente son rendimientos bajos.  Hay que decir, además, que los cálculos se han hecho con promedios de corte de caña relativamente bajos para esta zafra.

Nosotros creemos realmente que 200 000 hombres al campo, trabajando ocho horas, ¡ocho horas!, cortan la caña necesaria para la zafra de los 10 millones.

Claro está, no todos tienen la misma capacidad productiva, no todos tienen la misma experiencia, la misma habilidad.  En esa fuerza mencionada hay compañeros jóvenes o compañeros que no habían cortado caña, estudiantes; en fin, personas que por primera vez se enfrentan a la tarea.

Pero los que cortan caña saben lo que un hombre puede cortar en cuatro horas, lo que un hombre puede cortar en una hora y lo que un hombre puede cortar en ocho horas, un hombre medio; no hablemos de esos supercortadores de caña.

Hay una brigada del MINFAR que en Oriente promedió en el mes de agosto a más de 800 arrobas por día, cortando para centro de acopio.

Si se tiene en cuenta el calor de esa provincia y el mes, hay que decir que esos compañeros están especialmente dotados de una resistencia física, de una resistencia al calor tremenda.  Bien, no se trata de esos cortadores.

Hay muchas brigadas de cortadores que demuestran lo que un hombre es capaz de hacer trabajando organizadamente, con entusiasmo, con seriedad, proponiéndose un esfuerzo serio:  las brigadas millonarias.  En muchos casos esos hombres cortan ocho veces la norma de otro hombre.

Pero se podría afirmar que realmente, en cuatro horas, un cortador medio, trabajando, puede cortar 120 arrobas, en caña con algunas dificultades; un cortador medio puede cortar 120 arrobas.  Se puede afirmar que cualquier cortador medio en ocho horas puede cortar 200 arrobas, se puede afirmar.  Incluso, algunos cortadores al principio no lo logran, no lo logran en los primeros 10 días, 15 días; al mes lo puede lograr, un cortador medio.  Claro está que es necesario ir al campo a cortar.

Haya veces algunos tipos de cortadores que nosotros suponemos pasan más trabajo para cortar 50 arrobas de lo que pasarían para cortar 150 arrobas, porque para cortar 50 arrobas en un día, incluso en una mañana, hay que estar inventando cosas para no cortar en el cañaveral, ¡inventando cosas para no cortar!  (APLAUSOS.)

Hay cortadores que se les despierta el deseo de conversar en el momento del corte.

Podríamos decir que el silencio cuando se corta caña es una buena medida de la aplicación al corte de caña.  Hablando gastan energías, aire, rompen el ritmo de respiración, e incluso gastan más saliva de la cuenta.

Hay cortadores que buscando la lima caminan 300 metros; a veces se pierden las limas, nunca acaba de aparecer un responsable de una lima.

Y así, muchas veces se mata el tiempo y se pierde.

No vale la pena hacer el sacrificio de ir al campo para hacer eso, ¡no vale realmente la pena!  Carece de sentido ese tipo de actividad.

Y así tenemos, desde luego, los extremos:  el que habla mucho y corta poco y el que corta 400, 500 y 700 arrobas.  Las diferencias son increíbles.

Y es muy difícil que se pueda decir que un hombre es diez veces más fuerte que otro, o veinte veces más fuerte que otro.  Nadie estaría dispuesto a admitir que otro es diez veces más fuerte que él, más resistente, más saludable, suponiéndolos en condiciones normales de salud.  Puede haber alguien que diga:  “Bueno, dos veces más, tres veces más.” Pero no puede decir diez, veinte veces.

El corte de caña es, sin duda, un tipo de trabajo duro, es monótono.  Pero si se va al corte de caña pensando en eso y no pensando en lo que significa, pensando que ese es precisamente el camino de liberarnos de ese corte casi esclavista, ese tipo de trabajo duro; si no se comprende la profundidad, el sentido de la importancia que tiene cada machetazo que se da, cada caña que se corta, sobre todo en estos instantes, entonces se puede explicar que se haga la tontería de ir a un cañaveral para no cortar.

