Discurso pronunciado en el acto conmemorativo del octavo aniversario del combate de "El Uvero" sostenido por las fuerzas del Ejército Rebelde contra los soldados de la dictadura, en la Sierra Maestra, el 28 de mayo de 1965
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Compañeros campesinos de la Sierra Maestra:
El día es un día de lluvia, pero no por eso vamos a decir que es un mal día (EXCLAMACIONES); el hecho de que caiga alguna lloviznita y hasta un buen aguacero será bien recibido por todos nosotros. Porque antes, cuando llovía, al pueblo lo que le quedaba era el fango del camino, y hoy cuando llueve el pueblo sabe que significa más vianda, más leche y más alimento. Y los campesinos saben que significa mejores cosechas para ellos. Aunque en esto de mejores cosechas todavía tenemos mucho que aprender porque todavía no sabemos cultivar bien la tierra.
En estas lomas, donde todo el mundo sabe por qué vinieron a parar a ellas; porque cada familia campesina, cada padre, y quizás algunos de los que ya sean jóvenes aquí, casi hombres, vinieron desde muy chiquitos con sus padres a la Sierra Maestra; otros posiblemente nacieron aquí, pero todo el mundo sabe cómo y por qué venían a parar aquí, y cuánto trabajo costó establecerse en estas montañas, cuánto trabajo costó hacer habitables estas montañas, cuánta hacha hubo que dar, cuánto pico y cuánta candela también, desgraciadamente.
La situación económica y social de nuestra patria, el sistema de explotación en que vivíamos, obligaba al campesino a emigrar hacia estas tierras, cuando estas tierras eran de nadie, porque los dueños de estas tierras en los registros de propiedad aparecían después que los campesinos habían llegado y se habían establecido y habían desmontado estas tierras. Entonces empezaba, aparecía un abogadillo por ahí, y algún juez o guardia rural y algún alguacil, y las voces de que esta tierra era de "Don Fulano" y de "Don Mengano". Porque para no dejar nada fuera de aquella sed insaciable, aquella voracidad despiadada, hasta el Pico Turquino quedó incluido en uno de los latifundios. Y la compañía Beatty, uno de cuyos mayorales, verdadero esbirro que, en compañía de las tropas recorría los campos sembrando el terror, fue ejemplarmente sancionado por nuestras fuerzas revolucionarias —que en aquellos instantes eran muy reducidas— el 17 de enero de 1957. Si aquella compañía reclamaba incluso el Turquino, el Turquino que es alto, el Turquino que en aquella época muy pocos lo habían escalado, ¿cómo sería cuando no eran tan altos los picos, y cómo sería en el llano la cosa, cuando el Pico Turquino quedaba incluido en uno de aquellos latifundios en que se habían repartido el territorio de la nación cubana los explotadores?
Y, naturalmente, cuando era tierra de nadie, cuando estaba cubierta de bosques, los campesinos venían hacia acá, emigrando de las zonas de los centrales azucareros, porque allí el latifundio cañero y el desempleo obligaban a los padres de familia a buscar una brecha, a buscar una solución por dura que fuese.
Naturalmente que nuestro país vivía en el año 1959 de la misma cantidad de azúcar que en el año 1925, es decir, treinta o treinta y cinco años antes, y ya la población era el doble; crecía, ustedes saben muy bien cómo crece la población. Y el doble de población vivía de la misma cantidad de azúcar; azúcar, como ustedes saben, cortada y alzada a mano. De manera que la productividad de un hombre —como en otras veces hemos dicho—, cortando y alzando caña a mano, es tan pobre, con la cual apenas hay para alimentar un pueblo de gorriones.
Y así, obligados por estas causas, venían a nuestras montañas los obreros agrícolas y los campesinos, cuando no había un solo camino, cuando no había una sola carretera, cuando muy de cuando en cuando atracaba a alguno que otro punto de la sierra un barquito, una goleta de las que sacaban madera. Cualquier caso de gravedad, cualquier caso de emergencia, qué esperanza iba a tener de encontrar un médico en las inmediaciones, de encontrar un médico a 100 kilómetros de distancia. No hablar ya de una escuela, no hablar ya de un hospital. Y en aquellas condiciones vinieron a poblar estas montañas nuestros campesinos.
Naturalmente que en aquellas condiciones en que tenían que emigrar, aquí las cosas se hacían anárquicamente, no había ningún plan para explotar los bosques, venían los latifundistas y liquidaban los bosques.
Nuestro país era riquísimo en madera de todos tipos. ¿Y qué madera nos dejaron? ¿Qué árboles replantaron? ¿Qué madera nos dejaron para construir casas y para construir muebles? ¡Montañas peladas y "pelúa"!
Y los campesinos que venían con la necesidad de sembrar un pedazo de tierra y no tenían crédito ni recursos de ninguna clase, venían con el hacha y el fósforo. La necesidad los obligaba a destruir también muchas riquezas, a destruir también muchas maderas. Porque ustedes saben cómo son las montañas: se tumba un año, hay tierra fértil allá abajo donde durante siglos creció la vegetación, y el primer año produce abundante cosecha, una malanga grande y buena, el primer año; pero ya el segundo año no es así. Y empezaba entonces a sembrarse el café entre la malanga y el platanito. Y después, a tumbar el otro año nuevos montes, para seguir aquel ciclo.
Y cada monte que se tumbaba eran riquezas que se destruían, era tierra que se perdía, porque después venían las aguas y lavaban la capa vegetal que allí quedaba, y en muchas ocasiones quedaba la "pelúa" en espera de muchos años, porque después hay que esperar muchos años para que la propia vegetación vuelva, poco a poco, a reintegrar al suelo los elementos que se necesitan para producir una buena cosecha.
A veces quedaba el café, pero un café en las condiciones más rudimentarias, sin fertilizantes de ningún tipo y, además, sin poda y sin ningún tipo de atención técnica. Y es que allí mismo, donde primero habíamos extraído la fertilidad del suelo sembrando viandas, venía después la siembra de café.
Y así en este proceso se fueron desmontando las montañas. Así en este proceso miles y miles de caballerías de monte fueron desapareciendo.
Aquel régimen social inhumano obligaba al hombre a luchar desesperadamente por la vida y en aquella lucha por la vida, desesperada, el hombre destruía riquezas.
