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En esta universidad me hice revolucionario

Date: 

11/2024

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Boletín Revolución

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Con el número de expediente 1308, ingresó Fidel Alejandro Castro Ruz en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, el 5 de septiembre de 1945. En su matrícula consta que aspiraba a los títulos de Derecho y Contador Público. El hijo de terratenientes de la localidad de Birán, en la provincia de Oriente, había asistido hasta el bachillerato a escuelas religiosas. De la culminación de sus estudios preuniversitarios, data la evaluación que su preceptor escribiera en el anuario del colegio de Belén:

Fidel Castro (1942-1945). Se distinguió en todas las asignaturas relacionadas con las letras. Excelencia y congregante, fue un verdadero atleta, defendiendo siempre con valor y orgullo la bandera del colegio. Ha sabido ganarse la admiración y el cariño de todos. Cursará la carrera de Derecho y no dudamos que llenará con páginas brillantes el libro de su vida. Fidel tiene madera y no faltará el artista1

¡Nunca fue más justa la valoración de un individuo que solo contaba con diecinueve años —cumplidos apenas veintidós días— y una larga vida por vivir! Esta valoración no solo tomaba en cuenta su actividad como estudiante y deportista en el colegio de Belén, sino encierra una profunda caracterización psicológica de su personalidad: de sus fuerzas espirituales, voluntad, creatividad, carisma y capacidad para desempeñar cualquier rol que se propusiera en la vida. ¡Fidel fue su propio creador!

Al ingresar en la Escuela de Derecho, llegó — como él mismo aseguró—: con un espíritu rebelde y algunas ideas elementales de la justicia. En realidad desde su más temprana edad, Fidel fue un rebelde. El propio entorno en que creció, los juegos compartidos con sus amiguitos, hijos de los jornaleros de su padre y de campesinos que apenas podían mantenerlos, le fueron mostrando las diferencias entre sus hermanos y el resto de los niños de aquel sitio perdido en la geografía oriental. Aunque no pudiera explicarse aún las causas, interpretó esas desigualdades como una injusticia, las cuales deja- ron su impronta en la manera de ver la vida.

La universidad había perdido el matiz revolucionario que la caracterizó en los años treinta del pasado siglo; se había convertido en un antro de politiquería dominado por los grupos bonchistas, sinónimo de gansteriles, que otrora muchos de ellos habían formado parte de la juventud que se enfrentó al presidente dictador Gerardo Machado Morales.

En estos tiempos predominaban los mismos vicios que se manifestaban en toda aquella sociedad corrupta: nóminas infladas, amenazas a profesores que se oponían a lo deshonesto, robo de los fondos dedicados a la educación, sobornos mediante prebendas a los dirigentes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

El propio ministro de Educación José Manuel Alemán Casharo, el Bicho, fue uno de los connotados ladrones; cómplice de Paulina Alsina, la cuñada de Ramón Grau San Martín, presidente de aquel gobierno auténtico.

Existían bandas rivales como los grupos de acción: Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), liderado por Manolo Castro del Campo, presidente de la FEU, y el Movimiento Socialista Revoluciona- rio (MSR) de Rolando Masferrer Rojas, que ya nada tenían de revolucionarios y menos de socialista. Es- tos grupos recibían apoyo y dinero del gobierno, el cual se hacía de la vista gorda ante los desmanes que cometían estos pistoleros a sueldo. Ese era el ambiente opresivo que entonces envolvía a la Universidad de La Habana.

Fidel, que había pasado su infancia y adolescencia en escuelas religiosas, al margen completa- mente de tales situaciones, pronto se percató del estado de gravedad de su nuevo centro docente, y manifestó su rechazo. Desde el primer año comenzó a atacarlas. Se estrenó como orador político el 27 de noviembre de 1946 en el cementerio de Colón, adonde los estudiantes universitarios habían ido para rendirles tributo a los ocho estudiantes de Medicina, asesinados en 1871, por los voluntarios cubanos durante el gobierno de la colonia. Como líder universitario habló en nombre de la FEU. Con mucha valentía expresó en su discurso:

Y al doctor Grau solamente le pedimos que rectifique cuanto antes, si es que el doctor Grau sabe rectificar, y saque al señor Alemán del Ministerio de Educación, antes que el señor Alemán saque definitivamente a la educación de ese Ministerio, y acabe la obra ya muy adelantada de mudar el presupuesto y el tesoro de esa dependencia para su bolsillo personal, puesto que Alemán constituye, sin duda alguna, el más desastroso síntoma de la corrupción imperante, de las claudicaciones y el contrasentido revolucionario.2

Continuó atacando al gobierno de Ramón Grau San Martín, lo culpó de haber matado las esperan- zas del pueblo cubano acusándolo de convertirse en un estigma para la patria. Firmó un documento que proclamaba su decisión de luchar contra la re- elección de Grau, aunque el precio fuera su propia sangre.

Su manifiesta actitud lo enfrentó a Mario Salabarría, jefe de la Policía secreta del gobierno de Grau, muy temido en la capital.3 Este individuo controlaba la Universidad de La Habana. Como no pudo amedrentar ni comprar al estudiante Fidel Castro Ruz, quien se mostró absolutamente insobornable, le señaló dos alternativas: deponer su oposición al régimen o retirarse de la universidad.

Fidel se fue a una playa cercana a meditar sobre la decisión a tomar, confesó que lloró de rabia, de impotencia; pero su determinación firme fue volver a la universidad. ¡Y regresó!

En breve tiempo alcanzó gran popularidad entre los jóvenes estudiantes. Pronto le fue asignada la presidencia del Comité Pro Democracia Dominicana y Comité Pro Independencia de Puerto Rico, también formó parte del Comité Contra la Discriminación Racial. Ya estuvieron presentes las raíces del inter- nacionalismo que profesaría toda su vida y de su sentido de justicia contra cualquier tipo de exclusión racial.

El 15 de mayo de 1947 se fundó en el local de la Juventud del Partido Revolucionario Cubano (Auténticos), una nueva organización política, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), liderado por Eduardo Chibás Ribas, que se había caracterizado por su oposición al régimen de Grau. En su programa político se señalaba su posición nacionalista, antimperialista, socialista y se proclamaba como aspiración, la independencia económica, la libertad política y la justicia social. Fidel Castro se afilió a este partido, el único al que perteneció durante ocho años.

Pasados dos meses, en julio, se procedió a la reorganización de la FEU. Fidel estuvo entre los organizadores de la asamblea y fue nominado para ocupar la secretaría, pero el cargo fue ocupado por Alfredo Guevara, de la Juventud Socialista, cuyos miembros lo apoyaron en su elección.

Fidel, como representante de la Escuela de Derecho, pronunció un discurso en la sesión inaugural, en el que fustigó la cobardía y el indiferentismo, exteriorizado entre los estudiantes universitarios, a quienes exhortó a desenmascarar a quienes lucraban con la sangre de los mártires. Se refirió al gobierno de Grau como una tiranía que se cernía sobre la patria. Hizo público su coraje y principios a toda prueba donde, por menos, los pandilleros a sueldo de la presidencia asesinaban a los oposito- res al gobierno.

En julio de 1947 se enroló en la expedición de cayo Confites, con la finalidad de derrocar al dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina,4 mediante la lucha guerrillera en las montañas de República Dominicana. Fidel, profundamente martiano y antitrujillista, estaba entusiasmado con la idea de liberar la patria del General en Jefe de nuestras guerras de independencia, Máximo Gómez Báez, de aquel tirano. Fue de los primeros en alistarse, pese a que entre los reclutados en esta contingencia se encontraban sicarios subordinados a los Salabarría y Masferrer, sus enemigos jurados, lo que hacía doblemente peligrosa su participación.

Tanto Grau, como el jefe de las fuerzas arma- das, general Genovevo Pérez Dámera, aprobaron el plan de invasión a Santo Domingo. El ministro de Educación, José Manuel Alemán Casharo fue el encargado de financiar económicamente la expedición. Este coordinó con los líderes dominicanos y nombró a Manuel Castro del Campo como su en- lace con los patriotas dominicanos. Anteriormente, Fidel había denunciado con suma energía a ambos por malversadores de los fondos del Estado.

El joven estudiante de Derecho de solo veintiún años fue el único en advertir las contradicciones existentes en el plan militar concebido contra Trujillo. Apreció que la expedición era caótica, carecía de táctica y estrategia, que los mandos se habían distribuido, no a partir de los conocimientos mili- tares, sino según la filiación política. No entendía aquel proyecto de desembarcar en Santo Domingo para enfrentar a un ejército organizado, entrenado y armado por Estados Unidos y que, de una manera u otra, era fiel al dictador. Su idea era la de echar a andar una guerra de guerrillas o lucha irregular, tenía en cuenta la experiencia obtenida en las guerras de independencia libradas por los cubanos en 1868 y 1895, que tuvieron su estratega más brillante en el insigne patriota dominicano-cubano, el Generalísimo Máximo Gómez Báez.