Claro está que hay muchos factores que inciden en el corte:  la organización, el alza; cuando falla el transporte, cuando falla el alza, cuando falla todo eso.

De manera que nosotros creemos que hay las condiciones psicológicas y las condiciones subjetivas para esperar que cada machetero eleve su promedio.

Por encima de los hombres que se han movilizado —y ya las movilizaciones son fuertes—, por encima de esas cifras, se afectan otras actividades muy importantes.  Y realmente no debemos pensar en multiplicar el número de hombres, sino fundamentalmente en multiplicar el ritmo de los brazos que van a cortar caña (APLAUSOS).

Nuestra reserva principal en esta zafra, nuestra reserva fundamental mayor es precisamente el incremento de la productividad del machetero.

Nosotros sabemos, por ejemplo, lo que significan 10 arrobas más, 20 arrobas más.  Si 300 000 hombres cortan 20 arrobas más, equivale a      60 000 hombres cortando 100 arrobas.  Pero no se trata solo de los 60 000 hombres, sino que 60 000 hombres al campo significan 80 000 en la zafra, más los servicios, transportaciones de todo tipo que hay que hacer con esos 80 000 hombres.  La fuerza más económica, más útil a movilizar son los recursos potenciales que hay en el hombre.

No se trata de pedirle a nadie lo que no puede físicamente hacer:  se trata de pedir lo que puede realmente físicamente hacer, sin esfuerzos extraordinarios.  No se piden esfuerzos extraordinarios:  se piden, prácticamente, esfuerzos normales.

Y debemos lograr a toda costa los incrementos de productividad.  Esta batalla de la zafra tiene que ser una lucha, una ofensiva, cuyo ritmo aumente incesantemente.  ¡Que no se detenga, que no se estanque!

Desde el primer día de zafra, día por día, mes por mes, debemos ir incrementando sostenidamente el ritmo de corte, el ritmo de caña molida, para llegar a un clímax ya en el mes de febrero.  Ya desde febrero tener al tope todos los centrales:  aprovechar al máximo febrero, marzo, abril:  adelantarnos en lo posible a las lluvias.  Es decir, una ofensiva que se detenga, una ofensiva que flaquee, fracasa.

Nadie corta el primer día más que a los 15 días.  Pero, sin duda, día por día se puede cortar más:  una arroba más por día.

Alguien que un primer día cortara 80 arrobas y se propusiera cortar una arroba más por día —¡una sola!, no se le pide que sea un Sansón cortando caña sino una arrobita más por día cuando tiene más experiencia, más entrenamiento—, a los 60 días estaría cortando 140 arrobas, a los tres meses estaría cortando más del doble, con una arroba más por día.  Y ese no es un esfuerzo extraordinario.

Pero cada machetero ahí, cada soldado en esa batalla tiene que hacer todos los días un poco más de esfuerzo.  Casi, casi puede decirse que con el mismo esfuerzo y más entrenamiento puede cortar una arroba más.

Y las metas deben ser realmente no una consigna:  “llego hasta aquí y cumplí”.  No.  La meta debe ser lo que se pueda dar.  Si se señalan 120 y se pueden cortar 130, cortar 130.  Piensen que cada hombre que se ahorre en la caña será un hombre trabajando en el arroz, será un hombre trabajando en otra rama de la agricultura y de la economía, en otros renglones fundamentales de la economía.

Cien mil hombres que corten una arroba más por día significan 1 000 hombres, 300 000 hombres que corten una arroba más por día significan  3 000 hombres más por día —hombres de 100 arrobas, digamos.  Es decir que 300 000 hombres cortando una arroba más hacen el esfuerzo que necesitarían 3 000 hombres al campo; cortando 10 arrobas más, el equivalente de 30 000 hombres al campo.  Un pequeño esfuerzo de cada uno de los que ya hacen un sacrificio grande con marchar allá a los cañaverales.