Tal vez si antes de que en estas montañas se hubiesen visto en la necesidad de venir a vivir muchos pobladores hubiese tenido lugar una revolución en nuestra patria, no habría sido necesario desmontar la Sierra Maestra, no habría sido necesario sembrar café, no habría sido necesario aquel calvario de tantos miles y miles de familias en la dura lucha con la naturaleza, y en la dura lucha con la pobreza, y tendríamos miles y miles de caballerías de madera preciosa. Y cuando circunstancias de tipo climáticas, o fenómenos naturales como el ciclón que nos abatió tan rudamente hace apenas dos años, entonces no se habrían producido tantas muertes, no se habrían producido tantas víctimas, porque los montes se habrían encargado de impedir que los ríos crecieran a velocidad vertiginosa, porque los montes tienen la virtualidad de retener el agua.
El agua cae primero sobre la copa de los árboles, rueda por los árboles, es retenida por las raíces y por la capa vegetal, y desciende lentamente. Si no hay monte, ocurre lo que ocurrió, que en cuestión de horas aquella ola gigantesca invadió las zonas pobladas. Aquel "golpe de agua" de que hablaban nuestros campesinos, era la crecida violenta de los ríos que alcanzó proporciones increíbles.
Ya durante la guerra nosotros recordamos que hubo un ciclón pequeño que pasó cerca de esta zona, que produjo considerable cantidad de lluvias y que costó cientos de vidas en la Sierra Maestra, como consecuencia, principalmente, de lo que ustedes llaman los "degorrumbes" montañosos, casas con familias que fueron sepultadas.
Y, naturalmente, la naturaleza, desprovista de esos medios naturales de defensa, los ha hecho pagar su precio.
¿Quiere esto decir que debemos abandonar nuestras montañas? ¡No! Quiere decir que debemos tener conciencia de lo que son las montañas, y que debemos cuidar las montañas, que debemos tratar de repoblar todas las zonas de las montañas que puedan servir para madera, y que debemos tratar de cultivar la tierra con técnica, y ya donde creció el cafetal lo que debemos procurar es que el cafetal dé la mayor cantidad posible de café, lo que debemos procurar es aplicar la técnica al cafetal, aplicar la fertilización al cafetal, las podas a los cafetales, y la atención debida a los cafetales.
Porque cuando ustedes ven que se produce mucha malanga, cuando desmontan, es porque allí hay mucho alimento para la planta, pero si la planta no tiene alimento ustedes no pueden esperar que se produzca una cosecha abundante.
Y por eso tenemos que ir introduciendo la técnica en los cultivos de las montañas.
Naturalmente que quedan muchas montañas despobladas, improductivas, infecundas. Tendremos, año por año, que ir sembrando esas áreas.
Casi todos ustedes habrán estado por Santiago de Cuba, y ustedes habrán visto qué hermosa plantación de anones y de tamarindos está creciendo allí en unos terrenos que estaban llenos de marabú y de aroma, y que parecían completamente improductivos, cualquiera habría dicho: "Ahí no se da nada." Pues ahí se van a producir grandes cantidades de frutas, grandes cantidades de anón y de tamarindo.
Y yo le decía al compañero Armando: eso, eso es lo que debemos hacer con todas estas tierras; no dejar una sola pulgada de nuestra tierra sin hacerla producir algo: madera allí donde no se puede producir otra cosa, frutales cuando no se puede producir madera, según el tipo de terreno. Porque está probado que todas las tierras pueden producir algo.
Nosotros veníamos en el helicóptero, viendo la carretera, cómo marchaba; y viendo todas esas zonas, algunas lomas muy peladas, otras zonas cubiertas de maleza, que no servirían para sembrar maíz, ni servirían para sembrar frijoles o para sembrar viandas, pero que servirían algunas para pastos y otras servirían para sembrar frutales.
Vamos a tener una carretera que, sin dudas, será una joya de nuestro país: Esa carretera que se está construyendo de Santiago de Cuba a Pilón, que tendrá más de 150 kilómetros a lo largo de toda la costa; esa carretera significará, en primer lugar, la solución de uno de los problemas más agobiantes de esta región, que es la posibilidad de trasladarse rápidamente desde cualquier lugar de la sierra a la ciudad o a donde sea necesario.
Hoy, por estos caminos llenos de recovecos y de baches, en los carritos, que son algo, porque los carritos significaron un paso de avance, ese transporte serrano que vino, entre otras cosas, a poner fin a la especulación y al abuso que venían cometiendo algunos explotadores de menor cuantía, porque el escalón de los explotadores es grandísimo: arriba estaba el más grande, el latifundista, detrás de ese, otro, detrás el otro; pero había toda una escalera de explotadores sobre las espaldas del pueblo, y había quienes querían ganar 100 pesos en un día allí, cobrándole cualquier cosa a un campesino por llevarlo por estos caminos.
Los transportes serranos fueron una solución, pero no está lejano el día en que se transite en ómnibus por estos sitios (APLAUSOS); no está lejano el día en que podremos llegar —bueno, en avión ya se transita por aquí, porque ahí está el campito—, no está lejano el día en que ya lleguemos hasta aquí hasta este sitio rápidamente en automóvil, o en ómnibus, en cualquier vehículo, en la cuarta parte del tiempo que hoy se emplea, con menos desgaste de los materiales, menos cansancio, menos costo. Y, en fin, esa carretera llenará una gran necesidad.
Pero qué maravilloso sería si al lado de esa carretera se hace todo un estudio de esa franja costera, de todas las tierras que están llenas de malezas, en esos lugares que son improductivos, y se hace un plan para sembrar mango aquí, coco allí, anón acá, tamarindo en otro sitio, es decir, ir escogiendo el terreno bien planificadamente. Porque ahora entendemos esto de planificar, que es todo lo opuesto a las cosas desorganizadas de antes, un estudio de toda esa carretera.
Ya de Pilón hacia acá vienen sembrando coco y mango. Por estas zonas, como ustedes saben, se da un mango que no se da en ningún otro lugar de Cuba; no se sabe por qué, por algo será, algún privilegio de la naturaleza, la naturaleza ha querido distinguir a esta región de Oriente; y al sur de las montañas se da el mango bizcochuelo, que no se da de la misma forma en otros sitios. Algún día nuestros técnicos descubrirán por qué se da tan bien el bizcochuelo aquí, qué elementos hay en el suelo, qué minerales hay en el suelo, que hacen que el bizcochuelo se produzca sin manchas, en el Caney y en Pilón. Pero nosotros podríamos averiguar en todos estos cientos, casi doscientos kilómetros de camino costero, dónde se da el bizcochuelo, y podríamos hacer buenas y grandes plantaciones de bizcochuelo allí donde la naturaleza haya demostrado que el suelo es bueno para eso.
