Otro record de Fidel
Date:
13/08/2005
Source:
Cubadebate
José Martí lo había advertido: gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador. Y creador sin descanso ha sido el más martiano de los gobernantes, que trabaja a las horas en que los otros duermen y por lo que se ve, ni siquiera duerme a las horas en que otros descansan.
A punto de cumplir de 79 años, Fidel Castro no solo posee el récord mundial de sobrevivencia a (más de 600) planes de atentado. Sus colaboradores más cercanos, entre los cuales siempre ha habido y hay gente muy joven, lo reconocen como vencedor absoluto de todas las pruebas de resistencia que se impone a sí mismo y por extensión a todo el que trabaja en su entorno desde que hace más de medio siglo emprendió el oficio de político con dedicación de misionero.
Fidel pasa por las horas y los días como si solo fueran segundos de un tiempo enorme. Sin embargo, a cada uno de esos instantes es capaz de sacarle el provecho de semanas, meses y hasta años. Quizás por eso se nota más la distancia entre él y el resto. Mientras la mayoría corre y se tensa para cumplir, ya él ha marcado la próxima meta y sobre ella trazó otra línea de arrancada.
Alguna gente, que solo conocen las dimensiones del tiempo encerrado en relojes y almanaques, insisten en contar las horas que Fidel puede permanecer de pie ante una multitud o ante una sola persona, casi siempre hablando, aunque también escuchando. Por supuesto que en esos ejercicios de comunicación social y humana, el Comandante es dueño de otras marcas que difícilmente serán superadas en una época hambrienta de diálogo entre líderes y gente común pero, quién dice que no hay otro modo de medir el suceso.
Lo aprendí hace varios años en un círculo de nobles y reputados intelectuales latinoamericanos, convocados a La Habana para evaluar los saldos de eso que llamamos la globalización. La primera edición del evento había terminado y todos ellos, en uno u otro momento, habían sido las estrellas de un debate de cinco días que Fidel había seguido con el interés y la disciplina de un aplicado estudiante. Al final, cuando todos esperaban un largo discurso conclusivo, el Comandante habló solo diez minutos para argumentar una breve pregunta: ¿qué hacer?
Ese día, el récord no lo puso el tiempo, lo puso la sorpresa. Y una frase de Atilio Borón, dicha en la intimidad del círculo de intelectuales amigos como un resumen no calculado de lo que muchos sentían: “Me pregunto -dijo Atilio- qué nos haríamos sin los oídos de Fidel. Es el único líder político que nos escucha y definitivamente el único que cree que hablar con los intelectuales no es perder el tiempo.”
A punto de cumplir de 79 años, Fidel Castro no solo posee el récord mundial de sobrevivencia a (más de 600) planes de atentado. Sus colaboradores más cercanos, entre los cuales siempre ha habido y hay gente muy joven, lo reconocen como vencedor absoluto de todas las pruebas de resistencia que se impone a sí mismo y por extensión a todo el que trabaja en su entorno desde que hace más de medio siglo emprendió el oficio de político con dedicación de misionero.
Fidel pasa por las horas y los días como si solo fueran segundos de un tiempo enorme. Sin embargo, a cada uno de esos instantes es capaz de sacarle el provecho de semanas, meses y hasta años. Quizás por eso se nota más la distancia entre él y el resto. Mientras la mayoría corre y se tensa para cumplir, ya él ha marcado la próxima meta y sobre ella trazó otra línea de arrancada.
Alguna gente, que solo conocen las dimensiones del tiempo encerrado en relojes y almanaques, insisten en contar las horas que Fidel puede permanecer de pie ante una multitud o ante una sola persona, casi siempre hablando, aunque también escuchando. Por supuesto que en esos ejercicios de comunicación social y humana, el Comandante es dueño de otras marcas que difícilmente serán superadas en una época hambrienta de diálogo entre líderes y gente común pero, quién dice que no hay otro modo de medir el suceso.
Lo aprendí hace varios años en un círculo de nobles y reputados intelectuales latinoamericanos, convocados a La Habana para evaluar los saldos de eso que llamamos la globalización. La primera edición del evento había terminado y todos ellos, en uno u otro momento, habían sido las estrellas de un debate de cinco días que Fidel había seguido con el interés y la disciplina de un aplicado estudiante. Al final, cuando todos esperaban un largo discurso conclusivo, el Comandante habló solo diez minutos para argumentar una breve pregunta: ¿qué hacer?
Ese día, el récord no lo puso el tiempo, lo puso la sorpresa. Y una frase de Atilio Borón, dicha en la intimidad del círculo de intelectuales amigos como un resumen no calculado de lo que muchos sentían: “Me pregunto -dijo Atilio- qué nos haríamos sin los oídos de Fidel. Es el único líder político que nos escucha y definitivamente el único que cree que hablar con los intelectuales no es perder el tiempo.”