De manera que ese es nuestro recurso fundamental.

Con esta zafra que se inicia tendremos un período de trabajo largo.

Tenemos las tradicionales fechas de fines de año:  la Nochebuena, el Año Nuevo, el 2 de Enero.  ¿Dónde debemos estar el día 24 de diciembre?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡En la caña!”)  ¡En la caña!

¿Dónde debemos estar el día Primero de Enero?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡En la caña!”)  ¿Dónde debemos estar el día 2 de enero, conmemorando el aniversario de la Revolución?  (EXCLAMACIONES DE:  “¡En la caña!”) ¡En la caña!  (APLAUSOS PROLONGADOS)

¡Y esa sí que será una verdadera conmemoración!  ¡Ese sí que será un recuerdo digno de los que han luchado y han caldo por esta causa!  ¡Ese si será un avance de la conciencia!

¿Y por qué?  ¿Acaso porque no nos gustaría celebrar de otra forma esa fecha, con fiestas, con concentraciones?  ¿Acaso porque no nos gustaría conmemorar las fiestas tradicionales?  ¡No!, sino porque la necesidad nos impone esa actividad, la necesidad nos impone ese deber.

Si interrumpimos ese descomunal esfuerzo, si interrumpimos la ofensiva en esos días, corremos el riesgo de perder la batalla.

Y por eso, de los centrales que estén moliendo, el día de máxima razón de molida debe ser el día 25, cuando todos se den cita allí en los cañaverales, el 23, el 24.  Y el día de máxima razón de molida de todos los centrales en enero debe ser el día 2, cuando el día 1ro todo el mundo se haya dado cita allí el día 31 todo el mundo se haya dado cita en los cañaverales (APLAUSOS).

¿Es que acaso no tendremos fiestas?  ¿Es que acaso no tendremos celebraciones?  ¡Sí, las tendremos después de la zafra!  ¡Las tendremos en julio con los 10 millones!  (APLAUSOS.)

Guardaremos el lechón para julio, guardaremos los frijoles de Nochebuena para julio, guardaremos los turrones para julio.  Y guardaremos las demás cosas para julio, es decir, el Bacardí, el coñac, la cerveza y todas las cosas que sean necesarias (APLAUSOS).

Hay obreros que han trabajado sin descanso en estos años, haciendo caminos, presas, haciendo innumerables actividades, con la zafra por delante.  No quiere decir que el trabajo termine, que no nos esperen otras muchas grandes tareas.  Pero el momento lógico, el momento adecuado para hacer un alto será una vez ganada esta batalla de los 10 millones.

Entonces sí tendremos un formidable 26 de Julio.  Entonces sí tendremos fiesta en Santiago y en todos los pueblos.  Y entonces sí tendremos carnavales y tendremos de todo en el mes de julio (APLAUSOS).  Y tendremos fiestas en todos los pueblos y en todos los centrales azucareros y en todas las granjas.

Y sin duda, cuando ese momento llegue, con la lógica y natural satisfacción y alegría de todo el pueblo, serán sin duda de las fiestas más felices que hayamos tenido nunca en nuestro país (APLAUSOS).

De manera que, por delante, una zafra prolongada, un trabajo arduo, un trabajo serio, un trabajo responsable.  Conscientes de lo que significa para nuestro pueblo.

No tenemos la menor duda de que mucha gente estará pendiente de Cuba en el mundo entero.  No tenemos la menor duda de que mucha gente estará atenta a este compromiso, a este reto histórico.  No tenemos duda de que mucha gente estará atenta para saber cuál es la capacidad de nuestro pueblo para lograr estos avances.  Como no tenemos la menor duda de que los enemigos de la Revolución, los imperialistas, estarán también muy pendientes y muy preocupados.