Igual que se está haciendo con el coco. Una de las mejores zonas de coco es esta zona de Marea del Portillo. Y allí se está sembrando decenas de miles de matas de coco, casi todas las semillas, todos los cocos que producen las matas ahora se están empleando para semillas, y se está buscando todos los terrenos que sean buenos para coco, sembrarlos de coco.
Pudiera ser un área de frutales todo eso. Pero algún día tendrá otro valor. En ningún otro lugar de Cuba habrá casi 200 kilómetros de carretera a lo largo de una costa uniendo en un mismo paisaje la belleza de las montañas y la belleza del mar. Porque aquí, donde se elevan nuestras montañas más altas, se encuentran también nuestros mares más profundos, en esta zona aparecen tipos de peces que no aparecen por otras partes de la isla. Y llegará el día, cuando las circunstancias y el desarrollo de nuestra economía y de nuestras riquezas nos permita construir centros de recreación y descanso, no uno o dos, como Marbella o Caletón Blanco, sino que a todo lo largo de esta ruta existan muchos centros de recreo y de descanso, centros de pesca deportiva.
Imagínense cuando en este sitio, con su magnífica carretera, lleno de frutales, y donde no se pueda sembrar frutales, pasto: y donde no se pueda sembrar pastos, árboles maderables: y no haya una sola sensación de esterilidad y de improductividad. Y entonces puedan venir los obreros a pasar su mes de vacaciones, escoger un rincón de las montañas, y si quieren escalar montañas, y si quieren nadar, y si quieren remar, y si quieren pescar, tener ese descanso que la mente y el cuerpo necesitan para poder mantenerse en las mejores condiciones de salud física y mental.
Es decir que algún día estos serán lugares muy visitados por los trabajadores de todo el país. Algún día tendrá también un gran interés turístico toda esta zona. Y todo esto requiere trabajo, esfuerzo, estudio, porque hay que estudiar, hay que aprender, hay que superarse. ¡Todos tenemos que estudiar, todos tenemos que aprender, todos tenemos que superarnos! Tenemos que aprender a manejar la naturaleza, tenemos que aprender a manejar las leyes de la naturaleza, tenemos que aprender a dominar la naturaleza; porque si dejamos que la naturaleza nos domine a nosotros, tenemos eso: escasez, necesidades; si dominamos la naturaleza, si a cada río le hacemos su represa, si no dejamos que se nos pierda una gota de agua, si perfeccionamos esa técnica que ya empieza a emplearse de las lluvias artificiales, para cuando pase una de esas nubes que luego pasa y aunque trae agua no cae, y la hacemos caer para acortar los períodos de sequía, porque no sé si ya ustedes saben que por ahí han andado unos aviones haciendo pruebas y haciendo llover, como dicen algunos campesinos. Porque cuando se empezaron a hacer esas pruebas en La Habana algunos campesinos decían: "Ahí va el avión que hace llover." Desde luego, para que llueva hace falta nubes, si no hay nubes, entonces sí es verdad que no hay remedio. Pero hay muchas veces en que se presentan las nubes y no se precipitan, y todas esas cosas, esas leyes de la naturaleza, las conocemos, las comprendemos, las aprendemos a manejar. Si en cada lugar hacemos lo que debemos hacer, sembramos lo que debemos sembrar, producimos lo que debemos producir, si trabajamos con plan, trabajamos con orden, entonces dominaremos la naturaleza, entonces no nos faltará nada, entonces nos sobrará de todo; y cuando todo sobre es cuando nos acercamos al comunismo (APLAUSOS).
Porque, ¿qué significa el comunismo? Significa organizar el trabajo, aplicar las leyes de la técnica y de la ciencia para producir tal abundancia que no ocurra lo que hemos conocido hasta hoy, que son las escaseces. Cuando a alguien lo llaman pobre es porque no tiene algo que necesita; la escasez es la causa de la pobreza y la causa de la escasez en nuestro país era el sistema de explotación económica y social que había. Cuando tengamos tal abundancia de todo —y nosotros sabemos que podemos tenerla— cuando todas esas tierras estén produciendo y estén produciendo el máximo, porque sepamos qué seleccionar, qué semillas sembramos, qué tratamiento le damos a la planta, qué fertilizante empleamos y cuándo lo empleamos y cómo lo empleamos, con nuestro trabajo, con el esfuerzo de nuestro pueblo trabajador, con un pueblo de trabajadores sin parásitos de ninguna clase, en que el trabajo no sea nunca visto ni como castigo ni como deshonra, sino como la más honrosa y la más digna y la más hermosa actividad del hombre, porque es lo que hace progresar al hombre, es lo que educa al hombre, es lo que crea la felicidad del hombre... Y no haya parásitos de ningún tipo. Es verdad que los parásitos no se acaban de un día para otro; de un día para otro se acaban los grandes parásitos; después queda una escalera larga. Tampoco es posible, y sería una utopía, querer acabar el parasitismo en un día, igual que no se podían acabar los soldados de la dictadura en un día; no, fue cuestión de tiempo y, poco a poco, y batalla tras batalla. Pues también todas las formas de parasitismo que estén sobreviviendo irán desapareciendo.
y un pueblo trabajador como el nuestro será capaz de crear tal abundancia de riqueza, en vez de lo que hemos conocido hasta hoy, que es la escasez, que es lo que ha conocido cada cual que algo le falta, haya de tal modo abundancia de los bienes que el hombre necesita para vivir, que sobren. Y cuando sobren es cuando pueda haber comunismo, porque entonces cada cual toma lo que necesite. Y eso solo se puede obtener sobre la abundancia.
Hay muchas cosas que ustedes han visto progresar. Han visto, por ejemplo, escuelas ya, maestros prácticamente por todas las montañas, jóvenes que enseñan a sus hijos, que brindan enseñanza a sus hijos y satisfacen esa necesidad de saber que tiene el hombre. Y nadie como el campesino, que muchas veces se vio engañado, que muchas veces se vio burlado, sabe lo importante que es saber leer y escribir. Y no hay campesino que quiera que su hijo se quede sin aprender a leer y a escribir. No hay campesino que quiera que su hijo esté dispuesto a pasar por esa humillación de que le enseñen un papel y no sabe lo que dice, que le den algo a firmar y tenga que poner el dedo, la huella digital, como un delincuente; o firmar con una cruz. ¡Nada más deprimente, más humillante! Como nuestros campesinos no tuvieron escuelas, y la inmensa mayoría de ellos conocieron de esas humillaciones, saben apreciar lo que es una escuela y saben apreciar lo que es un maestro. Y ya hoy a nuestras montañas llegan los maestros, a cualquier rincón de nuestras montañas, y en cualquier rincón se estudia. Primero empezaron las clases en una casa cualquiera, después se fueron acondicionando algunos lugares, ya se están dando nuevos pasos de avance con los planes de internado de montaña para resolver el problema de aquellos que viven lejos. Y ya cuando en el internado le den el almuerzo, el desayuno, el almuerzo y la comida, ya el campesino no se lo tiene que dar en la casa.
Igual que las hijas de ustedes que están estudiando. ¿Les falta algo? Si necesitan médicos, tienen médicos, si necesitan vestidos, tienen vestidos, tienen casa, tienen maestros que les enseñan no solamente un oficio, les enseñan a actuar en público, a representar una obra teatral, un canto, una danza. ¡Las educan! Si necesitan dentistas tienen dentista, ¡tienen de todo!
Los que antes tenían, ¿quiénes eran? Solo los hijos, y no de cualquier burgués, sino de los más altos burgueses; en aquellas mismas casas... Las hijas de muchos de ustedes les habrán contado cómo se encuentran allí, donde vivían ellos, que se fueron, porque de verdad que a ninguno le quitamos la casa; no somos tan malos como ellos dicen, desde su punto de vista. Porque ni eso, nunca le hemos quitado la casita a ningún burgués, se fueron para Estados Unidos creyendo que era cuestión de semanas, de meses, después dirían de años; ahora deben estar pensando que ya es cuestión de décadas y de siglos el regreso (APLAUSOS).
En fin, dejaron la casita o la casota. ¿Y qué íbamos a hacer con aquellas casas vacías? ¡Vengan becados, vengan campesinas a estudiar! Se han sacado decenas de miles; y muchas de ellas muy aplicadas, que tienen especiales condiciones para el estudio, han sido seleccionadas y hay más de mil de aquellas campesinas que están haciéndose maestras y ya muchas están enseñando a las nuevas. Pues bien, usted tiene dos hijas: ¿Y les falta algo?, ¡tienen todo lo que necesitan! Cuando todos puedan decir lo mismo estaremos en el comunismo. ¡Eso es el comunismo! (APLAUSOS)
Y a veces surge una enfermedad. Antes si a alguien le daba tétanos, pues se moría si era pobre, porque tenía que pagar quién sabe cuánto por las medicinas que valían carísimo; una transfusión de sangre, había que pagar quién sabe cuánto.
Desde luego, al que le daba tétanos aquí en la sierra no podía llegar a ninguna parte porque cómo y en qué, pero cuando alguien llegaba no tenía remedio. Había enfermedades que costaban carísimo.
Si alguien hoy se enferma y hay que hacerle una atención esmerada, y salvarle la vida cuesta miles de pesos, todo el mundo sabe que esa vida se salva, todo el mundo sabe que no hay un solo ciudadano en este país, un solo hombre, una sola mujer, un solo niño, un solo anciano, que si de la ciencia depende su vida, si de los recursos depende su vida, todo el mundo tiene la seguridad de que esa persona no muere; todo el mundo sabe que por caro que cueste... Y que nadie le va a pasar después la cuenta (APLAUSOS), que nadie le va a venir después a decirle: "Mire, compadre, vote por don fulano", tremendo ladrón, politiquero de aquellos, que por un favorcito miserable tenía que estar pidiendo la cédula electoral.
Por eso hemos sustituido eso por los fusiles que son mucho más eficaces que los votos (APLAUSOS). Es decir, ahora votamos con los fusiles, con los fusiles. ¡Esa es la cédula, esa es nuestra democracia, esa es la que queremos! Y esa sí es democracia de verdad, la del hombre que tiene derecho no en un papel, para utilizarlo una vez cada equis tiempo en beneficio de un miserable politiquero y un ladrón y un explotador, y que ese papel sirva para que les estén cobrando a la gente los miserables servicios que les daban.
Nuestra democracia está representada en algo más, que es en el derecho real de ser pueblo constituido en poder revolucionario (APLAUSOS), porque ya no son los amarillos que se paseaban con sus "caballotes" y el mayoral, dispuestos a darle un planazo a cualquiera sobre las costillas, a meterse con cualquiera, con la familia de cualquiera. ¡No, ya la autoridad es el pueblo! ¡Entre pueblo y autoridad ya no hay diferencia! Porque no dicen ya: "Viene la pareja", que era la representación de la autoridad y del poder de una minoría oligárquica y explotadora; ahora lo que viene es el batallón de la milicia, de los campesinos y de los obreros (APLAUSOS). Y esos son los derechos del pueblo convertidos en realidad.
Y cuando el pueblo es dueño de su destino ya entonces nadie le vendrá a cobrar por nada. Y, como les decía, cueste lo que cueste, todo el mundo siente la seguridad de que su hijo, su esposa, su esposo, su hermano, su padre, o su amigo, su compañero —porque hoy todos somos hermanos— tiene lo que necesita, y eso da una seguridad.
Y cuando se puede decir eso, eso es el comunismo, en que una vida humana vale lo que sea necesario, en que una vida humana no se cuenta su valor por unos miserables pesos, y que si hay que gastar lo que haya que gastar en salvar una vida humana, se gasta lo que haya que gastar en salvar una vida humana, por salvar un niño, o salvar un anciano —no importa si es muy viejo o muy joven—, o en salvar la vista de una persona.
Cuántas personas del pueblo, en ocasiones, hemos tenido que enviar al extranjero para salvarles la vista, para realizar una operación difícil, de determinado tipo, que solo en determinados países se puede hacer. ¡Nunca se ha medido lo que eso cuesta!
Y cuando el ser humano sienta esa seguridad de tener todo lo que necesita —la educación, la atención, el derecho real a vivir libremente, honradamente, decorosamente—, esto es lo que la Revolución busca: la abundancia que haga felices a los hombres.
Por eso, en todas esas cosas, en las escuelas, en los hospitales, en las carreteras, en los zapatos que los niños de la sierra reciben en las escuelas, porque desde el ciclón cientos de miles de pares de zapatos han sido enviados a las montañas y se reparten a través de las escuelas... En las zonas montañosas donde se rompen más zapatos, donde hay que caminar más, no hay un solo muchacho que diga: no voy a la escuela porque no tengo zapatos.
Y por ahí viendo a algunos niños podría casi decir la marca de los zapatos, porque muchos de ellos son zapatos, incluso, de importación, que se han traído para los niños de la sierra. Y cuando ya los niños tienen sus zapatos, no importa si el padre tiene más o tiene menos, si está enfermo o está sano. Eso nos va enseñando y nos va dando una lección de lo que queremos hacer. Son ejemplos de lo que un día, generalizándose, llegará a ser el tipo de sociedad que queremos.
