La verdadera revolución de Martí y Fidel
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El 19 de mayo de 1895, muere en combate José Martí Pérez el Héroe Nacional de Cuba, sus ideas y su visión lo convirtieron en una de las figuras más influyentes y admiradas de la historia de Cuba.
El día antes de su muerte, el 18 de mayo, Martí escribió una carta a su amigo mexicano Manuel Mercado en la que decía:
“Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.” Más adelante, sobre las intenciones de Estados Unidos alertó: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, y mi onda es la de David”. (1)
Aquella carta, conocida como su Testamento Político, dejaba bien claro las intenciones de Estados Unidos de frustrar la independencia de Cuba. Tres años después de la muerte del Maestro, el pretexto del imperialismo norteamericano para intervenir en la guerra de independencia entre Cuba y España, cuando los mambises tenían casi ganada la guerra se hace realidad, pues a las 9:40 de la noche del 15 de febrero de 1898, la detonación del acorazado Maine en la bahía de La Habana sirvió de excusa a Washington para lograr sus propósitos desde principios del siglo XIX de que Cuba formara parte de la nación norteña.
Las palabras del Apóstol se habían convertido en realidad. Estados Unidos encontró su excusa perfecta para intervenir en la guerra de independencia de Cuba. La oportuna y misteriosa explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana, que Estados Unidos utilizó como justificación para su injerencia, sirvió de pretexto a Washington para alcanzar sus objetivos de anexionar la isla a su esfera de influencia, algo que venía intentando desde principios del siglo XIX. De esta manera, Estados Unidos aprovechó la debilidad militar y económica de España para inmiscuirse en el conflicto, cuando el pujante Ejército Libertador cubano ya tenía prácticamente ganada la guerra contra la metrópoli. Sobre aquel desenlace Fidel Castro reflexiona en uno de sus discursos:
“El 25 de enero de 1898 entra el acorazado Maine en el puerto de La Habana. El 15 de febrero estalla el Maine.
El 19 de abril el Congreso de Estados Unidos adopta una resolución conjunta en la que se declara que "el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente". Fue una resolución engañosa, que respondía, aparentemente, a las grandes simpatías con que nuestro pueblo contaba en el seno de la sociedad norteamericana; coincidía con largos años de lucha y con el impacto ocasionado por la reconcentración de Weyler, que se convirtió en un holocausto para nuestro pueblo, en el que perdieron la vida cientos de miles de compatriotas, fundamentalmente mujeres, ancianos y niños que no podían marcharse a la manigua y fueron obligados a concentrarse en las ciudades.
Había, sin duda alguna, simpatías por parte del pueblo de Estados Unidos, pero había también grandes intereses expansionistas e imperialistas; de modo que aquella se convirtió en la primera guerra imperialista de la historia --en el sentido moderno de ese concepto--, así la calificó Lenin, y así la había previsto desde antes Martí cuando dijo, horas antes de su muerte, que todo lo que había hecho y haría era para impedir, con la independencia de Cuba, que Estados Unidos se extendiera sobre los pueblos de América, y que en silencio había tenido que ser. ¡Con cuánta claridad avizoraba el futuro!” (2)
La intervención militar estadounidense, legitimada ante las potencias de la época mediante el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, permitió a Estados Unidos apropiarse formalmente de Cuba el 1 de enero de 1899.
No sería hasta el 1 de enero de 1959, con el triunfo de la Revolución cubana bajo la guía de Fidel Castro, que los sueños del Apóstol de una Cuba justa, libre y soberana se verían finalmente realizados. Después de décadas de dominación extranjera y lucha por la independencia, el pueblo cubano pudo alcanzar la anhelada libertad y autodeterminación que había inspirado a las generaciones de patriotas que los precedieron. La Revolución cubana representó la culminación del proceso de emancipación nacional iniciado a finales del siglo XIX y constituyó un hito histórico en la consecución de la plena soberanía e independencia de la isla caribeña. Ese día, Fidel afirmó: “La revolución empieza ahora; la revolución no será una tarea fácil, la revolución será una empresa dura y llena de peligros”. (3)
El líder de la Revolución cubana tuvo como referente el pensamiento martiano desde muy temprana edad: “De lo primero que yo me empapo mucho, profundamente, es de la literatura martiana, de las obras de Martí, de los escritos de Martí; es difícil que exista algo de lo escrito por Martí, de sus proclamas políticas, sus discursos, que constituyen dos gruesos volúmenes, deben ser unas dos mil páginas o algo más, que no haya leído cuando estudiaba en el bachillerato o estaba en la Universidad”.
Sobre sus enseñanzas explicó: “José Martí, guía y apóstol de nuestra guerra de independencia contra España, nos enseñó ese espíritu internacionalista que Marx, Engels y Lenin confirmaron en la conciencia de nuestro pueblo. Martí pensaba que “patria es humanidad”, y nos trazó la imagen de una América Latina unida frente a la otra América imperialista y soberbia, “revuelta y brutal”—como él decía—, que nos despreciaba”. (4)
Bajo esa premisa de que “patria es humanidad” en Cuba desde el año 1959 se comenzó un proceso de justicia social, a partir del cumplimiento del Programa del Moncada, el pueblo cubano se apoderó de la tierra, las fábricas y las viviendas. Se implementaron programas de alfabetización masiva y se construyeron numerosas escuelas y universidades para todos sin distinción. Cuba formó a médicos dispuestos a brindar también ayuda al resto del mundo. Además, se sentaron las bases de espacios dedicados a la creación, difusión y acceso a la cultura.
En Cuba se hizo realidad el profundo anhelo martiano de alcanzar una sociedad justa para todos los cubanos. Hoy cuando los desafíos impuestos por los Estados Unidos a través de un cruel bloqueo para debilitar a la Revolución cubana, que esta frase del Apóstol nos llene de optimismo para salir triunfantes en nuestra causa: “Pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: Con todos, y para el bien de todos”. (5)