Al imperialismo le hemos infligido muchas derrotas:  la Revolución; la consolidación de la Revolución; la resistencia a sus agresiones, a sus bloqueos; Girón y otros muchos episodios.  Pero sin duda de ninguna clase que ninguno de los éxitos logrados por la Revolución, ninguna de las victorias les dolerá tanto, les preocupará tanto como esta victoria, porque ellos se lo apostaron todo al fracaso de nuestro pueblo.  Ellos se lo apostaron todo a que, habiéndose marchado los latifundistas, las compañías y los genios del capitalismo, no podríamos ganar esta batalla; que nunca seríamos capaces de manejar esos centrales y esas tierras, y producir caña para 10 millones y cortarla y molerla.  Se lo jugaron todo.  Creían en la superioridad de su sistema, de su sistema egoísta que esclaviza y explota al hombre, de su sistema egoísta que obliga al hombre a trabajar so pena de hambre, de miseria e incluso de la muerte.

Los reaccionarios se han apostado mucho para desacreditar a las revoluciones, para desprestigiar a los movimientos populares.  Se lo apostaron todo a que las masas de los trabajadores humildes de este país, de los campesinos, de los jóvenes de este país, no podrían llevar adelante la economía, no podrían llevar adelante la Revolución.

No creemos que lo único meritorio, difícil que haya hecho la Revolución, sean los 10 millones, ¡no!  La batalla ideológica contra el imperialismo; la desaparición de los prejuicios; hacer astillas todas las mentiras reaccionarias del imperialismo y de los explotadores; resistir sus bloqueos económicos, sus campañas, sus acosamientos; resistir sus agresiones, fue un mérito de no poca consideración.  Pero a la Revolución le faltaba esta otra prueba, decisiva para hoy, decisiva para mañana.

Y nosotros estamos seguros de que los 10 millones tendrán más resonancia en el mundo con relación a la Revolución cubana, que la resonancia que haya tenido cualquier otro hecho de la Revolución en estos años.

Con serenidad, con seguridad y con confianza, libraremos esta batalla final.  Con la inmensa satisfacción de ver a un pueblo en la actitud en que está nuestro pueblo hoy.  Con la inmensa satisfacción de ver el estado de ánimo de las masas, la disposición de lucha y de trabajo.  ¡Con la inmensa satisfacción de que esta batalla será por encima de todo un triunfo de la ideología, un triunfo de la conciencia, un triunfo de las ideas más revolucionarias de nuestro pueblo!

Cuando hace algunos minutos señalábamos este hecho, los factores subjetivos, la actitud de nuestro pueblo, no podría menos que dedicar un segundo de nuestro pensamiento a quienes lucharon y se sacrificaron por esto.

Hemos tenido el privilegio de llegar a esta zafra, hemos tenido el privilegio de llegar a esta batalla.

En el pasado, cuando se hablaba de los méritos de los ciudadanos, se hablaba de las actividades que desempeñó en una época u otra:  de sus méritos contraídos con la patria en la lucha guerrillera, en la lucha por la conquista del poder, en la lucha contra el imperialismo, en las luchas en Girón, en las luchas en el Escambray, en las luchas por el desarrollo.  Todas esas fueron páginas gloriosas y episodios históricos.

Ahora, en lo adelante, en el futuro, esta batalla, esta histórica zafra será también un punto de referencia para los jóvenes y para todo nuestro pueblo.  Y comenzará a ser un importantísimo mérito en nuestro país, un importantísimo mérito histórico, un importantísimo mérito para las generaciones venideras, este esfuerzo de hoy:  la participación de cada uno de ustedes, la participación de nuestro pueblo, o en el frente de la caña, o en el aseguramiento de la zafra, o en las demás actividades que consoliden el desarrollo de nuestro país y consoliden nuestra Revolución.  Será sin duda algo que pasará a la historia de nuestro país.