Porque estas cosas de las que les hemos hablado les agrada a todos: la carretera que cruza, el médico que llega, el hospital que se abre, el profesor que enseña, la beca que recibe el hijo o la hija, los zapatos que recibe el niño, sin contar todas las demás cosas —como créditos—, pero me estoy refiriendo a esas cosas que el pueblo empieza a recibir y que, recibirá en un grado cada vez mayor en la medida en que avancemos.
Eso nos enseña lo que es la Revolución, eso es lo que nos ha hecho más revolucionarios a todos, eso es lo que ha despertado más el entusiasmo de todos por el trabajo, eso es lo que ha permitido llegar este año a los 6 millones de toneladas de azúcar (APLAUSOS), ¡como vamos a llegar, como vamos a llegar!, cuando ya no hay casi medio millón de desempleados, cuando ya la gente no tiene que ir y dejar su conuco para ir a trabajar unos meses para comprar la sal y la manteca, cuando ya no hay tantos cientos de miles de desempleados que eran los que les cortaban la caña a los latifundistas. Y hoy el pueblo se mueve y se moviliza para cortar su caña (APLAUSOS), porque sabe que su caña significa más recursos, más divisas, más bienestar para el país. Y por eso esas impresionantes movilizaciones, esos esfuerzos extraordinarios de algunos obreros, porque es que la conciencia revolucionaria va calando cada vez más en el pueblo.
Al principio la Revolución era una emoción, algo emotivo; hoy la Revolución es una conciencia de la gente, un sentido de la responsabilidad, del deber, un saber lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Y así, a pesar de todas las agresiones y del bloqueo, nos reímos de nuestros enemigos.
Cuando creían que nos arruinábamos, nos les vamos a aparecer con 6 millones de toneladas de azúcar. Y ellos dirán: "Caballeros, esta gente hay que respetarla." y después del ciclón más todavía, porque después del ciclón se empezó a sembrar caña duro aquí, y en 1963 fue de 3,8, un poquito más en 1964; y caña que se empezó a sembrar después del ciclón se está cortando ahora, se ha cortado, ¡después del ciclón, de aquel ciclón que creyeron que nos aplastaba! (APLAUSOS) Pues ven: ni siquiera la carretera nos la ha impedido; nos la ha atrasado un poquito, pero la carretera llega aquí, y llegará a Pilón con ciclón o sin ciclón (APLAUSOS).
Y de 3,8 a 6 millones es un salto imponente, ¡y después de tres años de bloqueo!; no como en los primeros tiempos, que no había todavía el bloqueo, cuando existían grandes reservas de caña de los latifundistas que la dejaban de un año para otro, caña quedada. Después de tres años, con el esfuerzo de nuestros trabajadores, superando todas las dificultades, y después de un ciclón, se eleva la producción azucarera de 3,8 a 6 millones, casi en el tope de nuestra capacidad de producción industrial.
Ahora, parejamente tiene que marchar la siembra y la capacidad de la industria, y más azúcar; y ya en el año 1967, es decir dentro de dos años, ya producir la zafra más alta de todos los tiempos: llegar a los 7,5 millones en el año 1967 (APLAUSOS), e introducir cada vez más las máquinas y las alzadoras.
¡Porque saben ustedes lo que es que un hombre alce 60 000 arrobas en un día con una alzadora, cómo produce ese hombre, cómo eleva la productividad del trabajo! Porque con la técnica, con la ciencia, con las máquinas, un hombre puede llegar a producir veinte, treinta, cuarenta veces más, y el pueblo armado de la técnica y de la ciencia y con las máquinas, producirá diez, veinte, treinta veces más.
Y ya no será nunca más como antes, que venía una máquina y el trabajador veía la máquina como su enemigo: "Esa máquina me desplaza." El tabacalero decía: "Esa máquina me desplaza y me mata de hambre"; el obrero portuario decía: "Esa máquina me desplaza y esa azúcar a granel me desplaza y me mata de hambre." ¿Y quién hubiera introducido una combinada en un latifundio cañero? ¿Quién introducía una combinada? Porque era claro que la combinada iba a beneficiar al dueño nada más, y hoy el obrero ve que la máquina es su gran aliada, su gran amiga, la que va a multiplicar la productividad y la que va a crear la riqueza. ¿Verdad, viejo?.. (DIRIGIENDOSE A UNA PERSONA DEL PUBLICO)
¿Usted es de aquí de la sierra, no?.. ¿Y de dónde vino, de dónde vino primero, dónde primero trabajó antes de venir a la sierra?... En el central Preston. Cortaba caña... ¿En qué año vino?... En el año 1925. ¿Y cómo fue que empezó a trabajar ahí?... Cortando caña, ya usted sabe. Es más o menos la historia que estábamos explicando aquí. ¡Ya ven cómo yo adiviné! No es difícil, porque es la historia de casi todos. Y a usted le pregunté, porque veo que usted tiene años y prestaba interés, y yo decía: este hombre tiene, por haber vivido todo esto, que comprender muy bien todo esto (UNA PERSONA DEL PUBLICO LE DICE: "Yo cortaba caña en la finca de su papá").
¿También?... Ya tú ves, ya eso es una granja del pueblo ahora también. Así que tú cortaste caña allá... ¡Entonces tú me ayudaste a estudiar a mí! (RISAS) Vean la importancia que tiene estudiar, si no hubiera estudiado no hubiera podido comprender, no hubiera podido ser útil, no hubiera podido poner un granito de arena... (UNA PERSONA DEL PUBLICO LE DICE: "Claro, yo tengo dos hijas que estudiaron corte y costura en el año 1960, y una que es maestra serrana ahora.")
Dos de corte y costura... Está bien.
Así que yo me siento muy contento, porque tú me ayudaste a criar a mí (APLAUSOS).
(OTRA PERSONA DEL PUBLICO LE DICE: "Fidel, tiene que coger las cartas.")
Pero todavía no, yo la recojo, sí, ¡cómo no! Ahora mismo la vamos a recoger, pero todavía no ha llegado la hora del correo, vamos a recoger esa para ir adelantando. No, yo sé que voy a tener que leer como 30 cartas (INSISTEN EN HABLAR CON EL DOCTOR CASTRO). No, pero el problema aquí no, después lo discutimos. Después vamos a leer la carta y ver en qué consiste.
Han pasado ocho años, y en estos ocho años, desde aquel combate del Uvero, han pasado muchas cosas también. En estos ocho años hemos aprendido mucho todos, desde aquellos tiempos de los Babún, ¿se recuerdan ustedes?, ¿se recuerdan?, y ¿y se recuerdan que dos hijitos de los Babún venían en la expedición de los mercenarios? ¿Saben lo que quería esa gente? Recuperar esto otra vez y seguir acabando la maderita que quedaba en las montañas. A eso venían los hijos de... ¡Pero qué equivocados estaban, no sabían lo que les esperaba ya aquí? Y luego suerte que no vinieron por aquí, porque nosotros sabemos que ustedes los estaban esperando por aquí también por todas partes, ¡por todas partes!
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)
¿Cómo?... Por sesenta pesos... ¡ah!, cobraban, cobraban sesenta pesos en el barco. Bueno, ni que fuera un trasatlántico, caballeros.
Y recordamos aquellos días, todo lo de hoy parecía muy lejano: el hospital, la escuela, el pueblo, la carretera, los maestros, los médicos, todo parecía muy lejano entonces. Porque cuando los revolucionarios se aparecían, detrás de los revolucionarios venían los esbirros quemando casas, matando gente; detrás de los revolucionarios venían los aviones tirando bombas, sembrando el terror. ¡Qué poca cosa podíamos dar nosotros, qué poca cosa podíamos ofrecer nosotros!, si por donde pasábamos muchas veces después venía el crimen de los enemigos, el abuso de los enemigos. Y, a pesar de todo, nos recibían bien en todas las casas, nos recibían como amigos. Al principio había mucho miedo, ¡claro, costumbre de siglos de temer, de tener miedo, miedo a todo!, miedo a lo desconocido, miedo al papeleo, miedo al papel, miedo al guardia, miedo al fusil, miedo al juez, miedo al mayoral.
¡Desde cuánto tiempo no vivía el pueblo teniéndole miedo a algo, a alguien! Y naturalmente aquello parecía invencible, aquello parecían males insuperables. ¿Quién se metía con aquellos poderosos; quién iba a poder con aquellos guardias con sus fusiles, con sus barcos y aviones; quién podía con aquellas autoridades que representaban a los privilegiados?
Y, lógicamente, un pueblo acostumbrado a vivir en el miedo, no creía en nada, no tenía fe, no podía tenerla. Política, politiqueros... Y el pueblo en los primeros momentos tenía miedo, mucho temor; un poco veía a los revolucionarios con pena, que eran tan pocos. Simpatizaban, por la nobleza del campesino, a pesar de su miedo y sus preocupaciones.
Pero todo aquello se fue superando, los meses se encargaron de demostrar que no eran invencibles, los meses se encargaron de demostrar que no eran omnipotentes, y que los meses pasaban y los revolucionarios en vez de ser menos eran más. Todo lo contrario de lo que les pasa a ellos, a los contrarrevolucionarios, que cada vez son menos. Porque no es lo mismo ni se escribe igual (APLAUSOS). No es lo mismo venir a las montañas como vinimos nosotros, a luchar contra lo que luchamos nosotros: contra toda aquella basura, toda aquella podredumbre, toda aquella injusticia; a venir como han tratado de venir ellos: a luchar por toda aquella podredumbre, por toda aquella injusticia, por toda aquella miseria.
Y por eso, cuantas veces ensayaron, a pesar de que tenían un abastecimiento de armas bárbaro, en barcos-madres, en submarino, por aire, por mar, con hombres-ranas, por lancha, por todos los medios, venga armas, venga dinamita... Nosotros para conseguir una balita cómo teníamos que luchar, cómo teníamos que sacrificarnos, cómo teníamos que esforzarnos; nadie nos mandaba balitas a nosotros ni dinamita ni fusiles. Lo que teníamos eran barcos de guerra tirando cañonazos, aviones bombardeando.
A ellos, ¿qué les ha ocurrido a los contrarrevolucionarios? Una cosa trágica y que debiera de ser una gran lección: cada vez son menos, ¡cada vez son menos! (APLAUSOS) Si razonan, debieran pensar: "Algo pasa aquí, algo pasa." Ellos debieran razonar: "Algo anda mal aquí, pues con toda la ayuda del imperialismo yanki somos menos cada vez —dirán ellos—, y esta gente sin la ayuda de nadie eran cada vez más." ¿Por qué? Porque no es lo mismo luchar para el pueblo que luchar contra el pueblo; esa es la sencilla diferencia, esa es la decisiva diferencia.
Nosotros éramos cada vez más; ellos eran cada vez menos.
Y por ahí pasaban matando. Recordarán ustedes a aquel Merob Sosa, pasando por allá, cerca de aquí, por la zona —ahora se me ha olvidado cómo es la zona— Peladero, por el río Peladero, asesinando campesinos por el camino. Y después los partes de guerra. Recordarán ustedes que al norte, del otro lado, en Guisa, Sosa Blanco —dos Sosa, un Merob Sosa por acá y un Sosa Blanco por allá—: 46 campesinos en el Oro de Guisa. Y cada vez que caían en una emboscada y sufrían una derrota, allá se aparecían con un racimo de cadáveres de indefensos campesinos, obteniendo galones por sus "victorias"; iban cometiendo crímenes por todas partes, sembrando el terror. Porque sabían que el miedo era lo que los había sostenido, y cuando veían que el miedo iba desapareciendo querían de todas maneras que hubiera más miedo. Por eso asesinaban y mataban, porque en el miedo se fundamentaban; era el cemento de ese edificio de explotación, era las cabillas, los ladrillos, las paredes de ese edificio de explotación el miedo. Y por eso cometían aquellos crímenes: para sembrar el terror, para sembrar más miedo.
¡Pero el miedo se iba perdiendo! Porque primero el pueblo comenzó perdiéndoles el miedo a los casquitos, a los guardias; y terminó perdiéndoles el miedo a los imperialistas. Porque primero eran ellos aquí, y después los enemigos del mundo, los que asesinan aquí, en Santo Domingo, en Viet Nam, en todas partes del mundo. ¡Y perdió el pueblo el miedo!
Y cuando este proceso se desarrolle en los demás pueblos de este continente, cuando los pueblos se vayan liberando de todas esas ataduras, del miedo que inspiran con su terror y sus crímenes las oligarquías, cuando ocurra en otros países hermanos de América Latina lo que ocurrió aquí, veremos qué pueden hacer los imperialistas.
Y el caso de Santo Domingo es un hermoso ejemplo de cómo los pueblos van perdiendo el miedo; ya no les asusta que les digan que vienen infantes de marina.
Los imperialistas han declarado su propósito de impedir las revoluciones en América Latina como si fueran amos y señores de los 200 millones de latinoamericanos.