La noticia de la invasión fue denunciada por el propio Trujillo al presidente Grau. Este, sin otra alternativa, ordenó al jefe del ejército, que se dirigieran al cayo, detuvieran a los hombres que allí se entrenaban y procedieran a arrestarlos. En el mes de octubre, la misión le fue encomendada a la Marina de Guerra de Cuba. Fidel abandonó al resto de los integrantes de la frustrada expedición antes de que llegaran las fuerzas navales. Por la noche logró escapar junto con siete invasores en un bote; más tarde, abordó solo una pequeña balsa y luego nadó hasta el faro de cayo Saetía. De ahí se trasladó a su casa en Birán, con la ayuda del farero.

Continuó su lucha contra el régimen de Grau San Martín. Encabezó la marcha hacia el Palacio Presidencial con el ataúd de Carlos Rodríguez, alumno del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, asesinado por un sicario del ministro de Educación, durante una manifestación en la que denunciaban el robo de los recursos de este sector por parte del ministro Alemán y exigían la renuncia del presidente.

Al cumplirse ese 10 de octubre setenta y nueve años del inicio de las guerras de independencia, Grau, en una maniobra politiquera con visos de patriotismo, se propuso trasladar la histórica campana del ingenio La Demajagua hacia La Habana para exhibirla en esa fecha. El consejo municipal de Manzanillo no aceptó el ofrecimiento. Fidel les planteó a los dirigentes de la FEU, trasladarse a esa ciudad en compañía de Lionel Soto, miembro de la Juventud Comunista, para con- vencer a los manzanilleros. La idea era realizar una gran concentración de masas, luego dirigirse al Palacio Presidencial y, junto al repicar de la campana, so- licitarle a Grau que abandonara la presidencia. Esta vez el concejal manzanillero César Montejo, de la oposición, les prestó toda su ayuda para convencer a los veteranos.

Aceptada la propuesta de los estudiantes, trasladaron la campana a la capital el 3 de noviembre de 1947 y fue expuesta durante un día en el salón de los Mártires de la Universidad, el mitin debía realizar- se el día 6. En la madrugada del 5 fue sustraída por los mafiosos seguidores de Grau, entre ellos, Eufemio Fernández, quienes se oponían a su empleo por los estudiantes y amenazaron con impedir el acto y concentración contra el presidente. Posteriormente los pandilleros le entregaron la campana a Grau.

Esa noche Fidel habló ante una inmensa multitud, entre otras acusaciones lanzadas, denunció una vez más al presidente de defraudar la fe del pueblo. Muchos enfrentamientos como este, contra el régimen, fueron profundizando su conciencia política y puliendo su sentido de justicia.

Llegada a La Habana el 3 de noviembre de 1947
con la histórica campana de La Demajagua.

En febrero de 1948 se produjo el asesinato de Manolo Castro del Campo, expresidente de la FEU y líder de Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) que, en el gobierno de Grau, había asumido la dirección de Deportes. Los enemigos de Fidel intentaron involucrarlo en este hecho criminal. Fidel de- mostró su inocencia y ni siquiera fue detenido; pero sabía que corría peligro. A partir de ese momento llevó una vida semiclandestina.

Se presentó la oportunidad de mantenerse alejado temporalmente de Cuba para cumplir una misión por la Federación Estudiantil Universitaria. La idea era convocar a un Congreso Latinoamericano de Estudiantes en Colombia —abril de 1948— y hacerlo coincidir con la Novena Conferencia Panamericana, convocada por Estados Unidos que se efectuaría en ese país, con el objetivo principal de establecer un organismo regional latinoamericano dentro de los marcos de la política de la guerra fría. El Gobierno norteamericano buscaba consolidar su dominio sobre nuestras naciones. Allí nació la despreciable Organización de Estados Americanos (OEA), bautizada justamente por el canciller de Cuba Raúl Roa García como el Ministerio de Colonias de los Estados Unidos.

Fidel decidió viajar inicialmente a Venezuela, donde los estudiantes habían adoptado una actitud revolucionaria, trasladarse después a Panamá y luego a Colombia. También los argentinos, caracterizados por su combatividad, se comprometieron a participar. En 1918 los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdova iniciaron una huelga en reclamo de profundas reformas universitarias, que rápido se convirtió en un amplio movimiento en todo el país y en América Latina.

El Congreso de Estudiantes Latinoamericanos concebido por Fidel tenía un profundo sentido antimperialista. Entre sus reclamos, abogaba por la in- dependencia de Puerto Rico, proclamaba la soberanía de Las Islas Malvinas, la devolución del canal de Panamá, y se manifestaba contra la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Todos los pronunciamientos tenían un extraordinario sentido de justicia social y solidaridad latinoamericana.

Los estudiantes colombianos le concertaron una cita con Jorge Eliécer Gaitán, líder del liberalismo de mayor ascendencia en el ámbito de la política nacional y latinoamericana. La conversación se produjo el 7 de abril de 1948. En esa oportunidad Gaitán le entregó, entre otros materiales, su célebre discurso «Oración por la paz», pronunciado apenas dos meses, después de una marcha silenciosa de alrededor de diez mil personas, que él encabezara, en protesta por los crímenes del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez.

Gaitán les prometió que clausuraría el congreso en el estadio de Cundinamarca. Quedaron citados

para el día 9 a las 14:15 para seguir conversando sobre el evento estudiantil y ajustar detalles del acto donde hablaría. Momentos antes de esta reunión, Gaitán fue asesinado.

La muerte de Jorge Eliécer Gaitán se convirtió en un levantamiento popular espontáneo. Fidel presenció las columnas de masas sublevadas, desorganizadas, sin jefatura ni táctica militar. Se enroló en la acción armándose de un fusil en una Estación de Policía e intentó, de algún modo, encauzar la multitud que todo lo arrasaba a su paso.

El Bogotazo, como la historia recoge estos acontecimientos, le permitió apreciar, como experiencias importantes, las debilidades que suponen la falta de una conciencia política desarrollada, la ausencia de una jefatura firme y de conocimientos militares, y la actuación, sin rumbo, de las masas cuando carecen de una conducción acertada. Los líderes del partido de Gaitán, los liberales, no fueron capaces de actuar como el momento exigía. Este alzamiento espontáneo del pueblo desembocó después en actos de vandalismo y, finalmente, en la derrota. Al valorar de manera objetiva esas deficiencias, estimó que fueron los principales elementos que condujeron al fracaso de esta intentona.

De ambas acciones vividas antes de los veintitrés años, tomó experiencias que aplicaría creadora- mente para llevar a la práctica la lucha irregular o guerra de guerrillas hasta que el desarrollo de las acciones combativas y la incorporación de nuevos combatientes y armamento, generalmente tomado a los soldados enemigos, le permitieron cambiar la táctica y, a partir de marzo de 1958, pasar a la segunda fase o guerra de posiciones con la creación de nuevos frentes y columnas.

A pesar de los avatares que enfrentó durante los años universitarios, el 5 de septiembre de 1950 culminó su carrera. A las 08:45 defendió su tesis: «La letra de cambio en el Derecho Internacional Privado y en la Legislación Comparada». Obtuvo calificación de sobresaliente. El título fue expedido el 13 de octubre de 1950 con el número 1275.

Sus experiencias universitarias cambiarían para siempre su modo de concebir la lucha.

 

Notas

1 Fidel Castro Ruz: La victoria estratégica, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2010, p. XXI

2 Fidel Castro Ruz: Periódico Mañana, 28 de noviembre de 1946, pp. 1 y 8, Hemeroteca Oficina de Asuntos Históricos de la República de Cuba.

3 Posteriormente autor de los sucesos del reparto de Orfila en Marianao, una verdadera guerra entre pandilleros del gobierno que aterrorizó a los habitantes del lugar. 1 Fidel Castro Ruz: La victoria estratégica, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2010, p. XXI.

4 Al retirarse los invasores norteamericanos, lo dejaron a cargo del país. El 24 de mayo de 1930 ganó la presidencia en unas elecciones fraudulentas en la que fue el único candidato. Gobernó la República Dominicana hasta su asesinato en 1961. Se caracterizó por su anticomunismo y represión a toda oposición política. Asesinó a más de treinta mil opositores y a miles de haitianos que vivían en la zona fronteriza. La «Era de Trujillo» está considerada como una de las más sangrientas del siglo xx.