Biblias para los comunistas
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En esta fecha de recordación de Fidel tendría muchas cosas que contar de la amistad que nos unió durante 46 años (1980-2016).
Tuve el privilegio de visitarlo en su casa por última vez el 13 de agosto de 2016, cuando cumplió 90. Aparte de la familia había allí solo dos personas: Homero Acosta, diputado cubano, y yo.
En 1987, durante el proceso de apertura religiosa producido por el impacto de la entrevista del Comandante recogida en el libro Fidel y la religión (en Brasil, Companhia das Letras), los obispos de Cuba me pidieron que consiguiera nuevas ediciones de la Biblia para las comunidades del país.
Como en Brasil no se editan libros en español, el padre Edênio Valle, del Verbo Divino, logró que sus cofrades de España enviaran a Cuba un container con obras religiosas.
Al año siguiente, en uno de mis viajes a La Habana, el doctor Carneado, jefe de la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista de Cuba, me recibió en su oficina del Comité Central. Me dio varias publicaciones, entre ellas la nueva encíclica de Juan Pablo II, Sollicitado rei socialis. ¡Nunca imaginé que un miembro del Comité Central de un partido comunista me ofreciera una encíclica papal!
Carneado me mostró también el libro de Ricardo de la Cierva Oscura rebelión en la Iglesia, que dice en la página 11: “Como se sabe, uno de los ayudantes de Marighella fue el furibundo activista guerrillero Frei Betto, reciente interlocutor de Fidel Castro en el diálogo estratégico entre cristianos y marxistas en América”.
Le pregunté por las obras enviadas a Cuba por los religiosos de España, destinadas a la conferencia episcopal cubana. Carneado me hizo acompañarlo por los umbrosos pasillos del Comité Central. Llegamos a una habitación repleta de cajas de libros con cuños de la compañía de aviación Iberia. Eran volúmenes para las bibliotecas pastorales. Conté 30 cajas. Contenían libros de teología, obras catequéticas, manuales de evangelización en la línea conciliar. Esperaban por mi llegada para que yo se los entregara a los católicos de Cuba.
La Iglesia Católica de Cuba nunca había soñado que su trabajo de evangelización contara con la generosa colaboración del Partido Comunista, en especial de Fidel, que me estimuló a llevar los libros y facilitó su introducción en el país.
Un tanto apenado, el doctor Carneado me dijo al regresar a su oficina:
-- Betto, hay un problema. Vinieron mil Biblias y no queda ninguna.
-- ¿Cómo que no queda ninguna?
-- Los compañeros del Partido se las llevaron todas.
-- ¿Cómo?
-- Unos dijeron tener una abuela o un abuelo muy religioso al que le gustaría tener una nueva edición de la Biblia, porque la que tenía en casa era muy antigua. Otros, que la hija o la nieta había estudiado en la escuela un discurso de Fidel en el que comparaba la lucha del pueblo cubano contra el imperialismo con la resistencia de David frente a Goliat, y quería saber de dónde había sacado el Comandante esa imagen bíblica.
-- Mire, Carneado, sinceramente considero que la Biblia les hace más bien a los comunistas que a los católicos. Y ya que los cristianos de Cuba tienen acceso a ella, aunque en ediciones antiguas, la noticia me hace feliz.
En la tarde de ese mismo día Fidel me visitó en la casa en que estaba hospedado. Le conté el episodio matutino.
-- ¿Y no sobró ningún ejemplar para mí? –me preguntó.
-- Creo que no, Comandante. Pero como siempre que vengo a Cuba traigo mi ejemplar en español, quiero regalárselo.
Se lo entregué con la siguiente dedicatoria: “Para Fidel, en quien Dios tiene mucha fe”.