Si los gobiernos de América Latina aceptan eso, aceptan la llamada doctrina yanki, si los gobiernos de América Latina aceptan el derecho de los imperialistas a intervenir en cualquier país de América, estarán renunciando desvergonzadamente a la independencia y a la soberanía de sus pueblos. ¡Y serán los pueblos los que se encarguen de defender ese derecho a la soberanía y ese derecho a la independencia! (APLAUSOS)
Al declarar los imperialistas que están dispuestos a intervenir en cualquier país de América Latina, están también alertando a la conciencia de América, preparando el espíritu revolucionario de América, ¡preparando a los pueblos de América a luchar contra los intervencionistas y a pelear contra los intervencionistas! (APLAUSOS)
Porque no habrá revolucionario, ni hombre honesto, frente a estos hechos en cualquier pueblo latinoamericano, que desde ahora no piense ya que tendrá que enfrentarse a ese peligro. Y con esas amenazas, los imperialistas alertan a los pueblos y advierten a los pueblos, y preparan a los pueblos para luchar contra ellos; porque cuando los pueblos hayan perdido el miedo, entonces nada podrá contener a los pueblos, ¡ni veinte mil "marines", ni veinte millones de "marines" yankis! (APLAUSOS)
La fecha de hoy nos recuerda ese instante en que fuimos perdiendo nuestro miedo, nos recuerda ese instante en que el pueblo fue convenciéndose de que era posible luchar. La importancia que tiene la Batalla del Uvero, es que fue el primer combate de proporciones grandes librado contra aquellas fuerzas de la tiranía por los revolucionarios.
Es cierto que con lo que después aprendimos en la guerra, nosotros, con mucho menos bajas, habríamos podido capturar más soldados, y habríamos podido capturar más armas, como lo hicimos cuando la ofensiva, que le cercábamos una unidad y esperábamos los refuerzos en el camino y se los hacíamos polvo (APLAUSOS), y liquidábamos los refuerzos, y liquidábamos después a la tropa cercada. Y a veces hubo batallas que por cada hombre nuestro que participó en el combate, les hicimos entre muertos, prisioneros y heridos, dos bajas al enemigo por cada hombre nuestro.
Y aquí, en este tipo de combate, de día, frontal, contra posiciones, fue costoso en vidas valiosas, fue costoso en parque. Pero hubo una circunstancia, un sentimiento de solidaridad, porque nosotros días atrás habíamos estado apostados por el camino de Pino del Agua a Uvero, por donde de cuando en cuando pasaba un camioncito con 30 ó 40 soldados. Y hay que decir que nosotros preparamos algunas emboscadas por ese camino, en que no podían participar todos los hombres, porque es que no cabían. Ya allí teníamos las ametralladoras y los fusiles, que si un camión pasa por allí no queda ni un "chinche" vivo; y posiblemente sin ninguna baja.
Pero ocurrió que por aquellos días se produce un desembarco de cubanos que intentaban derrocar a Batista, combatir también contra Batista. No pertenecían a nuestra organización: no nos importaba. Por nuestra experiencia, comprendíamos la persecución que se iba a desatar sobre ellos; cómo la falta de experiencia les iba a hacer muy desventajosa la lucha, y que podía ocurrirles como a nosotros en los primeros tiempos. y aquel sentido de solidaridad, aquel deseo de ayudar a aquellos cubanos que habían desembarcado, fue, en lo esencial, el sentimiento que determinó el ataque a la guarnición de Uvero. Y en Uvero había 60 soldados.
Hay que decir que la información que poseíamos era una información deficiente, acerca de las posiciones, las casas. De manera que cuando hubimos hecho nuestro plan de combate, después de caminar durante ocho o diez horas, algo más, después de caminar casi doce horas, organizamos nuestro plan de combate; nos encontramos una situación difícil: la información no era muy exacta, el cuartel no se distinguía claramente, había casas de vecinos en el medio. Fue necesario esperar completamente el día, fue necesario esfuerzos especiales a última hora. Porque una vez situadas nuestras fuerzas allá, allá, acá... Nosotros no teníamos comunicaciones por radio, ni por teléfono, que pudiéramos decirle a una patrulla que tenía una orden de atacar en un momento determinado, que tenía orden de posesionarse en la oscuridad y que de día ya no podría moverse, decirles: "Retírense, porque hay una información deficiente, porque no ha resultado ser así."
Ya no había más remedio, de todas formas, que llevar adelante el plan. Fue necesario acudir al valor y al heroísmo de los hombres de nuestra columna, pedir —y sin que hubiera que pedir, porque los compañeros se ofrecían espontáneamente—... Y así el compañero Almeida, y el compañero Guevara. Almeida, bajando de frente por estas lomas, para poder dominar alguno de los fortines que poseían ellos, con armas automáticas, bien defendidos. Y fue necesario que los compañeros hiciesen un esfuerzo supremo para librar aquel combate que duró tres horas y que finalizó con la victoria de nuestras fuerzas (APLAUSOS).
Todavía recordamos que mientras algunos compañeros recogían a los heridos y llegaban noticias de nuestras bajas desde distintas posiciones, acá, por la entrada del oeste, en una casamata, en un fortín se defendían con un fusil ametralladora y varios fusiles Garands un núcleo enemigo, que fue necesario reducirlo tiro a tiro.
Recordamos, en los momentos finales, en los momentos decisivos, las dos ametralladoras, la del compañero Nano Díaz y el compañero Guillermo García disparando incesantemente, incesantemente las últimas ráfagas que terminaron de liquidar la resistencia enemiga.
Para tener una idea de la violencia del combate, baste decir que la tercera parte de los que participaron, aproximadamente, fueron muertos o heridos en los combates.
Y algunos compañeros recordamos que en el cuartel había siete pericos. Algunos compañeros dicen que seis —yo no me recuerdo bien si fueron seis o fueron cinco. Pero es el hecho de que cinco —según yo tenía idea—, o seis —según afirman otros compañeros— murieron de balas. Es decir, los pericos no se atrincheraron, no se tiraron al suelo, y fue tal la lluvia de balas que de siete pericos, cinco por lo menos murieron de balas.
Es decir que aquel cuartel quedó como un guayo. Muchos de ellos se atrincheraron detrás de los troncos de madera. Nosotros no teníamos morteros, no teníamos un solo cañoncito sin retroceso; de haber tenido un cañoncito sin retroceso dura tres minutos el combate, es decir, el tiempo en que suena el primer disparo, y vuela el cuartel aquel; y algunos tiros aislados, y los demás se habrían aconsejado rápidamente y se habrían rendido. Porque si no, tres o cuatro cañonazos más contra la casamata aquella y no queda ninguno, ni una baja.
Pero nuestros fusiles eran de infantería, no teníamos siquiera granadas, ellos estaban posesionados, y fue una cruenta lucha, una dura lucha.
En el día de hoy he estado recordando, he estado viendo el informe que nosotros le hicimos al compañero Frank País de aquel combate. En un mensaje dirigido a él, yo decía:
"Recibí mensaje y mapas. El trabajo está muy bien hecho. De inmediato no se piensa operar sobre el punto. Existen otros planes. Necesitamos nos refuercen de balas 30 06 y M-1. Aunque ocupamos más de 5 000 balas 30 06 en Uvero, las armas han aumentado en número y además se gastaron muchas en el ataque. Tuvimos 14 bajas en el combate. Muertos: el primer teniente Emiliano Díaz; el teniente Julio Díaz González; Gustavo Adolfo Moll; Francisco Soto Hernández; Anselmo Vega; Eligio Mendoza y el compañero Sigueiro de Banes. Heridos: el capitán Juan Almeida; el teniente Félix Pena; el teniente Miguel Angel Manals; Mario Maceo; Manuel Acuña y Mario Leal. Todos más o menos graves.
"La lucha duró tres horas: 5:15 a.m. -8:15 a.m. El cuartel estaba bien defendido, con una línea de defensa exterior formada por cuatro fortines de polines de línea, con cinco hombres cada uno. En total componían la guarnición cerca de sesenta soldados. Nuestros hombres tomaron por asalto cada posición avanzando sobre las balas y combatiendo largamente. Todo lo que se diga sobre la valentía con que lucharon no acertaría a describir el heroísmo de nuestros combatientes. Nano jugó un papel brillantísimo. Lo matan en el instante mismo en que los soldados comenzaban a rendirse con los últimos tiros. Hemos sentido entrañablemente su caída. Los nuevos ingresados no se quedaron atrás, y me sorprendió la eficacia con que actuaron. Almeida dirigió un avance casi suicida con su pelotón. Sin tanto derroche de valor no hubiese sido posible la victoria.
"El adversario tuvo 11 muertos, 19 heridos y 16 prisioneros, 46 bajas en total; unos pocos restantes pudieron escapar.
"Al teniente médico y su ayudante (del ejército) los dejamos con los heridos; también les dejamos dos heridos nuestros que estaban muy graves.
"A los 14 prisioneros restantes los pusimos ayer en libertad. Adjunto les envío un acta de liberación de prisioneros, firmada por cada uno de ellos.
"Me disgustó mucho el reportaje aparecido en la última Bohemia. Nada de lo que aparece como opinión mía en lo relativo al terrorismo y al ataque a Palacio consta en las respuestas que di a los reporteros americanos. Ahora precisamente es cuando hay que intensificar la lucha en todos los órdenes. La organización, nacionalmente, debe secundarnos con todas sus fuerzas.
"Estimo que debe hacerse un esfuerzo por abrir el Segundo Frente en la provincia. Es el momento psicológico y militar apropiado. Pueden usar con ese fin parte del equipo que tenían destinado a nosotros. Eso sí: con jefes capacitados que no se dejen sorprender ni engañar.
"Me resta decirles que en Uvero ocupamos 24 fusiles Garands, un fusil ametralladora y 20 Springfields. Además, numerosas pistolas y revólveres, miles de balas.
"No obstante eso, todo lo que pueda reforzarnos en armas, balas, y equipos de comunicación, etcétera, no dejen de hacerlo. Tengan en cuenta que ahora harán un esfuerzo final por vencernos. No obstante, pensamos salir victoriosos.
"Un abrazo para todos.
"Necesitamos urgente el envío de uno o dos médicos."
Prácticamente nuestras tropas no tenían material quirúrgico, ni médicos. El único médico era también uno de nuestros mejores combatientes: el compañero Guevara (APLAUSOS), que en ocasiones era soldado y, cuando no había médico, era también médico. El se quedó por las proximidades de Peladero con los heridos en aquella ocasión.
Así fue aquel histórico combate, reflejo de un sentimiento de solidaridad, de un espíritu de unidad de los revolucionarios que luchábamos en la sierra, de un sentido del deber para con los demás que combatían; reflejo también de la decisión de vencer o de morir de nuestros hombres, del espíritu de nuestros combatientes, alentados por el pueblo, creció nuestra fuerza después de aquel combate.
Muchos compañeros dejaron sus escopeticas de cacería y agarraron un Garand o agarraron un Springfield en aquellos días. Por ahí se fueron quedando algunos casi arcabuces que tenían nuestras fuerzas, y ocupando armas al enemigo. Porque hay que decir que la guerra la hicimos esencialmente con las armas que le quitamos al enemigo.
Y es que en realidad las armas de los pueblos están en manos de sus enemigos. Nosotros durante mucho tiempo esperábamos que vinieran de afuera, pero no llegaban, y fueron en combates como este, ocupando 46 armas de una sola vez, duplicando nuestros efectivos, y adquiriendo la experiencia que después nos permitió ocupar, no decenas sino cientos de armas, como en la ofensiva, ¡que en 70 días ocupamos 504 armas; o en la ofensiva final desde la sierra a Santiago de Cuba, que en 40 días armamos a 1 000 reclutas de las Minas del Frío con armas que le quitamos al enemigo!
Cuando aprendimos a quitarle las armas al enemigo habíamos aprendido a hacer la Revolución, habíamos aprendido a hacer la guerra, habíamos aprendido a ser invencibles, habíamos aprendido a vencer. ¡Y sin que nadie nos enviara nada, sin que nadie nos tirara, en submarino o en avión, armas! ¡Así hicimos nuestra guerra revolucionaria y así ganamos nuestra guerra revolucionaria!
y hoy venimos aquí, llenos de profundo reconocimiento y admiración, a rendir tributo y a recordar a nuestros compañeros caídos ese día glorioso, al compañero Emiliano Díaz, al compañero Julio Díaz González (APLAUSOS), al compañero Gustavo Adolfo Moll, al compañero Francisco Soto Hernández, al compañero Anselmo Vega, al compañero Eligio Mendoza (APLAUSOS), campesino de aquí, del Peladero, y al compañero Sigueiro (APLAUSOS); y a decirles que aunque aquel día cayeron bajo las balas enemigas, para nosotros no murieron. ¡Nosotros, desde aquel día, los tenemos más en nuestro recuerdo y en nuestra memoria! ¡Y viven en la obra de la Revolución, en cada escuela construida en la sierra, en cada hospital, en cada camino, en cada obra revolucionaria! (APLAUSOS) ¡En el corazón del pueblo viven y vivirán eternamente!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos! (EXCLAMACIONES DE: "¡Venceremos!")
(OVACION)