Y por eso es justo que recordemos a los que hicieron posible esto, a los que hicieron posible llegar a este combate, participar en este histórico acontecimiento, y que dieron su vida a lo largo de esta lucha, a lo largo de estos años, combatiendo en la clandestinidad o en las montañas, combatiendo contra mercenarios, contra saboteadores, luchando.  Y a los que dieron su vida no solo en el combate con un arma en la mano, sino a los que la dieron en el trabajo.  Que recordemos también a numerosos compañeros que, montando una industria, construyendo un central, perdieron su vida; o construyendo una presa, o construyendo una carretera, en los accidentes del trabajo.  ¡Esos héroes anónimos también, que dieron su vida y su sangre por el porvenir de nuestro país!  (APLAUSOS)

Y que recordemos especialmente a alguien que sin duda en un instante como hoy, en un momento como este, ante una actitud como esta, sería el más feliz de todos los revolucionarios, porque fue el que más predicó, el que más insistió, el pionero, el abanderado de este tipo de trabajo, el abanderado de esta lucha por la conciencia, por ganar la conciencia y por llevar al pueblo de manera consciente al deber y al trabajo.  ¡Que recordemos en la noche de hoy, con el más profundo cariño, al Che!  (APLAUSOS PROLONGADOS)

Pionero del trabajo voluntario, que cuando eran unas decenas se marchaba a los cañaverales a cortar caña, o en una combinada, o en los muelles con una carretilla, o en una mina, lleno de fe, lleno de confianza en el hombre, de confianza en la conciencia del hombre, cuánto habría disfrutado él hoy de ver al pueblo de Cuba con este estado de ánimo, con esta disposición, con esta actitud de ir masivamente a librar su batalla; su batalla decisiva en la economía, su batalla decisiva en el trabajo.

¿Y quiénes harán esta zafra en lo esencia  sino los voluntarios?  Ya hace rato que la categoría de cortador profesional ha ido desapareciendo, del que por razones económicas tenía que ir a cortar caña.  Y puede decirse ya que la inmensa mayoría de esta zafra de los 10 millones la harán los voluntarios (APLAUSOS).

¿Y cómo habría sido posible esta zafra sin ese movimiento, sin esa participación espontánea del pueblo por un sentido del deber y de la conciencia?  ¿Cómo habríamos podido ganar esta batalla?  ¿De qué otra forma?  ¿Con qué promesa se habría podido llevar a nadie a ese esfuerzo, como no fuera una causa, un sentimiento, una perspectiva, un sentido de solidaridad humana; como no fuera ese sentimiento generoso de trabajar para hoy y trabajar también para mañana:  trabajar por una causa, trabajar por una ideología, trabajar por la patria?  ¿Cómo habría sido posible de otra forma?  ¿Cómo habría sido posible lograr esto?

Y en este esfuerzo en que nos empeñamos de los 10 millones, duro y difícil, estamos ganando algo más que los 10 millones, que vale más que esos 10 millones, que es este salto de calidad en las conciencias.  Y hemos ganado un espíritu, y hemos ganado conciencia de nuestras posibilidades, y hemos ganado experiencia.  Todos nuestros cuadros han profundizado en los problemas como jamás habían profundizado en los procesos industriales, como jamás habían profundizado en todos los problemas de organización, de tecnología, en todas las cuestiones.  Han madurado con una gran rapidez nuestros cuadros.

Hay que decir que nuestro Partido se metió de lleno en la estructura, dejó de ser una superestructura exclusivamente, se metió de lleno en la esencia, en la médula del problema, a organizar y dirigir el trabajo, a organizar y dirigir la lucha por el desarrollo, a organizar y dirigir la producción.

Pero no solo hemos ganado en conciencia, en calidad:  ¡Nos hemos preparado para la próxima década!  Ya no será ahora, de 1970 a 1980, el pueblo nuevo, ignorante, sin experiencia, que se lanzó al esfuerzo de estos 10 años, ¡ahora podremos lanzarnos adelante en los próximos 10 años con un pueblo mucho más experimentado, mucho más preparado, mucho más consciente, con un pueblo mucho más aguerrido!

Y si la Revolución pudo salir victoriosa en estos 10 años pasados, ¡en la próxima década con más razón podremos decir que nada ni nadie podrá detenerla jamás!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO